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  • Foto del escritorRevista Adynata

Sesiones en el naufragio (3) Debilidades/ Marcelo Percia

I.


Recordemos unos versos del taoísmo, tal vez escritos quinientos años antes de los tiempos cristianos por Lao Tsé: “Nada hay en el mundo más blando y frágil que el agua. / Sin embargo, solo ella puede moldear la roca más dura / y fuerte. / En eso es irremplazable. / Lo débil puede vencer a lo fuerte. / Lo blando puede vencer a lo duro”.


Tal vez se podría pensar en el encanto de una debilidad que no venza a la fuerza, que no se interese por ganar esa partida. Una debilidad soberana. Una fragilidad que copule con lo que se desvanece. Una suavidad que aloje lo que truena y estalla. Una delicadeza que acoja lo irremediable. Una común debilidad que fantasmee a través de los muros de todas las fortalezas.


II.


Simone Weil (1940) pone a la vista cómo la idea de fuerza concita voracidades guerreras, incisiones de las carnes, goces criminales.


Imperativos de la fuerza componen espectáculos de virilidad que exaltan poderíos, dominios, posesiones, vejaciones.


Simone Weil escribe lastimada por esplendores patriarcales que idealizan valentías y corajes.


Ayuda a pensar que no en los alardes de la fuerza, sino en las acogidas de la debilidad pervive el sentido de lo común.


III.


Biopolíticas de la fuerza clasifican poblaciones vulneradas que necesitan tutelas.


En el catálogo de las flojeras del siglo dieciocho figuraban mujeres, infancias, insanias, existencias esclavizadas, criaturas animalizadas.


En nuestros días, se agregan poblaciones expulsadas, empobrecidas, hacinadas y, también, vejeces.


Pero no hay vidas más propensas que otras para sorber corrientes de dolor, de miedo, de peligro, en una pandemia.


Existencias blindadas están en riesgo aunque no lo sepan.


La protección reside en una común detención que permita sentir lo que nos está dañando.


Una común demora podría absorber demasías que, si no, solo afectarían a las mismas sensibilidades de siempre.


IV.


Una voz acompaña y alienta a sensibilidades expuestas y desfallecientes: “¡Fuerza!”.


Una sola palabra que se pronuncia con énfasis o se susurra con suavidad.


Una amorosa transfusión de ánimo a través de una mirada, un abrazo, un apretón de manos.


Ternuras, sin otro poder, dan la cercanía.


El imperativo “Tenés que ser fuerte” demanda, reclama, culpabiliza.


La presencia que llega para dar fuerza, en cambio, admite la digna debilidad de una soledad exhausta.



RICHARD MISRACH "Lago Saltón" 1983 Fotografía / Impresión 1996

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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