Cuando había violencia doméstica,
dejaban a los niños en las casas de los vecinos.
Infancia
Estoy preocupada por esta casa que se sacude
dentro de mí.
En ella hay personas con párpados
que hablan un morse extraño.
Su angustia rueda de un lado al otro
como una botella de leche vacía.
Preguntan por mí, la vieja niña vieja
que usa la tristeza como una falda.
Pero hoy no es día de amnistía.
Hoy es el día de aceptar los caramelos de los vecinos.
La intempestiva deportación con los otros.
Sublinguales, blasfemos… ¡idiotas!
Ellos cantan la canción del “no puede ser”
Es lo ocurrido no creído,
temblando sobre mi infancia.
¿Cuántas rocas hemos llevado en la espalda
para construir la casa que será bombardeada?
Suspiro.
Es el alivio del perdón
siempre más grande que el del olvido.
A las mujeres, en medio de una sesión de tortura, nos decían: “pobrecita”.
Estocolmo
Mientras me matas me das tus condolencias
por esa muerta que pronto tendré dentro mío.
Ella será como una bacteria que lo soporta todo.
Ella será como una madre fría.
Irá haciendo con cada uno de tus horrores, un terrón de azúcar.
Uno pequeño que atará a las puntas de mi pelo.
Tendré así un peinado dulce que engañará a todos,
menos a las abejas.
Estarán ellas arriba de mí, punzando mi cabeza.
Detectando lo amargo que es el ocultamiento.
Hoy la muerta que me pusiste para que te amara
se ha deshilachado,
como se deshilacha el vestido de una momia.
Es sólo un hilván que asoma con vergüenza
por debajo de mi nueva falda.
La plisada, la que tiene arrugas,
la que baila su pausada extradición de los genes.
Y estoy aquí, deportándome de ese lugar que no debí conocer.
Presenciando en mí
el silenciamiento final de la nieve.
Todos los días aumentan los crímenes por odio
hacia las personas trans.
Tránsito
En los días luminosos siento las partes mías
que no estaban cuando nací.
Ellas reclaman su membresía
y entran en mí como viajeros en tránsito.
Entonces soy negra, soy hombre.
Soy lo microscópico que inventa la piedra
para hacerse liquen…
y soy el transatlántico enorme que se pierde
cuando lo quieres ver.
Vivo en el perineo de lo invisible
esperando el bautizo de lo que no lleva nombre.
—¿Qué eres?
—¿Cuándo?
En otro lugar estará el mar
cuando lo pueda tocar.
Cuanto estábamos muy mal, a veces, nos llevaban a la enfermería.
Enfermería
¡No puede ser y avanzan!
¡No puede ser! y siguen avanzando.
Son mis pensamientos caminando
por las baldosas flojasde mis palabras.
Los doblo en cuatro,
lo doblo lentamente como si lo que pensase
fuese el paño húmedo que llevo sobre la frente.
Dos pájaros se acercan a nuestras camas.
Mi compañera les pregunta quién de las dos
despertará mañana.
Ambos pájaros se miran y vuelan sin contestar.
Nos dejan en el cuarto de la pequeña muerte.
Pequeña como yo
callada y llena de vida.
—¡Soy tan fuerte, tan fuerte!
No te asustes de mí, escapemos juntas, si quieres.
En mi sueño, alguien tira rosas al agua del lavamanos.
Supe así que solo yo
había amanecido.
Ese día doblé muchas veces
el paño de mi frente.
Espía
La muerte se fue a dormir,
está soñando conmigo.
Soy su espía.
Puedo ver dentro de su árbol.
Puedo ver las preguntas que cuelgan de sus ramas
llegando a su cama.
—¿Comes? ¿Respiras?
La muerte quiere el abismo después de un beso.
La duda no retornable
sobre el derecho a vivir.
Camino por sus sábanas llevando el misil de mi dolor.
Me prometo ser una reina de belleza.
Diría la verdad.
Diría que quiero la paz mundial.
Pero yo, la soñada por la muerte,
seré otra vez…
El ángel que no reconoceré.
Blanca Lema
Poemas de su libro inédito “Ingenuidad y Fuga.” Buenos Aires, Mayo-junio 2020
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