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  • Entrevista a Slavoj Žižek / Florence “Flo” Read

    Flo: Quiero empezar deseándote un feliz Día de la Liberación . Hoy se cumple el momento en que Donald Trump impuso tarifas a casi todos los países del mundo. Excepto —¿lo viste?— Rusia y Corea del Norte. ¡Literalmente! Es increíble. Un optimista de izquierda podría decir que esto marca el fin de la era del libre comercio servil. ¿Sos de esos optimistas? ¿Te sentís liberado? Žižek: No. Para empezar, voy a hacer un chiste barato, pero realista: en tiempos como estos, ser optimista es un suicidio, porque estás condenado a la decepción permanente. En cambio, si sos pesimista, de vez en cuando sucede algo mínimo que te da cierta esperanza. De hecho, en esto coincido con mi amigo Yanis Varoufakis —aunque tenemos grandes desacuerdos—. Todo debe ser repensado cuando figuras como Trump, J. D. Vance, Elon Musk, al menos en Estados Unidos, llegan a ser quienes gobiernan. ¿Qué representan ellos? Ya no son figuras de autoridad tradicionales. Y por “tradicional” no hablo del siglo XVII, sino de apenas unas décadas atrás. Lo primero es que la obscenidad —incluso la de burlarse de sí mismos— forma parte de su imagen. Por eso encuentro problemático el trabajo de tantos comediantes progresistas como Jon Stewart: repiten los chistes regulares, hacen burla de Trump. Pero Trump ya es, de algún modo, una caricatura de sí mismo. Todo debe ser repensado, y lo digo sin ironía. Incluso en sintonía con una cierta sensibilidad feminista, que tiende a culpar al patriarcado, pero no en el sentido habitual. Me refiero a lo mejor de la teoría crítica. Ya en los años treinta, Adorno escribió un texto maravilloso en el que subrayaba que figuras como Hitler no funcionan como “padres” en sentido clásico. Operan de otra manera. Hoy se debate cómo entender ese funcionamiento. Una hipótesis freudiana interesante viene de Tótem y tabú , donde Freud elabora ese mito del Urvater , el padre primordial que… En el mito freudiano de Tótem y tabú , el padre primordial —ese Urvater — aterroriza a toda la familia, viola, tiene sexo con todas las mujeres. Los hijos se unen, lo matan, y el padre regresa como fantasma, como autoridad simbólica. Así nace el poder simbólico normal. Lacan dio otra interpretación: dijo que Freud se había equivocado. Primero aparece el padre simbólico. Y hoy, con figuras como Kim Jong-un, Trump, y otros, lo que vemos son versiones del padre primordial en toda su obscenidad. Ahora bien, ¿son siquiera figuras paternas, aunque sea en versión perversa? Pensaba en Elon Musk. ¿Sabés a qué me recordó? A Marx, en lo que creo que es su peor texto, La ideología alemana . Allí Marx imagina cómo sería el comunismo: por la mañana trabajás en el campo, por la tarde escribís un libro, por la noche hacés otra cosa… ¿No es así como funciona Musk? Dos horas planea cómo volar a Marte, luego pasa a Tesla, después a despedir a 5.000 empleados, y así sucesivamente. Es una locura absoluta: saltar de un lado a otro. Y lo mismo con su vida sexual. Lo último que leí es que tiene 13 o 14 hijos, cada uno con una mujer distinta. Y algo todavía más extraño: me contaron amigos en Los Ángeles que para sus hijas creó no solo un sistema de homeschooling , sino una escuela secundaria pequeña, privada, hecha solo para algunos de sus hijos. Allí se enseñaba lo que él quería: sin humanidades, sin música, sin lenguas extranjeras. Solo lo que él consideraba útil. ¿No hay en esto algo casi —lo digo de manera ingenua— comunista? Una falsa forma de libertad, en la que “ser libre” significa saltar de acá para allá, sin límite. Mi conclusión, para no perderme: ¿no es Musk el resultado inesperado del 68? Cuando soñábamos con escapar del lenguaje alienado, del trabajo rutinario, de la monotonía… ¿no hemos terminado con Musk como su caricatura final? Creo que la única manera de entender a estos nuevos políticos populistas de derecha es verlos como el resultado final del 68. El 68 fue un acontecimiento muy ambiguo. Es el mayor ejemplo de cómo el sistema logró apropiarse de lo que percibía como un movimiento subversivo. Había tres grandes consignas. Primero: contra las fábricas, para un trabajo más creativo. Segundo: liberación sexual. Tercero: contra las universidades alienadas, para un estudio más individual, más creativo. Y lo que tenemos hoy es una versión pervertida de todo eso. En lugar de ser un simple número más en la cadena de montaje de un auto, lo que tenés es trabajo precario. Y creo que eso es lo más horrible que podés imaginar. Porque es ingenioso: para mí, la empresa capitalista típica de hoy es algo como Uber. Dicen: “No tenemos nada que ver con el capitalismo, somos mediadores neutrales. Hay gente que ofrece un servicio —manejar un auto— y gente que lo necesita. Nosotros solo los conectamos”. Ideológicamente funciona tan bien porque te hacen sentir que no sos explotado, que en realidad sos un pequeño capitalista. Mirá al trabajador precario: si manejás para Uber o trabajás en tareas digitales, se supone que “tenés tus propios medios de producción”. Entonces, ¿cómo podrías ser víctima de explotación? Eso es cómo el sistema apropió la lección del 68 contra el trabajo alienado en fábricas. Luego, la educación. Lo vemos no solo en Estados Unidos, sino también en Inglaterra. Las humanidades, las facultades que supuestamente eran espacios de pensamiento crítico, son denunciadas como abstracciones desconectadas de la vida real. Le pasó a mi amigo Frank Kruger en Dundee, en Kingston aquí, y en tantos otros lugares. Y en cuanto a la sexualidad… ya lo sabemos: se prometió libertad, pero lo que tenemos es una sexualidad totalmente mercantilizada. Para terminar: yo estaba allí, soy lo bastante viejo. En el 68 tenía 17 o 18 años. No participé, pero lo observaba. Y ya entonces algo me incomodaba: ese aspecto ocultamente antifeminista del movimiento. La histeria era percibida como un vector: las histéricas provocaban, pero en el fondo lo que querían era un nuevo amo. En cambio, la perversión era celebrada como liberadora. Pero la gran lección —y aquí Freud es maravilloso— es que “en ningún lugar el inconsciente es más inaccesible que en la perversión”. Esto contradecía la idea popular: se pensaba que el perverso era el que sacaba a la luz toda la basura, lo asqueroso, lo reprimido. Pero no. Lacan retoma a Freud en este punto: toda estructura de poder encuentra su subsuelo obsceno, su sótano de perversiones. Toda estructura de poder necesita su subsuelo obsceno, sus perversos ocultos que hagan el trabajo sucio. La crítica de Lacan al 68 es muy interesante. Se opone a esa fórmula popular —si hablás un poco de francés la conocés— jouir sans entrave : gozar sin obstáculos. Mi primera asociación hoy es Elon Musk: pura “libertad sexual”, pero en realidad disociada, porque recurre a la fertilización in vitro. Lacan decía algo decisivo: “Ustedes, revolucionarios, quieren librarse del amo. Pero lo que van a conseguir es un nuevo amo, aún peor”. Y creo que Lacan estaba muy adelantado. No porque fuera un genio, sino porque tuvo suerte. Estos personajes —Musk, Trump— son los nuevos amos, y no habrían sido posibles sin la revolución del 68. ¿En qué sentido preciso? Lacan lo resumió de manera brillante: “Mi lección, lo que trato de enseñarles a ustedes, estudiantes que protestan, es que no pierdan el sentido de la vergüenza. No hay nada subversivo en perder el sentido de la vergüenza”. Y creo que hoy esto es fundamental. ¿Dónde veo la falta de vergüenza? No solo en ejemplos obvios, como lo que está haciendo Israel en Gaza. Y no digo con esto que Hamas sea inocente, la cosa es mucho más compleja. Los últimos datos muestran —seguilos en las noticias— que Israel financió a Hamas. Es un juego oscuro. Por eso mismo ahora arrestaron a un multimillonario amigo de Netanyahu. Pero dejemos eso de lado. Mi punto es: ¿dónde identifico la desvergüenza? Un ejemplo menor: el codirector palestino de No Other Land… ahora no recuerdo su nombre. Ese codirector palestino de No Other Land… ¿sabés qué es lo que me shockeó? No el hecho de que lo golpearan, torturaran, etc. No creo que Israel sea necesariamente peor que otros en esto; todos lo hacen. Lo que me impactó fue la escena grabada: colonos llegan, lo provocan, lo golpean, y luego la policía lo arresta. Alegan “razones médicas”, lo encadenan durante 20 horas y lo sueltan sin explicación. Estamos entrando cada vez más en una era de desvergüenza abierta. En los viejos tiempos, al menos existía la necesidad de fabricar una versión falsa, de cubrirse. Hoy, ni eso. Flo: Hablemos entonces de Trump, porque él mismo encarna esa desvergüenza. Vos decís que la gran mayoría de sus votantes son gente decente, personas comunes que, en su vida cotidiana, se comportan de manera racional. Es como si proyectaran su locura y su obscenidad en Trump. ¿Podés explicarlo? Žižek: Sí, pero de manera algo caótica, llamando la atención sobre otro episodio. Creo que no lo incluí en mi libro aún. Una o dos semanas después de las elecciones, pasó algo clave para entender la eficacia de Trump. Alexandria Ocasio-Cortez —y perdón por ser políticamente incorrecto, pero sí, es una mujer atractiva— descubrió, a través de informantes, que aunque había sido reelecta como congresista en su distrito (creo que en Brooklyn), muchos de sus votantes, en la elección presidencial, habían votado por Trump. Ella los contactó: les escribió, les preguntó “¿Por qué hicieron eso?”. Y la respuesta fue para mí fascinante: “ Porque vos, de algún modo, tenés algo en común con Trump ”. Mirá a Kamala Harris: estaba tan entrenada por expertos que al final no decía absolutamente nada. Recuerdo que, días antes de la elección, le preguntaron qué opinaba sobre Gaza. Y se le notaba el cálculo, el miedo: no quería decir nada demasiado contra Israel ni demasiado a favor de los palestinos. Al final, solo salió con una platitud: “ Esto es horrible, hay gente muriendo, debería terminar ”. En cambio, la gente percibía a Trump y a Ocasio-Cortez —aunque sea una autenticidad extraña— como figuras que hablaban sin estar completamente domesticadas por asesores. Eso generaba una impresión de apertura genuina. Pero esto tiene consecuencias trágicas. Una amiga estadounidense me mandó un análisis: ¿por qué Trump no solo no pierde votos cuando lo descubren mintiendo, sino que incluso gana nuevos votantes? La respuesta, aunque triste, es simple: para ellos, sus errores y mentiras demuestran que “Trump es como nosotros, alguien no del todo entrenado”. La percepción de autenticidad en Trump tiene consecuencias trágicas. Como dije, una amiga estadounidense analizó por qué, cuando Trump miente, no solo no pierde votos, sino que incluso gana más. La respuesta es desoladora: para sus seguidores, esos errores significan “ Trump es como nosotros, alguien no totalmente entrenado ”. Eso, para ellos, es autenticidad. Lo encuentro muy triste, pero quiero provocarte un poco. Suena obsceno decirlo respecto a Trump, pero no estoy dispuesto a condenar de plano su estilo dictatorial de “al diablo con el Congreso, tengo mayoría, decido yo”. Creo que hoy algo así debería hacerse. La cuestión es: ¿qué hacés con ese poder? Algunos amigos que piensan como yo me recordaron un ejemplo mayor: Franklin Delano Roosevelt. Tal vez el mayor momento de la política estadounidense del siglo XX. FDR trabajó así: no le importaba demasiado la forma. Incluso en las elecciones del 40 o del 44, ya prácticamente ignoraba la campaña, no aparecía, no hacía recorridas. Y, sin embargo, ejercía un poder efectivo. Por eso, una de las opciones que me tienta seriamente —y sé que esto es polémico— no es decir “necesitamos más democracia auténtica”, sino tal vez un dictador blando . Por “blando” no me refiero a alguien que mata gente, sino a alguien que gobierna con eficacia, pero con una agenda progresista. Para provocarte hasta el final: esto sí está en mi libro. Conocés esa frase atribuida a Lincoln, que en realidad no era suya: “ Podés engañar a algunas personas todo el tiempo, a todas las personas alguna vez, pero no a todas todo el tiempo ”. Bueno, yo creo que quizá sí se pueda engañar a todos todo el tiempo. ¿Por qué? Porque estamos demasiado corrompidos. No en el sentido del dinero, sino en el nivel ideológico cotidiano. Y en ese contexto, necesitamos una figura de amo que nos despierte, que nos sacuda. En esto discrepo con mi amigo Yanis Varoufakis. Él sigue soñando con que habrá un momento en que la gente despierte. Yo le pregunto: ¿y si ese momento nunca llega? Flo: Vos decís que el 6 de enero, el asalto al Capitolio, no fue un golpe sino un carnaval. ¿Es parte de ese caos emergente, productivo, de alguna manera? Žižek: Sí. ¿Y sabés por qué? Lo he dicho antes —y me incomoda que la gente lea tanto mis cosas, porque después ya no puedo sorprenderlos—. Muchos amigos míos de izquierda estaban llorando. Me decían: “¡¿Qué está pasando?! Esto es el sueño último de la izquierda: un grupo de personas penetra y ocupa la sede del poder, el Congreso. Y fueron los derechistas quienes lo hicieron. Hasta la revolución nos la arrebataron”. Pero estaba claro que se trataba, como vos decís, de una revolución-carnaval. Y esto debería hacernos revisar cómo, cada vez que una estructura de poder conservadora entró en crisis, se usó esa estrategia. Por ejemplo, yo tenía un año entonces, así que no lo viví, pero lo leí en libros: cuando derrocaron a Mosaddeq en Irán, a comienzos de los cincuenta, ¿cómo lo hicieron? No fue militar. Contrataron artistas de circo, payasos. Fue un espectáculo público, un carnaval. La lección para mí, otra vez, es desvergonzada: no deberíamos tener miedo de dirigirnos a nuestros votantes como gente “normal, decente”. Tenemos que dejar de lado esas obscenidades. Yo estuve en el 68 y después. Pensábamos que los de arriba eran dignos, solemnes. Y que usar la palabra con F o hacer gestos obscenos era subversivo. No. Los derechistas nos quitaron eso también.