(para Nahue y les habitantes de la casa)
La casa del presidente era ahí,
abajo del árbol,
alrededor del fresquito aroma que suelta el eucalipto
¿Sentiste cuando llueve?
La casa del presidente estaba cubierta de sombra,
porque la casa de la casa del presidente
era un viejo eucalipto.
Y el presidente éramos todes nosotres.
Gobernábamos nuestro mundo, nuestro refugio.
Hacíamos revuelta con esas revoluciones que tienen
cadencia y sabiduría de adolescencias.
Nos acompañábamos componiendo mundos,
destruyendo muros internos,
y también, esos de afuera
que nos molestaban.
Lugar donde la sombra del árbol
nos apapachaba,
mientras hurgábamos
dolores profundos.
Lugar de risas, llantos y amores.
De organización para salir
a ese mundo que no era nuestra casa.
De creación e ideas, donde construir un planeta
que sí quisiéramos habitar.
Lugar de birras, fasitos y mates.
Construimos hogar,
mientras el árbol
nos veía crecer,
ir y venir,
volvernos inmensxs
después de cada derrota.
Construimos ranchada.
Tan ranchada que
la casa de la casa del presidente,
el árbol,
tenía un agujero sobre el tronco,
y ese, era nuestro secreto.
Ahí guardábamos botellas
vacías y compartidas,
para que así,
al otro día y cada día,
pudiéramos volver
a tomar una fresca
sin pagarle el envase al chino. Crecimos, nos fuimos alejando. Cortaron el eucalipto, y vos amigo, te fuiste. Entre ahogo de dolor, angustia y rabia injusticias nos encontramos dejamos tus cenizas en casa. Y el árbol rebrotó. Hoy, esta grande. Ahora nosotres lo vemos crecer. Veo y pienso, estás ahí brillando como siempre, como si hubieras vuelto a nacer un poco con el eucalipto, con nuestra memoria. Veo y siento que sos un poco el árbol que el árbol es un poco vos. Imagino tu voz, tus gritos, tu agite, esa sonrisota contagiosa... Se me libera el corazón saberte ahí, siendo con todo El libre guardián de nuestro mundo.
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