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Foto del escritorRevista Adynata

"Todas las revoluciones son de la periferia al centro" Entrevista a Francisco Casas

El escritor decidió crear una fundación para resguardar su trabajo en «Las Yeguas del Apocalipsis». "No quiero que ocurra lo que pasó con la familia de Lemebel (...) que no se puedan publicar sus textos sin pasar por el cajero automático", dice.


En medio de una borrachera con un amigo, el escritor y artista Francisco Casas decidió comprarse una combi para hacer el viaje del Che Guevara al revés: "La Combi la estampamos con un desnudo mío sobre la bandera del Partido Comunista, bordada en lentejuelas fucsia. Es bonito como trabajo, como performance".

La bandera, en la que Casas sale posando como Marilyn Monroe sobre las letras del PC, es un trabajo que hizo para tributar la memoria de su amigo Pedro Lemebel, fallecido en 2015. "Me tomé esta foto y es una denuncia frente a la homofobia comunista", cuenta desde su casa en Lima.


El 15 de septiembre inició el viaje desde Lima hasta Buenos Aires que será filmado por la cineasta Joanne Reposi. El cofundador de «Las Yeguas del Apocalipsis» (el colectivo performático que integró junto a Lemebel), cuenta que publicará la novela "Hitos de Frontera" y que el 10 de abril de 2023 se exhibirá en el MoMA de Nueva York la foto "Las dos Fridas" de «Las Yeguas».


Entre 1988 y 1999, el dúo hizo decenas de acciones de arte que pasaron a la historia. Una de las más famosas se desarrolló en 1989, durante el encuentro de intelectuales con Patricio Aylwin. Casas y Lemebel se subieron al escenario y desplegaron un cartel que decía: "Homosexuales por el cambio". Frente a la primera línea de la exConcertación, Francisco Casas le estampó un beso en la boca a Ricardo Lagos. Un año antes, construyeron con sus cuerpos a través de la vestimenta, una bandera de Chile.


—En Chile fue noticia la performance que hicieron «Las Indetectables» con una bandera chilena. ¿Cuál es tu opinión sobre aquello?

—Me encantó. O sea, por qué no. Imagínate que, en la mayor cantidad de asesinatos y femicidios travestis, jamás se han encontrado a los responsables. Las travestis están lejos de cualquier protección social y económica. La mayoría de ellas vive en la extrema pobreza. Una de las «lndetectables» reclamaba porque no le habían pagado las 30 lucas del show. Entonces, por qué no. Además, sabemos que todos estos patriotismos son fascistas y nos llevaron a un golpe de Estado. Por lo tanto, la bandera, y yo lo digo en un poema mío, carece de símbolos. La bandera es un trapo.

—Se discutió mucho el valor de esa performance. Han surgido voces que se preguntaron: ¿Cómo pasamos de «Las Yeguas del Apocalipsis» a «Las indetectables»? ¿Cómo pasamos de acciones de arte a las performances genitales?

—Mira, es bastante complejo. Una de las primeras performances que hicimos con Pedro Lemebel fue en la Feria Chilena del Libro y nos vestimos de bandera chilena.

—Esa acción de arte se llamó "A media asta".

—Claro. En esa época tú no podías ocupar la bandera. Y menos en dictadura. Pedro iba entero de rojo, yo de polo azul y pantalón blanco con la estrella. Nos tomamos de la mano y éramos una bandera chilena. Cuando llegó la policía dijimos: ¿qué bandera? Fue un pequeño simulacro, una pequeña trampa.

—Las performances con la bandera chilena han sido recurrentes en el arte chileno moderno. Pienso en la acción que hizo Patricia Rivadeneira en 1992. Esa performance tenía como objetivo reivindicar a las minorías sexuales. ¿Por qué piensas que estas performances provocan tanto revuelo?

