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  • Foto del escritorRevista Adynata

Dejarse ir / Gloria Anzaldúa

No basta con decidir abrirse. Debes hundir los dedos en el ombligo, con las dos manos bien abiertas, desparramar lagartos e iguanas cornudas, las orquídeas y girasoles, volver el laberinto del revés. Agitarlo. Aun así, no te acabas de vaciar. Quizá una flema verde se oculte en tu tos. Quizá ni sepas que está ahí hasta que crece un nudo en tu garganta y se vuelve rana. Un cosquilleo produce una sonrisa secreta en tu paladar lleno de orgasmos diminutos. Pero antes o después se revela. La rana verde croa indiscreta. Todos alzan la vista. No basta con abrirse una vez. De nuevo tienes que hundir los dedos en tu ombligo, con las dos manos abiertas del todo, soltar ratas y cucarachas muertas, lluvia de primavera, elote joven. Volver el laberinto del revés. Agitarlo. Esta vez debes dejarte llevar. Enfrentar el dragón cara a cara y dejar que te trague el horror. —Te disuelves en su saliva —nadie te reconoce como charco —nadie te extraña —ni siquiera te recuerdan y el laberinto ni siquiera lo creaste tú. Has pasado al otro lado. A tu alrededor todo espacio. A solas. Con la nada. Nadie va a salvarte. Nadie va a cortar lo que te ata, cortar las espinas abundantes en torno a ti. Nadie va a asaltar los muros del castillo ni despertarte con un beso, descender por tu cabello ni subirte en el corcel blanco. No hay nadie que vaya a alimentar el anhelo. Acéptalo. Tendrá que bastar contigo, hazlo tú misma. Y todo alrededor un terreno vasto. A solas. Con la noche. De la oscuridad debes hacerte amiga si quieres dormir en la noche. No basta con dejarse ir dos, tres veces, cien. Pronto todo se vuelve aburrido, inadecuado. La cara abierta de la noche ya no te interesa. Y pronto, una vez más, regresas a tu elemento y como pez en el aire te manifiestas tal cual solo entre inspiraciones. Pero ya te crecen branquias en los pechos.



Nota: Gracias Sandra Daria por asomarnos a este bello poema.


Fuente: Borderlands/La Frontera: The New Mestiza, Aunt Lute Press, San Francisco, 1987

Reeditado en España por Capitán Swing Traducción de Carmen Valle.



Robert Mapplethorpe Frogs 1984 Fotografía en gelatina de plata

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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