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  • Foto del escritorRevista Adynata

Una letra / Daniel Rubinsztejn


El Inconsciente es un hecho nuevo que

comporta una estructura nueva e implica

un desmentido de la antigua relación

sujeto-objeto.[1]


Inicio de partida


El objeto a no es objeto, no es objetivable, es sin objetividad. Es nada. El nada.


Comenzar por el final es un modo de encarar la escritura del texto. La conclusión es conocida, pero lo esencial es el desarrollo para llegar allí. Ha sido un hallazgo de Lacan indicar su ex-sistencia con una letra. La a anota una función negatriz, (como acéfalo, aporía). La letra escribe una sustracción. Insurrección de una letra cuya presencia indica una ausencia.


También escribe la falta de identidad: a no es igual a a. Entonces escribe una sustitución, una letra que se sustituye a sí misma. ¿El psicoanálisis infringe la lógica? Lacan lo piensa al revés: es la lógica la que comienza infringiendo la ley del significante cuando escribe a=a.


Siendo que el sujeto es efecto del significante y el objeto su producto, ambos quedan ligados al concepto de corte. En algunas ocasiones, piensa al sujeto, otras al objeto, otras al inconsciente como corte: es su modo de enunciar una comunidad topológica. Si bien cada ocasión merece detenerse en las particularidades de su argumentación, podemos considerar que el corte da cuenta de la incidencia del significante, caída del objeto, y de sus consecuencias.


El objeto a es en fuga, no tiene imagen, no es un fenómeno en el sentido kantiano del término, no se atrapa en las coordenadas de tiempo y de espacio. Objeto caduco, cae, pero no cae bajo ningún concepto (es a-conceptual). Su connotación es vacía.


Está tomado del material significante. Es un operador obsceno, sucio, detestable, fuera de tiempo y espacio, fuera de escena pero la sostiene: “resto aborrecido del Otro”[2]. Resto que paradojalmente representa (¿representa?[3]) al sujeto en su real irreductible.


Confutación: Las heces, el pecho, objetos parciales de la demanda anteceden y preparan los bordes de un cuerpo que se sostiene alrededor de pérdidas, y anticipan a la voz y a la mirada que enmarcan al deseo: complejo de castración[4]. La voz, la mirada, las heces, lo oral, objetos parciales que no son a. Ningún objeto lo es. El a también da lugar a que haya un intercambio de las zonas pulsionales.


A veces al hablar se dice: “mira” lo que te digo. Llamado de la pulsión invocante es decir que está en la lengua esta intrincación pulsional en cuanto se van torciendo los lugares: del hablar a la mirada y al oír.


El deseo no tiene otro objeto que el significante de su reconocimiento que al articularlo lo hace in-articulable: sombras del infierno que insisten, habitan en el deseo hasta lo no reconocido. Hasta un ombligo que traga, succiona y escupe.


“La a es un término oscuro, opaco que participa de una nada a la cual se reduce. Más allá de esa nada, el sujeto buscará la sombra de su vida primeramente perdida”.[5]



Letra


¿Se podría tal vez obviar la palabra objeto, y sólo recurrir a la palabra letra?[6]


La letra escrita dibuja un borde -desde los inicios de la escritura- en piedra en arcilla, cuero, cerámica, madera, cera, papiros: libro (byblos), planta de papiro, escritos con una pluma de caña (kalamos). Introduce una diferencia en una superficie apta para el trazo.


Heridas en el cuerpo que permanecen como cicatrices, marcas, letras a leer[7]. La escritura es rajadura, presencia de lo discontinuo.


Un error o un salto de letras puede llevar a la muerte (como en el film Brazil), una letra -un borde distinto, distintivo- puede ser la diferencia entre vivir o no. La letra[8] es límite: vivifica porque ella evoca vestigios de goce, y –paradoja- mata subjetividad.


La letra Alef con la que la biblia no comienza -lo hace con la b-, es un inicio que dio lugar a innumerables textos cabalísticos, filosóficos y de psicoanálisis que investigaron e intentaron dar sentidos a este salto. Alef ausente en el inicio.


Sin embargo…objeto a. Nominarlo objeto reconoce una deuda con el descubrimiento freudiano. El objeto a es activo[9] y el efecto de esta actividad es poner al sujeto en posición subvertida, descentrarlo de sí mismo. “Es el objeto a el que desea.”[10]



Fantasma


Venimos de una escena en la que no estábamos.

El hombre es aquel a quien le falta una imagen[11]


Desear nos ubica en un punto ciego, como el espectador en Las Meninas. Al mirar, desaparecemos.