—Yo estuve ahí, en el Museo de Bellas Artes. La única gente que se escandaliza con esto de la bandera es la gente militarizada. Tenga o no tenga el uniforme. Es la militarización que siempre se quiere hacer de Chile. Esta idea de que ellos son los únicos que dan la vida por la bandera. A mí me parece regio que la sociedad sepa que existen travestis en Chile, que se ganan la vida, que hacen arte y que son los cuerpos más vulnerables de la sociedad chilena. Son la homosexualidad proletaria, como decía Pedro Lemebel. Son las que masacran a 20 puñaladas, las que no tienen trabajo, las que no tienen ninguna oportunidad en este sistema neoliberal que vive Chile.

—Algunos intelectuales dijeron que el trabajo de «Las Indetectables» banalizaba el arte performático.

—Banalizar es el escándalo que hace la derecha. Y bueno, si se banaliza el arte, por qué no.

—¿Crees que esto abre una discusión sobre qué es el buen gusto en el arte?

—El buen gusto siempre es burgués. Siempre.

—¿Por qué?

—Ni siquiera te lo voy a explicar. Tampoco hay que explicar todo. Hay que dejar que las metáforas queden en el aire.


"Yo he sido nadie toda mi vida"

—Tú eres de Pudahuel. En el estallido social la gente de la periferia se tomó el centro y la Plaza Italia. Lemebel apareció en las paredes de la ciudad. ¿Cómo viste ese fenómeno?

—Todas las revoluciones; las revoluciones del cuerpo, las revoluciones del deseo, para mí el deseo es todo, son de la periferia al centro. No del centro hacia la periferia. La periferia es la que tiene que ocupar los centros, colonizarlos y después salir. No para quedarse, sino que para decir: "ya me vieron, saben que existo". Pedro y yo veníamos desde la periferia. Él vino desde el Zanjón de la Aguada para transformarse en uno de los escritores más importantes de América Latina.

—Se dice que desde 2011 vivimos un culto a la juventud en Chile. ¿A qué lo atribuyes?

—Como diría Deleuze, estos agenciamientos colectivos han sido capaces de cambiar el mundo. Empezando por el primero que fue Mayo del 68 en París. En esa época no había intemet ni redes sociales. Pero los estudiantes lograron levantarse pidiendo derechos. Lo mismo ocurrió con el movimiento hippie y los pacifistas contra la guerra de Vietnam. Y, en el caso de Chile, ocurrió lo mismo. Bastó que un puñado de jilgueros y jilgueras, saltaran la barrera del metro negándose a pagar para que provocaran un estallido social increíble. Y ese estallido fue propiciado por la brutalidad con que reaccionó la policía en contra de las y los estudiantes. Una represión no vista desde la época de la dictadura. Y mientras más se reprimía a la juventud, más salían otros jóvenes. Se armaba una primera línea; una barrera de deseos. Cada uno de esos jóvenes iba con su propio deseo. El derecho al cuerpo, el derecho a la educación, el derecho al trabajo, el derecho a drogarse. Todos son derechos porque son deseos. Y todo deseo es válido.

—Pero si todos los deseos son válidos, ¿qué pasa con las responsabilidades?

—La responsabilidad política parte por culpar de avaricia desmedida al Presidente anterior. Pero esto viene desde la época en que Patricio Aylwin, a través de su ministro, Enrique Correa, quiso transar con la dictadura. O sea, no íbamos a esclarecer nada. Ese fue el primer gran error. Con Pedro Lemebel, hicimos una performance que se llamaba "Ni perdón ni olvido" en la Universidad de Chile y leímos los nombres de los detenidos desaparecidos. Ese fue un primer grave caso de omisión que produjo furia y malestar entre las víctimas. Y el Presidente llamó a perdonar y olvidar. El malestar hay que entenderlo desde esos errores. La derecha coludida con la izquierda y la Democracia Cristiana. Después vino Lagos negociando con el empresariado: ahí nos quitaron el mar, y un grupo de familias se adjudicó el territorio. Privatizaron todas las carreteras de Chile y empezó el descontento. Luego la señora Michelle Bachelet no pudo implementar su programa porque se enfrentó a un país donde todos los nudos estaban amarrados. Y en el segundo mandato, trató de desenredarlos, pero no le alcanzó el tiempo por el desprestigio que sufrió debido a los escándalos de su familia. Ahí aprovecharon de hundirla. Entonces el estallido social hay que entenderlo desde unos adolescentes que fueron heredando un rencor, un odio, hasta que vino una generación que dijo: se acabó. Y, por fuerza, por insistencia, por masacre, por sangre, se tuvo que llamar a una Asamblea Constituyente.