¿Mi modelo? Siempre lo digo: compará a Trump y Bernie Sanders. Olvidemos la ideología de Trump. Mirá cómo actúa: es un comediante obsceno, un histrión. Cambia de posición todo el tiempo. Es el ejemplo viviente de la “muerte de la verdad”: actúa como un payaso. Por eso titulé mi texto sobre aquel infame debate —cuando Trump y Vance atacaron a Zelensky— con palabras del propio Trump: básicamente, “Trump agarró a Zelensky por la pussy”. Lo dije parafraseando su propio lenguaje. Ese es el gran contraste, el gran cinismo: detrás de toda su retórica de “proteger a la familia, la cordura, el retorno a la normalidad”, Trump no es más que un pervertido sucio. En cambio, lo que me gusta de Bernie Sanders, como persona, es que pese a su agenda radical, es un tipo decente. Lo crucé una vez en la calle, en Vermont, creo que en Burlington. Caminaba tranquilo, modesto, parecía casi un conservador. Un hombre normal. Creo que ya es hora de afirmarlo sin miedo: no son los derechistas quienes representan la mayoría moral, la decencia, la vergüenza. Podemos y debemos reclamar también ese lugar. Flo: ¿La perversión se ha infiltrado en la izquierda, creés? Žižek: No tanto en lo que hacen hoy la izquierda o la derecha mayoritaria. En grupos marginales, sí. Pero, ¿qué es la izquierda hoy? Mi chiste de siempre —seguro ya lo escuchaste— es que, si mirás al Reino Unido, lo que hay es un gran partido de derecha moderada, al que llaman Labour Party . Y después hay una derecha más loca, que hace lo que antes uno hubiera esperado de la izquierda. Otra perversión es que, si querés a la derecha loca en el poder, te aparecen negros, indios, mujeres negras, etc. Si querés a la derecha moderada, entonces te toca con hombres blancos, por supuesto. Y no lo digo solo como broma; hay algo serio en juego. Lo que quiero decir es que probablemente mi próximo texto se titule: “ Ruego que Trump sobreviva un par de años más ”. ¿Por qué? Porque me da más miedo que muera y que lo reemplace Vance. Hannah Arendt escribió un texto maravilloso a fines de los treinta sobre la brecha entre las SA —los nazis brutales, de las calles, que golpeaban gente— y las SS, que eran consideradas “eficientes”. Creo que Trump es más del estilo SA: vulgar, brutal. En cambio, Vance… es otra cosa. Si alguna vez dudé de que alguien del entorno de Trump pudiera no ser humano sino un robot o un alienígena, ese alguien sería Vance. ¿Recordás el discurso de Zelensky? Con Trump había, aunque sea, un placer vulgar en humillarlo. Con Vance, en cambio, lo que asusta es la frialdad absoluta. Él es un robot. Flo: ¿Creés que Dios salvó a Trump en el intento de asesinato? Žižek: No. Pero hubo algo bueno en todo eso. Yo temía que esa famosa imagen —Trump levantando la bandera estadounidense, gritando “ Fight, fight, fight ”— significara que el juego estaba terminado. Pero en realidad no fue así. Creo que los demócratas cometieron errores, pero lo que me dio un poco de esperanza fue otra cosa. Estuve hace poco en Estados Unidos y pregunté a mis amigos. Trump esperaba que esa foto se convirtiera en la gran imagen que lo definiera. Pero no ocurrió. La gran imagen sigue siendo otra: la correcta, para mí. ¿Recordás la inauguración de Biden? ¿Quién se robó la escena? Bernie Sanders, sentado solo con sus guantes de lana. Esa imagen dio la vuelta al mundo. Y es increíble, porque ni siquiera la gente era consciente: Bernie sentado ahí, solo, significaba que todos sentíamos de algún modo que el espectáculo de la inauguración de Biden era falso. ¿Falso en qué sentido? Permitíme mencionar a Hegel. Hegel tiene una teoría brillante: algo se vuelve necesario solo a través de la repetición. Primero lo ves como una contingencia. Da dos ejemplos. El primero: Julio César. Los senadores —Bruto y compañía— que lo asesinaron pensaban: “Esto es solo una desviación, vamos a restaurar la vieja república”. No. Lo que hizo Augusto fue transformar a César en un título. Eso marcó que había una necesidad histórica. El otro ejemplo: Napoleón. Cuando perdió la primera vez, pensó que había cometido errores tácticos. Tuvo que perder dos veces para que quedara claro el fin. Lo mismo pasó con los demócratas. Cuando Trump ganó la primera vez, recuerdo que Joschka Fischer —el ministro verde de exteriores en Alemania hace 10 o 15 años— dijo: “ Esto es una anormalidad, como si Trump hubiera caído de la luna ”. No. Trump —con todos sus horrores— es un síntoma, un efecto del fracaso del Estado democrático liberal de bienestar. Y aquí soy pesimista: el tiempo de la negación terminó. El error de los demócratas fue que hasta el final trataron a Trump solo como una abominación. Soy alérgico a esa postura: “nuestra única esperanza es algo distinto”. Ahora voy a ser un poco malvado. Trump solía burlarse de “Sleepy Joe”, Biden. Pero, ¿notaron que él mismo se está volviendo lentamente un “Sleepy Trump”? Ya no tiene gracia. Hace ocho años era más divertido, incluso en sus ataques crueles contra Elizabeth Warren. Había, al menos, un mínimo de ingenio. Hoy es pura vulgaridad, se pierde, se confunde. Pero —y acá Yanis Varoufakis me convenció— no hay que subestimarlo. Muchos izquierdistas piensan que su modo de actuar es caótico. No. Ese caos está planificado. Es su estrategia estándar: anuncia algo con pompa, desata el caos, y luego usa ese caos para negociar, para realinear fuerzas. He escuchado rumores bastante serios —y no es chisme barato— de que incluso cuando la gente dice “esto puede provocar protestas masivas”, lo que hay que preguntarse es: ¿y si eso es lo que Trump quiere? Porque ya lo dijo: si hay disturbios, puede suspender elecciones, usar la Guardia Nacional, reforzar su poder. No lo subestimen. No crean que en un año o dos todo colapsará. ¿Y si no colapsa? Les doy una mala noticia desde Argentina: muchos de mis amigos allá me decían que Milei era un payaso, que se acabaría rápido. Pues no: la economía se está levantando un poco, y su popularidad hoy es incluso mayor que cuando fue electo. Así que repito: no subestimen la fuerza de atracción de Trump. Él aprendió a usar la mentira misma como instrumento para afirmarse como auténtico. Yo recurro aquí a Lacan. Está esa diferencia entre el sujeto del enunciado (el contenido, lo que decís) y el sujeto de la enunciación (la posición subjetiva que implica lo que decís). Ejemplo clásico: la paradoja del mentiroso. Si digo “todo lo que digo es mentira”, es una contradicción. ¿Es mentira esa frase misma? Si lo es, entonces lo que digo no es mentira. Lacan lo resolvía de otro modo: puede haber verdad en esa contradicción. Supongamos que estás en una crisis vital, desesperado, y decís: “Toda mi vida fue una mentira”. No es contradictorio; puede ser la expresión auténtica de tu desesperación. Lo inverso también funciona: podés mentir bajo la apariencia de la verdad. Tanto la izquierda como la derecha hacen esto. Podés decir frases verdaderas como enunciados particulares, pero dichas de una forma que sirven a una gran mentira general. Por eso no es tan simple como reírse de aquella portavoz de Trump que hablaba de “hechos alternativos ”. Ella lo dijo de manera estúpida. Pero la categoría existe: hay “hechos alternativos”. Aclaremos: no hablo en el sentido de decir “el Holocausto ocurrió o tal vez no, es todo un constructo discursivo”. No. Lo que digo es que la realidad es un gran caos, y cuando seleccionás una línea para leerla, siempre es parcial. Aquí sigo siendo un marxista tradicional: si querés llegar a la verdad, no es cuestión de neutralidad, de colocarte por encima. La verdad se alcanza desde una posición sesgada, por ejemplo, la de la víctima. Mi ejemplo eterno: imaginemos que estamos en Alemania, 1936 o 1937, antes de la Kristallnacht. Estoy debatiendo con un nazi acérrimo sobre el papel de los judíos. Y puedo imaginarme a ese nazi dando un relato coherente: mis amigos judíos lo confirmaron, era verdad que el 60 o 70% de los abogados en Berlín eran judíos, que la mayoría de los críticos de arte lo eran, que buena parte de los banqueros también. Ese es el punto: si aceptás debatir con un nazi en el nivel de los “hechos”, el resultado siempre quedará en un término medio. El nazi dirá: “Bueno, quizá no son tan malos como pensaba, pero igualmente dominan demasiado”. No. La verdadera pregunta es otra: ¿por qué el sujeto nazi necesita la figura del judío para sostener su identidad? Porque si quitás al judío, todo el edificio nazi se derrumba. Es obvio. La explicación estándar es que los nazis querían volver a una sociedad sin antagonismos. Su visión era una especie de capitalismo feudal corporativo: un capital dinámico, pero dentro de un Estado armónico. Entonces, para explicar por qué surgen antagonismos, necesitaban una figura externa que “introdujera” disenso. Ese papel lo ocupó el judío. La cuestión verdadera es: ¿por qué están tan fijados en él? ¿Por qué lo necesitan para afirmar su propia identidad política? De ahí surge mi idea. Algunos quizás conozcan el pasaje de Lacan al que me refiero. Habla de un marido patológicamente celoso, convencido de que su esposa lo engaña. Lacan dice algo maravilloso: incluso si todos sus celos son ciertos, su celotipia sigue siendo patológica. ¿Por qué? Porque no se trata de si la esposa se acuesta o no con otros hombres. La cuestión es: ¿por qué él necesita el dispositivo de los celos para sostener su subjetividad? Sin esos celos, colapsaría. Estamos atrapados en esta paradoja. Y ahora concluyo, este será mi próximo libro. Sí, ya tengo uno nuevo en camino. Flo: ¡Estás sacando libros sin parar! Žižek: Esto es un suicidio. En esto soy demasiado trumpista. ¿Sabés por qué? Trump cometió un gran error —todos lo saben— antes de ser presidente: invirtió demasiado en Atlantic City, comprando todos los casinos. Al final terminó compitiendo consigo mismo. Bueno, yo tengo demasiados libros. El antagonismo fundamental que veo es este: por un lado, ¿recordás su discurso inaugural? El lema central era “ sanity, common sense ”. Decía: “Basta de locura LGBT, volvamos al sentido común. La gente normal sabe que hay hombres y mujeres, etc.”. Pero al mismo tiempo, mirá lo que hacen los trumpistas. Mi modelo aquí son tipos como Elon Musk y otros teóricos que hablan del concepto de “ Estado digital ”. La idea es: el mundo está tan corrompido que hay que limpiar un territorio y construir desde cero una nueva sociedad a través de algoritmos, expertos, tecnología. La mentira de Trump es que dice hablar en nombre de la gente común contra los intelectuales y su corrupción. Pero lo que en realidad propone es aterrador: una refundación digital desde cero. La era del sentido común ya pasó. Los problemas actuales —como la crisis ecológica— nos obligan a abandonar nuestra noción espontánea de “naturaleza”. Incluso en Marx la encontrás: la idea de que los humanos podemos dañar cosas, pero que existe una naturaleza infinita, armónica, que siempre se regenera y que, a largo plazo, ganará. Ya no creo eso. Sí, acepto la noción de Antropoceno, pero en un doble sentido: no solo hemos perturbado la autorreproducción de la naturaleza (si algo así existía), sino que quizás la naturaleza nunca fue “natural”. Siempre pongo el mismo ejemplo: ¿cuáles son nuestras grandes fuentes de energía? Carbón y petróleo. ¿Podés imaginar las catástrofes que debieron ocurrir en la Tierra antes de que existiera la humanidad para que se formaran esas reservas? De ahí mi línea estándar: si la naturaleza es nuestra madre, entonces es una madre perra y sucia. No podemos confiar en esa supuesta sabiduría eterna de que “la naturaleza siempre está ahí y volverá”. No. Un verdadero ecólogo materialista tiene que empezar desde otro punto: en la naturaleza misma hay amenaza, caos. No hay un fondo amable, un escenario al que podamos regresar. Básicamente, no tenemos adónde volver. Entonces, vuelvo al punto: ¿no es este el verdadero “comienzo desde cero”? Esto es lo que Trump intentó practicar en Gaza. Ese era su sueño. No era tanto una postura anti-palestina. Su sueño era: “ finalmente tenemos la oportunidad de limpiar un territorio, destruirlo todo por completo y construir desde cero una nueva sociedad ahí ”. ¿Y cuál es mi punto? Que, en ese sentido, Trump encarna una idea que solemos asociar con los estalinistas más duros: la de crear un “hombre nuevo”. Él, literalmente, quiere hacerlo. Ahí está su contradicción. Por un lado, se presenta como la voz de la gente común contra expertos y corporaciones: “yo hablo por ustedes”. Por otro lado, desencadena la más radical desnaturalización: la idea de borrar todo y rehacerlo desde cero. Y creo que esa es la verdadera catástrofe. Trump niega la ecología. Para él, es un pseudoproblema inventado por izquierdistas. Todos los problemas los despacha así, con un gesto de la mano. Y eso me da miedo. Por eso, para concluir con una mega provocación: cuando me preguntan “¿por qué sos comunista?”, no es por un análisis marxista profundo. Es mucho más simple. Si miramos en serio los problemas que enfrentamos hoy —ecología, inteligencia artificial, conflictos sociales—, ¿no es absolutamente obvio que solo podremos enfrentarlos mediante algún tipo de cooperación y organización global? Esa es mi única razón. Por eso todavía digo que me gusta cómo funcionó la pandemia del COVID. No solo porque fue un tiempo dorado para mí —lo amé—. ¿Podés imaginar algo mejor que no tener que ver amigos? Incluso fingía que Zoom era demasiado complicado para mí. Flo: Sí, recuerdo que la última vez que hicimos una entrevista intentaste zafar con esa excusa. (Fin de la primera parte) Traducción v. Nicolás Koralsky, abril 2025. Funete: UnHerd, accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=1CS7EoRMhfs William Coupon - Donald Trump Businessman - 1985 - Impresión - 61 x 61 cm

