Relaciones, singularidades, individuos y colectivos / Franco Ingrassia
- Revista Adynata
- hace 1 día
- 4 Min. de lectura
Siempre hay singularidades.
Axioma ontológico fundamental que postula la irreductibilidad de la diferencia como condición inherente a la constitución de cualquier dominio de existencia. La singularidad se erige como el quantum de distinción, la unidad mínima de diferenciación que impide la emergencia de una homogeneidad absoluta. Su presencia es la condición de posibilidad para la individuación de entidades y la articulación de multiplicidades.
Siempre hay relaciones.
Principio relacional inherente a la dinámica de los sistemas complejos. Las singularidades no subsisten como mónadas aisladas, sino que se integran en entramados de interdependencia y causalidad recíproca. La relación se concibe como el vector de afectación mutua, el medio a través del cual las singularidades se definen, se modifican y emergen como entidades concretas dentro de un campo de fuerzas.
La individualidad implica la cristalización (reificación) de la singularidad y la subalternización de las relaciones.
Proceso epistémico y ontológico mediante el cual una singularidad se convierte en un objeto discreto e independiente, sustrayéndose de la fluidez y la indeterminación inherentes a su naturaleza relacional. La individualidad opera una clausura identitaria, privilegiando la sustancialidad sobre la procesualidad y relegando las interconexiones constitutivas a un estatus secundario o accidental.
Desde la matriz perceptiva que instaura la individualidad (régimen de lo sensible), puede haber individuos (singularidades reificadas) sin relaciones, pero no relaciones sin individuos.

Consecuencia epistemológica del paradigma individualista. La primacía ontológica atribuida al individuo como entidad preconstituida genera una asimetría en la inteligibilidad de la relación. La relación se concibe como un vínculo contingente entre individuos previamente definidos, mientras que la posibilidad de una existencia individual independiente aislada se mantiene como un horizonte conceptual, aunque empíricamente improbable.
Los individuos, siempre según esta perspectiva de la individualidad, tienen existencia continua (ontológica) y las relaciones tienen existencia discontinua (fenomenológica).
Distinción ontológica derivada del modelo individualista. La individuación proyecta una temporalidad lineal y persistente sobre la entidad individual, mientras que las relaciones son aprehendidas como eventos puntuales y transitorios, carentes de una sustancialidad ontológica propia y duradera. Esta diferenciación refuerza la primacía del ser individual sobre el devenir relacional, concibiéndolo como inherentemente independiente.
La individualidad afirma que A y B preexisten a la relación A-B y subsisten luego de ella.
Postulado metafísico central del individualismo. Se asume la independencia ontológica de las entidades individuales previas a cualquier interacción, concibiendo la relación como una adición externa que no altera fundamentalmente la identidad preexistente ni la subsistencia posterior de los individuos involucrados.
Por contraste, desde la perspectiva de la vida colectiva las relaciones son afectaciones, es decir, tienen un efecto resingularizante sobre las singularidades vinculadas.
Modelo alternativo que invierte la primacía ontológica, concibiendo la relación como una fuerza activa y constitutiva. La afectación relacional se erige como el motor de la transformación singular, generando nuevas cualidades y reconfigurando las identidades de las singularidades en interacción. La relación deviene, así, el locus de la producción de subjetividad y la emergencia de lo nuevo.
El individuo, en tanto reificación, es una singularidad anacrónica, es una zona o dimensión de la singularidad que elude la actualización que la relación, en tanto afectación, produce.
Crítica onto-epistemológica al concepto de individuo. La reificación individualizante se presenta como una forma de resistencia a la dinámica inherente de la singularidad, que se actualiza y se transforma constantemente a través de sus interacciones. El individuo, en su fijación identitaria, se convierte en un vestigio de un estado prerrelacional, desfasado de la temporalidad procesual de la existencia.
Esa individualidad, en tanto resistencia a la afectación relacional, es la persistencia anacrónica de la singularidad prerrelacional.
Elaboración de la crítica anterior. La individualidad se interpreta como la cristalización de un momento singular previo a su inmersión en el flujo de las relaciones. Su persistencia como entidad autónoma representa una negación de la potencia transformadora de la afectación mutua, una fijación en un estadio ontológico superado por la dinámica relacional.

La singularidad individualizada es una singularidad reificada; la singularidad colectivizada es una singularidad en devenir (de lo prerrelacional a lo posrrelacional).
Distinción categorial entre dos modos de existencia de la singularidad. La individuación opera una reducción ontológica, fijando la singularidad en una identidad estática. En contraste, la inmersión en la colectividad y la exposición a la afectación relacional liberan el potencial de devenir de la singularidad, impulsándola hacia configuraciones emergentes y posibilitando la producción de novedad ontológica.
La singularidad individualizada se presenta como dueña de sí misma, mientras que la singularidad colectivizada se percibe como perteneciente a algo que la excede, efecto de la experiencia colectiva emergente del proceso relacional de la trama de afectaciones.
Implicaciones fenomenológicas de los modelos ontológicos contrastantes. La individuación genera una experiencia de independencia y auto-posesión, mientras que la inmersión en la colectividad revela la intersubjetividad constitutiva y la interdependencia ontológica de la singularidad respecto del entramado relacional que la excede y la constituye.
Surgen al menos tres divisiones o diferenciaciones: (1) entre relación y singularidad; (2) entre singularidad reificada y singularidad en devenir; y (3) entre distintos devenires singulares, efecto del proceso relacional.
Sistematización de las dicotomías fundamentales que emergen del análisis. Se distinguen: la relación como fuerza activa versus la singularidad como elemento afectado; la singularidad fijada (individuo) versus la singularidad procesual; y la emergencia de una multiplicidad de trayectorias singulares como resultado de la heterogeneidad de las afectaciones relacionales.
La individuación, además de reificación, es una operación de homogeneización de los efectos singularizantes de los procesos relacionales (por ejemplo, el deseo "individual" es el deseo reificado y homogeneizado).
Crítica a la función normalizadora de la individuación. El proceso de individualización no sólo fija la singularidad, sino que también tiende a subsumir la diversidad de las afectaciones relacionales, homogeneizando experiencias que en su origen son singulares y contextuales. El deseo individualizado ejemplifica esta reducción de la riqueza procesual.

Comments