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  • Foto del escritorRevista Adynata

Un puente de tablas / Eduardo Magoo Nico

Una casona desconchada Las puertas cerradas Y las pupilas sesteando La hora del sol justo


De las unánimes cotorras De tanto apretar una maderita seca Vino un mirar turbio y burlón Releía por entonces viejos libros Y la niña repetía sus preguntas Allí donde otrora solía sentarse un perro El perro del Porqué

En las formas sinuosas de un gato Se agregaba ahora también un Paraqué Al simple placer de la lectura Entreveraba su diligente presencia A la tristeza de sentirme ausente Del único mundo verdadero (El de mi dorada adolescencia)

El verdinegro del bosque Improvisaba a mi lado En una gama armónica Que iba del dodecafonismo vienés Al brutal atonalismo neoyorquino

Comenzó entonces su turno de mentiras propias (Se iba convirtiendo en persona) La mugrienta Y de a poco me fui enterando Como era yo Contado por ella

Frente a la casa Se hizo de pronto enorme El silencio de las hojas Y mi leve desespero Ya no quiso interrumpirla… Era tal vez lila, el color de la menguante Pero el que yo imagino ahora Se parece más bien al fucsia O al morado

Cada ciudad y cada etapa de mi vida (En su relato) Aparecía manchado por el resentimiento Esa tortuosa forma de la cobardía: Una confesión no se da nunca entera Me dijo… Pero alivia La madera seca Ya casi moldeada por el cuchillo Tomaba las formas de un simulacro No quedó más que una perenne llovizna (De hilos muy delgados) Bajo las siempre unívocas cotorras Para entretejer la trama Un torrente de sucesos jamás ocurridos Como el desfigurado fantasma de palo Se quebró en el medio mi delirio Mostrando venaduras Punzantes de dolor Nada menos sinuoso que el dolor Comentó el Paraqué, alzando la cola (Otro pinzamiento en la columna) Casi todos los asuntos referían a la Pampa Y sus aconteceres O a un delta imposible... Como una pequeña convalecencia Quedó encastrado allí (En mi poca memoria) Su relato En la noche fresca En el rumor del río (Demasiado fuerte para mis oídos) En una lenta catarata de cajón

Intenté alzarme Avanzar un paso hacia la espesura Ella dibujó una sonrisa Los ojos negros, inmóviles La había visto tantas veces (En cada miserable rincón del mundo) Vieja amiga Vieja Lástima Siempre renovada y ecléctica

Había vivido todo este tiempo Entre demonios vestidos de bruma Esos treinta mil héroes invisibles En que se habían transformado Mis compañeros de aventuras Hechos con el oro de una raza de oro Y con el barro, de toda juventud Lúcido y plúmbeo como el mundo viejo Fresco, o recién hecho, como el mundo Cuelga de una cuerda su vestido El viento trae aún su canto (Apenas un sonido) Tan íntimo e indeleble Que hasta a veces arde...




Agradecemos cariñosamente a Magoo las ganas de compartir su libro Servidumbres.


Elliott Linwood Resistencia Abejas, colmena, vidrio y pastillas. Instalación

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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