  • La psicóloga apurada / Verónica Scardamaglia

    Como tantas otras tardes durante casi un año, tímidamente Liam se asomaba por el vidrio de la puerta del Departamento de Orientación Escolar, esta vez, con un sobre de papel madera en mano. Como tantas otras tardes, el movimiento del recreo habitaba aquel espacio “que es la escuela pero no parece la escuela” como definió un estudiante observador, que también advirtió: ”acá, para entrar, los grandes piden permisos pero los chicos no”. En medio de aquel bullicio Liam, suave y decidido, susurró al entregarme el sobre: “cuando puedas leelo y llamame” y se escabulló ágilmente entre otrxs estudiantes que buscaban calentar el agua para el mate, mientras un preceptor avisaba que había llegado la mamá de Jonás, y Mavy entraba casi empujada por Rodo porque quería hacerme una consulta al mismo tiempo que Rodo me pedía ayuda para responder un descargo ante una sanción por un chiste que hizo y que la profe de biología tomó como personal. Y así, como tantas otras tardes, aquel batifondo contrastaba con los silencios impuestos de las horas de clase. Ese barullo en movimiento, para algunxs desordenado, habilitaba un entrar y salir guiado por las necesidades y las ganas y desempolvado de aquellas constricciones a las que la obediencia performatea. Pasado aquel vendaval llamado recreo, una notita en cursiva de birome azul asomó desde el sobre pidiendo una opinión sobre el informe. Pasear los ojos por aquellas páginas membretadas y con faltas de ortografía, significó un viaje hacia esa crueldad aficionada llamada evaluación diagnóstica que veía en Liam "un TEA con recomendación de tratamiento cognitivo conductual, neurológico y psicoeducativo." Afición profesional que entrecomillaba insidiosamente algunas expresiones “es selectivo con sus amigos SIC”. Así juzgaba a quien estaba eligiendo cómo nombrarse, cómo vivir, cómo relacionarse con sus compañerxs de clase. "Categorías limitantes", como brillantemente Liam había observado días atrás mientras describía los tests que le estaban administrando debido a unas convulsiones que había sufrido. Al referirse a los test también advirtió que la psicóloga que lo evaluó estaba apurada. Que no se detenía a escucharlo. A él, que habla suavecito, que es tan alto, delicado y fuerte como un junco. A él, que sabe observar y cree que su sonrisa arrugada escondida bajo esos rulos negros, puede pasar desapercibida. A él, que ruborizado, una vez me dio la razón cuando descubrí que hablaba bajito porque le gustaba que se le acerquen. A él, que se deja ante abrazos atolondrados entre las idas y venidas del Departamento de Orientación Escolar. Esa psicóloga apurada también quiso obligarlo a que le cuente de un episodio muy doloroso de su vida “y a mí no me gusta hablar de eso, porque lloro. De eso hablo con mi psicóloga y con mi mamá. A ella no quería contarle, y me insistía e incomodaba mucho”. Esa psicóloga con escritura confusa, daba a entender que Liam no veía al padre después de una discusión, “lo veía cada tanto y para mí era una relación muy falsa, entonces le dije que así no me gustaba porque era muy incómodo y no nos vimos más, pero no discutimos”. Esa psicóloga apurada, nunca se va a enterar que esta crueldad aficionada que intenta mutar una fobia social hacia un TEA, se transformó en una puerta abierta a una madre que pide otra opinión profesional. Nunca se va a enterar que Liam se preocupa por sus compañerxs, especialmente por aquellxs tan rarxs como él. Por Matu, que le ha contado sobre algunas ideas suicidas y a quién trata de ayudar contándole que a él le ha pasado lo mismo alguna vez. No se va a enterar que ayuda a María, la nueva de 5to 3ra, porque ella duda si le gustan los chicos o las chicas. Como él, que en medio de esas dudas el año pasado pidió que ya no lo llamáramos Augusto porque prefería que lo nombráramos Liam, porque algunas cosas estaban cambiando. No se va a enterar que Liam pasó de no salir del aula en toda la tarde a hacer carteles tirado en el piso entremedio de muchxs compañerxs para el armado de un acto. No se va a enterar que a Liam le preocupa que los chicos “más normales” de su curso hayan hecho llorar a la profesora de geografía. El diagnóstico nunca se va a enterar que Liam late desde una sensibilidad que, con 17 años de estar en una vida con muchos profesionales, consultorios, tratamientos y pastillas, descree y ya sabe que "el diagnóstico es limitante". Margot Glass Sobre de seguridad 2016 Punta de plata sobre tabla preparada 4 × 25,4 cm

