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Fluencia / David Abecasis

Foto del escritor: Revista AdynataRevista Adynata

Una fuerza rompe la forma. Una mala noticia para la Mecánica. Un acto de bienvenida a la clínica del acontecimiento. Fluencia es el punto de pasaje de la deformación elástica a la deformación plástica de un material sometido a un esfuerzo de tracción.


Límite de fluencia, un punto virtual, el espacio de la simultaneidad, confluyen y conviven la elasticidad y la plasticidad, las roturas, las deformaciones, las distensiones, las dislocaciones, las torsiones, las conservaciones. En el punto de fluencia la fuerza traza su mapa. En el segundo siguiente la lucha ha cesado. Como en un campo de batalla, se cuentan los cuerpos, se evalúan los daños. Lo roto y lo preservado. A diferencia de un accidente aéreo, no hay caja negra que nos informe cómo ocurrió, y de hecho no nos interesa. Estamos ocupando la mirada en la trayectoria de las fuerzas sobre los materiales. Recogemos los trozos valiosos después del desastre. Cómo seguir después de la rotura…


El trapecista en el aire, el instante en que no es de ninguno de los dos trapecios. El recuerdo infantil del cambio de vagón en el tren a Buenos Aires, pasar por la junta del metal y el horror a ser tragado por la pestaña de acero. Momentos en que se alcanza una tensión que pasa por debajo del  límite de deformación. Es decir hay conservación de la  capacidad elástica de un cuerpo.


Una mujer que está dejando a su esposo y eligiendo a su amante y vacilando, sintiendo la intensidad de la fuerza  de extrañar y la fuerza de una muy probable desilusión. Intuyendo que “no es ninguno de los dos”. Que es la soledad, la soledad con desolación, la soledad rota. Y armarse desde los trozos humeantes y retorcidos del yo.

 

   

Tracciones


En un ensayo de tracción, una probeta de hierro agota su capacidad de estirarse y se deforma o rompe. Momento de fluencia. Fluencia es entonces el nombre del proceso de deformación plástica de un material sometido a un esfuerzo de tracción[i]


En los sistemas humanos (y vivos en general), como todo límite, el de fluencia es arbitrario, puesto que la rotura no es uniforme. Una microfracción de tiempo, un grano de material que no se desplazó,  el tiempo de la simultaneidad. Momento precioso para la clínica, el momento del acontecimiento. Fluencia es uno de los nombres del acontecimiento.

          

Como en el curso de un río que desemboca en una cascada, la mansedumbre de las aguas nos impiden anticipar el infierno que está ocurriendo a unos pocos metros del lugar río abajo. Solamente conociendo los mapas  podríamos aproximarnos al punto límite de acercamiento sin que termine en una catástrofe.

        

¿Qué hacer con los pedazos rotos? ¿Con los objetos valiosos y con los  inútiles? ¿Cómo desarmar la casa de un muerto?  ¿Cómo evitar que la muerte arrastre cosas vivas? Aquí  no cabe ninguna clasificación. Los objetos inclasificables nos reenvían al desorden. ¿Cómo ordenar  todos los objetos cuando las fuerza que los mantenía ligados, como en un plano de consistencia, en una meseta, ha desaparecido? ¿Por dónde empezar? Una pareja de muñecos griegos, vestidos con trajes típicos, entregados con veneración. Regalos hechos  y recibidos en nombre de otros. Cristales, cerámicas y aceros. Muebles transportados desde lugares lejanos.  Regalos que no son regalos, sino recompensa. Extorsiones amorosas y desamoradas. Pagos. O simplemente compromisos.

      

¿Por qué no organizar un banquete de objetos y que otros cuerpos los refunden? Ensayar una duración, una faena caótica en donde, sin remedio, todo es valioso de repente por apropiación.

     

A Paul Auster le toca desarmar la casa de su padre, muerto poco antes. Realiza la tarea como un autómata, es decir desprovisto de emociones. Se pone en el lugar como un instrumento involuntario de desarmar, ordenar en cajas y despachar. Es un operario desapasionado, desafectado. Hasta que llega a la caja de las corbatas, y recupera un recuerdo. Su padre volviendo todos los días del trabajo. Un retorno cotidiano que es un desencuentro. Y llora, o al menos sus lágrimas llegan al borde del llanto. “El acto de desprenderme de las corbatas parecía simbolizar para mí el verdadero funeral, más que la visión del ataúd al ser colocado en el foso. Por fin comprendí que mi padre estaba muerto”[ii]. Luego del desgarro sobreviene un momento de cierta duración, de suspensión de las acciones, una meseta, una errancia. “Tengo que inventar la ruta a cada paso, y eso hace que nunca esté seguro de dónde me encuentro. Tengo la impresión de que me muevo en círculos, de que vuelvo constantemente atrás, o de que voy en varias direcciones a la vez. Incluso cuando consigo avanzar un poco, no estoy muy seguro de hacerlo en el rumbo correcto. El hecho de que uno vague por el desierto no quiere decir que necesariamente haya una tierra prometida”.  Desde allí se encuentra  con un nuevo camino, insospechado, nuevo de verdad, a partir de fotografías nunca vistas, comienza a construir una genealogía familiar que lo encuentra a su padre como punto de destino.

