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  • Foto del escritorRevista Adynata

La narrativa como desafío clínico / Fernando Ceballos

Es el tiempo de una narrativa contra el olvido, una narrativa que recoge los esfuerzos, los intentos y hace de ellos memoria para presentar cuando falta el lenguaje, cuando falta la vida. Una narrativa que es un saber la vida, aprendizaje de vida.”

Benjamín Berlanga Gallardo


Es necesario poder pensar la capacidad narrativa como un desafío que se pone en funcionamiento e interrumpe ese tiempo secuencial al que estamos sometidos, para de esa manera poder incorporarla como parte constitutiva de las capacidades de los trabajadores y trabajadoras de la salud, como esa potencia liberadora desde la palabra, como ese impulso que nos permita darnos cuenta de lo que nos pasa y decidir hacer cosas juntos desde el deseo de otra cosa, para no dejarnos atrapar ni por la frustración, ni por lo quejoso, ni por las seducciones de una falsa libertad que nos propone el aparato de poder para seguir amarrándonos a la subalternidad.


Desde los trabajadores y trabajadoras de la salud estamos en un momento en donde el sistema, guiado por la lógica procedimental de la hegemonía médica amparada por el paraguas científico-técnico neoliberal, coloca en una encerrona a la clínica reduciéndola a la mínima expresión de las especializaciones, desterrando de la escena terapéutica la fuerza de la palabra del que sufre que irrumpe incisiva y provocadora desbaratándola y dejándonos muchas veces sin argumentos científicos. Desde esta lógica la hegemonía biomedicalizante sujeta cada palabra desde la explicación, la endurece desde la normalización y la domestica desde la clasificación arrasándola políticamente.


¿Cómo podríamos, superar esos reduccionismos que simplifican las palabras y encasillan a la persona (trabajador, trabajadora, usuario) asignándole a la práctica clínica del cuidado una linealidad y previsibilidad de la que en realidad carece?


Trabajamos con historias de vida, y la vida nos obliga a rescatar ese impulso innato en las palabras, a visibilizarlas, a emanciparlas y a recrearlas a través de la narración para darles centralidad en la producción de un saber nuevo, y para darles también importancia a las decisiones de lo que queremos y hemos de hacer desde nuestro trabajo. Es una manera de humanizar-popularizar el lenguaje jerarquizado científico-técnico a través de palabras más nuestras, palabras que hablan de la producción de un saber de la vida que ayuda a pensar (nos) que vemos en la cotidianidad de nuestras relaciones con otros y otras en su padecimiento, narrando, diciendo, decidiendo y haciendo vida con esos lenguajes desde la amorosidad, el deseo, la insurgencia, la ternura, la hospitalidad.


Cuando la palabra es ofrenda, irrumpe y funda la inconformidad en lo establecido como norma, provoca a la insurrección de un saber nuevo que agrieta lo dominante. Y a partir de allí la palabra no solo confirma lo que existe, lo que pasa o lo que se siente, no solo bautiza un acontecimiento, también hace cosas. Y en ese hacer cosas, las palabras desarrollan toda su potencia política.


La apuesta de seguir pensando una sensibilidad clínica en salud mental para la producción de cuidados, apunta a construir un marco de referencias más ampliado que permita tomar otra posición respecto de las nuevas demandas y urgencias que plantean las transformaciones subjetivas en estos tiempos, teniendo en cuenta que las instituciones y las prácticas que las atraviesan todavía responden al viejo paradigma reduccionista de la patologización y estigmatización de los padecimientos mentales. La posibilidad de ampliar el lenguaje de la clínica a través de la producción de cuidados es en el ámbito de su micropolítica, en la acción cotidiana, incluso como producción subjetiva en acto, que produce el cuidado en salud y, al mismo tiempo, produce al propio trabajador y trabajadora en tanto sujeto en el mundo.