  • Nunca quise ser normal / Nan Goldin

    ‘The Ballad of Sexual Dependency‘ ha marcado mi vida, es el trabajo que sostiene mi nombre y del que la gente está deseando oírme hablar. Empecé a trabajar en él a principios de los 80 y vio la luz en forma de proyección de diapositivas. El pase de diapositivas existió mucho antes que el libro y continúa existiendo, solo que en 2008 lo reinterpreté y volví a editarlo, hice una nueva versión para el MOMA y otra para un coleccionista privado. La proyección dura ahora 48 minutos y va acompañada de unas 30 canciones diferentes. Las letras de las canciones hacen las veces de relato de la película. Para mí, las fotos impresas son tan importantes como las dispositivas. Creo que los libros son el gran soporte de la fotografía, es la única expresión artística que funciona de verdad en formato libro. También creo que las fotografías, cuando se muestran en cantidad, tienen un efecto muy similar al del libro. En 1985, Aperture contactó conmigo y me propuso convertir las diapositivas en un libro. Fue un proceso largo y difícil que nos llevó unos seis meses. Entre tres personas lo redujimos a la lo que es ahora. La introducción del libro es especialmente importante, son tres o cuatro páginas que explican el significado de mi obra. Con mi trabajo suele darse un malentendido. Se suele pensar que trata sobre gente marginal y nosotros nunca fuimos marginales, nosotros éramos el mundo, no nos importaba lo que la gente convencional pensaba de nosotros, no teníamos tiempo para ellos, no aparecían en nuestro radar, así que no estábamos marginados de nada. Mis amigos eran glamurosos y eran hermosos, nunca me sentí una marginada. No queríamos ser como el resto de personas. Formábamos una tribu. Todos dicen que fotografié a personas marginadas, vale, pero marginadas… ¿de quién? (…) Estoy orgullosa de haber sido rara toda mi vida, nunca quise ser normal. Para mí la esencia de ‘The Ballad of Sexual Dependency’ es esa la lucha entre la intimidad y la autonomía que se da en las relaciones humanas. Es de eso de lo que trata. Habla de la dependencia que uno puede desarrollar hacia una persona que es totalmente inapropiada a todos los niveles, pero con la que el sexo es bueno, y la conexión sexual es tan fuerte… ‘The Ballad of Sexual Dependency’ intenta reflejar la dificultad que hay en cualquier relación. Y no se trata de un tipo concreto de personas, se trata de mis amigos. Creo que no hay una persona en el libro con la que yo no haya convivido durante una buena temporada. Y en aquellos días en los que aún no se hablaba de gentrificación, a veces vivíamos 13 personas en un mismo piso. Vivía allí sola o con algún amante, pero en aquellos días, en los años 80, la gente iba y venía durante varios periodos de tiempo y todos eran mis amigos. Desgraciadamente, muchos de ellos han muerto de SIDA. Aquello fue una plaga que golpeó a mi comunidad de una forma increíblemente intensa. Y el libro también trata de eso, de cuánta de esa gente ha desaparecido y lo esenciales que eran. Recuerdo que la cámara era como una extensión de mi mano. Yo hacía fotos todo el día, nunca movía ni cambiaba nada. Para mí era un pecado retirar una botella de cerveza porque todo tenía que aparecer tal y como era. Ese era el límite de la fotografía para mí; quería enseñar las cosas tal y como eran, con exactitud. Usaba cualquier cámara que tuviera a mano, se las compraba a gente que las robaba. Siempre he odiado a las personas que hablan de sus cámaras, sus equipos, sus formas de revelar. Para mí lo importante siempre ha sido el contenido, no la calidad de la impresión. Lo que sí me preocupaba eran mis carretes, la calidad de la película, porque yo tenía una visión muy saturada. Solo veía los colores y no los detalles de las cosas. Creo que era porque estuve años sin llevar gafas y sin ellas soy incapaz de ver nada en condiciones. También hay mucho flash en esas fotos. Ya no lo uso. Por aquel entonces no era consciente de que hubiese luz natural. Sabía que existía el día y la noche, pero yo vivía solo de noche, así que la luz natural no era parte de mi vida. Y lo digo en serio, no me di cuenta de que el color de todo cambia con la luz del día hasta 1989. Aquello fue como una epifanía para mí. Hasta entonces yo había vivido en la oscuridad. Mi apartamento no tenía ventanas. Muchas de las fotos están tomadas en interiores, hay un sentimiento de claustrofobia, y sí, es verdad, hay mucho flash. En aquella época a la gente le gustaba Harry Callahan, Edward Weston. Eran los dioses de la fotografía. Así que jamás habían visto nada como ‘The Ballad of Sexual Dependency’, excepto ‘Tulsa’, el libro de Larry Clark que se publicó en los años 70. Aquel libro tuvo una gran influencia en mí porque él fotografiaba y publicaba su propia vida, y en aquel tiempo la gente no hacía eso. Cuando comencé a enseñar mi trabajo, no lo tomaron en serio, sobre todo los fotógrafos masculinos. Me abuchearon, me metí en muchas peleas y discusiones; muchos me dijeron que aquello no era fotografía, que no era bueno… A mí no me preocupaba la buena fotografía, lo que me importaba era la total honestidad. Y no es algo que puedas tratar de hacer, tiene que ver con hacer fotografías para poder seguir viva y creo que todo artista tiene que crear para poder vivir. Siempre que he tenido que enfrentarme a algo que me asustaba o me resultaba traumático, hacer fotos ha sido mi forma de sobrevivir. Me encantaba Diane Arbus. Sin embargo, las Drag Queen con las que yo vivía en los años 70, cuando salió el libro de Arbus, odiaban sus fotos. Hablé con personas que fueron fotografiadas por ella y me contaron que Diane esperaba el momento en el que pareciesen unos locos para sacar la foto. Y eso no les gustaba. Ella era un genio, pero yo tengo un problema con sus fotos de Drag Queens: Arbus las desnudaba para mostrar su género, su sexo masculino, mientras que yo siempre he aceptado a la gente tal y como es. Yo viví con las Drags en los 70 y nunca me paré a pensar cuál era su género. Las aceptaba con el género que ellas sentían que era el suyo. Así que creo que hay un toque de crueldad en su trabajo. Creo que Arbus era profundamente infeliz, y se buscaba a sí misma en la piel de otras personas. Yo no hago eso. Desde una perspectiva sociológica, mi trabajo era una afrenta a lo que había sido la fotografía hasta entonces: la fotografía ‘de verdad’ era en blanco y negro, imágenes perfectamente encuadradas y la cámara tenía una importancia vital. Los fotógrafos masculinos hablaban de sus aparatos todo el rato (ríe) y lo que yo hice era para ellos tan intolerable… no se aceptaba en el mundo de la fotografía. Así que sociológicamente mi propuesta rompió fronteras, penetró en un terreno ajeno y eso suponía luchar contra el poder. Fuente: https://www.cartierbressonnoesunreloj.com/the-ballad-of-sexual-dependency-nan-goldin-habla-del-libro-que-la-dio-a-conocer/ Nan Goldin The Ballad of Sexual Dependency, 2013 Diapositivas en color con Sonido

  • Conflicto no es lo mismo que abuso (2° parte) / Laura Macaya y Belén Soto (Hamaca)

