“(…) somos fugitivos de la muerte”
T. Reik
En el libro Treinta años con Freud de Theodoro Reik, nos encontramos con un relato titulado: “Una Conferencia desconocida de Freud”.
Reik, joven discípulo de Freud, en 1913 organizó en el Auditorio de la Clínica psiquiátrica de Viena un ciclo dedicado a “Psicopatología de la vida cotidiana”, por lo que invitó a su maestro, a dar una de las conferencias.
Freud en esa ocasión, habló de forma improvisada, mientras Reik tomaba apuntes exhaustivos. La charla versó sobre “el presentimiento”.
Se trataba de la discusión de un artículo publicado en una Revista Suiza, de un médico llamado Demole. Hablaba del impacto del cumplimiento de un pensamiento premonitorio acerca de la muerte de un paciente.
Al finalizar la conferencia, Reik y Freud retornan caminando.
En la conversación, en el clima del trayecto de una caminata, Reik cuenta que le ruega que publique lo dicho en la ponencia. Freud, se mostró sorprendido, pero le dijo, sin razones aparentes, no desear hacerlo.
Días después, Reik insiste. Le envía sus comentarios y apuntes tomados como reseña de la charla para ser publicada: “En esta reseña indiqué que sería una pena que ese hermoso análisis se perdiera”1.
Freud, finalmente respondió: “Le sugiero que publique sus comentarios del análisis no como una reseña (del mío) sino como un ensayo (suyo)…”
El maestro, enigmáticamente, delega el trabajo, incluso cede autoría.
El ensayo, según lo sugerido fue entonces publicado en 1914 bajo el título: ““Un caso de repentina convicción” a nombre de Reik.
Veintiséis años después, en 1940, luego de la muerte de su maestro, Reik re-escribe el artículo de otro modo. Como si algo le hubiese quedado pendiente entre manos y probablemente parte del duelo.
La pregunta por la autoría, la relación escritura, muerte, la fidelidad, asoman sus deslizamientos. Lo quiere reproducir “fiel al espíritu freudiano”. Quiere conservar las palabras y el título, como si Freud lo hubiese escrito y “redondeándolo” como reconstrucción de lo que llama “la conferencia original”. Reik apunta lo siguiente: “Tal como Freud mismo lo hubiese hecho”.
Como parte de la imposibilidad de esa tarea, a lo largo de la lectura, por la retórica del texto titulado “Una repentina Convicción”, nos preguntamos:
¿Quién lo escribe? ¿Quién habla? ¿Freud, Reik, un tercero?
La conferencia “reproducida” se debate en aproximar ideas sobre sucesos llamados sobrenaturales. ¿Se trata de ciencia de ocultismo, de omnipotencia del pensamiento? Freud navega en los vaivenes entre la increencia y la inconveniencia con aquellos asuntos ligados a las supersticiones. Asevera que la asociación analógica de ideas es insuficiente, para establecer la experiencia del inconsciente. “El psicoanálisis va más lejos que esto”.
Ni analogía, ni desciframiento, ni revelación.
El texto re-escrito por Reik se inicia, entonces, con la voz de Freud como autor.
Hay algunos fragmentos que suscitan comicidad.
Por ejemplo, la manera escrita en la pluma de Reik como si fuese el que escribe Freud, citando a Reik (se “autocita”) :“Estamos reconocidos a Theodor Reik, quien lo señaló y dio su valoración…” o “Reik nos conduce a otro punto”…”.
Para nuestra sorpresa el texto, en ese momento, cambia de punto de vista y es la voz de Reik quien la escribe: “El deseo ambicioso excitado por la lectura de Psicopatología ¿está dirigido hacia la muerte del gran psicoanalista vienés?”
Un tercer giro en la escritura: las citas y referencias aluden tanto a Reik como a Freud, creando una tercera voz, ni uno ni otro.
Casi una comedia de enredos en el asunto de la autoría. Los vericuetos de la complejidad del nombre puestos a ser escuchados.
Le debemos a Foucault que del autor se hable en forma de pregunta.
Puede que la lengua hable donde el autor se esconde. Efecto autoral del decir.2
Recordemos además una posible deuda simbólica. Freud defendió con valentía a Reik de la acusación del ejercicio del psicoanálisis sin ser médico.
Pero aquí, la invención del escrito navega entre la sorpresa, el amor obstinado al maestro, un legado confiable de motivos imposibles de conocer, lo irrecuperable y la desesperación fallida por devolver en una nueva escritura lo que resta disuelto para siempre en toda pérdida y en este caso a través de un don generoso, aquel que incluye una renuncia. Entonces para Reik ¿Es el insomnio de una supuesta profanación acaso? ¿Una ineludible traición en retardo? ¿Una anticipación de resguardar, la inmortalidad a la letra de las lecturas post freudianas?
.“¿Por qué a mí? ¿Por qué razón me asignó a mí particularmente esa tarea?” Se pregunta Reik y se responde que se trata del oscuro juego de los impulsos inconscientes entre dos personas. El gran hombre, afirma, a quien sin duda veneraba, “no estaba ciego a los necios y presuntuosos deseos que residían en su joven discípulo con su maestro (yo tenía entonces veinticinco años)” Entre el peso fantaseado de un elegido leal y la transgresión. Agrega, pero Freud “cerraba los ojos sonriendo ante estos deseos”.
Freud, en silencio, ya había cerrado los ojos.
1 Treinta años con Freud, Ediciones Imán Buenos Aires. 1943
2 Introducción de El autor en cuestión, A. Bugacoff, C. Szewach. Improntas , Ediciones Del dock
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