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La poesía: género antifascista y erótica de lo común / Lila María Feldman

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • 1 jul
  • 6 Min. de lectura

¿Erótica poética o crueldad erotizada?


I.

Propongo pensar a lo poético como género antifascista. No me refiero al antifascismo como tema de la poesía sino como su mecanismo fundamental, su método y su condición de existencia: la discusión de lo ya dado como verdad primera y última. Su ánimo y perseverancia es la revuelta del sentido.


La poesía, en particular, discute la administración de los sentidos fascistas, patriarcales, coloniales y neoliberales: por ejemplo, las diferencias desigualadas que son la ocasión para las jerarquizaciones que el poder necesita para operar.

Volvimos a definir tantas cosas porque las poetizamos: mujer y varón, por ejemplo. Las teorías que han revolucionado la historia del pensamiento son teorías profundamente poéticas. Discutir lo establecido requiere necesariamente de poesía.


El poder no es poético ni hace poesía, por el contrario, esencializa para volver definitivas las violencias y opresiones, convirtiéndolas en principio y destino, incuestionables y absolutas, rígidas y eternas. Fin de la historia. La poesía reabre la clausura, desafilia del poder y reinventa y relanza potencias, lo inesperado, el asombro, y es que la poesía habilita desvíos.


El fascismo es una economía de los sentidos y de las subjetividades antes que una economía mercantil. Nos disputa el sentido, los afectos y el ánimo, corroe la subjetividad desde afuera y desde adentro.


El poeta supo ser una figura mítica que romantizó aislamiento y repliegue, incluso romantizó el amor, pienso que necesitamos reconocer a los poetas de la calle, los poetas de a pie, no los del cuarto propio, a pesar de mi amor por Virginia, sino los de la intemperie común, en la que también incluimos nuestros odios y rabias.


Allí late la poesía de la insurgencia, el arte de marchar y los carteles son una muestra de eso que llamo hoy “poeta” una figura menos singular y más colectiva, extendida. Los carteles en las marchas son una muestra de forma poética de lo común una erótica de lo común. No hay cartel sin cuerpo. El cuerpo los escribe, el cuerpo los porta, corporaliza lo común, lo erotiza.


II.

Lo poeta vendría a ser una política del lenguaje que entiende que ese es el terreno urgente de discusión del sentido y el sinsentido, un lugar privilegiado para des-esencializar el querer-decir y el modo de adjudicar valor a personas y cosas, a personas como si fueran cosas.


La poesía cuando es poesía toca, escribe el cuerpo, altera el sentir, redistribuye afectos, la poesía no es experiencia de contemplación y entendimiento, no es una experiencia intelectual ni teórica sino física, carnal. La poesía no es un lujo, escribió Audrey Lorde, es una necesidad básica, y siguió escribiendo sobre desmontar la casa del amo. Para eso sirve la poesía. No es con las herramientas del amo que vamos a desmontarla sino con otras, nuestra tarea –poética- es inventarlas.


Lo fascista es el imperio de la dominación a través del terror y la legislación del desánimo. Nos arrastra a convertirnos en consumidores pasivos y fervorosos y a la crueldad mayor que es la indolencia indiferente. La poesía re-sensibiliza, es reinvestidura libidinal encarnada en palabras. La poesía no es un discurso ni un texto sino un dispositivo de desarme y recomposición, restituye al lenguaje su condición de obra abierta, desordena los diccionarios y el fatalismo de las definiciones. La poesía se rescata a sí misma como lenguaje de órgano, ese órgano impreciso y no localizable del todo porque involucra mucho más que a la lengua. Tal vez más que lenguaje de órgano es lenguaje orgánico. Claro que es peligrosa. Una vez puesta en marcha, nada la detiene. Lo poético es confabulación de instigaciones, la primera gran instigación es la del derecho a la palabra, la propia y la de los demás.


La poesía, si así la definimos, también es zona erógena. Superficie de borde entre un adentro y un afuera, la poesía anuda cuerpo y lenguaje, amplia sensibilidades.

Poesía es palabra pero además y sobretodo es acción: es activación de sensibilidad e inteligencia. Acciona la restitución del derecho de existencia a lo minúsculo y a lo desalojado, a lo arrojado a la inexistencia.


La poesía a lo largo de la historia humana es baluarte y acumulación de luchas, Juan Gelman, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Wislawa Szymborska, Pier Paolo Pasolini son algunos nombres que dan cuenta de eso. De escribir poesías con el cuerpo en ellas y de sostener particulares luchas.


Dije antes que la poesía no es solamente texto, es un dispositivo accesible para todes, un dispositivo humano, no técnico, y es contagioso.


Lo poético, entonces, logra infiltrar creatividad en el sinsentido. Vaciarlo de desesperanza y relanzar o reencontrar la potencia de lo por-decir.



III.