    [Nota de edición: Esta es la 2° parte de un fragmento de la conversación publicado en el número de Septiembre: https://www.revistaadynata.com/post/conflicto-no-es-lo-mismo-que-abuso---laura-macaya-y-bel%C3%A9n-soto-hamaca ] (Laura Macaya) Creo que de inicio tenemos que empezar por distinguir entre enfados justificados, comprensibles, incluso incomprensibles y, algo muy distinto, enfados instrumentales. Hoy en día, debido a una suerte de emotivismo burgués, cuando nombramos el enfado o cualquier otra emoción parece que se le dota de un halo de verdad incontestable: como si los sentimientos fueran algo puro, verdadero, no condicionado, no instrumentalizable. Como si no se hubiera denunciado desde la crítica política el papel perverso de esta deriva y de cómo lo que sentimos está condicionado por lo que nos quieren hacer sentir a través de sofisticadas –y a veces bien burdas– formas de control psicopolítico. De esto tenemos ejemplos claros en los estallidos punitivos por el asesinato de una niña –mostrándonos a unos padres rotos por el dolor– o en la parcialidad de imágenes en las que la gente sufre por una catástrofe –en cambio, se produce una desaparición pública de imágenes cuando esa gente se organiza para denunciar las causas estructurales de la supuesta catástrofe. Nos condicionan emotivamente a creer que cuando la gente sufre o sufrimos se anula automáticamente cualquier otra capacidad racional, ética o reflexiva. Y, lo que es peor, siempre se muestra a la gente más pobre y marginalizada sufriendo desconsoladamente. Uniendo estos dos elementos entendemos cómo siempre serán las poblaciones pobres y marginalizadas las que sufren –o gozan– de forma desconsolada y exaltada, las que serán relacionadas con la falta de racionalidad, capacidad reflexiva y, por supuesto, legitimidad política. Un ejemplo de esto lo encontramos en las imágenes e informaciones que los medios mostraron cuando el Huracán Katrina. Los medios de comunicación, por una parte, prestaron muchísima atención mediática a las imágenes de los destrozos y la desesperación de la gente que vivía en Nueva Orleans cuando se destruyeron sus casas y sus vidas. Ahora bien, por otra parte, tuvieron muchísima menos cobertura las informaciones respecto a las protestas que esas mismas personas realizaron denunciando el clasismo y el racismo que provocó la carencia de medios suficientes para organizar la evacuación o el mal estado de las construcciones en una zona donde mayoritariamente viven personas pobres y negras.   Ocultar la agencia, la activación de la víctima para llevar a cabo buenas o malas acciones, resulta necesario para justificar el uso instrumental del estatuto de víctima. Este uso de la víctima en los marcos neoliberales exige una víctima sin agencia, sufriente y desesperada por el dolor, pero sin ninguna otra capacidad para evaluar, decidir, analizar críticamente lo que ha sucedido, una víctima completamente irresponsable que, como dice Giglioli, «es el sueño de cualquier poder» [i]   De esta forma, como han apuntado Gabriela Méndez Cota, se reduce la condición de víctima a una «performance victimista», es decir, a una posición esencialista, instrumental y autoritaria que, además, nada tiene que ver con los intereses de las verdaderas víctimas [ii] . La experiencia encarnada de victimización poco tiene que ver, por lo general, con esta «performance victimista» o el «chou tanatocrático» –que menciona Trebisacce– que llevan a cabo algunos feminismos que, erigiéndose representantes de todas las víctimas, promueven una determinada subjetividad de víctima irracional, apolítica –es decir: conservadora–, bondadosa y a la que no se le puede responsabilizar de nada o pedirle cuenta de sus acciones. Así, para lo que sirve ejercer el rol político y personal de la representación de las mismas es para el propio interés.   Creo que se ha hablado bastante, a nivel teórico, de la rentabilidad política del victimismo y de los peligros cuando éste, como trampa ética del nihilismo, establece ciertos valores democráticos como la libertad de expresión o la participación política al servicio de proyectos políticos que son incoherentes con la emancipación17. La trampa es que todo ello podría, en una versión más rigurosa del marco de análisis que lo orienta, resultar interesante para combatir el lugar histórico en el que las víctimas de determinadas violencias, por ejemplo las violencias de género –y especialmente las violencias sexuales–, han sido tratadas y cuestionadas. La cuestión es que la infantilización y la ausencia de dignidad de la víctima tiene dos caras: el cuestionamiento patriarcal, por una parte, y la irresponsabilización al quedar reducida a un ser incapacitado por el dolor o la opresión de algunos feminismos, por otra. En ambas versiones del victimismo se parte de una visión inocente de la víctima que, muy rápido –en cuanto falla en nuestras expectativas–, se convierte en perversa. El par víctima-culpable funciona también entre las propias mujeres.   Por eso, en los casos que comentas creo que se dan todos los elementos del cóctel punitivo. En primer lugar, se da por hecho que la acción hacia los hombres del Centro social de Santiago deriva de situaciones de violencia sexual, pero a mí me gustaría saber cuáles son las situaciones que han sido denominadas como violencia sexual en ese caso y, por supuesto, cuál era el objetivo político de la acción. Particularmente, no le veo ningún objetivo político, al menos ninguno que resulte emancipador y transformador –más allá de, de nuevo, expresar enfado y rabia derivados de un malestar difuso que se particulariza sobre esos hombres. No olvidemos que la particularización del riesgo sobre hombres o colectivos concretos es una de las características de los modelos punitivos y de una determinada concepción de la seguridad como ausencia de ataques y no como promoción de espacios afectuosos, materialmente sostenibles y socialmente solidarios. En este caso parece decirse: «estoy enfadada, si pagan estos que paguen, que algo habrán hecho»… Y, claro, seguro que algo habrían hecho, alguna complicidad con el machismo habrían tenido –que no sé si con la violencia, dada la actual conceptualización de lo que se denomina como violencia . Después, el tema de recoger la acción en el libro ¿Y qué hacemos con los violadores? sin que se explicite ningún posicionamiento al respecto creo que tiene varios riesgos. Sobre todo: da lugar al fetichismo estético de la violencia irracional que tantos problemas y dolores personales y políticos nos ha causado a algunos movimientos militantes –y sobre la que, aunque de forma menos mayoritaria de lo que sería deseable, se ha reflexionado de forma profunda. Y aquí, pues nada: se recoge la experiencia y a la gente le hace gracia. A mí ninguna, la verdad. Creo que es una irresponsabilidad promover o mostrar algunas experiencias sin contexto cuando adolecen, como tantas veces pasa últimamente, de incoherencias teórico-políticas tan importantes. En muchos casos algunas de las bases teórico-políticas que parecen justificar estas acciones, absolutamente contraproducentes, tiene una validez importantísima. El problema es que se llevan a lugares a los que, a mi entender, no deberían llevarse; y que son la muestra de la pobreza intelectual del feminismo actual que, en muchos casos, se ha convertido en una sarta de lemas y panfletos –debido a cuestiones que también están relacionadas con el punitivismo como la censura, el antiintelectualismo, la imposibilidad de cuestionar críticamente determinados axiomas del feminismo oficial, la beligerancia con la que son tratadas las posiciones críticas, etc. La materialización del punitivismo en todo ello impide crecer teóricamente y favorece la incoherencia política de algunas prácticas feministas. Por poner un ejemplo, acusar a militantes feministas antipunitivistas de favorecer a los agresores, desproteger a las víctimas o no acompañarlas ante la violencia que enfrentan cuando acuden a los sistemas de justicia es una falacia que funciona gracias a la falta de debate político, a la falta de política del contraste de la información y a la falta de perspectiva histórica y teórica feminista.   Dicho todo esto, reincido en que creo que detrás de muchas de estas prácticas políticas hay reflexiones político-teóricas muy valiosas: el cuestionamiento de la racionalidad blanca burguesa que orienta la subjetividad exitosa del capitalismo, la reivindicación de los saberes subalternos tradicionalmente excluidos de la esfera de los conocimientos legítimos... La cuestión, de nuevo, es qué decisiones políticas tomamos a partir de estas configuraciones políticas teóricas. Podemos optar por avanzar en políticas complejas, interseccionales, no identitarias y reclamar una objetividad reforzada a partir de los cuestionamientos a la parcialidad de los supuestos universalismos y sus efectos de poder clasista, racista y patriarcal. O bien, podemos tender a las visiones identitarias y del resentimiento que particularizan el malestar en lugar de convertirlo en una lectura estructural que promueva la solidaridad con otrxs que sufran, a la vez que señala de forma certera los orígenes de nuestro dolor en los marcos de la producción de nuestras condiciones de vida y nuestros valores dañosos.   Desde esta perspectiva entiendo que puede ser importante expresar el enfado y entender que éste, en ocasiones, tiene orígenes que van más allá de la acción particular, del momento en el que reaccionamos. Esto, a veces, se materializa en acciones que nos pueden parecer desproporcionadas pero que, en realidad, muestran cuán cansadas, agobiadas, dolidas estamos de que se produzcan de forma continuada estas situaciones de ninguneo, baboseo, desautorización, etc. Pero los marcos de análisis feministas que han destacado la estructuralidad de la violencia y su carácter socio-histórico nos deberían aportar la inteligencia política y afectiva para entender dos cosas: por una parte, los peligros de la sobredimensión del daño particular y, por otra parte, el reconocimiento de las herencias culturales y de los miedos atávicos que nos hacen sobre-reaccionar debido a las violencias acumuladas, heredadas por la pertenencia a comunidades históricamente violentadas.   Esto nos lleva a dos líneas políticas necesarias: (1) acompañar el malestar de quien sufre reconociéndolo y ofreciéndole la posibilidad de racionalizarlo, acompañando hacia interpretaciones del mismo menos dañinas para sí misma en espacios seguros y protegidos; (2) orientar la potencia política de esos dolores comunitarios señalando su origen estructural y pudiendo revisar la responsabilidad situada en cada unx. Por supuesto, también creo –es algo que se nombra mucho en el libro de Sarah Shulman– en el poder de intervenir antes de que aumente la situación que eleva el conflicto a una denuncia de agresión. Por ejemplo: pensando en analizar previamente cómo se distribuyen los poderes, las jerarquías, las voces autorizadas en nuestros contextos. Esto, lamento decirlo, pero es responsabilidad de todo el mundo que pertenece a una comunidad.   (Hamaca) Conflict is not Abuse hace pensar también en que, generalmente, somos incapaces de reconocer que estamos enfadadas e incluso que tenemos sed de venganza. Esto, al inicio del conflicto –y fuera de las subjetividades culturales de lo que está bien o está mal– nos lleva más frecuentemente hacia una lógica de batalla que a la de castigo, tenemos el instinto de pelear. Pero no lo reconocemos, o no sabemos hacerlo, y las herramientas discursivas, de gestión del conflicto/abuso y las éticas que tenemos a mano no avalan tanto esa posibilidad de pelea pero sí la de castigo. Así que las diferencias se terminan convirtiendo, a menudo, en luchas cruzadas por castigar a une agresore o culpable y por proteger a une víctime . En el libro Alianzas rebeldes [iii] y en algunas entrevistas tuyas se problematiza que la víctima se configure como el sujeto político del feminismo: que la víctima deviene en un privilegio moral –son buenas– y epistemológico –tienen razón–, así como se excluye a otras formas de víctimas –las que no son tan buenas. Planteas, incluso, cómo podemos atascarnos en el rol de víctima incapacitándonos para transformarnos en personas más fuertes y más sanas –o más capaces de enfrentarnos a las circunstancias que nos traerá la vida. ¿Por qué es un problema esta obcecación con la figura de la víctima y la figura opuesta de agresor?   (LM) Ya hemos hablado sobre esta cuestión pero, quizás, en sentido más específico, y partiendo del modelo de las situaciones de violencias machistas, esa obcecación que comentas tiene como principal problema la naturalización y la reificación de los roles de género tradicionales y patriarcales. Se esencializa el papel de víctima y se construye, de nuevo, una feminidad frágil, sexualmente susceptible, infantil, lábil, incapaz de establecer sus propios límites, presa del irracionalismo e incapacitada para la acción política más allá de la política expresiva de odio hacia la violencia y hacia quien la perpetra. Así, evidentemente, se consiguen ocultar las causas estructurales y presentar al estado como actor neutro en un conflicto, su connivencia con la producción y la reproducción de las violencias. Al construir a estas víctimas ideales se produce la exclusión y el cuestionamiento de las que no cumplan con estos parámetros, ya que, si las víctimas son bondadosas y sinceras, las que no lo sean no recibirán las mismas atenciones ni la misma compasión. Se produce así una moralización de los derechos y el modelaje institucional hacia la normativa hegemónica de género de la feminidad para, con suerte, recibir los derechos asignados al estatuto de víctima.   Aquí, lo peor son los efectos que toda esta construcción de subjetividad femenina sexualmente temerosa, llena de dolor y resentimiento tiene en las víctimas de la violencia. Hemos aceptado como sociedad la idea de que la violación, por ejemplo, es una violencia que no se supera nunca –eso no es aceptable, y dice más de las sociedades en las que vivimos que de la gravedad de la violencia en sí misma. Por supuesto que una violación es o puede ser traumática, por supuesto que hay repercusiones emocionales y psicológicas traumáticas que muchas veces necesitarán espacios seguros y protegidos donde poder ser acompañadas. Pero lo que también es evidente es que mientras sigamos otorgando ese carácter excepcional al sexo y a los cuerpos de las mujeres y sigamos insistiendo en esa hiper-susceptibilidad sexual, seguiremos siendo cómplices del dolor de las víctimas y condenándolas a la irrecuperabilidad con fines bien distintos a su protección o a la mejora de sus condiciones de vida para favorecer la reparación.   No es aceptable que haya mujeres víctimas de violación que se sienten afectadas como si las hubieran vuelto a violar cuando se hace pública una sentencia injusta de tribunales ante una violación. No es aceptable que vivamos en sociedades donde una mujer se suicida porque se populariza una foto o un video erótico suyo, como pasó en el llamado caso Iveco [iv] . Entonces, como propone la ley presentada como la quintaesencia del feminismo [v] , podemos basar nuestra intervención en restaurar la reputación sexual de las víctimas y castigar a todos los hombres –y mujeres– que un día apretaron un botón para compartir esa imagen y acusarlos de inducir al suicidio de una inocente. Pero, en mi opinión, con ello se refuerza una institución patriarcal por excelencia y la reputación sexual de las mujeres –que está en el origen de las peores pesadillas sociales y sexuales de ellas– y se condena a personas particulares por hechos que tienen que ver, como apuntamos antes, con el marco opresivo en el que se desarrolla la sexualidad femenina. En lugar de intervenir sobre el mismo, tendemos a ofrecer, de nuevo, soluciones individuales.   Cuando decimos que tenemos la obligación de visibilizar y producir otros relatos respecto a la violencia nos referimos a que el impacto y las formas de vivir e interpretar lo que nos ha pasado no es natural ni esencial, sino que responde a los relatos culturales disponibles. Cuando, por ejemplo, damos por hecho que las víctimas en contextos de violación no activan ninguna resistencia y compramos los relatos de la inocencia y la paralización automática como reacción natural del cuerpo, negamos otra realidad muy presente: la de la negociación que hacen las víctimas en contextos de máximo riesgo para salvar sus vidas. Pero claro, es más fácil de aceptar –como sociedad puritana que somos– que las víctimas son casi muñecos inertes a pensar que a veces negocian, establecen pactos, complicidades con las personas que las agreden para salvar sus vidas, porque no prevén lo que va a pasar con toda nitidez. Eso no las hace menos merecedoras de nuestro apoyo. De hecho, esta construcción de lo que debe sentir una víctima, esta insistencia en su inocencia infantil, es uno de los escollos más graves en los acompañamientos a las violencias sexuales. Las mujeres sienten culpa, vergüenza por no cumplir con los estándares –unos estándares que muy lamentablemente están reproduciendo algunos feminismos. Y luego dicen: «es que no denuncian porque sienten que los jueces las van a evaluar moralmente». Bien, sí, correcto. Pero, ¿puedes reflexionar sobre cuántos de los discursos que tú promueves sobre las víctimas y la feminidad contribuyen a los juicios que condenan moralmente a esas víctimas y repercuten sobre sus procesos judiciales?   