 

Fluencia en caliente o fluencia lenta. Un cuerpo sometido a un esfuerzo de tracción inferior al límite de deformación elástica, pero sostenido en el tiempo, finalmente provoca la rotura. Fluencia y fluencia en caliente son tomadas aquí como parte de un proceso único e indistinguible. ¿Son las corbatas del padre de Auster las que provocan la rotura? ¿O fueron las últimas en golpear? ¿Es irrelevante saber si una rotura sobreviene por un esfuerzo agudo o uno crónico? La gota que colma el vaso goza de gran popularidad, porque es la única que se conoce a simple vista, a todas las demás debemos descubrirlas.  Y ese es el trabajo cartográfico de la clínica, escribir la genealogía del acontecimiento. Ya veremos cómo en la Clínica tiene algún sentido.

 

        

Rostros  


Esteban deja todas sus cosas, familia de origen, trabajo, amigos, y se traslada acompañando a su esposa que emprende un posgrado en una Universidad prestigiosa de USA. En épocas preinternéticas el destierro no tiene emulsionantes, las noticias viajan lento entre idas y vueltas de correo, y algún llamado esporádico desde un teléfono público. Esteban se propone insertarse rápidamente. Toma clases de inglés para extranjeros, hace deporte, busca actividades sociales alrededor del campus. Le va bien. Está contento con sus progresos y sus logros. Hasta consigue emplearse. Transcurre un año y recibe la visita de su madre por un mes. El tiempo libre de que disponía ahora es ocupado en entretener a la visitante, con shopping y paseos. Luego del mes su madre se despide y a los pocos días él deja de dormir.  El insomnio le llega con gran sorpresa, mientras celebraba con alivio la recuperación de su tiempo libre. La inquietud se prolonga en el día, comienza a tener problemas en el trabajo, junto con manifestaciones físicas,  mareos, rigidez, temblores. Se le instala una música en la cabeza. Y una letra que habla de una despedida.  El  sufrimiento psíquico crece con la acumulación de los días de mal sueño.  Tiene una sensación de pérdida de dominio de su cuerpo y de su mente. Aficionado a los psicologismos, intenta explicaciones que lo resuelvan todo. Y no lo consigue. No está cómodo en ningún lugar y siente la urgencia de desaparecer a poco de estar. Decide su regreso, volver a su país. Acompaña esta decisión con reproches de orden moral, como el abandono de su esposa, con un sentimiento de derrota por dejar de luchar contra este mal desconocido. Y con la sensación de perdida de una tierra prometida.

     

Ya en su ciudad se aísla, tiene la intención de mantener su aflicción en secreto en la esperanza de recuperarse rápido, no ocupa su departamento sino que se aloja  en la casa de su padre, quien lo acompaña a ver a un psiquiatra. Recibe medicación para la ansiedad y un antidepresivo. Vuelve a su antiguo analista.  En el diálogo clínico se acuña una expresión, “crisis de sinceramiento”, que no le alcanza como explicación pero lo orienta. El armado imaginario de Esteban para afrontar su viaje tenía algunos requerimientos, como la anulación de cualquier sentimiento de apego por aquello de lo que se alejaba. Como la necesidad de una apropiación de la experiencia como algo más que un acompañamiento.  La visita de su madre activa algunas fuerzas dormidas que desencadenan  todo el proceso de transformación. Siguiendo un espíritu racional, espera el hallazgo de una combinación de números y letras, una cifra, que destrabe todo el mecanismo de enfermedad y le restituya su salud y su vida. Le costaba aceptar ciertas paradojas. Cómo era posible que aquellas cosas más queridas lo habían lastimado, su lugar en sus grupos, su rol de animador aglutinador,  cierta vocación de sostén  de los otros que lo había aplastado. Esteban tiene la aspiración de recomponerse rápidamente pero el rostro está seco y roto, ya no respira. El rostro que había construido no alcanzaba a recubrir todas las fuerzas que lo componían. Dos fuerzas mayores que componen una tracción que rompe el rostro. El apego y el destierro, por un lado. Y el deseo de conquista y progreso en un nuevo territorio por el otro. Desde la perspectiva del análisis, un par de fuerzas  operan una fluencia en  frío que se suma a una fluencia lenta o en caliente de larga data.  Dicho de otro modo, el rostro era viable en las condiciones en las que fue creado, en su paisaje original,  al menos un tiempo más, al menos todo lo que una fluencia lenta se lo hubiera permitido. El  traslado lo ubicó en otro esquema de fuerzas y precipitó la rotura. "Si el hombre tiene un destino, éste es el de escapar al rostro, deshacer el rostro  y las rostrificaciones, un devenir imperceptible, devenir clandestino, no por un retorno a la animalidad, sino por un devenir animales muy espirituales y muy especiales. El rostro tiene un gran futuro, a condición de que sea destruido, desecho".[iii] Entonces, ¿qué viene después de la rotura del rostro? La recuperación de la haecceidad, de la capacidad de afectación recíproca, la emergencia del deseo entendido como devenir.

