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  • Foto del escritorRevista Adynata

El secreto (2007) selección / Claudia Masin

Las voces de las mujeres que se fueron

dicen cosas todavía. Pequeñas cosas acerca

del funcionamiento del hogar, secretos

para que todo siga andando sin ellas

como si ellas todavía anduvieran,

silenciosas y diligentes, caminando por la casa.

De la casa sólo quedan ruinas, campo ralo

donde uno, o unos pocos, sobreviven

se miran a sí mismos o entre sí

sin entender qué cosa es la que falta.



Decía: cuando se rompe un objeto querido

que guardábamos en un lugar

secreto de la casa, el mundo entero pierde el orden

que tenía hasta entonces. Cada cosa que hemos tocado

con la delicadeza del amor, al desaparecer

se lleva nuestras huellas, nos arroja consigo allá lejos,

donde es abandonado aquello que ya no es útil,

que está incompleto.


Decía: dónde vivir si se ha roto... decía algo

acerca de las cosas que se quiebran, cosas en las que una

había aprendido a vivir, no se sabe cómo, porque eran

tan pequeñas algunas que cabían en la palma

de una mano, y otras ni siquiera podían ser vistas

o tocadas. Decía, sin embargo, que esas cosas eran

más poderosas que el principio de gravedad

cuando se trataba de mantener un cuerpo

anclado a la tierra.


….


Decía: a veces, cada vez con más frecuencia, olvido cosas.

Pierdo algo que un segundo antes había dejado

sobre la mesa, cuento una historia de mi infancia

una vez y al poco rato la repito textual:

por la expresión cansada de los otros

me doy cuenta. Mi vida es como esos sueños

que tienen los chicos cuando se duermen bajo un árbol,

a la siesta: luminosos y frágiles, llenos de pequeños

y leves incidentes que al despertar-no se recuerdan.



Decía que algunas veces, cada vez más seguido, olvida cosas.

Yo quisiera recordárselas, pero no sé cuáles son esas cosas

que viven en su cuerpo, cuáles incluso ella preferiría

que no le fueran mencionadas por nadie,

porque quizás le ha llevado años hacer ese arduo y minucioso trabajo de olvido,

por un camino que no desea desandar.


….


Dice: ahora soy una pendiente por donde cae la dicha,

a veces frágil, de no tener la pena de mi cuerpo

atada a mi.


Dice que el hilo se ha roto y, suelta al fin,

ya no responde a fuerza alguna que se quiera

ejercer sobre ella. Que ahora es ligera y joven

otra vez, y habla en voz muy alta,

y como ya no le da miedo

por las noches sale a ver cómo era

el mundo que perdió.


….


Dice: ya no hay nada que temer.

Si cosas tan frágiles

como el olor de la tierra mojada, permanecen,

y hasta crecen, en medio de la tormenta,

es porque lo invisible está a salvo

de la prepotencia.



Fuente: El secreto (2007) en La desobediencia. Poesía reunida. Resistencia, ConTexto Libros. 2018.


Ruth Orkin Niña en la estación 1847 Impresión en gelatina de plata 24.1 × 16.5 × 0.2 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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