He llegado a creer una y otra vez que lo que es más
importante para mí debe hablarse, hacerse verbal
y compartirse, aun con el riesgo de que el mensaje
sea tergiversado o incomprendido.
Audre Lorde
La historia del sida estará llena de silencios, los silencios de todas las personas que murieron entre el miedo y el estigma. El silencio de las vidas truncadas de aquellos cuerpos que no comprendían cómo el placer tenía un precio tan caro. ¿Desde dónde articular las palabras? ¿Serán estas el eco de aquellos silencios que significaban la muerte? Hablar del sida es encarnar la vergüenza de sentirse superviviente.
Su historia es la de un virus en continua mutación. El VIH sida hace mutaciones continuas en los cuerpos en los que se encarna. El virus muta desde la enfermedad a la muerte, del estigma al control. El lenguaje es un virus, sentencia William Burroughs, pero el virus también es un lenguaje. El lenguaje del VIH está en continua transformación y gracias a ella empezamos a conocer y usar palabras mientras el virus crecía en nuestros cuerpos. Aprendimos a encontrarlo, aprendimos que había pruebas como Elisa o PCR, aprendimos cómo medir sus efectos en la cuenta atrás de los CD4, aprendimos a nombrar sus tránsitos, sus caminos, infección, contagio, transmisión, también aprendimos las patologías que generaba, herpes zóster, pneumonia carinii, sarcoma de Kaposi, toxoplasmosis, aprendimos, con desesperanza, los nombres para combatirlo, inhibidores, Abacavir, Nevirapina, Kaletra, terapia antirretroviral de gran actividad TARGA…, aprendimos a saber de su estado, número de copias, indetectable, y a nombrar las formas de su prevención, condón, profilaxis post exposición, profilaxis pre exposición… Nuevas palabras, tropos y nuevas nociones que se han ido acumulando necesariamente en el diccionario para matizar términos como enfermedad, estigma, sexo desviado, muerte… Un diccionario que quizá se finalice pronto con la erradicación del virus. Palabras y términos que quedarán en desuso como tantas otras que pasaron a la historia, como también lo hará el sida.
Pero cuando todo se acabe y nadie se acuerde de nosotras, cuando las muertes sean solo eso, muertes, el sida permanecerá como un nuevo lenguaje que generó una nueva forma de leer los cuerpos, de crear subjetividades, de nuevas formas de control social, de nuevos paradigmas. El sida quedará como aquella gramática que sirvió para adecuar la abyección a su tiempo.
Pero antes de que el sida desaparezca, seguimos asistiendo a nuevas imágenes y tropos que afectan, sobre todo, a los gais, a su identidad y relaciones, a sus formas de vivir y sus sexualidades. La prevención de la transmisión del VIH se ha ido adecuando y asistimos a una de sus últimas y sofisticadas formas: la profilaxis preexposición (PrEP). Algo que trasciende la misma noción de prevención. Si las palabras pueden generar cosas, en este caso un medicamento puede generar realidades ajenas a su efecto. Esta es una forma novedosa de generación de realidad que va más allá de lo que se entiende por el concepto de salud.
No sirva lo de abajo sino como un conato, disperso, de extraño rigor y no ausente de pedantería, de reflexionar sobre lo que supone este método de prevención y alguna de sus indeseables consecuencias. Las reflexiones de un cuerpo seropositivo en decadencia sobre los zarpazos de una pandemia en agonía.
¿PrEParados? ¿Listos? ¿Ya?
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TRATAMIENTO PREVENTIVO PRE-EXPOSICIÓN PREP
¿En qué consiste?
En la toma de fármacos de forma controlada durante periodos de tiempo en los que
las personas tienen un mayor riesgo de infectarse por el VIH. Se utiliza como método preventivo. La PrEP no es un tratamiento de por vida. Se utiliza en periodos con un mayor riesgo de infección por VIH.
¿A quién va dirigido?
A personas VIH negativo con un elevado riesgo de infección, incidencia superior a 2 casos por 100 personas/año.
Ejemplos: hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH), las mujeres transexuales y las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el preservativo en todas sus relaciones.
Inicio del tratamiento
Se inicia el tratamiento antes de la exposición al VIH.
Efectividad de la terapia
Próxima al 100%.
Controles previos y durante el tratamiento Se deberán realizar unos controles médicos y analíticos muy sencillos previos al tratamiento y durante el mismo.
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“No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar,
estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”
Angela Davis
De este modo ofrece una clínica privada un tratamiento para prevenir la transmisión del VIH.
Suena realmente paradójico que se invite a una persona a tomar una pastilla para evitar una infección que le supondría tomar esa misma pastilla, pero, eso sí, para toda la vida, claro está.
Y es que este es el último éxito que nos venden las autoridades de salud pública, con un amplio coro de activistas gais detrás, en cuanto a prevención del VIH.
Se supone que el laboratorio farmacéutico, Gilead, el propietario de la patente de la pastilla, Truvada (la que se usa como tratamiento PrEP), habrá hecho cálculos de cuántas personas, la mayoría gais, serán consumidoras de esta píldora, seguramente hablarán de millones, ignoramos sus cálculos, y serán muchos y en número creciente los que no querrán convertirse en seropositivos para tomar fármacos antirretrovirales, como es la misma píldora Truvada.
Podríamos alegrarnos pensando que estamos asistiendo a una suerte de vacuna, de momento diaria, y que hemos logrado detener en alguna medida las altas tasas de transmisiones que se producen. Pero no hay que hacer una lectura perversa para darse cuenta de los diferentes dispositivos de control, social, sexual, médico y farmacológico, que están detrás de esta «exitosa» forma de prevención.
