Un puente de tablas / Eduardo Magoo Nico
- Revista Adynata
- 1 sept 2022
- 2 Min. de lectura
Una casona desconchada Las puertas cerradas Y las pupilas sesteando La hora del sol justo
De las unánimes cotorras De tanto apretar una maderita seca Vino un mirar turbio y burlón Releía por entonces viejos libros Y la niña repetía sus preguntas Allí donde otrora solía sentarse un perro El perro del Porqué
En las formas sinuosas de un gato Se agregaba ahora también un Paraqué Al simple placer de la lectura Entreveraba su diligente presencia A la tristeza de sentirme ausente Del único mundo verdadero (El de mi dorada adolescencia)
El verdinegro del bosque Improvisaba a mi lado En una gama armónica Que iba del dodecafonismo vienés Al brutal atonalismo neoyorquino
Comenzó entonces su turno de mentiras propias (Se iba convirtiendo en persona) La mugrienta Y de a poco me fui enterando Como era yo Contado por ella
Frente a la casa Se hizo de pronto enorme El silencio de las hojas Y mi leve desespero Ya no quiso interrumpirla… Era tal vez lila, el color de la menguante Pero el que yo imagino ahora Se parece más bien al fucsia O al morado
Cada ciudad y cada etapa de mi vida
(En su relato)
Aparecía manchado por el resentimiento
Esa tortuosa forma de la cobardía:
Una confesión no se da nunca entera
Me dijo…
Pero alivia
La madera seca
Ya casi moldeada por el cuchillo
Tomaba las formas de un simulacro
No quedó más que una perenne llovizna
(De hilos muy delgados)
Bajo las siempre unívocas cotorras
Para entretejer la trama
Un torrente de sucesos jamás ocurridos
Como el desfigurado fantasma de palo
Se quebró en el medio mi delirio
Mostrando venaduras
Punzantes de dolor
Nada menos sinuoso que el dolor
Comentó el Paraqué, alzando la cola
(Otro pinzamiento en la columna)
Casi todos los asuntos referían a la Pampa
Y sus aconteceres
O a un delta imposible...
Como una pequeña convalecencia
Quedó encastrado allí
(En mi poca memoria)
Su relato
En la noche fresca
En el rumor del río
(Demasiado fuerte para mis oídos)
En una lenta catarata de cajón
Intenté alzarme Avanzar un paso hacia la espesura Ella dibujó una sonrisa Los ojos negros, inmóviles La había visto tantas veces (En cada miserable rincón del mundo) Vieja amiga Vieja Lástima Siempre renovada y ecléctica
Había vivido todo este tiempo Entre demonios vestidos de bruma Esos treinta mil héroes invisibles En que se habían transformado Mis compañeros de aventuras Hechos con el oro de una raza de oro Y con el barro, de toda juventud Lúcido y plúmbeo como el mundo viejo Fresco, o recién hecho, como el mundo Cuelga de una cuerda su vestido El viento trae aún su canto (Apenas un sonido) Tan íntimo e indeleble Que hasta a veces arde...
Agradecemos cariñosamente a Magoo las ganas de compartir su libro Servidumbres.

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