Licencia psiquiátrica
Tengo un presentimiento,
si abro la puerta de calle, nunca
voy a poder cerrarla más; la casa
queda abierta y yo, echado.
No me veo entrando a mi refugio
en mi ausencia todo el día abierto.
Se van a llevar todo, o miren
si quedan gente adentro. Otro yo
en el baño o en la cama,
¿me entienden?
Ahora, si me permiten
dormir en la empresa, podría
llevar unas mudas, jabón, toalla.
Me ducho a la noche,
paso el secador. Guardo
antes de que lleguen el colchón.
Tengo el mate listo.
Licencia poética
Hola, soy yo.
Salí para allá y estoy acá de nuevo.
No sabría explicar... en un poema.
Un engaña-pichanga del destino:
crucé la puerta maquinalmente, vi
el paisaje habitual, hice los gestos.
Caminé, respiré, sístole y diástole,
el clima de, o la época, que cambian
las manecillas de dirección,
manifestaciones, el fragor del tráfico,
no se siente bien, y no le gusta
la figura del doctor con pichicata...
de ahí a experimentar o fingir culpa...
Si duele todo, un gran malestar
indistinguible de mí o el resto,
sin sufrir agudamente nada.
Salí, crucé, llegué afuera
y en un desvío de atención,
un cartel, vidriera o epifanía,
reaparecí en mi lugar,
aturdido, descolocado.
Sin saber quién, me siento en casa.
En compañía de otro yo, de uno mismo.
No llego a conclusión, no interesa.
Salí y estoy acá
de vuelta con un verso que tal vez
a usted no le dice nada.
Trabajo inconsciente
Soñé que me quedaba dormido,
y me despertaba tarde,
dentro del sueño,
una puesta en abismo:
salía de una casa que no es mía,
y viajaba largo en bondi, en bici,
en tren, ¿o subte? Llegaba tarde mal,
alto sol, pasando el mediodía,
lugares entremezclados, personas
superpuestas: con desvíos y extrañezas
cumplo mi rutina, tareas, papel,
termino temprano, y pido
si por favor podría
retirarme antes...
Y me lo niegan.
Ahí despierto del todo.
Hoy ya fui.
Hoy no voy.
Días de estudio
El pasado no está quieto, se rehace
con relatos, registros, hallazgos,
El futuro es una hipótesis. Y el presente
nuestro campo de acción. Acá estamos.
No pienso jubilarme y me cultivo.
Al inscribirme, creo el valor
de la materia, programa, bibliografía:
después me decepciono, sorprendo, felicito...
Recuerdo la lección de ayer, y mañana sé
que rindo, y a eso apunto.
Son dos parciales por cuatrimestre,
recuperatorio, final... El éxito
o el fracaso, decía un prócer,
no son medida de la justeza
de una línea. Se quejan:
que cada año cambio de carrera,
que debería conocer mi vocación,
que estoy grande, y que no apruebo todas.
¡Por discutir las cátedras, los métodos,
por no callar las discrepancias, las visiones!
¿O no es que alientan el pensamiento crítico?
Un aporte modesto, así los cambios
se producen: cuando egrese espero
dejar la institución más libre.
Humanista y holístico, aprendo de todo,
de todos: los genios de exactas,
el patio de filo, bellezas sociales,
las fiestas de psico... ¿Observar la realidad
desde un cubículo, de qué sirve,
especialistas en compartimentos?
Si el mundo se compone trans-disciplinario
de coincidencias y singularidades.
Acá mismo machacan con trabajo en equipo.
Bien que nadie resulta imprescindible.
Yo mañana no vengo, doy examen.
Deséenme la suerte que preciso.
Descompostura
Hoy me desperté con vómitos.
La noche entera pesadilla febril,
entrecortada de retorcijones,
luchando con una quimera
a puros piedrazos y corridas.
Volví todo chivado, abatido,
y no llegué hasta el baño.
Vomité la remera, la polenta de anoche,
la colcha, las ojotas, la cortina,
el diario, una sopa de letras,
papel picado y pelotitas de goma,
un rencor agrio, atragantado, el vino,
una lata de látex, lo callable,
unas bolas de pelo, que puaj,
que puaj, que puájala.
Me recontravomité todo,
puertas y ventanas,
pisos y paredes,
pieza por pieza,
terminé auto-evacuado en el baño.
Después diarrea,
después mocos,
después llanto
y me reservo
la enumeración escatológica.
Me siento vacío y exhausto.
Necesito horas de sueño.
Vuelvo limpio.
A.R.T. En el próximo semáforo me tiro
sobre un coche caro que venga despacio.
Si no me rompo nada, mejor. Igual,
para no trabajar, hay que arriesgarse. En un momento momia del jornal,
elegir la esquina, estudiar la jugada,
calcular el impacto, cuestión de dar
contra algo sin filo ni peso.
Se podrían tomar clases de yudo. El brazo contra el parante
del que pasa en amarillo,
aguantar el golpe
y dejarse caer en la vereda,
charlar con testigos
y esperar echado
el socorro, y el juicio. Una semana se gana seguro.
Y todo en buena ley,
con un abogado capaz
queda diferencia para vacaciones;
acaso en yeso o en cama... en casa,
poniéndose al día con tantos pendientes,
arreglos, juntadas, películas, libros, y sin perder el tiempo
de no hacer nada, nada, nada,
nada de nada. Plus vacacional Estoy acá y no hay más pasajes:
vuelos cancelados, micros suspendidos,
el tren no anda. No sé cuándo vuelvo. Quince días en medio de la nada,
charlando con plantas, arroyos, estrellas,
necesidades básicas, placeres sencillos.
Sin pantallas, sin autos, sin carteles,
puras montañas, lagos, bosques...
Ya van a ver las fotos, qué lugares. Medio flotando, caigo en la ciudad,
y me recibe tamaño conflicto: humo negro
de gomas y bombas de estruendo.
Fuerza mayor. ¿Qué querés que haga?
Yo no soy el ministerio de trabajo.
Se tienen que arreglar los sindicatos
y patronales: plata y condiciones.
No es que no quiera: no estoy
en la hamaca paraguaya con un libro
o con mi amada, gozando
los sonidos de la naturaleza,
el correr del agua, de las nubes. En la terminal, miles varados,
nerviosos todos, todos casos únicos,
y creéme que hay graves.
Dos días más ausente, o tres...
no hacen la diferencia, si mirás
la vastedad del universo:
ya van a ver las fotos, qué lugares.
Apenas pueda, salgo y aviso.
Telegrama
En el día de la fecha renuncio a mi puesto
en esta mierda de empresa y modo de vida.
Stop.
Fuente: Poemas para no ir a trabajar. Fernando Aíta. Ed. La Libre 2019.
Trabajo de selección Verónica Scardamaglia.
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