Porque no podemos olvidar que hablar del sida es hablar de su historia, de la lucha contra la pandemia, de la injusticia encarnada en los cuerpos más vul- nerables, es hablar de género, de clases sociales, de racismo, de homofobia y de transfobia. Hablar de cómo se han construido las diferencias y las jerarquías entre los cuerpos y a qué intereses respondían y siguen respondiendo.
Hagamos, pues, una detenida lectura de esta información con la intención de sembrar algunas dudas. ¿Nos encontramos ante una conquista del activismo o ante una clara derrota de los presupuestos políticos que alimentaron la lucha contra el sida desde el inicio de la pandemia? ¿Qué nuevos tropos han surgido en las políticas identitarias?, ¿Qué desplazamientos se han dado en la mirada social sobre los cuerpos secundarios, no válidos, innecesarios, abyectos, descartables?
«Se utiliza como método preventivo»
Como vemos, una de las primeras pautas informativas que se nos da es la de que se trata de un método preventivo, otro más, como la castidad, las prácticas sin penetración y/o eyaculación… y el condón. Hablemos del condón. Hablemos del fracaso del condón.
Condones…
Cuando te acuestas conmigo, tú no me pones condones
y a mí lo que me calienta es mirarte a los ojos
si con la boca lo pones.
Fandango de Lupe Otxoa
Una de las armas que se han utilizado para evitar la transmisión del VIH ha sido el condón, ante la incoherencia y estulticia que suponía intentar aconsejar la castidad como forma de prevención.
Quizá supuso una ingenuidad o una forma de idealismo que con el uso generalizado de condón asistiríamos a una nueva gramática en las relaciones sexuales, un lenguaje en el que la asimetría de género y prácticas sexuales parecía romperse o por lo menos diluir un poco las jerarquías que se dan en la concepción normativa de la sexualidad.
El condón tenía que ser negociado, esto suponía que de alguna forma había que hablar de los riesgos y de sus reducciones. En las relaciones hetero- sexuales con penetración vaginal, prevenía del riesgo de un embarazo no deseado; esto suponía un gran logro para muchas mujeres, que no tenían que utilizar anticonceptivos químicos cuyos efectos secundarios podían ser no deseables y no estarían sometidas a una medicación continua por si acaso. También responsabilizaba a los hombres heterosexuales de la anticoncepción, liberando en alguna medida a las mujeres del miedo a las consecuencias no deseables de una relación heterosexual con penetración y eyaculación.
Este no era el caso de los hombres con relaciones homosexuales, donde el embarazo no se podía producir. Pero las investigaciones pronto delimitaron que el vehículo de transmisión del VIH en el organismo humano era los fluidos, como la sangre y el semen —y aquí no ha lugar para hablar de la leche materna, por no ser considerada la lactancia una relación sexual, de momento—. También se descubrió que, por una cruel jerarquía biológica, la mayor vulnerabilidad a la transmisión la tienen la vagina y el ano, al ser partes receptoras del semen. Así, el uso del condón ampliaba sus objetivos básicos: no solo evitaba embarazos, evitaba la transmisión del VIH y disminuía en un alto grado el contagio de otras infecciones de transmisión sexual (ITS). Simplificando, el condón es una herramienta preventiva con perspectiva social, mientras que la PrEP es una solución individual.
Esta generalización del uso del condón superaba así las diferentes orientaciones, homosexual-heterosexual y sus prácticas sexuales. El condón se constituía, así, en una herramienta de cuestionamiento y lucha contra el machismo, siempre irresponsable, por no hablar de que superaba, en alguna medida, esa fatídica jerarquía biológica del mayor riesgo que corría la persona que recibía en su vagina o en su culo un semen infectado.
Desde todas las asociaciones que trabajaban la prevención del VIH se hacía hincapié en el uso del condón. El condón no solo era recomendable para todo el mundo, sino que se convertía en un dispositivo imprescindible para las personas VIH+, personas que vivían con el virus, si no querían infectar a sus parejas sexuales. Campañas para potenciar su uso, talleres para erotizarlo y repartos masivos se realizaron con un relativo éxito. Todos los intentos por generalizar su uso para lograr que los condones fueran accesibles en todos los sectores relevantes, colegios, bares, espacios festivos, trabajo sexual…, parecen haber sido en vano. El condón como medida de prevención ha fracasado.
Varios pueden ser los factores de este fracaso, que más bien podría describirse como una muerte anunciada. Desde las mismas asociaciones de prevención, el uso del condón se vivía como un mal menor, o mayor, según se mire. Muchas personas activistas VIH+ lo usaban porque no tenían otro remedio, una especie de resignación cristiana que poco favor podía hacer de cara a la prevención; como dice la primera máxima en técnicas de ven- tas: «Si no te crees el producto, no puedes venderlo».
Los sectores más conservadores y reaccionarios se han dedicado a generar discursos sobre su poca fiabilidad preventiva, al mismo tiempo que impedían su reparto o acceso a las personas jóvenes alegando que su libre acceso era una invitación a mantener relaciones sexuales entre la juventud, obviando la realidad de que estas ya se producían de todas las mane- ras, independientemente de la promoción del condón. Aducían también que la juventud no estaba preparada y formada para el sexo, ignorando que en el reparto de condones, aparte de información sobre su correcta utilización, también se facilitaba, y se sigue haciendo, información sobre salud sexual, riesgos, servicios asistenciales, etcétera. Bajo el sacrosanto paradigma de que la promiscuidad era una lacra a combatir, se crearon relatos y mitos que no solo cuestionaban su eficacia, sino que lo condenaban.
