Imposible despertarla. Tan imposible como la vigilia. Duerme en la cama de al lado de la de su hijo. Horas pasaron. Y seguía durmiendo. La noche anterior nadie supo de ella.
Horas. Horas. Horas de dormir. Como quien consigue al fin algún calzado en medio de la arena ardiente.
El nene juega con legos. Hace un arma enorme. Cuando intentamos despertar a su mama (porque, claro, es un hospital y hace falta evaluar, decidir, resolver), nos hunde la espada en la panza. Yo me morí. Gran pausa antes que ir a romper una frágil vitalidad soñante; quizá la última guarida.

Comments