Ahora bien, la poesía, lo poético, no nos hace ni más amorosos ni puros, ni nos vacía de nuestros legítimos y ciertos odios. Tampoco nos preserva del trabajo ético de resolver nuestras potencias crueles. En nombre del amor se han cometido y se cometen canalladas, violencias y tortura. Con disfraz amoroso se despliegan, en tantas ocasiones.


Vengo diciendo, insistente, que el amor no vence al odio, ni evita que la crueldad ocurra. Nuestros afectos no son esencias ni totalidades, se intrincan, la vida va con ellos en permanente combate.


Caricia y crueldad, entonces, no se oponen, no siempre. “Por amor y con amor” hay crueldades que arrasan, que matan, que desmantelan. Incluso, a veces, infinitas veces, infiltran el erotismo infantil y adolescente, sus zonas erógenas, sus intimidades se dañan. Los abusos sexuales son arrasamiento interminable de erotismos. Sobrevivir a ello puede llevar toda una vida.


Erotismo y ternura no son territorios libres de crueldad. Existe la caricia cruel, la caricia que se erige en instrumento del daño. Lo saben quienes la sufren, lo sabemos quienes trabajamos diariamente con las marcas del abuso y la violencia. Los crueles no son los monstruos, somos los humanos.


Poesía y crueldad –entonces- son formas diversas de lo común.


Lo común también puede ser la crueldad, y la crueldad incluso se puede erotizar. La poesía compromete a defender las palabras de la máquina que se traga nuestras vitalidades. El fascismo no es el arrasamiento de lo común sino el arrasamiento de lo común entendido como campo del semejante, en el que cualquier alteridad es “semejante”. En el que lo semejante no se distribuye desigualadamente según género, clase, raza, religión, etc. El fascismo hace de lo semejante territorio de alguna exclusividad o privilegio.


La propuesta para esta erótica de lo común es contraponer Inteligencia poética a la inteligencia artificial y a la inteligencia del capital, pero también a la “inteligencia” cruel, la humana inteligencia cruel. Nuestra erótica de lo común integra y vuelve íntimas inteligencia y sensibilidad.

 

Nos interesa sostener una esperanza no optimista, incluso pesimista. Una esperanza sin fe en el mundo ni en lo humano artificializado, sin fe frente a este proyecto descomunal de exterminio. Sin fe pero sí con esperanza, una esperanza capaz de reinvenciones. El peor enemigo es la vivencia asimilada de la derrota, incluso la “deserción” como propuesta o salida.


Nos importa restituir eroticidad al sinsentido. Regar poética y audacia en el sinsentido copado por la derrota. Y hacer de eso algo común. Común significa, para nosotros, común y corriente. Un común sin jerarquías.



IV.

Por último, comparto fragmentos poéticos de algunes autores: Adriana Riva, Erri de Luca y Paul Éluard.


El artista sudafricano William Kentridge dice que dibujar a un hombre es comprometerse con ese ser humano. Hay una responsabilidad en lo que miramos, un compromiso que es a la vez completamente efímero y absolutamente singular, atemporal. Aplica para todo.- Adriana Riva


Lo poético, agrego, es la capacidad de comprometernos con lo que miramos, implicarnos en el acto de mirar, interrogar los puntos de vista y los puntos de mira. Mirar pasa a ser, así, sensibilizarse, implicarse.


"Cuando estuve en Sarajevo conocí a un poeta que organizaba veladas de poesía a oscuras que se llenaban, porque era gente a la que le faltaba de todo y que sólo tenía la palabra. De alguna manera, esas palabras eran el contrapeso a su desgracia. Entonces decían: los poetas hacemos el turno de noche para evitar que el corazón de la humanidad se detenga." - Erri De Luca


Paul Éluard escribió el poema “Libertad” en 1942. En 1944 logró hacerlo llegar a la Resistencia Francesa por medio de su compañera, Nusch. Ambos estaban en la clandestinidad. Lograron arrojarlo desde aviones sobre la ciudad de París invadida por los nazis. Los poemas caían en cualquier mano, en todas las manos.

Poetizar, entonces, también es defender y recuperar palabras y sentidos amenazados. Esa palabra, libertad, resuena en nuestro país, demanda poetizaciones, también en Gaza donde ahora es otro el genocidio, qué siniestra paradoja, en nombre de la libertad de un pueblo víctima de genocidio. La libertad necesita urgentes redefiniciones y recuperar sentido antifascista.


Devolverle erotismo común igualitario y emancipatorio a la palabra libertad es desasociarla de cualquier plan de exterminio y hacerla nombre de nuestros placeres y no de la sola supervivencia.


Alfred Steiner - Conejito - 2014 - Gesso acrílico y óleo sobre tablero de fibra de densidad media - 127 × 101,6 × 10,2 cm
Alfred Steiner - Conejito - 2014 - Gesso acrílico y óleo sobre tablero de fibra de densidad media - 127 × 101,6 × 10,2 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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