Aparte de los discursos moralizantes de las diferentes confesiones religiosas, también el discurso de las masculinidades hegemónicas, de clara matriz cisheterosexual, impedían la generalización del uso del condón. Los varones cisheterosexuales consideran su sexualidad como hegemónica. La sexualidad masculina está pensada como una sexualidad «natural», sin condones, coito-centrada, única y soberana. La erección, penetración y eyaculación tienen que darse sin ninguna restricción física. Una fantasía que se impone a todos los cuerpos como único modelo de sexualidad, basada en el placer masculino y negando a otros cuerpos la autonomía y la gestión de los placeres. Bajo el paraguas discursivo del «sentir menos», «interrumpir el momento» o «quitar el romanticismo», el uso del condón se cuestionaba, se repudiaba.
Pero los placeres sexuales discurren por otros cuerpos y caminos. Cuerpos de mujeres, cuerpos invertidos, cuerpos no normativos, con diversidad funcional, con genitales que no se adecuan a los estándares, cuerpos receptivos analmente o cuerpos con diferentes y con diversas sexualidades, como los cuerpos de las bolleras y trans*, cuerpos y placeres que son marginados del imaginario sexual hegemónico: el cuerpo y la sexualidad que detentan los varones cisheterosexuales. Una sexualidad dominante y dominadora, hegemónica e impositiva, una sexualidad usada como forma de dominación y cas- tigo, una sexualidad que se constituye en norma y conducta, una sexualidad punitiva con las disidencias, una sexualidad construida como herramienta de un sistema donde la desigualdad tiene su base. Una sexualidad tan deseable como las demás, pero siempre bajo los parámetros de la negociación en la que debe negociarse cualquier fantasía. Una sexualidad que es parte intrínseca del cisheteropatriarcado, del capitalismo, del colonialismo.
Esta sexualidad es la que se constituye en modelo y desde ella se gestionan las disidencias sexuales y corporales. Es desde esta sexualidad desde donde se gestionan diferentes dispositivos, sociales, médicos y farmacológicos como la PrEP. Y es que la PrEP, como la píldora anticonceptiva, potencia un sueño, una fantasía que parece mejorar la vida de quien la usa, pero la realidad es que es una ficción que refuerza la dominación de una masculinidad normativa, porque, a diferencia del condón, ya no afecta al cuerpo masculino hegemónico, el activo, el penetrante, el eyaculante, sino a los cuerpos de segunda categoría, los cuerpos con vaginas o anos que son penetrados, cuerpos receptores de semen expuestos a embarazos o transmisiones infecciosas.
Otro de los discursos producidos por esta sexualidad hegemónica que han negado el uso del condón era, y es, el de la pornografía. La pornografía mains- tream, sea hetero o gay, se ha negado sistemáticamente a plasmar en sus producciones el uso del condón. Ni siquiera en los momentos más crueles de la pandemia, con jóvenes actrices y actores enfermos o muertos en el día a día, se logró la implementación del condón. Hubo algún ligero intento, pero no dejó de ser altamente cuestionado por los directivos de esta muy lucrativa industria.
Durante años, organizaciones de prevención del sida han tratado de convencer a la industria pornográfica para que estableciese el uso de condones en todas sus filmaciones, tanto por la salud física de los que participan en los actos como por una cuestión de educación para sus millones de espectadores. Sin embargo, la industria en su mayor parte ha resistido la presión alegando que una pornografía con condones mataría al negocio o que la gente que consumía pornografía era totalmente consciente de que lo que se representaba no era real, era una ficción que no se podía realizar, como el vuelo de Mary Poppins o los superpoderes de Batman. Negaban que la pornografía fuera un instrumento ejemplar o pedagógico en la construcción de las sexualidades y fantasías de las personas.
Sí impusieron, eso sí, la obligatoriedad de presentar analíticas periódicas a las actrices y actores, se establecieron periodos ventana para casos de duda, pero no sirvieron de nada, las transmisiones se siguieron produciendo y las enfermedades asociadas al sida siguieron creciendo en este gremio.
La pornografía podía haber servido como un gran altavoz para fomentar el uso del condón, pero los beneficios económicos primaron a costa de la salud. Otros tipos de pornografía más marginales sí apostaron por reducir riesgos en sus grabaciones y hasta alguna productora de cierta importancia se decidió por el uso del condón en sus películas, pero desgraciada- mente fueron minoritarios y con poca promoción. En la actualidad, seguramente los actores con VIH toman antirretrovirales que reducen hasta la indetectabilidad el virus, con lo que la transmisión no es posible, o posible- mente hagan uso de la PrEP, zanjando el debate y el problema.
Pero los intentos de generalizar el uso del condón no solo tropezaban con la sexualidad de la masculinidad hegemónica cisheterosexual, penetrativa y eyaculante, también desde posturas gais el uso del condón ha tenido sus detractores. No podemos olvidar que hay una sexualidad gay que está construida desde los mismos parámetros que la sexualidad hegemónica masculina y que adecuarse a sus principios y prácticas la dota de cierta integración y aceptación, y que remedar estos modelos de masculinidad se ha impuesto entre los gais.
El barebacking (el sexo sin condón entre gais) se concibió como una especie de terrorismo sexual, tanto para la comunidad gay como para las entidades que luchaban contra el sida y por la prevención del VIH. La polémica entre libertad personal y salud pública saltó a primera línea y desde la prevención se descubrió un nuevo enemigo: los practicantes del sexo sin condón. Los medios de comunicación no tardaron en hacerse eco de estas prácticas y sus protagonistas; volviendo a la carga con la homofobia y el estigma, mediante el sensacionalismo alertaban de esas conductas «suicidas» y antisociales, situando de nuevo a los gais como enemigos públicos.