Lo que el actuar apunta entonces es a la humanidad, es a ser, humano; por lo tanto, requiere el reconocimiento, develamiento y comprensión de los problemas entretejidos de la hegemonía, de las relaciones y prácticas del poder y de la deshumanización. Restaurar y recuperar lo humano es en sí el propósito de nuestro posicionamiento clínico-político como herramienta y estrategia terapéutica y como apuesta contrahegemónica. Desde esta perspectiva la búsqueda debe ser a través de la permanente recuperación de esos otros lenguajes que la humanizan, para que ese hablar no se empobrezca, ni se restrinja, ni se automatice, ni se reduzca simplemente a una escala clasificatoria por la simple razón de seguir las reglas de “lo normal”. Toda auténtica resistencia no es sólo aguantar sino construir algo nuevo.



Estancias en común1


12:00 horas. Ese jueves habíamos programado hacer al mediodía unos choripanes en el camping para festejar el día del amigo, rompiendo un poco con los encuentros en el hospital. La convocatoria estuvo bastante buena, fuimos muchxs, éramos más de quince, sin contar algunos niñxs que se sumaron a disfrutar de ese hermoso día soleado al lado del arroyo. Entre todxs ellxs estaba Antonia, que venía participando del espacio bastante salpicado, pero cuando nos hacía creer que había desaparecido, aparecía muy campante a la juntada de los martes y jueves por la tarde en el hospital. Hoy a última hora confirmó su participación, y que le daba igual choripán o hamburguesa.


Estos momentos por fuera del hospital pensados desde el festejo en donde se hace presente la “numerosidad social”2, hace que nos comuniquemos de otra manera, más distendidos. La pauta que regula la actividad es: vamos a compartir un momento al aire libre y a comer unos choripanes. Así se van generando grupitos más pequeños que se pasan información, comparten anécdotas o se intercambian nuevos números, hablan de lo que les pasa, se preocupan por lo dicho por el otro, se solidarizan ante alguna demanda, y colaboran todxs en el armado de la mesa. Conversan, y en ese con-versar cosas, lo afectivo empieza a jugar un papel fundamental. En el asador hay un amigo del Rolo que se sumó y nos dio una mano importante en la parrilla.


13:30 horas. Para distraer el retraso de la comida, alguien propone que nos acomodemos para que nos saquemos una foto. Esta propuesta puso algo incómoda a Antonia. Dijo que ella no quería. Entonces alguien con el oficio de la ternura innato la sacó de esa escena, pidiéndole por favor que, ya que no quería salir, nos sacara la foto. Eso la sorprendió y su respuesta fue inmediata. Tomó el celular, nos enfocó y sacó las únicas fotos de esa tarde.


No había un horario pautado para la retirada, así que cada uno iba saliendo de ese ambiente una vez que recibía su regalo del amigo invisible, o cuando se cansaba o cuando terminaba de tomar unos mates. El clima acompañaba porque hacía ese calorcito raro de julio que propone el norte santafesino. Así algunos nos fuimos a las tres y otros como a las seis de la tarde.


15:00 horas. Ella se había ido entre los primeros a eso de las tres y media saludando como siempre lo hacía: fría y alejadamente, pero eso no alarmó demasiado. Al parecer su partida tenía que ver con que estaba recibiendo algunos mensajes intimidantes de su madre, reclamándole de mala manera que viniera a cuidar a su padre que tiene un problema de hemiplejía y está postrado.



Escriturando el silencio


07:00 horas. Al día siguiente y retomando nuestro trabajo en el hospital nos sorprendió que estuviese internada Antonia en la sala de observación de la guardia. Hacía bastante que no se producía esto, que en algún tiempo fue algo muy habitual.


09:00 horas. Primero fue una de las psiquiatras que se percató de que no quería hablar. Ante la primera pregunta de cómo había llegado al hospital cerró los ojos, simulando estar dormida evitando una respuesta. La psiquiatra aparentó que se iba, pero se quedó al borde la cama sigilosamente esperando alguna reacción, y ésta no se hizo esperar mucho. De repente Antonia abrió sus ojos y cuando la vio en la cabecera de la cama se sorprendió y los cerró nuevamente, giró su cuerpo dándole la espalda y así cerrando toda posibilidad de diálogo. Y no hubo forma de que enunciara palabra alguna a pesar de la insistencia.


