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La traición de mi lengua (fragmentos) / Camila Sosa Villada

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 6 días
  • 3 Min. de lectura

Algo imposible: privarme del lujo de escribir, escribir mucho, en vano, incluso sin tener nada que decir. No sé qué puerta se abre a la buena escritura, pero cada cerradura que fuerzo me lleva a un sitio diferente: la lujuria de las palabras, la infancia dolorosa, la delicia de las mujeres, la delicia de las travestis y el ardor fracasado por los hombres.

No sé hacer otra cosa, por eso busco en la hendidura de la ficción la propuesta de un mundo que no existe, un mundo que se nombra por primera vez.


Creo que escribir es traicionar. Toda escritora traiciona su intimidad, la intimidad de su familia, de sus amores, de los secretos que exigen silencio, de la justicia humana del silencio. Pero traicionar no implica mentir. Mentir es un divertimento. Los mentirosos no siempre traicionan. Al contrario, no hay nada más fiel que una mentira.


Por mi parte, no quiero ser curada de este mal sin nombre que se cuela en cada gesto: traicionar.



De madrugada, cuando no amanece, tu hijo se despierta, prepara su desayuno y parte a la escuela. Es invierno, caen heladas terribles, la vegetación está mustia y cubierta de hielo. Ni un charco queda sin congelarse. Solo cuando las noches son nubladas no hiela. Cuando el cielo está lleno de estrellas, las plantas saben que van a morir. Muy pocas sobrevivirán al invierno. Vos socorrés a las macetas, las ponés dentro de la casa, cerca de la salamandra que permanece tibia hasta la madrugada y, aun así, no podés salvarlas.


Tu hijo a pie, en esa quemazón, cruza las diez cuadras que lo separan de la escuela con un libro entre las manos. A veces levanta la mirada al pasar por un cruce, pero no es necesario, a esa hora no hay mucha gente despierta conduciendo. Los gallos no lo distraen, tampoco los perros. Lee muy rápido los libros que le prestan, se apresura para devolverlos y traer otros. Está descubriendo el mundo. Su idea del mundo viene de la enfermedad de los escritores que lo preceden. Un mundo que se prende a su imaginación como un antídoto, porque ya sabe, siendo tan joven, que el mundo de los hombres no tiene remedio. No tiene arreglo. Está condenado. Es a través de la ficción que tu hijo conoce el mundo. Están bien los libros de historia, el Helena Curtis con todos los misterios de la biología, están bien la enciclopedia y los textos de filosofía. Pero de donde tu hijo extrae su saber es de las ficciones que lee contra el viento.


Admirás en secreto a tu hijo. Fuiste vos quien descubrió que el niño era voraz lector. Que leía todo lo que caía en sus manos, incluso los carteles en la calle, lo que fuera. Entrás en contacto por vez primera con la forma particular en que tu hijo se relaciona con el mundo. Tu hijo lee el mundo. Es el lector de los gestos, de los cambios de luz a lo largo del día. Tu hijo es capaz de leer sentimientos como si se tratara de poemas. Aprendió de la sabiduría que trafica la ficción.


Por lo tanto, tu hijo sabe que el mundo es agonía, sangre, luto, matanza, sexo, ambición, bondad, naturaleza. Tu hijo sabe que la naturaleza es compleja, que escapa a tu reducción de las fuerzas que rigen la existencia, y eso te emputece. Nada te da más odio que ese saber de tu hijo por encima del tuyo.


Cada día el espíritu de tu hijo camina sobre los charcos de hielo. Pero un día se detiene, sin reflejarse en nada, saca de su mochila un rimel y se ennegrece las pestañas, las arquea. Se pellizca los pómulos como en las películas clandestinas que ve cuando dormís.

La luz del sol recién se perfila en la cima de la montaña

El misterio de tu hijo sucede.



Fuente: Tusquets editores, Buenos Aires, 2025


Tahmineh Monzavi - Tina, 2010-2012 - Impresión pigmentada digital de archivo
Tahmineh Monzavi - Tina, 2010-2012 - Impresión pigmentada digital de archivo

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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