Desde las asociaciones gais y antisida se vio esta práctica como el ene- migo a batir: los gais que presumían y defendían el sexo sin condón eran el nuevo satanás a erradicar. Se realizaron campañas específicas, jornadas y seminarios para intentar comprender y reeducar a los barebackers, como rápidamente se les identificó.
En Francia, la publicación del libro Serial Fucker de Erik Rémèsi, que aconsejaba la libertad individual para el uso del condón, supuso un encendido debate en el que el grupo Act Up terminó montando un escrache al escritor y pidió que se le considerase enemigo público.
Lo que resulta realmente chocante es el silencio absoluto que había, y hay, sobre el barebacking mayoritario y aceptado: el de las personas hetero- sexuales. Enfocar la prevención en los gais continuaba con la tradicional ecuación sida = homosexualidad, que señala una identidad como indeseable por encima de las prácticas. Mientras en los países ricos se daban estos debates, nadie hablaba de las mujeres que, sobre todo en los países empobrecidos, eran infectadas por sus parejas sexuales, hombres, por prácticas que en ningún momento eran llamadas barebacking, eran prácticas natura- les, normales y aceptadas que en ningún momento se cuestionaban con la misma beligerancia que el terrorismo sexual del barebacking entre los gais.
Pero este debate sobre el barebacking, sobre el uso del condón, se ha zan- jado; la virulencia ha desaparecido desde que el concepto de sexo seguro y responsable es el mismo barebacking de siempre, pero tomando la PrEP.
«La PrEP no es un tratamiento de por vida.
Se utiliza en periodos con un mayor riesgo de infección por VIH»
¿Podemos hablar de que el tratamiento antirretroviral es de por vida? ¿No hay avances significativos en la investigación para la eliminación total del VIH en personas infectadas? ¿Hasta qué punto se pueden programar las relaciones sexuales? ¿En qué periodos se van a producir? ¿Qué entendemos por «mayor riesgo»?
La profilaxis es siempre contrarrevolucionaria.
Lev Davídovich Bronstein, «Trotski»
Los estudios y experimentos para combatir el VIH son la joya de la corona en lo que a investigación médica y farmacéutica se refiere. La reducción de la ingesta de pastillas antirretrovirales, su mayor efectividad, la reducción de los efectos secundarios, lograr una mejor adherencia al trata- miento y la búsqueda de una vacuna son, sin dudas, ejemplos encomiables de lo que supone la investigación científica en lo que concierne a la salud pública. Sin embargo, no podemos obviar los intereses económicos que están detrás de estas investigaciones.
No se trata de entrar en las llamadas teorías conspirativas, pero tampoco podemos olvidar que el capitalismo tiene como objetivo la mayor rentabilidad posible de la producción y los laboratorios farmacéuticos son negocios capitalistas. Las investigaciones y producción de botica tienen como principal objetivo la eliminación de enfermedades, paliar el sufrimiento que producen o evitar su propagación, pero no podemos olvidar que la principal fuente de ingresos de la industria farmacéutica viene de la venta de medicación y el aumento de esta se convierte en mayores beneficios para la empresa. Siempre cabe aplicar el peso de la duda ante las investigaciones y producción de la industria farmacéutica —dentro del capitalismo, claro está, el caso de la investigación en Cuba es otro cantar—, que cuestionan las prioridades, los plazos y las direcciones terapéuticas de las investigaciones y, por supuesto, el precio de las medicinas en el mercado internacional. El problema de las patentes sobre los componentes químicos base de los medicamentos, como los antirretrovirales, es que son propiedad de los laboratorios y que impiden la fabricación de genéricos, más baratos, y por ende un mayor acceso a la medicación. Esto es un claro ejemplo de que los intereses farmacéuticos no tienen una base solidaria o humanitaria. El desarrollo de la medicación antirretroviral en cuanto a efectividad, posología y adherencia ha sido un ejemplo de lo que la investigación científica puede llegar a hacer ante una pandemia nueva, como ha sido el sida, pero podemos, y debemos, preguntarnos por qué la investigación sobre una vacuna o sobre una posología que permita una más larga duración en el organismo avanza más lentamente.
El ahorro económico queda en entredicho si comparamos la ingesta de un mismo fármaco como tratamiento y como prevención, teniendo en cuenta que lo que se llama tratamiento de por vida puede variar por las investigaciones futuras y que el concepto de periodo de mayor riesgo para tomar la PrEP es totalmente subjetivo y sin ningún rigor científico que lo pueda determinar, ya que la planificación de ese periodo de riesgo está sujeta a múltiples variables, por mucho que se intenten planificar los encuentros y las prácticas sexuales, como cualquier práctica humana. Es por eso que se está generalizando el uso continuado, todos los días, ante la falta de previsión, convirtiendo los encuentros sexuales en casi una obligación. Tampoco se debe olvidar que ni el acceso ni el precio la convierten en una panacea. Aunque fuera dispensada por los sistemas públicos, como se pide desde ciertos sectores activistas, hay que recordar que no todas las personas, como las personas migrantes, jóvenes, sin papeles…, que la puedan necesitar tienen acceso a ese tipo de prevención. Que su acceso fuera garantizado a estos sectores paliaría en alguna medida el carácter discriminatorio de su uso preventivo.
No se trata de una cuestión moral, si alguien quiere y puede tomar la PrEP, que la tome, sino de cuestionar un mal entendido «sentido común» que tiene implicaciones en las relaciones sexuales y en la vida de las personas que las practican. La PrEP es más que una opción que opera sobre un cuerpo individual y su concepción de seguridad, la PrEP se convierte en un dispositivo que produce nuevas formas de relaciones, de construcción de deseos, de sexualidades y nuevas formas de control social.