La relación del sujeto con el objeto a no es una relación de identificación, ni de representación. Se trata de una relación de borramiento, de extrañeza, en el límite de lo unheimlich.


El sujeto se experimenta como deseo; la respuesta del sujeto al deseo está en juego en el fantasma, ¿Qué clase de objeto somos para el deseo del Otro? Tener un lugar en el deseo del Otro es quedar reducido, en última instancia, a un objeto.


El fantasma se produce -no es originario- a partir de la relación del sujeto y del objeto a. El fantasma ya no es ni sujeto ni objeto, ya no se trata del sujeto que se pierde indefinidamente en la cadena significante a través de la metonimia, ni tampoco del objeto absolutamente perdido. Es una nueva composición, precipitado de un movimiento de separación, de desasimiento del Otro. El fantasma olvida la contingencia del objeto de la pulsión: $<>D, “ese nudo radical en donde confluyen la demanda y la pulsión”[12].


“Enfrentamiento perpetuo” del objeto y el sujeto. El objeto que amenaza con estabilizar, en el borde, en el losange, sostiene una relación de corte. Dos caras, un borde. El objeto y/o el sujeto pueden desaparecer. "¿Dónde está el sujeto? Es necesario encontrar al sujeto como un objeto perdido. Más precisamente este objeto perdido es el soporte del sujeto”[13].


Por instantes, suponemos un sujeto[14], y le atribuimos un deseo (del sujeto). La preposición del, también introduce un equívoco. El deseo, ¿es del sujeto? Tal vez del indica una dirección, entonces decimos que del deseo se es objeto, se es deseado.



Angustia


El lenguaje nunca abandona el territorio de la generalidad y por ello el hablante al hablar, jamás puede decir un singular y cuando lo intenta ceñir, sólo puede enunciar un ser en general; entonces la angustia -ausencia radical de palabra- “dice” alguna singularidad. Angustia la revelación de algo innombrable, del objeto esencial que ya no es un objeto sino algo ante lo cual todas las palabras desfallecen, se detienen: “el objeto de angustia por excelencia”.[15]


La angustia no es la de un objeto, es el signo de que habría sujeto, el índice (shifter) de la falta de (en) la enunciación.


Aphánisis, fading, desaparición, inter-mitencia, pulsación dan cuenta del vértigo que hace que quien todavía no es… jamás llegará a ser. Cuando el sujeto se viste de ser…esa vestimenta no le sienta bien: se escucha des-ser. Se revela un cuerpo, hay angustia. El objeto es decepción de una espera…siempre al borde de la angustia. “La poesía es la decepción de una espera, ahí donde espero una palabra me encuentro con otra” (R. Jackobson).

Es un momento de destitución subjetiva…salvaje. Las significaciones que recubren el deseo, se rompen. La certeza angustiosa aparece frente al vacío de significación, cuando se interroga por su ser en el intervalo. Se suspende el tiempo, abismo temporal. Hay una angustia ante la pérdida y también ante el exceso de presencia. Lo que aparece en lo siniestro no es el objeto a, lo convoca. También angustia la inminencia de una respuesta posible: falta la falta, y se presentifica el otro sabiendo ¿gozando?; su presencia es la inminencia de goce...ajeno.


La angustia tiene una función ontológica. Lo aclara el desarrollo de Heidegger en Ser y Tiempo[16]:

La angustia revela un estado de yecto: el ser ahí es caído de sí mismo, ser perdido. El estado de yecto no es un hecho consumado, ni un factum definitivo. El ser ahí, mientras sea lo que es, continúa en yección, y se suma en el torbellino de la impropiedad del uno, fuga del ser ahí.

El “ante que” de la angustia no es ningún ente intramundano, es indeterminado. Nada que es a la mano o ante los ojos dentro del mundo es lo que angustia. No sabe la angustia aquello que angustia. Se angustia ante el mismo ser en el mundo. En la angustia le va a uno inhóspitamente. Es decir no se está en su casa. (El habla es la casa del ser…dirá luego) En la angustia hay la posibilidad de un señalado abrir, porque la angustia singulariza. Esta singularización le hace patente la propiedad y la impropiedad como posibilidades de su ser.


***


A partir de Kant lo que antes giraba en torno al objeto ahora gira alrededor del sujeto, pero a él se llega a partir del objeto: la experiencia. El sujeto trascendental está desde el inicio dividido (según J.L. Nancy) entre sus facultades: sensibilidad/ entendimiento. No es uno[17].


El objeto a, escribe la imposibilidad de una división perfecta. Escribe así una constitución fallada, cuyo núcleo es la división, cuya causa es el significante; es decir que no habría una disyunción entre significante (que causa la división) y objeto causa (del deseo). Son los elementos esenciales en la operación de constitución del sujeto: función del significante, caída del objeto. El sintagma “eso no es eso”, revela que el referente nunca es el bueno y un fastidio estructural entre el primer eso y el segundo. La letra a es la escritura de esta inadecuación.



