1
La tarde que declina, subibaja,
me impulsa cautamente hacia la altura.
No saben nunca
en qué momento aparecí, ni cuándo
me difumina el día y les parezco
un sueño
un tiempo de penumbras
la faz oculta de la realidad.
Con el disfraz del agua me sumerjo
llena, pero disuelta como el sodio.
Una más
en el cardumen rastrero de los fondos
pez linterna
que alumbra los tesoros extraviados
para traerlos a la superficie.
Que vengan a buscarlos las insomnes,
las convulsas y las concebidas
en la hora espesa de la noche.
Yo soy todas ustedes, lobas mías.
Roja, negra, de fuego: la poesía
trabaja con mi luz.
2
(la ilusión)
No era vanidad, sino embeleso
lo que volvía a mí con la promesa
de quedarse. Pensé
que era de otra aquella cara
que en el flujo
cristalino de ese río
se hacía y deshacía, simultánea.
Amor fue ver el velo y el reflejo
que hizo doble la nube acariciada.
No fue la espalda
ni el exceso de un cuerpo
que se iba por sus huecos
lo que toqué esa noche.
Tampoco
la suciedad del corazón,
herida su esperanza.
No palpé el hueso
desgranado de la vida
que iba perdiendo su vigor
doliendo.
No.
Lo que toqué era agua.
* publicado en "La suerte" (2021) Editorial Caleta Olivia.
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