Plantear esta duda, altamente razonable, nos lleva a cuestionar si la generalización de la PrEP como método de prevención contra la transmisión del VIH no corresponde sino a intereses económicos de la industria farmacéutica, además de las implicaciones biopolíticas que puede suponer. No sería el caso de una vacuna y su generalización, que, ajenamente a los beneficios que pudiera reportar, sí supondría un paso importante en la erradicación del VIH.
«Dirigido a personas VIH negativo con un elevado riesgo de infección, incidencia superior a 2 casos por 100 personas/año. Ejemplos: hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH), las mujeres transexuales y las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el preservativo en todas sus relaciones».
¿Cómo es posible determinar la población diana a la que va dirigida la PrEP?
¿En qué medida son las prácticas sexuales, las preferencias eróticas o la profesión un sesgo a determinar, aunque sea solo en epidemiología?
¿Qué tipos de cuerpos se vinculan al uso de la PrEP?
Man gave names to all
the animals in the beginning,
in the beginning. Man gave names to all
the animals in the beginning, long
time ago…
Bob Dylan
Los discursos de reducción a cuerpo han tenido diferentes bases, discursos, que se han ido sofisticando y adecuando a las variadas épocas históricas, cambiando el punto de vista según los diferentes dispositivos de conocimiento y poder, el religioso, el legal, el científico, el médico…
La reducción a cuerpo ha servido como forma de constitución de un sistema, el capitalista, que mediante el patriarcado, el racismo, el colonialismo y el cisheterosexismo ha llegado a ser el único régimen que se nos presenta como posible. Intentar deconstruir esta «reducción a cuerpo» nos puede ayudar a generar resistencias y redes a las crueles, y a veces sofisticadas, formas en que se encarnan las opresiones.
La mujer, el cuerpo negro, oriental, el cuerpo útil o válido son diferentes taxonomías al servicio de una estructura de poder. La misma que crea la del hombre blanco cisheterosexual como cúspide de una pirámide de opresión. La creación de esas taxonomías ha pasado por muchas manos a lo largo de la historia, como la religión, la ley o más recientemente la ciencia, la medicina en concreto, que han sido las encargadas de producirlas. La medicina establece pautas muy precisas sobre cómo ser un hombre y una mujer productivos para el sistema.
La clínica como institución es un producto de la ilustración, como bien hemos comprendido gracias a Foucault i. La institución clínica se dedica a dividir los cuerpos entre normales y no normales, cuerpos deseables o no deseables, útiles o no útiles, cuerpos sanos o cuerpos enfermos, y dentro de los cuerpos no normales, no deseables, no útiles y cuerpos enfermos, los vuelve a separar entre aquellos cuerpos que son recuperables y los que no, y ahí la labor de la clínica para recuperar aquellos cuerpos que se pue- den volver cuerpos útiles.
Así se ha ido construyendo un cuerpo bautizado con diferentes nombres, sodomita, invertido, homosexual, gay…, igual da, ya que es un cuerpo nombrado desde el insulto, desde la injuria, al que podemos llamar marica.
El cuerpo marica se ha identificado bajo diferentes prismas a lo largo de la historia occidental, imponiendo su visión universalista a sangre y fuego con sus procesos colonialistas.
El sodomita, el pecador contra natura, el gran enemigo de un dios misó- gino y cruel, fue creado desde el prisma religioso monoteísta. Un ene- migo de la comunidad sobre todo por sus prácticas no reproductivas, que amenazaban la supervivencia como pueblo de estructuras cerradas que necesitaban el crecimiento poblacional como forma de supervivencia. Un cuerpo no grato a los ojos de Yahvé, Dios o Alá. La reducción a cuerpo de marica siempre es entendida socialmente por dos cualidades.
Una, su ruptura, o juego, con el género, una forma de feminidad de ciertos hombres, el amaneramiento corporal, la realización de oficios, menesteres o artes adscritos a las mujeres, como son el baile, canto o las artes, entendidas estas como sensibilidad femenina y racializada, o la confección de ropa, la decoración y la estética corporal.
La otra es simple, el marica es el culo ii. Pensar en el marica es pensar en qué es lo que hace con su culo ¿Se lo dejará penetrar? ¿Gozará con ello?
¿Buscará desesperadamente material de relleno para su satisfacción? Preguntas que solo pueden realizarse desde una mente poseída por una masculinidad hegemónica, lo que llamamos, para andar por casa, machismo. No podemos olvidar que el cuerpo del varón cisheterosexual, el cuerpo que encarna la masculinidad hegemónica, el del macho, está construido por un lado por la negación de la feminidad y sus expresiones, y por otro por la impenetrabilidad del cuerpo en un plano sexual.
¿Son las prácticas sexuales las que determinan una identidad? Desde una perspectiva queer, esta pregunta es una constante como forma de vertebrar resistencias políticas. Las identidades no son solo una forma de reconocerte en el mundo, son también la forma en las que el mundo te reconoce pero además te circunscribe, te delimita.
Pero con el sida el cuerpo marica se resitúa en el plano de la nocividad. Leo Bersani en su artículo «¿Es el recto una tumba?» iii plantea que, en el orden médico y judicial, las sexualidades no normativas no entran en el concepto de salud pública, convirtiendo a los homosexuales con su práctica del coito anal en el símbolo mismo de la infección y no solo un riesgo de su transmisión. Aconsejar, o dirigir, la PrEP a «hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH), las mujeres transexuales y las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el preservativo en todas sus relaciones» es la forma más sofisticada de delimitar los cuerpos nocivos para evitar males mayores, para una sociedad que necesita chivos expiatorios ante un problema que debía ser mucho más generalizado.
