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Lluvia de papas / Débora Chevnik

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 2 días
  • 7 Min. de lectura

I.

No se comen panchos con lluvia de papas a las dos de la madrugada ni se toman 4 litros de coca ni se le mete alcohol a una botella de manaos ni se salta arriba de las camas carcajeando la noche de un hospital para desafiar prácticas policiales que preferirían un silencio mútico.

A tres pibes se les hace agua la boca.

Fuimos al lugar de su internación por pedido de otrxs profesionales, “porque se está descontrolando todo”. “Que venga salud mental, dónde está la psiquiatra?!!”

Lluvia de papas, chedar y mayonesa son una fiesta. Nos fuimos sin saber qué se celebraba.



II.

A los mellizos de 14, A. y L., les asignaron tres policías. Dijeron que antes era uno por pibe pero que ahora tienen que ser más policías que “menores”. Uno de los mellizos, el que había rescatado una chaqueta de un container y desfilaba jugando a que era médico, no tenía una desnutrición crónica. Ese, era el otro, el más bajito.


El policía de I. nos contó que viene de una provincia de la Mesopotamia, porque allá no hay trabajo. Nos contó que en su pueblo dejan las bicicletas sin atar. Dijo la palabra pueblo.


Mientras I. duerme su policía conversa con la acompañante terapéutica de M., que también duerme. Una madrugada de hospital, un policía y una acompañante conversan y fuman y conversan y fuman...


La pared que pintaron hace poco de gris oscuro decía A. y M. Un poco más lejos había un corazón. La escribieron A. y M. con tizas amarillas mientras sus policías esperaban unos metros más atrás.


El policía de F. se tuvo que retirar porque le empezó a doler mucho la panza cuando entró a la Sala de internación. Dijo que siempre le pasaba cuando veía chicos enfermos.


A A. su policía le habló como un padre. Así me dijo la trabajadora social. Y me dijo que A. lo miraba un montón.

Debi (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia
Debi (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia

Hace unos días un pibe se escapó por la ventana de un consultorio. Saltó como dos metros hasta la calle. Su policía saltó detrás, por la misma ventana. El runrún dice que si se les escapa un pibe les hacen un sumario.


Muchos policías jóvenes miran el celu buena parte del tiempo. Están en esa, me parece que scrolleando.


A. no rompió nada; revoleó una carpeta llena de sus cosas. Dijeron lxs adultxs que estaban cerca que su policía le había pegado. Quedaron todas las hojas sueltas en el piso. El día que terminó el colegio se puso anteojos negros para recibir el título. Sonreía y hacía morisquetas.


El policía de I. le prestó su celular al nene cuando se puso mal porque extrañaba mucho a su mamá. Dijo que no importaba si le gastaba el crédito. Y que mientras no se la agarre con él iba a estar todo bien.


T. mandó a la concha de su madre a su policía. El policía se fue y dio un portazo. Dijo que no iba a aceptar algo así porque su mamá había muerto hacía dos meses. T. le pidió perdón.


B. amenazó con romper vidrios con un pie de suero si seguían apareciendo cada vez más policías. Los policías no supieron qué hacer.


El policía de I. contó que si un pibe se le escapa lo pueden llegar a suspender y pierde el presentismo y que los sueldos no son nada buenos.


M. dibujó a su policía en la pared de la habitación donde está internado; en el dibujo se hacía justicia.


I. gritaba “yo no fui yo no fui, ese enfermero me pegó, eh gato te voy a agarrar”. Se quería ir corriendo a su casa. Su policía le prestó su celular para que hablara con la mamá. Dijo que era mejor darle su teléfono personal y no el laboral porque después le pueden mirar para qué lo usó.


El policía de T. sabía cortar el pelo, armó una barbería en la Sala de internación. Varios pibes eligieron un corte.


M. logró que su acompañante terapéutica le compre tres panchos con lluvia de papas fritas a las 2 de la madrugada. También quería un pebete de jamón y queso y coca y queso chedar y mayonesa. Para él y para dos chicos más. Su policía lo intentaba acotar porque quería de todo. Con la lluvia de papas fue intransigente, era muy fanático.


El policía del pibito de 13 le dijo “bueno basta, ¡enano! Tá bien, te doy los bizcochitos pero si te dormís temprano!” Cuando el pibito vio los 9 de oro que sacó el policía de su mochila le preguntó si eran salados o dulces. El policía se dio cuenta que no sabía leer.



III.

No recuerdo si esa vez F. revoleó un frasquito de shampú y después amenazó pegarle a su policía con el pie de suero o si fue al revés. Entre sus dos policías lo inmovilizaron de inmediato. El más corpulento me increpaba para que le indicara la medicación inyectable. “Qué está esperando? ¡Déselo de una vez! ¡Déselo!!” Me hizo recordar de golpe a los chocolates del free shop que había traído una querida compañera de las vacaciones. F. pedía a los gritos hablar con una trabajadora social de su confianza. El corpulento me seguía increpando. Enfermería, y algunxs médicxs atónitxs. Las expectativas del inyectable crecían en la platea. Yo pensaba en los chocolates. Tal vez como guarida ante la demanda de una psiquiatría carcelaria. F., reducido por las prácticas policiales, gritaba ambustiado “inyección no, me deja boludo, inyección no. En el otro hospital me daban y me dormía una banda”. Con la trabajadora social le dijimos si quería hablar con nosotras y comernos unos buenos chocolates. Aceptó enseguida.