Reproduciendo las lógicas representativas de la política de la identidad fuerte se homogeneizan las necesidades de todas en torno a los intereses de aquellas que pueden permitirse suspender su vida y su vínculo comunitario por, por ejemplo, un comentario sexualmente incómodo, pretendiendo con ello establecer su causa como la causa común de las mujeres y/o las víctimas. Cuando nos articulamos desde ese lugar podemos echarnos a temblar: ya sabemos que siempre se homogeneiza esa causa común hacia arriba, sin entender que las mujeres o las víctimas no son solo mujeres o víctimas, sino también son negras, gitanas, pobres, madres, sindicalistas, bolleras, trans o parte de colectivos políticos perseguidos políticamente.   De la misma forma que se produce la indefensión de las víctimas, en contraposición se produce al agresor como un ser poderoso, dueño de sus acciones, magnificando su poder frente a una víctima indefensa. Eso produce realidad. Afirmamos que estas visiones neoliberales y punitivas de la violencia y de los sujetos dóciles que las legitiman hegemonizan una determinada manera de entender a las víctimas. De la misma forma, en este proceso se esencializa también a los hombres como agresores y una determinada manera de interpretar sus acciones.   En el caso de las personas que agreden leídas como hombres cis-heterosexuales –que, como decíamos, lo son de forma abrumadoramente mayoritaria– no se distingue gravedad, intensidad, frecuencia, continuidad, intención, etc. En este sentido, la forma de entender a quien agrede, y más si agrede sexualmente, se parece mucho a las formas en las que las culturas, primero disciplinarias y después del control –ambas formas del capitalismo de abordar la cuestión–, han entendido al delincuente: un ser que adquiere control y dominio a través de elegir racionalmente la vía delictiva, o bien, un ser patológico y desenfrenado que no puede hacer otra cosa que hacer daño siguiendo impulsos naturalmente nocivos. Cada una de estas formas de entender al delincuente movilizan formas distintas de abordar la situación respecto al mismo pero ambas son justificativas de las respuestas punitivas: bien a través del control preventivo de las políticas de la tolerancia cero y su aumento desmesurado de las penas o consecuencias de los delitos; bien a través de los encierros, las medidas disciplinarias, la proliferación de ciencias de intervención sobre el sujeto y sus acciones, etc. Actualmente estamos más cerca del primer modelo y es el que, de forma más frecuente, toman como referencia algunos feminismos: la intención de dominio como única fuente explicativa de las violencias. Ésta intención de dominio se plantea como una especie de decisión en propio beneficio y que tiene una lógica ascendente: si no se actúa en el nivel más bajo y leve de las conductas, estas irán en aumento debido a la naturaleza intrínsecamente violenta de los hombres o al afán de dominio que produce beneficios directos en los mismos. Son explicaciones simples, que favorecen el miedo y la marca, la monstrualización homogeneizante que responde a los intereses de las élites porque legitima las intervenciones más punitivas sin resolver el problema. Las lógicas de la violencia en aumento –«se empieza baboseando o riendo un chiste machista y se acaba violando, y es por ello que debemos actuar para cortar de raíz las conductas más leves»– son características de las políticas securitarias de la derecha y la extrema derecha, las de la tolerancia cero: «tolerancia cero al menudeo de drogas porque atacando al pequeño nos cargamos al grande». Creo que no es necesario entrar demasiado en lo absurdo de la conjetura y, sobre todo, en su carácter marcadamente racista y clasista que acabará afectando a las poblaciones más vulneradas.   También pienso que es evidente cuánto de complicidad con el neoliberalismo hay en muchas de las actuales configuraciones políticas del feminismo en cuanto al abordaje de las violencias de género. Pero, por si todo ello no es suficiente, recordemos –y no nos extendamos en ello aquí– que estas feminidades construidas por la cultura del castigo no solo legitiman la punición, sino que, además, son absolutamente imprescindibles para la reproducción social. Sin esas mujeres bondadosas, emotivas, altamente susceptibles y temerosas del sexo y de los hombres, ¿cómo se iba a garantizar el trabajo de cuidados gratuito, la filiación de los hijos, el control de los supuestos deseos irrefrenables de los hombres? ¿Cómo sino iban a garantizar que las mujeres fueran útiles a los intereses familiaristas del capitalismo?   Cuando no hay hombre Cis o cuando no hay agresor (H) Algo que siempre agradeceremos a la existencia cuir es que, más allá de la disidencia sexual, nos abre caminos distintos de los establecidos en un mundo a veces muy ensimismado y lineal –en el que parecería que todo tiene un final cerrado que ya se sabe cuál es. Conflict is not abuse hace eso: nos habla de la violencia en las relaciones humanas, de que hay un problema con la violencia sexual de los hombres cis que ocupa un lugar central en nuestro imaginario de la violencia, pero de que si quitamos a los hombres cis de la ecuación seguimos teniendo muchos problemas que no sabemos gestionar. Entonces, a excepción de unos epígrafes en los que expone su análisis sobre la violencia de los hombres, dedica el resto de páginas a analizar los mecanismos de evasión, sobredimensión del daño y castigo que repetimos una y otra vez también en entornos queer y en entornos donde el género o la sexualidad no suponen una cuestión central. Para romper estas dinámicas, una de las soluciones a las que apela es a la sensatez en el uso del lenguaje. Ella pide diferenciar entre conflicto y abuso . A mí me hace pensar en la manera excesiva en la que utilizamos la palabra maltrato y la figura maltratadorx . Y has introducido ya tu crítica hacia cómo nos excedemos en el uso de la palabra violencia .   El lenguaje, además, es una operación colectiva y genera subjetividades concretas en las diversas comunidades en que se emplea. Nuestra manera de habitar el mundo no se ha convertido aún en un cubículo distópico donde abordamos la existencia en absoluta soledad. Vivimos interdependientes no sólo de servicios y provisiones sino también de vínculos afectivos. Los conflictos nos suceden en grupo o nos suceden individualmente pero pertenecemos a una comunidad que nos acompaña a interpretarlos y a tomar decisiones. En función de los conceptos de violencia y de las prácticas de una comunidad, recurrimos en mayor o menor medida a la infraestructura del estado o gestionamos autónomamente nuestras respuestas. En unos tiempos en los que reaccionamos a los conflictos tal y como hemos ido describiendo, es habitual que el juicio se establezca entre aparentes iguales – aparentes , porque se obvia un análisis interseccional de los privilegios que afectan a lxs implicadxs. En el jurado popular de El jurado [vi] , la película de Virginia García del Pino que proyectamos junto a la versión presencial de esta conversación [vii] , se retrata una de las ocasiones en las que interviene el Estado.   En relación a estos juicios entre supuestos iguales , otro concepto interesantísimo que plantea revisar Sarah Schulman es el de la lealtad en la comunidad : lo identifica no como cerrar filas en torno a nuestro vínculo, sea lo que sea lo que sienta o lo que está reclamando, sino como la responsabilidad colectiva de ser sensatxs, de atender críticamente las distintas situaciones de tensión o enfrentamiento y de contribuir a sanar. Apela a que pensemos mejor lo que comunitariamente hacemos por alguien y lo que pedimos/permitimos que la comunidad haga en nuestro nombre.   Escribía Sánchez Ferlosio: « (Equívoco pronominal) Se ponen como muy arrogantes usando el plural, porque piensan que Nosotros tiene la ejemplaridad de no ser personal sino solidario; pero Nosotros es tan persona como Yo, y, si cabe, muchísimo peor persona» [viii] . ¿Por qué es importante reclamar otros tipos de lealtad?   (LM) La forma en que hemos acabado entendiendo que debemos acompañar a las personas que sufren, sea por situaciones de agresión, sea por situaciones derivadas de conflictos mal resueltos, de ataques y daños producidos por otras personas, es la de esa lealtad basada en cerrar filas en torno a la palabra de quien está sufriendo, principalmente en los casos en los que la figura de víctima y agresor están muy esencializadas. Lo peor de todo esto es que se presenta como la forma correcta de actuar, la única forma desde la cual se ayuda y se protege, cuando precisamente estas posturas son las más negligentes para con lo que está sucediendo y para con quien está sufriendo.   Ante el dolor de lxs demás podemos cometer dos negligencias: ningunear diciendo «no es para tanto, no me molestes con tonterías» o bien, cerrar filas en torno a su palabra en una especie de «claro que sí, lo que tú digas es la verdad». En ambos casos vas a abandonarlx. Antes o después, y en ambos casos, estás tratando a quien sufre como una interlocutora no válida, le estás despojando de su dignidad, que siempre va a consistir en poder ser preguntada, cuestionada amablemente en lo que siente, poder hacerla reflexionar en la responsabilidad, en el por qué y en el hacia dónde puede dirigir lo que siente a la vez que reconocemos su dolor e intervenimos en el contexto para modificar las condiciones que lo han producido. La primera postura es la típica del patriarcado masculino: decirnos a las mujeres que nuestros malestares son cosas menores y sin importancia. La segunda sería la del feminismo maternalista que se sitúa frente al oprimido desde un lugar de superioridad en el que se da la razón como a las tontas .   Las posturas en las que se da la razón a los colectivos oprimidos o a las personas víctimas de ataques por el mero hecho de serlo suelen ser llevadas a cabo por personas que tienen intereses particulares en hacerse acompañar de la víctima de turno o del colectivo oprimido de turno para ganar legitimidad en guerras políticas, personales, en venganzas afectivas propias, ascensos académicos, etc. Estamos bastante hartas de verlo. Lo más absurdo es que, vamos a ver: ¿cómo vamos a tener razón todas las víctimas? ¿Qué pasa, que nos violan y se nos cambia el cerebro? ¿Se nos borran los recuerdos? ¿Los posicionamientos políticos? Evidentemente no, y la prueba es que no todas pensamos lo mismo. Esto no quiere decir que la experiencia de la violencia no produzca un determinado trauma y efectos en diversos aspectos de la vida de las personas dependiendo de la gravedad, la intensidad, la continuidad, etc. Pero, precisamente por ello, es importante poder acompañar con responsabilidad estos procesos.   Comentábamos un día que la postura en la que se cierran filas en torno a la palabra de quien sufre es una postura negligente que, además, va a provocar que abandonemos a la persona antes o después. Esto sucede porque cuando alimentamos el dolor y el malestar de la otra persona, o cuando dejamos que suceda –a través de sus interpretaciones y efectos o los de la comunidad–, este malestar crece y esa persona se convierte, ella misma, en el malestar. Cuando toda acción acaba siendo condicionada por –o interpretada desde– ese malestar entramos en las posturas victimistas, y ya no hay agencia ni responsabilidad. Es entonces cuando acaba pasando algo que también hemos visto muchas veces: la persona que ha sido víctima o afectada por una situación se vuelve insoportable, intransigente, hiper-demandante, cruel, no hay fin a sus demandas y estas son cada vez más irracionales e inasumibles. Es en este momento en el que se produce el abandono más cruel. Por una parte, porque se produce por parte de las mismas personas que han alimentado una mala interpretación de lo sucedido o un malestar o un dolor sobredimensionado en el tiempo. Por otra, porque se produce en el peor momento, cuando el malestar ya está muy alejado del acto que lo produce, se está en un momento de dolor y sufrimiento muy elevado, se han quemado probablemente muchos otros puentes con amistades o colectivos que podrían haber apoyado de otras formas, etc.   Recientemente, en un encuentro de militantes y profesionales que trabajamos y reflexionamos en torno a los abordajes no esencialistas y restaurativos de las violencias machistas, una compañera –Maitane– lo explicaba muy bien. Ella es activista feminista y su trabajo se centra en el acompañamiento a niños y chicos menores en un centro de acogida. Desde esa experiencia –y otras que la atravesaban personalmente– reflexionaba en torno a lo difícil que resulta a quienes acompañan acoger el dolor y acompañarlo «sin asumirlo como mandato», pero de lo imprescindible –coincido completamente con ella– que es hacerlo. Cuando estamos dolidas y fuertemente impactadas por la violencia podemos expresar deseos de venganza y de odio terribles además de otras demandas que, como ella apuntaba, si se hacen realidad «a la larga te van a joder a ti y a tu entorno». Que en esos momentos haya gente que te sepa escuchar y aceptar sin escandalizarse es muy importante.   Escandalizarse es un gran peligro porque nos pone en un lugar en el que no sabemos entender a la otra. A veces, porque venimos de contextos más pacíficos, otros marcos culturales e incluso de clase donde la violencia se expresa menos, donde las emociones son más pausadas, y entonces nos escandalizamos con las hiper-expresiones de malestar. Como no sabemos acompañarlas en el proceso de irlas situando en lugares más saludables, como nos da miedo esa hiper-reacción, queremos que cese. Por eso acabamos dando la razón, cuando lo que deberíamos hacer es ofrecer el soporte para poder ir reconduciendo el malestar e ir poniendo límites al mismo. De lo contrario, lo único que se hace es alimentar el sufrimiento y sobredimensionar el conflicto.   Todo esto va más allá de las lógicas individuales e interpersonales, ya que, como decíamos, lo que sentimos individual y colectivamente está producido por los relatos culturales disponibles para interpretar nuestras experiencias, pero también condicionado por un montón de otros malestares derivados de condiciones de precariedad económica, comunitaria y afectiva. Y es que el problema que va más allá de nuestros malestares particulares, de nuestros dolores y de nuestra pérdida de vínculos. Todo esto responde a unos patrones afectivos y relacionales que solo contribuyen a las racionalidades neoliberales. Esencializando la condición de víctima se contribuye a construir una determinada cultura política colectiva en la que se promueve el nihilismo infantil, caprichoso y destructivo de los lazos afectivos, familiares y comunitarios, a la vez que se normaliza la violencia comunicativa como herramienta para enfrentar los conflictos o cualquier tipo de situación que consideremos amenazante. [i]  Daniele Giglioli expone su investigación sobre la ideología de la víctima en el libro Crítica de la víctima , publicado por Herder en 2017. [ii]  Lo explica en “El victimismo estratégico o las trampas del nihilismo”, artículo integrante del libro Deseo y conflicto. Política sexual, prácticas violentas y victimización publicado por Fondo de Cultura Económica en 2023 y coordinado por Marta Lamas y Mariana Palumbo. [iii]   Alianzas rebeldes: un feminismo más allá de la identidad es un libro coordinado por Cristina Garaizabal, Laura Macaya y Clara Serra publicado por Bellaterra en 2021. [iv]  Puedes encontrar alguna información al respecto en esta noticia: www.eldiario.es/sociedad/justicia-archiva-trabajadora-ivecodifusion_1_5972443.html [v]  Se refiere, de nuevo, a la Ley 10/2022 de garantía integral de la libertad sexual, más conocida como la «ley del solo sí es sí». [vi]  La película, de 2012, filma a los miembros de un jurado popular enfrentados a un juicio por asesinato. Puedes verla en www.hamacaonline.net/titles/el-jurado [vii]  Nos referimos al Dimarts de vídeo [Conflicto] no es lo mismo que [Abuso] del 14 de noviembre en el Santa Mònica (Barcelona) programada por Hamaca. [viii] En el libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos , publicado en 1993 por Destino. Natalia Castañeda - De la serie “Espera me amarro el zapato” - 2015 - Óleo sobre lino y objeto - 72×23cm