Es sabido que, por mucho que se insista, hay gente que no se va a poner un condón y puede ser aconsejable recurrir a una pastilla, pero ¿a qué intereses beneficia delimitar a los hombres que se dan por el culo la recomendación de su consumo? ¿Acaso la población heterosexual no es susceptible de infectarse? ¿Cuál es el nexo de unión entre hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres HSH? Está claro, es el uso que hacen del culo para el placer. Y el uso del culo, como hemos visto, está claramente denostado, prohibido, castigado y en este caso controlado. Si no puedes aguantarte, usa tu culo, pero que todo el mundo sepa que estás en el punto de mira social, que estás minorizado, como en una cuarentena, y que la sociedad heterosexual no corre peligro.
Y por si fuera poco, en este grupo de riesgo se incluye a «las mujeres transexuales» y a «las personas que ejercen el trabajo sexual sin utilizar el pre servativo en todas sus relaciones».
Las mujeres transexuales son uno de los sectores más marginados y des- protegidos, no solo tienen que lidiar con administraciones y leyes binaristas, con sistemas de salud que las patologizan, con grandes trabas en el acceso al mercado laboral o con el rechazo, muchas veces criminal, social. Pero en este caso está claro que desde una concepción cisheterocentrada su sexualidad está ligada al culo y de ahí su inclusión en este apartado. Que quede claro que el culo es para cagar y que cualquier otro uso, más si es placentero, hay que controlarlo.
Cabe preguntarse si la inclusión de las mujeres trans* en el «colectivo» al que se aconseja tomar la PrEP no responde a la creencia de que todas las mujeres trans* son trabajadoras sexuales. Es cierto que muchas mujeres trans* se dedican a la prostitución, una opción más ante la falta de recursos y la dificultad de encontrar un trabajo con un sueldo digno, pero también es cierto que otras no, y no comprendemos la ecuación que se establece para pensar que sus prácticas sexuales no sean protegidas.
Y las personas que ejercen la prostitución sin usar preservativo en todas sus relaciones ¿por qué están también incluidas?
De la prostitución se habla mucho. De las personas que la ejercen también. Todo el mundo tiene una opinión, pero las prostitutas, sobre todo, no tienen voz. Las putas viven con el estigma de siempre ser consideradas como el peor estatus de la mujer. Sin entrar en el caso de las mujeres que son víctimas de la trata. Lo que está claro es que una prostituta sabe muy bien qué riesgos corre y cómo reducirlos. Sabe negociar con los clientes y sus prácticas. Es más, y esto hay que dejarlo bien claro, las putas han sido las primeras en poner el condón a los hombres, convirtiéndose en pioneras de la prevención y la salud pública. Sin embargo, siempre ha sido un colectivo al que se le ha culpabilizado de muchos de los males de la sociedad; las condiciones en que tienen que realizar su trabajo, pésimas, y la falta de regularización las han convertido históricamente en cabeza de turco.
En el caso de la PrEP volvemos al paradigma más casposo sobre la capacidad de las trabajadoras sexuales, aconsejarles la ingesta de la PrEP pensando en que pueden mantener relaciones sexuales sin preservativo es negarles su capacidad de negociación o la maestría en su trabajo. ¿O es que todavía se piensa que las prostitutas a cambio de más dinero van a poner su salud en riesgo? Esta idea no hace sino perpetuar el estigma sobre las prostitutas y por ende sobre las prácticas sexuales con personas desconocidas.
Concentrar grupos de personas tan heterogéneos en una sola categoría, la promiscuidad, como factor de riesgo de infección es una valoración de una moralidad caracterizada por una sofisticación de la abyección: crear grupos y delimitar los socialmente peligrosos. La promiscuidad es una práctica imposible de cuantificar, pero está claro que es una realidad para muy diferentes personas, sobre todo los hombres heterosexuales. La PrEP no es una solución para esa «mala» práctica que es la promiscuidad en general, sino para la promiscuidad de ciertos grupos, los no blancos ni cisheterosexuales. Ya puestas, solo faltaría incluir otros grupos no promiscuos, pero situados en los escalafones más bajos de la jerarquía social, como personas racializadas, precarias, migrantes, usuarias de drogas ile- gales y con diversidad funcional, para convertir esta recomendación en un manifiesto del mundo habitable neoliberal. El hombre blanco cisheterosexual, capacitado, de clase media puede dormir tranquilo.
«Inicio del tratamiento. Se inicia el tratamiento antes de la exposición al VIH»
¿Cómo se sabe cuándo se va tener una exposición? ¿Es como la exposición solar, depende de qué hora sea se usa mayor protección? ¿Y el precio? ¿Qué pasa si te expones a más enfermedades y no solo al VIH? ¿Hay tratamientos PrEP para otras ITS? ¿Tomar un tratamiento PrEP crea identidad? Si no tomas PrEP, ¿eres peor persona, un gay malo?
Aegrescit medendo.
Virgilio
Necesito una pastilla para ponerme a funcionar…
Martirio
El uso de la PrEP se aconseja antes de tener una exposición al VIH. Es normal y lícito que la gente piense cuándo va tener relaciones sexuales. En la actualidad, las apps de contactos han cambiado la forma en que programamos nuestros encuentros de una forma eficaz y certera. Ya no cabe el riesgo al ir de cruising, a una sauna, cuarto oscuro o cualquier espacio susceptible de un encuentro sexual y que este no se produzca. El planteamiento de estas páginas de encuentro facilita no solo el encuentro, también qué tipo de cuerpo, que no de persona, te interesa y qué tipo de prácticas se quieren, o se deben, desarrollar. Bajo un guion preestablecido y cerrado capaz de satisfacer todo tipo de fantasía sexual, nos encontramos con una forma de sexualidad totalmente guionizada y se supone que satisfactoria para quienes la practican.
