Para pensar otra vida se necesita imaginar otros porvenires y otros pasados.
Para pensar otra vida se necesita, también, imaginar otros presentes en el presente.
Lo primero lo hace la narrativa de Úrsula Le Guin, lo segundo la poética de Verónica Scardamaglia.
Así imagina otros porvenires Le Guin en su novela Los desposeídos, publicada en 1975, en la que relata una utopía anarquista en la que vislumbra una vida posible sin relaciones de propiedad, sin relaciones de posesión, sin relaciones de dominio.
O lo hace en otra novela de ciencia ficción feminista, La mano izquierda de la oscuridad, publicada en 1969, en la que narra un mundo no binario sin clasificaciones de género y sin la existencia de la palabra guerra.
Y, del mismo modo lo hace cuando se inclina por otras conjeturas del pasado en un breve ensayo, publicado en 1986 que se llama La teoría de la ficción como red.
Voy a contar la idea de ese texto para pensar Mar de hormigas de Verónica.
Le Guin se apoya en un libro de la antropóloga Elizabeth Fisher (1975) que se llama Women’s Creation (Creación de mujeres).
Se interesa por la hipótesis que postula que las primeras existencias que se pararon sobre dos pies con los pulgares aptos para la prensión, en las regiones templadas y tropicales, recogían, para alimentarse, semillas, raíces, brotes, pequeñas plantas, hojas, frutos y cereales. Y quizás añadían insectos y moluscos o atrapaban pájaros, peces, ratas, conejos y otros animales pequeños para aumentar proteínas.
No cazaban mamuts con largos colmillos.
Le Guin prefiere imaginar, en los comienzos, una vida en común sostenida en lo que se recoge más que en lo que se caza matando.
Prefiere imaginar que las primeras invenciones comunitarias residen en la red, la cesta, la bolsa, el saco contenedor, que sirven para transportar semillas y frutos, antes que la lanza y el cuchillo que sirven para causar heridas y asesinar.
Prefiere imaginar que las primeras invenciones consisten en recipientes que alojan antes que en filos que cortan.
Vimos la escena muchas veces en la película de Stanley Kubrick, 2001 Odisea del espacio, estrenada en 1968.
La fundación de la civilización como relato de tecnologías de guerra. En una de las primeras escenas del film de Kubrick se muestra cómo un primate descubre, en forma accidental, que un hueso de un gran animal muerto puede servir de herramienta y de arma. Y, en seguida, el mismo hueso volando en los aires se transforma en nave espacial.
Volvamos a Le Guin con Scardamaglia.
Metáforas de la muerte requieren lanzas filosas y cortantes, empuñadas por fuerzas valientes y heroicas. Así nace la ficción épica que cautiva al occidente europeo y a civilización del norte.
Le Guin se interesa por una teoría de la ficción como red que recoge pequeñas semillas.
Toma distancia de la idea de comunidad como fortaleza armada. Prefiere pensar lo común como tejido, red, recipiente, bolsa, para trasladar lo recolectado o transportarlo hasta un fuego que abriga y reúne.
Así la veo a Vero: acarreando redes con saberes recolectados. Trajinado con bolsos cargados de libros y citas. Trasportando mochilas con cosas que todavía no sabemos.
Así la veo a Scardamaglia: llegando con lo conseguido hasta un fuego que abriga y aproxima.
Así la veo a a la autora de Mar de hormigas: recolectando entusiasmos y alentando posibles salidas aun cuando no las haya, todavía.
Trasportadora, tal vez, de una única afirmación: no habrá salida, sin una común salida.
Mar de hormigas se expone al riesgo de muchas poéticas (asunto que, también, preocupa a Le Guin): las narrativas de los heroísmos del yo, las épicas sentimentales de las vidas sintientes.
La recolectora Scardamaglia se pelea con esas tentaciones, se mueve como si las vanidades no le importaran. (“Porque la lengua se me atraganta/ de tan colonizada/ porque lo binario corre/ por mis venas/ por mi piel/ y me entrampa”):
Leo Mar de hormigas como bolsa, red, recipiente, de saberes.
Presento algunos (entre paréntesis anoto el número de página de cada referencia):
El saber amores como tempestades.