        

La fluencia ocurre sobre un cuerpo organizado que sigue un régimen neurótico de carencia, deseo, Ideal y fantasma. El rostro es explotado al máximo, al punto de rotura, y los esfuerzos por mantener todo en su lugar son agotadores. En los tramos finales se recurre al maquillaje. Se puede maquillar un rostro, agregar, esconder, resaltar, el maquillaje blinda los rasgos para que no se desdibujen.  Se puede disimular una anomalía, fingir una simetría, rellenar una arruga, afinar, alargar, etc. El maquillaje es una guerra contra el desorden y la desorganización. Es agenciamiento despótico. El entretenimiento, la noticia como entretenimiento, el consumo, las redes sociales, los medicamentos, la carrera contra el envejecimiento, la consecución del éxito dentro de los criterios del capitalismo. El maquillaje es un rostro de rostros, cuando cae, caen un poco todos los rostros. En Esteban el naufragio de su experiencia se propaga por contagio a todos los aspectos de su vida y todo es puesto en cuestión. Sobrevenida la rotura, llega la nostalgia y la promesa. Hay un impulso de restitución, de reorganización. El nuevo deseo es viejo, renovada la carencia, hay una nueva búsqueda. Esteban promete a su esposa volver a buscarla en unas pocas semanas.  No sólo  no vuelve a buscarla, ya no vuelve con ella en ningún aspecto. Y volver en general se transforma en un mito.  

         

Esteban compone hábitos nuevos. Se muda en la ciudad. Comparte una casona  con tres amigos. Recorre cotidianamente la ciudad, caminando, en bicicleta, desarrolla una gran austeridad en su vida doméstica. Visita los parques. Refiere que los paisajes, las personas y las palabras tienen volumen, incluso que paisajes, personas y palabras son intercambiables, tienen la misma consistencia. Y progresivamente pierde el miedo a estas nuevas intensidades. Su insomnio parcial tardará un año en desaparecer por completo. Tardará seis meses para retornar a su trabajo. Y casi nada para volver a enamorarse.                                                 

        

Si reducimos todo el asunto a presentar un par de fuerzas en tracción, estaríamos volviendo al viejo esquema del conflicto psíquico. Aquí hay mucho más, todo un campo de fuerzas de intensidad, ubicación y antigüedad diversa. Al estudio de este campo de fuerzas lo llamamos clínica como micropolítica de las afectaciones. En el caso de  Esteban rápidamente describimos una concatenación de fuerzas, la distancia, el idioma, el dinero, la condición de inmigrante, el margen de adaptabilidad. Pequeñas fuerzas como el lenguaje gestual, la lengua, la comida, la distancia a la que se paran dos personas para conversar, la proximidad extrema de la vida conyugal,  los códigos de corrección, la geografía de la ciudad, el clima, las comunicaciones internacionales, la calidad del tiempo libre, el ancho de las calles, la sexualidad y el erotismo, la condición de pobre en un país opulento, el acento irreductible de extranjero, etc. Y luego todo el universo de representaciones mentales, la mirada de los otros, la autorreflexión acerca del progreso de la vida personal, lo que se ve y lo que no se ve del deterioro, el futuro, etcétera.

       


Vectores

      

Un vector es un segmento de recta con intensidad, orientación y sentido.  En Física un vector representa una magnitud de fuerza, direccionada y orientada. Y se describen distintos tipos de vectores. Para un sistema de fuerzas en equilibrio o en reposo, en el que la sumatoria de las fuerzas es igual a 0, la Física traza una multiplicidad, un murmullo interminable de líneas de fuerza. Aquello que está quieto, como en un rostro, contiene una gran cantidad de movimiento.  Entre  la Gravedad y la mecánica del suelo donde apoya un gran puente reticulado de hierro, se van sumando fuerzas de  todo tipo de magnitud y dirección, de modo que parados sobre cualquiera de sus remaches como punto fijo relativo, podemos trazar todo un mapa de fuerzas concatenadas, fuerzas que llegan, que parten, que pasan cerca.

