Hace varios años, siguiendo a un esparcidor de pistas1 leíamos, a golpes de puño, un manifiesto ético del pensamiento sutil: “La vida no debe detenerse. El lenguaje ya y para siempre quedará imposibilitado de cerrarse sobre sí mismo. Impulsar otros tipos de sensibilidad. Aliviar a las ideas del lastre de las sustancias imperiales. Todo está dado al mundo para ser transformado. (Los imperativos y sentencias serían aquí furiosos golpes de un instante).” Pistas que vuelven a finales del 2022 en Dysphoria mundi (Paul B. Preciado), libro que, aunque europeo ayuda a afirmarnos en “la radical multiplicidad de lo vivo”. Muchos capítulos martillan: “Dentro, fuera. Lleno, vacío. Seguro, tóxico. Masculino, femenino. Blanco, negro. Nacional, extranjero. Cultura, naturaleza. Humano, animal. Público, privado. Orgánico, mecánico. Centro, periferia. Aquí, allí. Analógico, digital. Vivo, muerto” y, de pronto, alguna pregunta estalla “¿Bajo qué condiciones y de qué forma merecería la pena seguir viviendo?”. En este 2023 seguimos mordiendo eso que nos hace estar vivos: anzuelo-pezones-amor-trampa-señuelos. Insistimos en batallas aún no libradas y, finalmente, reposamos tendidxs sobre alguna confianza: “No llegar al punto de ya no decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene ninguna importancia decirlo o no decirlo.” (Deleuze Guattari)
Entre oídos absolutos -tan aspiracionales del ser de lo perfecto- y oídos feministas que aprendieron a abrirse paso entre los muros institucionales, a veces a fuerza de abandonarlos; entre virus y Messi, instrumentos y juguetes, normalidades y arquetipos, cortes y caricias aún tantas veces sin saber cómo se llama lo que siento ni cómo se llama lo que se ha sentido. Quizás recordar que, para algunxs, no escribir pueda relacionarse con morir y por ello “Uno tiene que mantenerse borracho de escritura para que la realidad no lo destruya.” (Bradbury, Ray. 1990) Cuando las paranoias se nos encarnan como “como segunda piel de desesperaciones llagadas en tiempos de capitalismos que ponen en peligro la vida” y “ponen a la vista que en toda interpretación hay una razón que delira” seguimos necesitando de pistas y confianzas para desanclarnos de lo ya conocido y poder inventar otras formas. Así, tal vez, entre flores y aullidos, otra confianza nos despabile y nos recuerde “Movimiento, alianzas y afectos: armas que nos cuidan del arte de gobernar”.
1 Percia, Marcelo. Epílogo: De Brasi: esparcidor. En De Brasi, Juan Carlos. Ensayo sobre el pensamiento sutil. Ediciones La Cebra. Buenos Aires, 2013.
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