Lo que más le gustó de los chocolates, decía, era que tenían como una miel. Suspirando decía “estos chocolates son….estos chocolates son de un país….son de un país…”

¿De un país de miel F.?

¿De un país sin policía?



IV.

...le indicaste lorazepam... ¡¿cómo no le diste haloperidol?!

Le diste haloperidol... ¡¿sin darle también lorazepam?!

Le indicaste halopi y lora... ¡¿por qué no indicaste sujeción mecánica?!

Indicaste sujeción mecánica... ¡¿por qué no lo evolucionaste en la HC cada 20 minutos?

Ah...le indicaste halopi y lora, sujeción mecánica, evolucionaste cada 20 minutos...pero ¡¿cómo no hicieron la denuncia?

¿Hicieron la denuncia? ...tendrían que haber esperado un poco más…es muy importante la subjetividad.


Cavilaciones (2025) Fotografía Verónica Scardamaglia
Cavilaciones (2025) Fotografía Verónica Scardamaglia

V.

Thiago se llama Thiago. Como Franco, que se llama Franco. También Alexander se llama Alexander. Y si lo nombran “caso social”, él, se llama Alexander. Igual que Jony que se llama Jony cuando consigue una changa y que cuando anda perdido también se llama Jony. Cuando Fabricio llora porque un amigo murió a destiempo se llama Fabricio, y se llama Fabricio al recordar malos tratos de otra internación. Y Marcelo, que se llama Marcelo cuando está en la guardia del hospital, se llama Marcelo cuando lo quieren evaluar en el juzgado. Benjamín igual, se llama Benjamín. Samanta cuando le ponen el chip, Samanta cuando la retira su mamá y Samanta cuando anda las calles. Nico cuando está sobremedicado por el psiquiatra del hogar se llama Nico y cuando se fuga y camina por ahí inventándole nombres a los árboles se llama Nico. Lucio se llama Lucio y cuando su mamá anda cartoneando, él, se llama Lucio. Ian se llama Ian. Así, Ian. Y cuando toma drogas para no sentir miedo, se llama Ian. Milton se llama Milton cuando roba para llevar a la casa, y se llama Milton en su certificado de defunción. Ariel se llama Ariel cuando alguien le tiene miedo y se llama Ariel cuando a duras penas termina el colegio. Williams cuando miente en la guardia se llama Williams, cuando se prende fuego la casilla donde vive se llama Williams y Williams cuando pasa las letras de canciones de amor. Marquitos idéntico, se llama Marquitos. Y Mica, Mica. Miguel se llama igual, Miguel. Y cuando se enfurece por tanta tragedia se llama Miguel. Adrián se llama Adrián, en el patrullero como en la guardia, Adrián. Brisa, que se llama Brisa cuando pregunta si es cierto aquello del suicidio, se llama Brisa cuando pasa rápido y pregunta ¿qué va a pasar conmigo? Y Lían se llama Lían, igual que al día siguiente, que se llama Lían.



VI. (escrito en 2022)

...que pirulita

que menganito

que la falta de límites

y que qué barbaridad.

Nada de hola tanto tiempo ni qué tal las vacaciones

La jornada laboral amanece con el índice levantado

Los colores de la noche se desvelan sin desperezarse

La guardia no empieza. La guardia, (casi) siempre, ya empezó

(Casi) siempre, están siendo las seis de la tarde en la estación más concurrida del subte

(Casi) siempre está siendo una gran ciudad

Alguien dice que dormían cucharita;

que ella no parecía ni ahí de 13 y que él ya tiene 17

que la otra vez que vino al hospital tenía tipo 14, y que está re alto

También se escucha el clásico esto no es un hotel

y el infaltable estos pibes usan el hospital como parador

Una voz imperecedera intenta un qué suerte haber podido procurarse un lugar donde parar.

No se informa que dos pibxs habitués de la calle encontraron un lugar donde caer vivxs.

Se informa que se fugaron de madrugada.

La voz perenne dice que no se fugaron porque un hospital no es una cárcel;

que tal vez decidieron desertar del mundo del control de los signos vitales y de la dieta general.

Mientras dormíamos,

lxs insoñadxs de siempre

se fueron rápido, antes del alba.

Nos desayunamos con la ausencia de lo que nunca quisimos tener.

En la cornisa de una responsabilidad indeseada

dimos por concluido lo que nunca comenzó.

No sabemos qué hacer con las bolsas de residuos llenas de sus pertenencias,

que ni son llenas ni son suyas,

porque no sabemos quiénes somos cuando ustedes están acá.

Tampoco sabemos qué palabras-sin-madrugar

atesorar

para esperar con nuevos innombres

a lxs pibxs que andan creciendo

solxs entre

madrugadas y cucharitas.


Claire Guarry Pausa, Tulum 2021 Impresión pigmentada sobre papel Canson Baryta. 50 x 60 cm
Claire Guarry Pausa, Tulum 2021 Impresión pigmentada sobre papel Canson Baryta. 50 x 60 cm


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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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