09:30 horas. En eso llega una acompañante terapéutica que la conocía bastante, y el silencio seguía invulnerable. Sólo expresiones con una mirada furibunda que penetraba al que se pusiera en frente.

De repente y sin mediar nada más que la presencia, empieza una escena inexplicable, de esas que sólo el oficio del cuidar puede percatarse. Un acto de resistencia y de dignidad que busca aparecer como reclamo a otro lugar que no sea el de la anormalidad nosográfica que muchas veces plantea un “interrogatorio psiquiátrico”. Pide un celular, y ante la sorpresa de la acompañante empieza a definir un diálogo distinto, y así escribe el primer mensaje de texto:


-Discutí con mi mamá. Nos peleamos feo. Ella me golpeó. Yo llamé a la policía, y después les pedí que me trajeran al hospital.

-Bueno, pero porque no hablamos así nos comunicamos mejor, le dice la acompañante terapéutica.

-Y en otro mensajito le escribe: No quiero hablar.


La decisión de no emitir palabras desde su boca fue contundente. Y a partir de allí entró en una especie de voto de silencio.


¿Qué se hace en un voto de silencio?3 Se escogen las palabras para que tengan más significado, y se observa que lo que se dice tiene mayor influencia.


La palabra no encuentra la voz, pero por un momento se detiene en la escritura y puede ir más allá y el acto mismo de detenerse y crear una conversación, es ya un modo de mentar eso que muchas veces queda atrapado en el silencio, lo que habita el silencio, pero necesita otras maneras de poder decir. Y a través de esa decisión, Antonia establece elegir palabras escritas, palabras más pensadas, palabras más concretas. Como escriturando un decir. De esa manera la escritura le pone “formalidad” al diálogo. Nos propone por un momento poder hablar desde el silencio para no dejarse enmudecer por el padecimiento y el hastío de una situación crónica de lazos familiares que la sacuden de vez en cuando. Busca denodadamente palabras que la ayuden a poder decir lo que le pasa, y en ese esfuerzo de buscar esas palabras, elabora con ellas una provocación que le permita ver hasta qué punto somos aún capaces de hablarnos más allá del habla, y de poder elaborar con otros el sentido o el sinsentido de lo que nos pasa. Nos impulsa a pensarnos a través de esa conversación-misiva por fuera del lugar y del espacio establecido institucionalmente.


Y en esa inexplicable escena emerge la determinación de un diálogo que parece como atenuado, pero que no entorpece la posibilidad de la palabra cuando desde el otro lado la hospitalidad para cuidar un malestar deja espacio para la comunicación, evitando la normalización. Es allí donde la producción de cuidados amplía la clínica.


Y no hay voz, pero si hay palabras. Entonces ella decide no hablar, pero si escribir sobre lo que le pasa porque existe otro que la mira, la lee, la siente. Y así la palabra discurre, fluye desde cada letra pensada, desde cada mensaje enviado como acción con el otro, para el otro, junto al otro, como un decir que se configura como respuesta a su presencia. Y así en esa parsimoniosa escucha-lectura aparece toda la capacidad creadora de un cuidado como línea de fuga, como rupturas hacia otra cosa más allá de lo que nos propone la linealidad de la reproducción de la medicalización.


Marcelo Percia nos dice que esas “Agudezas que cuidan absorben sufrimientos que enmudecen4.


Y allí en ese mismo momento se desencadena una conversación no sólo de palabras escritas, sino de señas, gestos, ademanes y miradas fulminantes en donde la comunicación de lo sensible se expande. Y la palabra nombra lo que está siendo y lo que aún no es: hace relato de lo que está por venir. “La palabra nombra y al nombrar otra vez lo que ya fue nombrado, rememora. Editamos lo que pasó como memoria en el presente: decimos lo que ha pasado, muchas veces lo que ha permanecido callado hasta que lo nombramos, y la rememoración es actual: en ella establecemos lo que somos. La palabra habita el pasado desde hoy y por eso es siempre interpretación: al decir lo que ha pasado dice el lugar en donde estamos. Rememorar es re-considerar: el pasado queda habitado en lo que pronunciamos y por ello no es repetición, es nombrar otra vez”5.


