¡Cuidado Psicoanálisis! De la interpretación a la multiplicidad
Alerta Lou
Los miércoles psicoanalíticos eran reuniones donde se juntaban Freud y los primeros analistas desde los comienzos del siglo XX (Nietzsche muere un 25 de agosto de 1900). Se utilizaban para pensar personajes famosos, poetas, escritores, músicos, artistas. Trataban de sacarle su clínica y su patología.
Lou Andreas-Salomé (escritora, poeta, pensadora, psicoanalista, filósofa, amiga de Nietzsche en su juventud) aunque no reconocida, participaba de esos pensamientos.
Además de escribirse cartas con Freud y concurrir a algunos cursos, encontramos pistas en sus diarios durante el invierno de 1912/1913 en Viena.
Les acercaba a este grupo ideas mejoradas, con más matices. Les sugería que no piensen al humano desde su centro, que no proyecten. Les decía que estaban armando una teoría alrededor del hombre, de centro, de lo que a ellos les pasa. Que se estaban equivocando. Les recomendaba que no hagan falocentrismo, egocentrismo, ni hombrecentrismo. Toda fuerza unitiva trabaja así: creerse que es lo único y desde ahí proyectar el resto de las cosas.
A las personas que entran a un lugar y no tienen registro de que algo ya estaba pasando se les suele decir la fiesta no empieza cuando vos llegas
Así también se arman teorías y ciencias, ciudades y sujetos.
Lou se enviaba correspondencias con Freud en las que volcaba su pensamiento acerca de la sublimación, la neurosis, la locura, los celos, las pasiones.
En una de sus cartas, haciendo referencia a Spinoza, escribe:
“Resulta hermoso para mí el reencontrar aquí al único pensador por quien siento, casi desde mi infancia, una profunda afinidad intuitiva y que sea, también al mismo tiempo, el filósofo del psicoanálisis. Sea cual fuere el punto sobre el que se reflexione con profundidad, se acaba tropezando con él; le sale a uno al paso pues está siempre presto y a la espera en el camino.” [1]
Spinoza, filósofo de las pasiones, filósofo de naufragios. Piloto de naves.
Firmaba sus cartas con la palabra Caute. Cautela, prudencia, prevención, alerta, señal, peligro, cuidado. Cuidado es una palabra ambigua, palabra borde, palabra afectada, performática. Que protege y alarma.
Lou Andreas-Salomé les recomienda a los diagnosticadores de los miércoles psicoanalíticos que estudien a Spinoza, que tengan presente la atmósfera spinozeana, como incluso Tausk -inteligencia admirada y celada por Freud- ya había hecho en 1907.
Decimos psicoanálisis para referirnos a una manera de pensar, sentir, y acompañar la vida con interpretaciones, muchas veces unicausales y direccionadas a lo familiar, con interpretaciones en relación al deseo como falta, castradas de los ecos colectivos.
Se deja todo servido para tener un tipo de pensamiento y corporalidad devaluados en relación a un modelo que aún falta. Aunque el modelo no se visualice, aunque ya no sea la normalidad o la mayoría. Incluso elevándolo a la categoría de simbólico.
Alerta Mónica
Ejemplos de estos hay miles.
Nos servimos de uno que se encuentra en el libro moradas nietzscheanas (escrito en la Argentina del 2001) de Mónica Cragnolini a propósito de los miércoles psicoanalíticos.
“El tema "Nietzsche" fue objeto de tratamiento de dos sesiones de los Miércoles, en los inicios del Psicoanálisis: la del 1 de abril de 1908, y la del 28 de octubre del mismo año. En la primera sesión, dedicada a analizar el tercer tratado de la Genealogía de la moral, el eje de la discusión lo constituyó el contraste entre la vida cotidiana de Nietzsche y los temas de sus obras. En este sentido, el expositor, Hitschmann, señaló que Nietzsche, tan agudo para reconocer los orígenes del ideal ascético en la cultura de Occidente, fue incapaz de ver de qué manera sus propios ideales eran deseos irrealizados, considerando que su obra representaba una forma de rechazo a las circunstancias en las que le había tocado vivir. De allí el "notorio contraste" entre su conducta cotidiana y el tema de sus obras: "mientras que en la vida real se mostraba triste y sombrío, sus obras rezuman gozo, júbilo y danza dionisíacos". El hombre "fino, delicado y compasivo" se transformaba en sus obras en un defensor de la crueldad.
En la discusión posterior, los expositores, encarando la cuestión de dicho contraste desde un punto de vista patológico, apuntaron diversas explicaciones: sujeto con estigmas hereditarios, que acusa síntomas histéricos en sus estados epileptoides sin pérdida de conciencia, identificado con su padre tal vez por motivaciones homosexuales, dirá Sadger; Federn hablará del hecho de que su filosofía se ha con formado como contraste con su propia existencia, y dará importancia al tema de la homosexualidad y la represión de las pulsiones sexuales. Rank indicará que la delicadeza y la mesura de Nietzsche, por un lado, y su glorificación de la crueldad en sus escritos, por el otro, son explicables por la supresión de la pulsión sádica en su vida, Stekel, por su parte, señalará el desplazamiento que lo lleva del enigma de la sexualidad al enigma del mundo, como en todo filósofo.