      

El esquizoanálisis es un análisis vectorial, en donde nos disponemos conocer las posiciones relativas de las fuerzas que operan en un sistema, así como la rotación y la traslación del sistema en sí mismo. La clínica es una observación de todos y de cada uno de estos movimientos conjugados.[iv]

  

Entonces cuál es nuestra tarea clínica. Si tenemos la posibilidad de observar en el mismo momento en que un proceso vital como el de fluencia, ¿cómo intervenir? Rápidamente podemos decir que estar es intervenir. ¿Somos una fuerza más afectando? En el mejor de los casos sí. ¿Debemos dirigir esta afectación? Decididamente NO. ¿Hacia dónde lo haríamos? ¿Qué es mejor para nuestro semejante? Para éste concreto. Estallar o conservarse. Qué era mejor para Esteban, para nuestro querido Auster. ¿Somos cuidadores? ¿Somos terapeutas, es decir somos cuidadores, pero qué cuidamos? ¿Cuidar es prevenir, desviar, pronosticar? Digamos una primera cosa, cuidar es cuidar las condiciones de expresión. Luego, la expresión del deseo, y cuidar que esa expresión haga camino.

 

 

Inexplicable

     

¿Qué es una explicación? es un conjunto de enunciados que dan razones y proporciones a eventos relacionados entre sí. Si analizamos la superficie del presente contamos y observamos lo que temporoespacialmente coincide. Como en la escena de un crimen, se sacan fotos, se enumeran objetos, cuerpos, sustancias. Se toman muestras de adn. Todo va a parar al laboratorio de análisis criminalístico. En la clínica analítica la explicación siempre llega tarde, si se pretende que la explicación sea una herramienta terapéutica. El prefijo  ex nos puede confundir, sugiriendo que un orden exterior a la cosa nos provee la comprensión. Explicar es desenvolver, desplegar, descubrir, y sugiere un conocimiento inmanente a la cosa. El conocimiento aporta los conceptos como herramientas abstractas que nombran, clasifican enumeran y archivan. El conocimiento hace de la explicación algo comunicable Los diagnósticos personalizados, singulares, de nombre propio y palabras comunes honran esta idea de explicación.  Una melancolía podría llamarse Mal de Amanda, por caso, sugiriendo que el Mal de Amanda como melancolía no se parece a ninguna otra melancolía. Como la construcción freudiana, conclusiva, tardía, arqueológica. La construcción freudiana parte de un supuesto y persigue llegar a confirmarlo: las formas clínicas son buenas formas, es decir formas acabadas, para la ciencia positiva y racional debía serlo. La construcción como explicación recorta la figura y compone un cuadro. Y se guarda un caso. Esto tiene también su sesgo criminalístico a lo Holmes. La conversación final, el diálogo criminalístico acompañado de brandy y tabaco, aventuras leídas y vistas que nos acompañaron toda la vida. Si perseguimos esto nos alejamos de la clínica como ética, y cuando ocurre algo inesperado  nos quedamos sordos, ciegos y mudos.

 

Una mujer viene a verme. Está desesperada. Su esposo había peleado contra un cáncer de huesos y le había ganado. Me cuenta que ocho meses después del alta médica decide suicidarse. Es un suicidio frío, sin desesperación, en una casa quinta con un arma de fuego. No hay drogas ni alcohol. Ni carta. Sólo un mensaje. "No puedo más". En su angustia me cuenta que lo primero que pensó fue en una recidiva del mal. Pero los médicos lo descartaron.

      

No pude ayudar mucho a esa mujer. Sólo estar con el cuerpo, esperar, ayudar a pensar. Cómo encontrar una explicación que calme. ¿Este suicida actuó como un veterano de guerra en tiempos de paz, se encontró con una vida sin sentido y sin batallas? Sabemos que las paradas después de un largo esfuerzo son delicadas, algo se puede romper. Pero ¿aquí se trató de eso? o más bien de todo lo que quedó afuera dela lucha contra el cáncer? qué significa aquí No poder más. Ante qué límite se encontró.  