—Lo que se votó en el plebiscito fue la calidad de la propuesta. ¿Qué opinas cuando se dice que el texto no estaba bien escrito?

—Siempre existirá un texto mejorable. Te lo digo como escritor. Cuando empiezas a escribir un libro, se demora años, porque es corregible. La carta magna no es una cosa que va a permanecer eterna. Esto en manos de la derecha podría ser fatal. No solamente para el escenario chileno, sino que para el escenario latinoamericano. Nuestro sur se tiñó, no sé si de rojo, pero sé tiñó de disidencias políticas como en Colombia. En un discurso la vicepresidenta colombiana dijo: acá estamos los nadie.

—¿Eso te emociona?

—Me hizo llorar a gritos porque yo he sido nadie toda mi vida. Pertenezco a la nación de los nadie.


"Estuve súper enfermo, casi me muero"


—¿Si le tuvieras que dar un mensaje a Gabriel Boric, cuál sería?

—Todavía me limpio la boca del beso de Lagos. Quiero un beso tuyo para limpiarlo.

—¿Por qué piensas que la población decidió rechazar la propuesta de la Convención Constitucional?

—Me llama la atención que el mayor número de votantes que rechazó fueran jóvenes entre treinta y dieciocho años, gente que no ve noticieros y menos lee prensa. Ellos se comunican por redes sociales y piensan en lo que ahí se comparte, como desacato a lo mandado oficialmente, tanto de derechas como de izquierdas. Fue un voto desde otro espacio, anárquico. Ante la obligatoriedad de la propuesta de la izquierda y sus representantes, rostros televisivos, gastados de tantos años en teleseries y prensa de espectáculo, la gente optó por rechazarlos a ellos; simbolizados por la escritura de la nueva Constitución.

—¿Qué opinas de Cristián Warnken y de los Amarillos?

—Yo estudié literatura en la Universidad Arcis y llevaba un ramo con Cristián Warnken sobre Octavio Paz. Así que lo conozco desde hace muchos años. Más de una vez nos hemos sentado en un escaño a conversar. Y siempre sospeché de él. A mí me parece absurdo que jamás haya invitado a Pedro Lemebel o a mí a su programa "La belleza de pensar". La palabra belleza ya me provoca problemas. La belleza también es burguesa. Cristián Warnken está acostumbrado a entrevistar gente que le responde de acuerdo a su clase social y de acuerdo a lo que él quiere escuchar, y esto se fue convirtiendo en una especie de oda al buen gusto. Tampoco entrevistó a Diamela Eltit: una de las escritoras latinoamericanas más importantes. Todos sus entrevistados fueron fáciles.

Casas cuenta que tuvo Covid tres veces durante la pandemia: "Estuve súper enfermo, casi me muero". Urgido por la inminencia del fin, decidió crear una fundación con todo el trabajo de «Las Yeguas del Apocalipsis». "A mi muerte todo eso va a ser de dominio público. No hay herederos. Y a cargo de esa fundación van estar el abogado Esteban Ovalle y Pedro Montes. No quiero que aparezca nadie. Ya doné, hice los archivos; está todo. No quiero que ocurra lo que ocunió con la familia de Pedro Lemebel. Que se estén disputando, que aparezca una sobrina, que no se puedan publicar textos de Lemebel sin pasar por el cajero automático. Es lamentable.

—Algo similar pasó con Nicanor Parra. Los herederos son un tema en Chile.

—Yo tengo hermanos, hermanas, y sobrinos que no he visto nunca en mi vida, o que los veo muy poco. Mis padres ya murieron. Quiero que el material de «Las Yeguas» sea de dominio público, gratuito. Por eso hice un testamento. Le dejo todo al pueblo de Chile.



Fuente: Publicado en La Segunda, Chile, martes 25 octubre 2022.


Cheryl Mukherji (2023) Autorretrato con Maa (4) Impresión de pigmento de archivo 53.3 × 38.1 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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