Sólo Adler recobrará algo de la multiplicidad del pensamiento y de la vida nietzscheanas, irreductibles a explicación por contrastes y deseos no realizados, al señalar que un filósofo (extendámoslo: una filosofía) es demasiado complejo como para poder ser reducido a una sola neurosis.
La segunda sesión, iniciada por Häutler, se dedicó al Ecce Homo, centrándose en las relaciones entre la obra y la locura. Para Häutler, el retrato que Nietzsche hace de sí no responde a la verdad, pero es "una expresión de deseos: así quería Nietzsche que lo vieran". E interpreta las máscaras de Nietzsche-Schopenhauer, Wagner, Zarathustra, Dionysos- como un intento de identificación con "seres superiores", que lo llevaba a estados de éxtasis que le hacían creer que él mismo era el dios. Por otro lado, esa tendencia a la dramatización ("ser otros personajes") se hallaba relacionada con su abstinencia de toda satisfacción sexual.
Entre los expositores de la discusión posterior, las opiniones variaron: desde la caracterización de Nietzsche como neurótico (Federn), psicótico (Rie), sádico (Rank), etc. Freud, por su parte, destacó la importancia de la enfermedad, que aparta al hombre de la vida, y lo retrotrae hacia sí mismo, poniéndolo cerca de aquello de lo cual todo homosexual se siente más cercano: su yo. Pero lo descubierto en su yo es lo que proyecta hacia el exterior como exigencia de vida, lo que lo lleva del "es" al "debe" (por eso para Freud Nietzsche es un moralista y no un científico).
Como se evidencia en lo señalado, la mayoría de las interpretaciones apuntan a indicar el elemento de disparidad entre la vida "real" de Nietzsche, el tímido, delicado y prolijo profesor, y el carácter -según los intérpretes- exaltador de los sentidos, de los instintos y de las pasiones presente en sus obras. (...) Esta conclusión se basa, desde mi punto de vista, en una concepción del deseo como carencia que apunta a determinados objetos y que, cuando no logra la realización en los mismos, se desplaza hacia otros niveles de objetualidad. Lo que intentaré en las líneas que siguen es mostrar, desde la propia idea nietzscheana del deseo, que tal disparidad y supuesto contraste carecen de sentido y que por el contrario denotan, más que una cuestión de represión o desplazamiento del deseo, otras formas de configuración del mismo.” [2]
Piensan que la literatura es sublimación del deseo irrealizado y que la obra de Nietzsche es lo que quería hacer de su vida y no pudo, entre otras miles de interpretaciones berretas y conclusivas.
Una alerta más
La herencia de pensar nuestras antenas sensibles, nuestros faros, nuestras barcas, como casos clínicos. Así con Dostoievski, así con Richard, así con Anna O, Dora, Juanito, Schreber, Fijman, Pizarnik…
Al rescate de este tipo de violencias Marcelo Percia, en el 2008 en Argentina, escribe el libro Alejandra Pizarnik, maestra de psicoanálisis.
“La afirmación de que Alejandra Pizarnik es la primera analizante en castellano no necesita ser probada contando cosas de su intimidad o coleccionando circunstancias biográficas (historias de familia, judaísmo, aventuras sexuales, viajes, lecturas, depresiones, noches de insomnio, internaciones, intentos de suicidio o su muerte a los treinta y seis años por exceso de pastillas para dormir). Esos ´deshechos´ de su vida apenas interesan aquí. No se recorta su estar analizante para engrosar la lista de casos clínicos.
“(...) Elijo a Pizarnik como maestra de psicoanálisis porque su obra resiste cualquier intento de armado o proyección de una escuela.”
“Habría muchos otros modos de nombrarla: la mujer de la existencia venidera, la llamadora de ausencias, la que desespera del lenguaje, la que se aloja partida, la que arremete viajera, la enamorada de las ruinas, la que hace el mundo palabra por palabra, la que se siente deletreada por un semianalfabeto, la que vive desnuda como si llevara un traje de vidrio, la que tiene deseos de huir hacia un país más hospitalario, la inlúcida que sabe que ama sombras, la que escribe con humor ¨mi amante es obscena porque me toca la hora¨, la que se da cuenta que cumple una pena por nada, la del lenguaje alejandrino, la que va hacia no hay dónde, la que intenta nacerse sola, la que pregunta cómo es posible no saber tanto, la niña santa y lujuriosa, la que pide ser curada de algo que no se cura, la que advierte que habla para amueblar el escenario vacío del silencio, la que siente que el envejecimiento del rostro ha de ser una herida de espantoso cuchillo, la reina en el exilio, la que simpatiza con todos los sufrimientos, la que piensa que la felicidad consiste en estar a salvo del pronombre yo, la supliciada, la que fue demasiado lejos en su soledad.” [3]
Multiplicidad Nietzsche
Una de las magias de Nietzsche es que hace y construye un pensamiento de la multiplicidad.