  • Caer no es caer / Ángela Urondo Raboy

    Chupar no es chupar Cita no es cita. Dar no es dar. Caer no es caer. Soplar no es soplar. Pinza no es pinza. Fierro no es fierro. Máquina no es máquina. Capucha no es capucha. Submarino no es submarino. Personal no es personal. Parrilla no es parrilla. Apretar no es apretar. Quebrar no es quebrar Cantar no es cantar. Volar no es volar. Dormir no es dormir. Limpiar no es limpiar. Guerra no es guerra. Cuerpo no es cuerpo. Desaparecer no es desaparecer. Morir no es morir. Ser no es ser. Yo, nada. Fuente: Del libro ¿Quién te creés que sos? (Capital Intelectual, 2012) que se publicó previamente en forma de blog –el blog personal de Angela, Pedacitos. Hija del poeta Francisco “Paco” Urondo y la periodista Alicia Raboy. Nota de Mariana Enriquez (3 febrero 2013): https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4933-2013-02-03.html 降下 (Kōka) , Descenso, septiembre 2025. Plastilina modelada, 70 cm x 45 cm

  • Caligrafía Nómade XXXII/ Patricia Mercado

    Sentado a la mesa, al lado de la ventana, revolvía el café con parsimonia. El mozo le dijo algo. Apenas contestó con una especie de mueca. Era joven aún, pero sus ojos tenían un cansancio viejo. El pelo alborotado le caía sobre la frente. De a ratos miraba por la ventana. Miraba sin ganas, tan cansados los ojos. Del otro lado del vidrio el brillo de los autos lo arrastraban hasta la esquina. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, y así. Afectada de un extraño tropismo, su cabeza apenas giraba. Un rato más y llega Flor, pensó, como quien reconoce las señas de un camino transitado desde hace mucho. Cuando la presentaba a los compañeros del trabajo, o a algún amigo, se enredaba: mi novia, mi mujer, mi... Siempre en tono titubeante. Los otros sonreían un poco incómodos. ¿Qué hacía Flor en su vida? Hijos ya no iban a tener, lo habían conversado con pocas palabras el verano anterior cuando volvieron de esos días en la playa. No tenía sentido. Ella tenía pendiente el doctorado y a él le daba lo mismo. Una piba inteligente, Flor. Se habían conocido en un cumpleaños del que había dudado ir. Era en la Capital. Un sábado frío y lluvioso de invierno de esos en los que la computadora promete más que el andén desolado del Ferrocarril Sarmiento. Ahí donde tendría que esquivar el olor a orina, perdería dos o tres cigarrillos en el mangazo y, sobre todo, donde podía quedar varado un tiempo indefinido si se encendía la voz metálica del tipo del parlante que anuncia la demora del servicio. Pero fue. Y se enganchó con Flor. Idas y vueltas, hasta el departamento. En la Capital estaba desde hacía varios años. El almanaque hizo lo suyo y una semana después de los cuarenta de ella, hablaron de los hijos y quedó decidido sin grandilocuencias. A veces, eso sí, tenía que espantar un pensamiento que se le posaba cual una mosca molesta. ¿Quién lo cuidaría cuando fuera viejo? Aunque enseguida venía la consabida constatación, ¿Y yo? Hace meses que no voy a ver a la vieja. Raudo, se ocupaba de la cena ,o de decirle algo a Rodriguez en el escritorio de al lado, para espantar la idea monocorde. ¿Qué hacía Flor en su vida? Solo, no hubiera podido comprar el departamento. Seguro que no. El banco había dado el crédito a ella. Con el recibo de la imprenta sólo le hubiera alcanzado para una moto o un auto usado. El departamento era chico. Chico, pero lindo. Estaba bien para ellos dos. Total, hijos no iban a tener. Un poco apretados entre las paredes blancas, eso sí. Estaba demasiado acostumbrado a vivir en una casa con terreno. La cama no pudo ser la Queen Size que pretendía regalarles su suegra. Midió docenas de veces y no. No hubo caso. No sobraba ni un centímetro. Pero la familia entendió y aceptaron cambiar el regalo por la heladera con frezzer que pusieron en el living comedor. Una barbaridad lo bien que enfriaba la heladera. De lunes a viernes, por las noches, las latas de cerveza lucían gélidas en la mesita frente al sillón antes del partido que veía rigurosamente a solas, o de la serie, eso sí, compartida. Los fines de semana se aburría un poco porque en el departamento no hay pasto que cortar ni limonero que defender de las hormigas. Pero iban con Flor por ahí a comer una pizza. O alguien llamaba. El mozo volvió a ofrecerle algo más. Dijo que no con la cabeza sin sacar los ojos cansados del vidrio de la ventana. En un rato llegaría Flor y se irían al departamento. Cy Twombly - Sin título, de On the Bowery , 1969-1971 - Serigrafía a color sobre papel Schollers Parole - 65 × 65 cm