En este tipo de aplicaciones lo que se desea se explicita hasta el mínimo detalle. Fetichismos variados como el cuero, ropa industrial, travestismos, depilación o hirsutismo. Prácticas y roles sexuales, fisting, cuero, lluvia dorada, BDSM, orgías, activo o pasivo. Escenarios, bosques, WC, fábricas, talleres, casas particulares o rurales. La combinación de estas variables produce un guion cerrado de la relación sexual que se espera, pero también es cierto que se descartan sin ninguna educación y con bastante desprecio aquellos cuerpos que no resultan deseables al actor de esta búsqueda. En este caso, nos encontramos con todo un repertorio del desprecio digno del fascismo más visceral. Podemos ver cómo los cuerpos que no interesan se describen con insultos y abyecciones. Es fácil que nos encontremos con muestras de racismo, edadismo, capacitismo, gordofobia, plumofobia en la descripción de lo que no se desea. Hay que destacar lo deleznable de estas prácticas excluyentes y estigmatizadoras que son muestra de cómo entre los gais no solo ha tomado cuerpo el consumismo en las prácticas sexuales, sino un neoliberalismo emocional germen de la desigualdad y la injusticia que potencia el individualismo y la insolidaridad.
Los usuarios de estas apps a los que no les gusta escribir o no están medianamente cualificados para ello, pueden usar los emoticonos, en los que con la simplicidad de una imagen plasman sus deseos y rechazos. El uso de estos dibujitos está dando lugar a estudios y tesis que ponen de manifiesto, sobre todo, la simpleza emocional en la que está inmersa nuestra sociedad y en la que los gais, tristemente, parecen ser vanguardia. No entraremos en un análisis detallado de lo que representan y excluyen este tipo de iconos. Nos fijaremos solo en los que representan las sustancias que se van a consumir en la sesión, poppers, viagras, cristal meth y, por supuesto, la píldora estrella de la PrEP, Truvada.
Estas imágenes, una combinación bastante generalizada, aparecen en muchos perfiles de una conocida aplicación de contactos. Funcionan como una declaración de principios. En el encuentro que se produzca parece darse por hecho: la pastilla azul con el número 701 es Truvada, lo que quiere decir que no se va usar condón; además habrá Popper, que garantiza una mejor dilatación anal; y con la otra pastilla, Viagra, se ofrece una gran y duradera erección. Parece ser que las advertencias sobre lo contraindicado que es el uso de Viagra con Popper, que puede llegar a producir un paro cardíaco, no están tan generalizadas como se suponía; también puede ser que para las personas practicantes de este tipo de sexualidad la salud esté reducida al VIH y nada más.
Con tres iconos se plasma un deseo, esta simplificación deja bien clara la construcción de un modelo de sexualidad reducido a su mínima expresión. Luis Cernuda en su poema No decía palabras dice que «… el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe…». Parece claro que en los tiempos del VIH la respuesta es bien simple.
¿Qué tipo de sexualidad propicia la PrEP?, ¿es una opción personal? Muchas veces confundimos nuestras decisiones personales con los contextos que nos empujan a ellas. El libre albedrío es una falacia escolástica para llevarnos una fantasía individualista que parece nutrirnos de poder y decisión. El deseo sexual se puede expresar muy simplemente, sí, pero su devenir no solo no es tan simple, obviar la tensión entre sus usos normativos o disidentes tiene sus repercusiones sociales y políticas. La sexualidad gay, siempre caracterizada por ser una subcultura marginal, ha pasado a convertirse en un lugar total- mente codificado, con estrictas reglas y una expresión de consumo inmersa en el capitalismo neoliberal. La diferencia entre la sexualidad de los heteros y los gais ha desaparecido o se ha convertido en la misma cosa: una sexualidad depredadora y cosificadora de los cuerpos que devora.
No se trata de cuestionar las vacunas, la medicación o la ciencia, pero sí de reflexionar sobre los efectos perversos que pueden generar. Los gais que toman PrEP pueden llegar a pensar que su relación con el fármaco es completamente personal y libre, pero no pueden obviar que es una forma de control social. Parece que se puede follar libremente, pero solamente si se folla con el fármaco. Para ser aceptado, hay que ser un hombre gay masculino drogado, drogado de drogas recreativas o antirretrovirales. Es el precio de la aceptación social. Resulta paradójico cómo el paradigma de la liberación sexual se ha conseguido gracias a la industria farmacéutica, anticonceptivos para las mujeres heterosexuales, hormonas para las personas trans* y antirretrovirales para los gais son claros ejemplos de cómo los regímenes de sujeción social van transformándose: ya se han pasado las hogueras, manicomios y cárceles, ahora el control lo detenta la farmacología. Menos mal que, de momento, las lesbianas se libran.
¿Y qué pasa con las otras ITS?