Una lógica de la multiplicidad.
Su principal criterio es el de la libre conectividad. Todos los puntos pueden entrar en conexión con todos los puntos. Ahí donde hay un centro jerarquizado dando sentido lo que hay son rutas de elementos que pueden entrar en composición con otras.
Las llamó interpretaciones. Hoy se convirtieron en tener el derecho de decir conclusiones. Un juego conclusivo.
Multiplicidad, en cambio, se trata de que a ese múltiple se le pueda extraer su centro jerárquico y siga teniendo consistencia. Una multiplicidad tiene muchas direcciones a la vez. No es ni la reducción al Uno ni la dispersión de los elementos.
La multiplicidad más que de elementos es de dimensiones. Y esas dimensiones le imponen a la multiplicidad cambios de direcciones. No tiene ni principio ni fin, siempre medio, por el que crece y desborda.
Dimensiones sin sujeto ni objeto, distribuibles en consistencias que se sustraen del centro. No se trata de eliminar el centro y ponerse a guerrear, se lo deja como una dimensión más.
Formas de consistencia no organizadas jerárquicamente. La unidad a eso lo llama dispersión o falta de estructura o falta de conducción. La propuesta es un tipo de consistencia donde eso que hace de conducción, y pretende seguir siendo lo que es, nunca sea más que una dimensión más. Que nada pueda tomar el poder sobre el conjunto de las dimensiones. Que ninguna dimensión pueda siquiera aspirar a darles unidad a las demás.
Por lo cual las interpretaciones que hacían de Nietzsche no tenían en cuenta su filosofía. Estaban haciendo otra cosa.
Una multiplicidad no es una vida recuperable con características biográficas ni literarias. Se ensaya una narrativa no conclusiva que tampoco es descriptiva. Algo que no se divide y es a la vez un continuo cambio de naturaleza. Una multiplicidad se define por su enorme capacidad de metamorfosis y es por eso que se opone a cualquier noción de individuo.
Por eso justamente puede haber un nietzsche anarquista, un nietzsche nazi, un nietzsche fascista, un nietzsche comunista, un nietzsche artístico.
Pero todavía algo más: loco, excéntrico, tímido, bigotón. Al que lo atacaban dolores de cabeza y malestares físicos, el que se regocijaba en lugares altos y tranquilos, el retirado, el solitario, el filólogo que quería ser alguien, el hijo de un pastor. Al que su amiga llamó orejas para captar lo inaudito, el que tuvo que ser cuidado por su madre, el tergiversado y celado por su hermana, el que odiaba a su cuñado nazi, el que leía Spinoza en Sils María. Erudito de religiones, crítico sagaz, lanzador de dados, al que jubilaron de la universidad en temprana edad, el que no pudo soportar la crueldad sobre un animal y se desvaneció para nunca más decir nada, el que un día lloró amargamente, el que escribió en menos de un mes en estado de éxtasis la mejor obra de imágenes y palabras jamás nunca escrita, el que desafió al cristianismo. Inventor del eterno retorno, ¿optimista del amor fati o pesimista de esta humanidad? ¿El amigo de Wagner o el discípulo de Schopenhauer?
El martillador de morales, el creador de una filosofía, el primero de los psicoanalistas.
Dionysos, crucificado, internado en un psiquiátrico, sobrediagnosticado a lo largo de los tiempos. El que nos cuenta sin condescendencias sobre las fuerzas de las pasiones y sus efectos.
Ese viento que todavía nos sopla en las ciudades por venir.
¿Cómo se puede reducir una obra? ¿Y una vida? ¿A qué lugares se quiere llegar tan rápidamente, a dónde hay que ir, qué es lo que se quiere concluir? Pasión por finalizar el día, por terminar, deseo de morir. Nihilistas.
¿Podemos entonces reprocharle al psicoanálisis su relación con la falta, su estructuralismo tentador, su idea de deseo como llamado interno, su coqueteo con la pulsión de muerte?
Alerta Lou: ¡No se olviden de Spinoza!
[1] Aprendiendo con Freud. Spinoza. Lou Andreas Salome. Ed. Laerte. 1978
[2] Moradas nietzscheanas. Del sí mismo, del otro y del “entre”. Mónica B. Cragnolini. 2a ed. La Cebra. 2016.
[3] Alejandra Pizarnik, maestra de psicoanálisis. Prólogo. Marcelo Percia. Ed. Alción 2008.
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