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  • Foto del escritorRevista Adynata

Villaguay / Juan L. Ortiz


(Para Justo Miranda)


¿Dónde está mi corazón, al fin?

Ah, mi corazón está en todo.

En las vidas más increíbles, próximas y lejanas.

Está en las más hermanas de aquí y de allá, caídas o incorporadas

sobre sí mismas, en el límite del martirio, con la sonrisa de la fe.


En todo, mis amigos.

En los finos tallos que tiemblan al anochecer

en una apenas blanca luz que va a morir, medio desamparada:

¿qué presentimientos los de las maduras hierbas altas?


Está en todo mi corazón pero allí estuvo también-mi infancia.

Allí las siestas del monte, dulces para siempre de ubajay,

con su silencio lleno de flores raras y de lazos invisibles,

verde sobre los tajamares y sus fantásticas criaturas de luz...

Allí las primeras heridas de la crueldad inútil

que aún me sangran la adhesión a los “amiguitos inocentes...”.

Allí en el pueblo otra vez el monte, y el arroyo

que he vuelto a ver y oír en su purísimo sueño

discretamente abierto o misteriosamente sensible

bajo los arcos de las ramas con enredaderas estrelladas...

El canto del arroyo en la tarde que de repente se pierde

en su propio olvido y vuelve con una pena imposible: la paloma...

¿Qué secreto alado o íntimo, quiebra, eterno, sobre las piedras, ese canto?


Allí bajo los naranjos la noche me hablara una vez,

y me llevara, con mano de azahar, hacia el país del vértigo,

y allí, después, las sombras del jardín vecino

palpitaron de velos celestes como de otras señales...


Allí en el cerco junto al cual había pasado la niña

la búsqueda de lo que quedara de ella, entre los jazmines como un aura...


Allí en la cañada del baldío la gracia de la lluvia destrenzándose entre las pálidas biznagas...

(La lluvia que allí también nos internaba aún más en las cosas primeras,

y en un raro desplazamiento, al crepúsculo, nos acercaba el monte:

el monte, todavía, como una sutil alma de fondo

que da nobleza a los gestos y a la vez los hace algo defensivos

en su misma fuga gentil, en su desvío ligero...

El vago pavor del monte cuando el cielo se cerraba sobre él,

lleno de largos brazos negros y de miradas lívidas,

de figuras de niebla, enormes, que flotaban, extrañas, sobre una ahumada plata...

Y el niño solo, solo, solo, no había encontrado aún la vaca...).


Allí ‘la señorita Amelia” con el canto grave de su voz y sus puros dedos de nácar

en la armonía de los trozos oportunos y esperados, oh esperados...

Delgada sombra allá, en el más allá, seguirás poniendo alas a los tiernos espíritus?

A ti el ramo de siemprevivas o la corona del mirto nuestro con el rocío debido...


Allí los 25 madrugados y el olor del merino nuevo, azul, y el chocolate cálido en la escuela iluminada

y la plaza bicolor toda cantada bajo el primer oro helado,

y las dianas a las puertas y la patria, en fin, de “cuadros vivos" y bengalas...


Allí las retretas con “tucos” en los altos peinados o en las cabelleras sueltas,

y las casas con quintas profundas asomándose casi al zaguán sombrío

con todas las delicias del estío final ofrecidas a la sed...


Allí el senderito que bajaba de mi casa por la vereda de tierra, hacia el este,

y los juegos vespertinos, y las competiciones vespertinas, entre una polvareda épica

o de irisada gloria tenue que demoraba en la calle una franja casi mística

en que las claras muselinas últimas ya entonces no me parecían de este mundo...


Allí la fantasía anónima encendiendo sobre el camino puentes de leyenda entre los álamos nocturnos,

y los “idos” miserables en que no se sabía qué de la selva murmuraba o se dolía...


Allí las veladas leídas, con Manuel Acuña y Manuel Flores, bajo la lámpara amarilla,

más inspirados todavía, y más tristes y fatales todavía, en los labios de mi hermana

que suspiraba también a Jorge Isaacs en aquel: “soñé vagar por bosques de palmeras”...


Allí la Biblia de las 2 de la tarde de Enero, escondido por ahí,

con su movimiento y su ritmo caminados como otras aguas por los pies milagrosos...


Allí el más allá del color y de la forma con su sonrisa a través de las hojas azoradas,

y los lápices y las plumas y los pinceles, simples, tímidos y pacientes...


Y allí los amigos, oh los amigos, que he vuelto a ver como el monte y el arroyo.

Las manos fieles que quedan, ay, de la aventura aquella en ia comarca sin nombre"...

Los amigos cariñosos inclinados conmigo sobre el hondo paraíso común

y encontrando juntos, en la rueda convivial, la fuente límpida de todos en que se mira la fe nueva...


Los Antonio, los Román, los Pepe, los Juan Ángel, los Alberto, los Armando, los Justo...

Los Justo... qué paisaje esencial mejor se da en una flor humana?

Y esa flor se abrió para mí cuando las otras flores dormían tras las tapias

sobre el tierno minuto, ¿en qué reloj? de sus primeros escalofríos aéreos...

Y conocí su perfume viril y suave de helechos y de musgos, de preciosas maderas vírgenes,

sus efluvios humildes de yo no sé qué incienso ideal y telúrico...


Ah, mis amigos, hemos hallado juntos la fuente original que llevábamos oculta

y en ella se miró nuestra fe más segura así en la otra claridad:

éramos todos diáfanos y lo seremos más en la profunda gran relación sin trabas:

una la raíz, la delicada raíz, una, y los hilos cada vez más lejanos, más hondos, más activos...

Ya el destino, otra fuente, otra fuente imantada, en el espacio del anhelo, con la línea del día cierto,

y Ia misma fe que “hacen” ya y miden y exploran por allá, bien viviente, y encarnada,

anudan una nueva, vastísima niñez, alegremente tendida hacia una transparente amistad inédita,

o una muy ancha, anchísima amistad vuelta esta vez hacia una niñez aún no nacida...



Fuente: Ortiz, J.L. (2005) Obra Completa. Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe.



Gonzalo Sicre - "El viajero inmóvil" - 2017 - Óleo sobre lienzo 33 x 41 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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