Podemos hablar del VIH como una infección de transmisión sexual, ya que la transmisión por vía parenteral o materno-filial es residual gracias al intercambio de jeringuillas y al suministro de antirretrovirales a las mujeres embarazadas. La transmisión más general del VIH es por vía sexual, principalmente. Está claro que la PrEP solo previene la infección por VIH y esto la convierte en un arma de doble filo en lo que a otras infecciones de transmisión sexual se refiere. La incidencia de gonorrea, sífilis y clamidia en los usuarios se está disparando de forma espectacular. Muchas personas que toman PrEP están dentro de estudios epidemiológicos y tienen controles médicos periódicos, lo que significa que se puede detectar mejor la incidencia de ITS y su trata- miento; pero no todas las personas que toman PrEP están dentro de estos estudios y no acceden a esos controles, lo que supone una paradoja: por un lado hay más controles y tratamiento, pero por otro lado no se sabe qué incidencia tienen las ITS en los grupos fuera de los estudios clínicos.
Tanto la gonorrea como la sífilis están desarrollando resistencias a los antibióticos que hasta ahora habían sido efectivos. La clamidiasis, la gonorrea y la sífilis son provocadas por bacterias y por lo general deberían curarse con los tratamientos habituales. Sin embargo, estas ITS a menudo no se diagnostican y cada vez es más difícil tratarlas, porque algunos antibióticos están perdiendo eficacia a raíz de su uso indebido o excesivo. La resistencia de estas ITS al efecto de los antibióticos ha aumentado rápidamente en los últimos años y ha reducido las opciones terapéuticas. De estas tres ITS, la gonorrea es la más resistente a los antibióticos. Ya se han detectado cepas de multi resistentes que no reaccionan ante ninguno de los antibióticos existentes. Hay que recordar que la clamidiasis, la gonorrea y la sífilis también pueden duplicar o triplicar el riesgo que corre una persona de infectarse por el VIH. Este es uno de los grandes retos a los que se enfrenta el uso de la PrEP. Hay quien habla de optimizar los mecanismos de detección y tratamiento de ITS dentro de los programas de seguimiento de la PrEP, una medida que, a buen seguro, ayudaría a reducir la incidencia de las ITS en este grupo poblacional, pero que redundaría en un mayor control sobre este grupo, algo que puede convertirse en un nuevo factor de sujeción social, además de que el resto de la población quedaría expuesto a las diferentes transmisiones, ya que los esfuerzos preventivos se primarían en un sector concreto.
El tratamiento de las ITS, antaño enfermedades venéreas, siempre ha sido considerado con cautela, su forma de transmisión hacia que su tratamiento se realizara en el silencio impuesto por la moral existente. Algo parecido al estigma que rodea a las personas que viven con VIH. Las ITS, el VIH entre ellas, son consideradas como efectos de unas prácticas sexuales abyectas, promiscuas, entre personas del mismo sexo, pagadas…, prácticas que, por estar alejadas de la monogamia heterosexual convencional, se consideraban portadoras del castigo y la enfermedad. Esta mirada moralista no ha cambiado en absoluto, lo que sí ha pasado es que han despertado un mayor interés en sectores como la medicina y la farmacia, debido a la gran repercusión que el sida representó en la salud pública. Pero este interés de las ciencias médicas y farmacológicas no ha servido para cambiar la visión moralizante sobre las sexualidades no normativas, sino que ha servido, y sirve, para ejercer otras formas de control sobre los cuerpos que las encarnaban.
Pero ¿qué pasa con quien no toma la PrEP?
Está claro que el uso de la PrEP es mucho más que una cuestión personal, algo que no cabe juzgar; su uso genera unos discursos que parecen devolvernos a las diferentes taxonomías que en el pasado nos trataban como cuerpos no válidos. Quien no toma la PrEP puede ser considerado como peligroso o irresponsable, o puede verse condenado al ostracismo sexual si expresa que no la usa. No podemos decir a nadie si tiene o no que tomar la PrEP. Hay casos en los que negociar el uso del condón puede ser difícil o que puede haber gente que simplemente no quiere usar el condón y prefiere usar otro método de prevención, pero no podemos olvidar que lo que vale para una persona puede no servir para otra. Y no nos podemos olvidar, tampoco, de que tenemos capacidad para tomar decisiones sobre nuestra salud que no sean solo farmacológicas. No es de recibo medicar a todo un grupo social para que pueda tener sexo ni idealizar una forma de sexualidad que no es segura, ya que sabemos que ninguna actividad vital en sí lo es. La homosexualidad se ha aceptado haciendo de sus riesgos una forma de consumo, un proceso de captación neoliberal en el actual capitalismo. Una forma individualista de concebir el placer y las relaciones que obvia los vínculos sociales. No podemos olvidar tampoco que la efectividad de los antirretrovirales, y la PrEP es uno de ellos, convierte a los gais en un enorme negocio: el coste del tratamiento de VIH/sida varía entre 3.700 y 9.700 euros por paciente y año. No se trata de denostar ninguna práctica sexual ni de decir a nadie lo que tiene que hacer, se trata de preguntarnos sobre el control de nuestros cuerpos. ¿Hablamos de salud pública y de optimización de recursos o hablamos de nuevas forma de control y regularización del sexo gay? ¿Se está homogenizando la homosexualidad? Desde el activismo queer, cuestionar siempre ha sido una herramienta para comprender los diferentes mecanismos de control que se ejercen sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Preguntas actuales de un tiempo en concreto que pasará, como pasarán la pandemia del sida y su prevención, pero que nos dejará no solo un mal recuerdo, sino unos nuevos retos para transformar una indeseable realidad
i Rémès, Erik (2015): Serial Fucker. París: Ed. Blanche.
ii Foucault (2012): El nacimiento de la clínica. Siglo XXI
iii Sobre la relación entre el sexo anal y la discriminación al marica pasivo, ver Sáez, J. y Carrascosa, S. (2011): Por el culo. Políticas anales. Egales.
iv En el libro Llamas, R. (ed.) (1995): Construyendo sidentidades. Siglo XXI.
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