Una fuerza llegó a su limite, y una mano rompe una vida. Ante una amenaza de una decisión salomónica, alguien cede. El rostro cede a la mano que dispara y mata. Especulaciones. Relatos que calman o alarman. Pero nunca explicaciones. Si el cuerpo suicida no sobrevive para ser desplegado, el suicidio es inexplicable. Con esta verdad tiene que arreglárselas mi visitante, sobreviviente de este traumatismo,  preparándose para seguir adelante con la cautela de un golpeado.

 

Porque al fin y al cabo no vivimos en un banco de pruebas ni somos una probeta homogénea y uniforme. Habitamos una multiplicidad de fuerzas, respondemos con una multiplicidad de esfuerzos. Vivimos a los piedrazos, dice un querido amigo, es verdad, afrontamos una lluvia meteórica y como en un barrido  de una ecografía se recorta nuestra figura.

    

En el territorio de este acecho, respondemos de manera diversa, evitando la afectación, absorbiendo el impacto de un dolor, como un perdigón que se pierde en algún tejido de sostén y se pierde para siempre. Derivando la fuerza. Y también transformándola en otro movimiento, como en aquellas artes marciales que hacen máquina con la fuerza adversaria. En definitiva, hacemos lo que podemos, que puede sonar a un pedido de disculpa, pero es lo mejor que podemos hacer.

 

Break down, crack up, burn out, fluencia, los nombres que reciben diversas roturas. Estamos expuestos a esfuerzos simultáneos. Al mapa de estos esfuerzos lo reconocemos como un modo de estar siendo. Compresión, tracción, choque, torsión, los nombres de los esfuerzos a los que todo cuerpo es sometido.


Marcelo Percia estudia el Crack up de Scott Fitzgerald, acaso el derrumbe mejor descrito que podríamos encontrar[v]. "Qué significa The crack up? Lastimado, roto, herido, llagado, dividido, agrietado, partido, cuarteado? Quebrado como se dice de un plato que puede unirse con un pegamento y quedar bien, aunque nunca como antes? Fitzgerald se piensa a los cuarenta años hecho pedazos. Se pregunta, viendo su imagen desunida, si vale la pena conservar ese recipiente chato, rajado,, poco profundo.  Escribe: a veces, sin embargo, al plato cuarteado hay que guardarlo en la despensa, hay que mantenerlo en servicio. Nunca se lo podrá volver a calentar en el horno ni juntar con los demás platos; no se sacará cuando haya visitas, pero servirá para poner galletitas avanzada la noche o para guardar restos de comida en la heladera". Podemos agregar, el rostro Fitzgerald está hecho de dinero, aceptación y juventud, tres cosas efímeras, un rostro entonces que se ha secado y resquebrajado. Pero además el paisaje del rostro Fitzgerald ha cambiado en una década. El capitalismo floreciente de los 20 deviene ruptura y caída en los 30. Fitzgerald parece seguir el pulso de los avatares de su época. Casi como una marioneta.


Permitir la expresión del deseo puede causar mucho dolor, propio y ajeno. Una transformación puede ser muy dolorosa o muy gozosa. A su vez la cantidad de dolor no se corresponde con la calidad de la transformación, una vez caído el viejo slogan “si no duele no sirve".


Discutía con una querida colega sobre el status del dolor en la clínica.  Sostenía ella que el dolor es del Yo, y por lo tanto es irrelevante en la clínica. Sin dejar de estar de acuerdo, si incluso el dolor no fuera una entidad clínica como en la clínica médica, es una resultante de fuerzas,  y a su vez es una fuerza que afecta todo el campo de fuerzas. El dolor marca el paso del devenir, de las transformaciones, es una entidad singular, y traza sus propias líneas en el camino emprendido por el sujeto deseante.  Puestos a evaluar equilibrios, el dolor no escapa a las generales de la ley. El dolor no es del yo, quizás es por el Yo que como garante del rostro, tracciona sobre las fuerzas y produce calor. El dolor es energía que queda atrapada en una máquina de guerra. Siendo el dolor siempre corporal. Lo que llamamos dolor psíquico es el resultado de una representación mental que activa una máquina de guerra, vale decir un mecanismo que transforma un movimiento en un agenciamiento sufriente.



[i] Mc Graw - Hill. Tecnología industrial. PDF

[ii] Paul Auster. La invención de la soledad. Seis Barral

[iii] Deleuze -Guattari. Mil mesetas. Cap  Cómo hacerse un cuerpo sin órganos. Cap Rostridad.  Cap Devenir. Pre-Textos 

[iv] Francoise Zouravichvilli: El vocabulario de Deleuze. Ed Nueva Serie

[v] Marcelo Percia. Clínica del crack up. Lugar Editorial.



Mirella Bentivoglio - Sin Título - 1996 - Mármol - 45 x 10 x 2 cm
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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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