Cuando se habilita desde cualquier trabajador o trabajadora de la salud la posibilidad al otro que sufre de nombrar lo que le está pasando, introduce una dimensión en donde la clínica se expande, se habilita un momento desde la ternura de una escucha-lectura que amina a la respuesta. Un momento en donde lo habitual de la técnica da paso a lo extraordinario del cuidado, algo que la temporalidad lineal de la organización del trabajo de la guardia no está acostumbra.


Se necesita dar tiempo y lugar para que esas lenguas enmudecidas hablen. Para que nombren lo que hacen, para que cuenten que les pasa (…). Para que se autoricen a balbucear, a susurrar timideces, a vociferar rabias. Para que digan lo que saben, lo que no saben, lo que no consienten”6.


Se rompe una lógica que incita al curioso en la clínica, a pensar estrategias novedosas para que el otro que padece no se quede sin palabras para poder expresar su sufrimiento.



Report del acompañante terapéutico de la tarde


19:00 horas.


- Lucrecia, que ya tenía el alta, la vino a buscar alguien de su familia, eran dos y estaban en una moto así que no sé cómo la habrán llevado, pregunté y me dijeron que "venía alguien más a buscarla", me quedé más tranquilo.


- Zunilda sigue en la guardia, aunque tiene el alta, pero como pasa casi siempre todavía no apareció nadie de su familia a buscarla. Por lo que veo se va a tener que quedar otro fin de semana de hotel-guardia.


- Joana de 17 años ingresa por una ingesta de medicamentos, es de una localidad vecina. Es la segunda vez que lo realiza en este año. No quiere hablar con ninguno de sus familiares, me pidió que no les avise nada. Tendremos que ver bien esto después. Llega acompañada por una amiga. Hablé con ella la encontré muy angustiada, por momentos no podía hablar, sólo lloraba. Casi al final me cuenta entre sollozos que a los diez años fue abusada y que recién ahora pudo decírselo a su amiga. Pensé en cómo lo traumático se enquista y aparece o no el día menos pensado ante algún episodio estresante. Le pedí a la amiga que, si se podía quedar el fin de semana y me dijo que si, que se van a turnar con otras amigas para acompañarla.


- Ingresó Griselda de 31 años de otra localidad, que estaba derivada para un centro de rehabilitación para las adicciones, dicen. Parece que no había camas así que tuvieron que traerla a la guardia para asistirla. Seguro va a quedar internada.


- Ingresó un señor de 74 años con una demencia senil bastante brotado, se esperará evaluación de guardia y clínica médica. Creo iban a pedir interconsulta con neurología también. No pude aportar mucho ahí porque enseguida le hicieron una medicación para tranquilizarlo.


- Antonia subió de la guardia a internación y quedó en la habitación 9, cama 18. Mantiene invulnerable su voto de silencio, pero se sigue comunicando por mensajes de texto.



1 Percia, Marcelo. Estancias en común. 1ª ed. - Androgué, Ediciones La Cebra, 2017.

2 Ulloa, Fernando. Así denominaba a los distintos colectivos humanos en los que había desarrollado técnicas “para generar pensamiento crítico”.

5 Berlanga Gallardo, Benjamín. Acerca de la fuerza de la palabra: la narración como empalabramiento del mundo, como saber de la vida y como promesa movilizadora. Seis ideas. UNIVERSIDAD CAMPESINA INDIGENA EN RED CENTRO DE ESTUDIOS PARA EL DESARROLLO RURAL UCIRED-CESDER JULIO 2015. Pág. 5

6 Ídem 3.


Bibliografía

-Berlanga Gallardo, Benjamín. Acerca de la fuerza de la palabra: la narración como empalabramiento del mundo, como saber de la vida y como promesa movilizadora. Seis ideas. UNIVERSIDAD CAMPESINA INDIGENA EN RED CENTRO DE ESTUDIOS PARA EL DESARROLLO RURAL UCIRED-CESDER JULIO 2015.

-Percia, Marcelo. Estancias en común. 1ª ed, - Androgué : Ediciones La Cebra, 2017.



León Ferrari (1963) Carta a un general. Tinta china sobre papel, 45 x 30



Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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