Final de partida


La esencia del discurso analítico es que haya un discurso que articule esta renuncia al goce, y que haga aparecer la función del plus-de-gozar.


La existencia misma del discurso implica una pérdida de goce. Pero, paradójicamente, el discurso mismo otorga los medios de goce.


El objeto a es simultáneamente pérdida de goce y plus (basta, suficiente) de goce.


La repetición es el intento de recuperación del objeto, a través de las marcas significantes que llevan –paradojalmente- a que al recorrerlas se lo vuelva a perder (Eurídice perdida dos veces). Sólo el intento de recuperación es posible, pero en lo que concierne al reencuentro del objeto queda expresado en potencial, “sólo se lo podría…”, expresión que nos indica una imposibilidad estructural.


“En esta escuela del mundo ni siendo malos alumnos repetiremos un año, un invierno, un verano. No es el mismo ningún día, no hay dos noches parecidas, igual mirada en los ojos, dos besos que se repitan.”

Wislawa Szymborska


Aún (que) el sujeto espere entrar al saber, si ingresara quedaría indeterminado.


Aún (que) el saber espere acoger al sexo, fracasa de nuevo. El objeto a es corte en la intersección de los tres registros, es lo que no cesa de perderse. Es el (des) encuentro entre el sujeto, el saber y el sexo. La suposición de saber permite que en la transferencia se diga... el fracaso[18].


Sujeto y objeto existen excluidos de la esfera del ser. Resuena la fórmula de La ciencia y la verdad: el sujeto está en exclusión interna de su objeto; es decir, un saber sin sujeto, es decir en el inconsciente el sujeto es a, es decir…



[1] Lacan J, entrevistado por Pierre Daix, 1966. Revista En el margen, Buenos Aires 2020. [2] Lacan J, Seminario 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires 2006. [3] El a representa, el significante representa al sujeto… tal vez sea in-eliminable algo de la representación. [4]“El material del significante, somos nosotros quienes lo proveemos, es con nuestros propios miembros -lo imaginario es eso- que armamos el alfabeto de ese discurso que es inconsciente, cada uno de nosotros en relaciones diversas, porque no nos servimos de los mismos elementos”. Lacan J, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires 2014. [5] Lacan J., Seminario 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires 2014. [6] Letra: soporte material; función localizada del significante; posibilita la operación de lectura, es decir, de interpretación; litoral…etc. [7] “Nosotros pensamos la forma sonora y la escritura como cuerpo de la palabra, la melodía y el ritmo como el alma, y lo relativo a la significación como el espíritu del habla”. M. Heidegger, Carta sobre el humanismo, Alianza Editorial, Madrid 2000. [8] “Menos literatura pero más atención a la letra”. Ibíd. [9] “El hombre piensa con su objeto pero ese objeto es ob, hace objeción a ser pensado”. Es lo que causa pensamiento. [10] Lacan, J, La angustia, Paidós, Buenos Aires 2006. [11] Quignard P, El sexo y el espanto, Minúscula Ed, Barcelona 2005 pág. 8. [12]Lacan J, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Barral, Barcelona 1974, pág. 217. [13]Lacan J., El discurso de Baltimore, en Lacan oral, Xavier Bóveda, Bs.As. 1983. [14] “El sujeto que se deduce del lenguaje y de su incidencia en un cuerpo no es algo que pueda caber en el concepto, ni siquiera en el de sujeto”. (Le Gaufey G., El notodo de Lacan, Ediciones literales, Bs.As. 2009, p.11). [15] Lacan J., El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires 1983. [16] Heidegger M, Ser y Tiempo Losada, Buenos Aires. pág. 206 a 211. [17] A partir de Rousseau aparecerá el sujeto del derecho del contrato, activo, libre, responsable opuesto al sujetado, súbdito de su majestad. Objectum significa lo arrojado al encuentro. [18] Cualquier impostura del analista respecto de algún saber simularía que sabe algo (¿todo?) de lo que es imposible saber. Es una eternización de la transferencia, más que una apuesta a un final del análisis. No se trata de correrse de ese lugar, porque es el que permite escuchar. No hay escucha objetiva de lo que le pasa a un paciente, porque "el analista forma parte del concepto de inconsciente". Golpea los postigos desde adentro, para que se reabran.



Pablo Accinelli - "Relación concreta" (tipografía interna – tipografía externa) - 2015 - Vinilo y cinta de enmascarar - 60 x 90cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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