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  • Foto del escritorRevista Adynata

Último encuentro con Jacobo Fijman / Vicente Zito Lema*

Descubrí que al hablar de tu muerte,

hablaba de la mía…


Apenas momentos

-Ha pagado con usura la búsqueda de la belleza, el haberla encontrado. ¿El dolor en su vida fue la usura, abrir los ojos en la oscuridad fue la culpa? ¿Se redimía de algún grave pecado?

¿Cuál es el peor de los pecados, si lo hay, que un poeta puede cometer?


-La soberbia. Negarse a ser un niño. Dejarse atrapar por la tristeza, la soledad, y la desesperanza.


-Duele estar solo mientras el corazón se apaga…


-Vaya que duele estar solo, perdido en un desierto que no tiene principio, pero aun así un poeta no puede dejar de escribir. Hay que seguir en la tarea, poner palabras a lo que el alma siente, para que nazca la música.


-¿Eso es ser poeta? ¿Volver a ser aquel niño que no distinguía la música de los ayes del dolor? ¿Cuando todo tenía una misma potencia de nacimiento…?


-Sí, la legitimidad de la poesía la da el poeta cuando escucha las palabras, aun aquellas anteriores a la conciencia… Siempre hay un murmullo, una voz que nos dicta, aunque no distingamos todo lo que nos dice, su cifrado de alerta…


-La poesía también nos dicta el silencio, es lo que a veces siento. ¿Dónde estará la luz en la noche apagada, cuando cada estrella se vuelve eterna y el silencio atemoriza…?


-Cuando la noche es la luz, aquí aparece el misterio del alma… El alma escucha todas las palabras, también las que están por nacer y sólo se queda con algunas…


-¿Y si el alma está herida, y si el alma está seca, y si el alma es un vacío…?


-Ahí ya está escuchando las voces de la muerte… Prepárese entonces para el diálogo con Dios…


-¿Le teme a la muerte, hablo de la muerte como un espacio infinito sin palabras? Leyendo su poesía pareciera que esa muerte cuanto menos ha perdido su jactancia. Creo que su único temor es no merecer el amor de Dios…


-¿Cómo no temer a lo que amo? O al menos, ¿cómo temer a lo que ya no sé si amo, a lo que ya no sé si fue…?


-¿La duda no es amor?, ¿su queja no es su deseo…? Leyendo su poesía siento que se puede seguir entre las sombras hasta encontrar el sentido final de la propia poesía, allí donde la poesía no se separa de su sentido, allí donde la poesía descubre que el dolor que dio la vida fue el único sentido…


-La poesía tiene rituales sagrados, y lo sagrado puede ser doloroso, aunque nos ayude a construir el único aliento fugaz de felicidad, esa tabla de salvación a la que finalmente nos aferramos, aunque ya no haya mar. Sí, los rituales hay que cumplirlos, son mandatos que llegan desde el cielo, desde el mismo umbral de las nubes, son los presagios que anuncian la verdad del corazón… Aun en el hospicio me entero de lo que pasa en el mundo… y me lamento, y sufro…


-Cuando los cielos del mundo se llenan de muerte, uno intenta respirar pero se ahoga… yo siento que me ahogo, la angustia se pervierte en una piedra…


-Tendrá que esperar el fin de la noche para poder respirar con ese viento de música que usted sueña… cuando suceden todas las tristezas, cuando caen sobre nuestra alma todos los dolores, todos los que fueron y los que serán, todas las muertes… Hay que descubrir y enfrentar un solo dolor, buscar una sola muerte, entrar en esos únicos ojos, para poder verla.


-¿Cómo es la muerte que ve? ¿Es el espanto, es una gracia?


-La muerte que veo venir no es la muerte que aspiré para mí, no es la muerte que merezco…

Tengo que decirle algo… pienso que me escuchará, que he encontrado en Usted esa buena amistad que nutre el alma… Somos amigos en la vida, en la poesía, ¿no es así?


-Para mí Usted es un maestro al que respeto porque se consume en su propio desierto, un desierto que usted mismo creó para ser parte del mundo, ¿me entiende? Y he llegado a quererlo mucho, hablo de una fraternidad que no se explica, nació porque tenía que nacer…


-¿Puedo pedirle un favor? Olvídese de lo que soy y piense en el viento. Dios muchas veces me habló desde el viento…


-Sí. Miraré el cielo y las nubes. Me sorprenderé una vez más y escucharé lo que quiera decirme… Escucharé lo que dice el viento… Sabré que una voz amada nos habla desde el viento…


-Sé que dentro de muy poco, me voy a morir, hablo de mi muerte aquí. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte, porque ya estoy muerto en Cristo, sino de que me abran la cabeza como hacen con todos los que mueren en el manicomio…. ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio, la poesía, quiero estar hermoso. Además me aguarda ella, la Virgen, la única que no se burló de mi amor, ni me rechazó… ¿Se ocupará de mí cuando muera? Sáquenme a toda prisa de la morgue del hospicio. No deje que me destrocen y humillen mi último dolor ¿Me lo promete?


-Se lo prometo… y sentiré que alguien me espera en el final del camino… ¿Recuerda que escribió “es muy larga la noche del corazón”?


-Fue hace muchos años… Nunca imaginé que duraría tanto esa noche, tampoco que serían mis días los de un poeta despidiendo la luz en los cielos que enturbian estos muros.


*Texto reescrito en octubre de 2022.



Isabel Ruiz Sin título, 2019 Fotografía 136 x 116 cm


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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