El saber lo incordioso y lo discutidor (19)
El saber enviones o empujones aliados. (21)
El saber el runrún de quienes no quieren ser más esta humanidad (22)
El saber arrebatos. (23)
El saber pensamientos que faltan a la cita y que saltan sin cita (me gustaría aprender de memoria estos versos: “pensamientos / faltan a la cita/ saltan sin cita”). (24)
El saber alojarse en multitudes de adjetivos (“Un día, algunas horas, unas vidas. / Andar feliz y triste y enojada y molesta y aburrida, y loca… / ¿Cuántos adjetivos te asaltaron hoy?”). (25)
En su novela 1984, Orwell escribe un apéndice que titula Neolengua, allí pone a la vista que si se controlan los adjetivos que califican nuestras acciones, se controla el pensamiento.
El saber de los abrazos probables e improbables. (“¿podemos vivir en un abrazo?”). (26)
El saber los finales (“Eso no está naciendo de esto”) (27).
El saber la noche de las delicadezas que desendurecen (28).
El saber los amores que no (29).
El saber el amor romántico, al cabo, desteñido, astillado, desvencijado (31).
El saber el peligro de los sueños de amor que se vuelven pesadillas (32).
El saber lo que, de pronto, enloquece de júbilo y placer, sin que sepamos por qué (33).
El saber de las complicidades. (36)
El saber de los rulos en pijama. (37).
El saber que nunca se sabe del todo por dónde anda otra vida (39)
El saber que sabe que no sabe el descanso, el reposo, la convalecencia, la espera. (45).
El saber la pena de muerte por otros medios (“La burocracia es la pena de muerte por otros medios”). (46).
El saber otras escuelas en la escuela (49).
El saber cómo duelen las voces no escuchadas (50).
El saber el miedo y una Soldati sin ley (52).
El saber jugar a piedra, papel o tijera mientras el lobo no está (53).
El saber el recorrido del 46 entre Pompeya y Parque Avellaneda. (54).
El saber los rostros de la insolencia (55).
El saber la indignación ante la autoridad y la autoridad de la indignación (61)
El saber viajes en colectivos y taxis (“en cada viaje se me gasta esta vida”) (62).
El saber los hartazgos (63).
El saber pensamientos automáticos que nos entrampan (65).
El saber estar, vivir, andar, habitar, disfrutar, okupar, la calle. (67).
El saber los cuerpos que se agitan, se entregan, fantasmean en las noches y los días (68).
El saber no dejar de preguntar por lo acontecido.(71)
El saber los miedos (72)
El saber los cuerpos culpabilizados, manoseados, acosados, sometidos, pero todavía ardiendo de insolencias. (73).
El saber los participios de todas las dominaciones (“Abatida, abusada, acabada, acongojada, acribillada, advertida, agobiada…”). (75).
La proposición Le Guin con Scardamaglia se presenta como cita encubierta del artículo de Lacan Kant con Sade (1966). Tal vez el texto que más cerca está de pensar una posible ética del psicoanálisis.
Lacan sugiere que las filosofías de Kant y Sade se aproximan cuando interrogamos la relación entre deseo y goce.
Lacan piensa que tanto la propuesta de Sade como la moral kantiana componen crueldades: la crueldad dirigida hacia otras víctimas en Sade y el deber moral, como crueldad interiorizada, dirigido hacia el sí mismo en Kant.
Si en enunciado Kant con Sade revela el drama de una civilización que goza con el ensañamiento y la crueldad, el enunciado Le Guin con Scardamaglia anuncia el deseo de sensibilidades recolectoras de invenciones de mundos que no dañan.
El enunciado Le Guin con Scardamaglia afirma la urgencia de contar con ficciones que discutan el pasado y el porvenir (como lo hace Le Guin) y también la urgencia de contar con poéticas que discutan el presente (como lo hace Scardamaglia).
El enunciado Le Guin con Scardamaglia dice una pulsión o querencia discutidora.
El enunciado Le Guin con Scardamaglia dice una ética anarco sensible que interroga todas las formas de crueldad. Una furia recolectora alerta contra los relatos de dominación de todos los pasados, de todos los presentes, de todos los porvenires.
Fuente: Texto leído en la presentación del libro Mar de hormigas de Verónica Scardamaglia. Buenos Aires, diciembre 2022.
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