  • Al principio fue el caos / José López Cózar

    «Al principio fue el caos» susurraban los caballos mientras dormían las manzanas y anidaban las palomas en altamar. Luego viniste tú, tu corazón, tus labios. Vinieron las manos de cristal y el romero que reparten los gitanos. Vinieron las mujeres sin zapatos que sostienen el peso del mundo esparciendo semillas entre las baldosas del caparazón de una tortuga. Anhélame como el vino anhela el cristal. Ven a mí como un perro mojado. ¿Quieres pan? ¿Quieres trigo? ¿Quieres que juguemos como niños? Mírame y dime que todo esto es verdad que nada de esto es mentira que solo existe tu cuerpo y una maraña de segundos en la suela de mis zapatos. Que te quiero, que me quieres, que quieres reírte y morderme en mitad de los semáforos en mitad de esta llaga oscura de mi pecho en mitad de estos árboles deshojados. Me trajiste las formas me trajiste mis dientes me trajiste esta espalda alta de bruma y estos amaneceres de rosa en mi vientre. Ven, acércate, huele. Huele mis manos mi cuello mi boca mi dolor mojado de serpiente mi pubis acomplejado mis tobillos desollados por las montañas mi melena de jinete. Susurraban los caballos. Susurraban. Para no despertar a las manzanas ni hundir los nidos en altamar: «Al principio fue el caos». Y luego. El corazón y el demonio Había una vez un demonio que vivía en la cueva de una montaña. La montaña era verde, el cielo azul, el demonio oscuro y su corazón rojo. Un día el demonio decidió salir de allí. Con el corazón en la mano y las piernas temblorosas bajó entre las peñas hasta el valle. Quería encontrar a alguien pero no había nadie. Se adentró en el bosque, pero no había nadie. Recorrió el valle entero, pero no había nadie. Cruzó al otro lado del río, pero no había nadie. Caminó tanto el demonio que se le olvidó que llevaba el corazón en la mano y que le temblaban las piernas. Caminó hasta que, de repente, vió una choza en mitad de un prado. Y otra y otra y otra. Y en cada choza un demonio. Y otro y otro y otro. Y en cada mano un corazón. Y otro y otro y otro. El demonio los miró. Los demonios lo miraron. (...) Mientras seguían a lo suyo, el demonio se tumbó en el prado y miró al cielo. Se quedó dormido con el corazón la mano. Ni árbol ni cielo ni río Si no veo árbol ni cielo ni río me pierdo entre números y letras me convenzo de que valen más los papeles que tus besos de que solo existen las sirenas, las alarmas, las alertas de que se apagaron tus gemidos de que vale más su oro que mi tiempo de que la luz solo alumbra bajo facturas de que el sol ya no calienta que entre carne y carne solo hay aire que no hay nadie que me toque que bebo para huir de mi corazón mojado para huir de este corazón tierno para huir de este corazón heredado de mis ancestros. Que si ellos volvieran que si vuelven (al mundo, a su cuerpo) volverían las luces sin facturas volvería el sol que calienta volverían las manos que al palparme suaves me hacen olvidar el mundo de competencias me hacen olvidar que este año murieron 30.000 niños asesinados en la franja de Gaza me hacen olvidar que esta noche dormiré solo me hacen olvidar las sirenas, las alarmas, las alertas. Que yo solo quiero volver al árbol, al cielo, al río. Que yo solo quiero volver a mi corazón mojado de niño. Sergio Castellanos Zapato rojo, 2020 Acrílico, pasteles y lápices de colores sobre papel 30 × 22 cm

  • A propósito del día del maestro / Ariel Rivero

    Pensar es conspirar Amador F. Savater Complicidad 1.  Susy Shock cuenta que, a pedido de la maestra, cuando iban a primer grado todos tenían dos cuadernos, uno para mostrar y cumplir y otro, imagino, para hacerle lugar a lo más valioso. ¿Valioso porque alojaba algo auténtico u original? No se sabe. Ni Susy ni sus compañeros recuerdan qué era aquello que guardaban allí, pero sí que lo escondían ni bien aparecía el director. Ahora, si a ella se le grabó el gesto (no el contenido) ¿lo valioso no habrá estado en la complicidad?   2.  ¿Hay docencia sin complicidad, sin un acuerdo que permite diversión, coraje, aventura? ¿Hay docencia sin complicidad como refugio de esa mirada normalizadora que impide crear? ¿Hay docencia si no es posible construir alguna alternativa, un “afuera” dentro de una situación y de un lugar del que, por otro lado, no es posible salir?   3. Amador Savater (2020) dice que la fuerza de los débiles está en el silencio, la pasividad y el disimulo . Sospecho que, si conociera la historia de los dos cuadernos relatada por Susy, le sumaría también la complicidad como otra estrategia más para oponerse a lo que asfixia, a lo que aplasta, a lo que seca. De hecho, Susy cuenta que la seño Dolores repetía que, sin ese cuaderno que solo podía crecer oculto del poder, los niños se secarían.   4.   Silencio como negarse a repetir las palabras correctas o esperadas ya que, si todo funciona según las expectativas, lo que se quiere dejar de decir e incluso lo que se tiene para comunicar, no se nota. Actuar como el pianista David Tudor que, ejecutando la obra de John Cage, durante cuatro minutos y treinta y tres segundos (así se titula la composición) se dedicó simplemente a no tocar su instrumento para que se escuchara otra música 1 [i] . Armar algo parecido a una cámara anecoica mediante lo que Paolo Virno (2021) llama la potencia de suspender (p. 57). No hacer como condición imprescindible para hacer.   5.   Pasividad  entendida como evitar la ejecución de un programa cuesta arriba, sabiendo que lo mejor no reside en que todo suceda acorde al proyecto, sino en la adecuada utilización de los imprevistos que lo favorecen. Dicho de otra manera, enfocarse en el potencial personal ( vos podés ) en lugar de atender al potencial de situación ,   se parece a desconocer que las victorias y las derrotas se deciden en campo de quienes miran y no en el terreno de quienes luchan. Aun cuando el objetivo sea cruzar el río, es la corriente la que dirá cómo. El mejor plan emerge de las circunstancias.   6.   Disimulo en el sentido de contrabandear, mostrar una cosa y en realidad hacer otra. Utilizar las iglesias de la religión oficial para rezarle a los propios dioses, al igual que los pueblos originarios en el tiempo de la conquista. Disfrazar la desobediencia con obediencia, renunciar a actos heroicos de críticas o denuncias en pos de gestos más ambiguos, pero efectivos.   7.  Así las cosas, en este sencillo acto declaro al silencio, la pasividad, el disimulo y la complicidad como cuatro nuevas estrategias docentes para un aprendizaje significativo.   Excepciones 8.  Pensar en la seño Dolores el día del maestro, además de llevarme a releer algunas ideas de Savater, me hizo recordar a una profe de historia que antes de empezar la clase nos hablaba de psicología. Y si bien no retuve nada de su materia, del tiempo que pasamos juntos sí me quedó una huella: fue la única docente que le habló a mis ganas de conocerme. Y, también se me apareció la imagen de una de mis alumnas sacándole fotos al pizarrón para mandarle a su padre una frase que decía no percibir algo como cruel te vuelve más cruel . Encontraba allí, me contó después, algo que hasta ese momento no había sabido cómo decirle.   9. De vez en cuando alguien toma aquello que su docente ofrece sin saber. De vez en cuando alguien advierte que lo que está escrito en el pizarrón es para nombrar y que copiarlo o no en la carpeta es irrelevante. De vez en cuando alguien se guía por su pasión más que por las consignas. De vez en cuando se construye una relación amorosa con el saber y con los textos. ¿Será mucho decir que el tiempo en las escuelas, las facultades y las aulas valen solo por las excepciones? ¿O especialmente por las excepciones? ¿Y será todavía más exagerado afirmar lo mismo respecto de cualquier trayectoria, profesión u oficio?   Excepciones, la precuela 10.  Una docente de la facultad se lamentaba porque los estudiantes firmaban la asistencia sin ir y copiaban en los exámenes. Qué piensan , nos preguntó. A mí me intriga saber, cada vez que veo a alguien con resúmenes y no con textos, cómo se completará el espacio que queda entre una idea principal y la otra. Eso es lo que me viene a la mente mientras intento pensar qué pienso . Pienso en las excepciones, en la seño Dolores y la complicidad, en la profe de historia que hablaba de psicología y en su lealtad hacia lo que en ella no era copia (¿habrá excepción sin fidelidad a lo más propio?). Pienso en las excepciones como utopías que ya se realizaron. Inéditos que ya fueron viables [ii] .   11.  También pienso en las ocurrencias como excepciones cotidianas. Preguntar en un taller de orientación vocacional, a un grupito de quinto año de economía, qué es el interés y que alguien conteste lo contrario a los descuentos . Comprar un ejemplar del libro El niño resentido de César González e inmediatamente pedir otro. ¿Para regalar? No, para releer. Y que algo de los cuerpos se ablande mientras sucede la risa.   12. ¿Qué más sería una excepción, a propósito del día del maestro? Definiciones que no sean tautológicas (como que la biología es el estudio de la vida o que la filosofía es amor al saber ). Ejemplos: Jugar, transformar la angustia en placer. Idealización, una estrategia para no ver. Libertad, ignorancia de lo que nos condiciona  (Spinoza). Resignación, felicidad que debilita. Inconformidad, una sublevación posible  (Percia). Prestar atención, saber esperar lo desconocido   (S. Weil). Las excepciones abren , iluminan. Y, en el mejor de los casos son como las chispas que lo encienden todo.     Bibliografía -Fernández Savater, Amador  y  Varela Huerta, Amarela.  Silencio, pasividad y disimulo: maneras de escapar cuando no hay salida y una Postdata .  Acta poét  [online]. 2020, vol.41, n.2 [citado  2025-09-29], pp.29-46. Disponible en: < http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30822020000200029&lng=es&nrm=iso >.  Epub 22-Oct-2020. ISSN 2448-735X.   https://doi.org/10.19130/iifl.ap.2020.41.2.0003 . -Percia, Marcelo (2011). Inconformidad . Ediciones La Cebra. Bs. As. -Shock, Susy (2016). Crianzas. Muchas Nueces Editorial. Ciudad Autónoma de Bs. As. -Virno, P. (2021). Sobre la impotencia . Tinta Limón Ediciones. Argentina.   [i]   https://historia-arte.com/obras/4-33-cage [ii] Expresión de Paulo Freire Javier Ortas - "La escuela" - 2012 - Acuarela - 120 × 80 cm

  • Correspondencia Lou y Anna (I) / Cynthia Eva Szewach

    En la separación no es la pérdida, sino la posesión la que solo recién se vuelve plenamente consciente . Lou Andreas Salomé y Anna Freud mantuvieron una correspondencia continua desde 1919 a 1937. Está reunida en un libro 1 que lleva como subtítulo una frase de Lou “Como si volviese a casa, al padre y a la hermana” ( Als käm ich heim zu Vater und Schwester ). Cuando escribe esta línea en octubre de 1928, según Inge Weber y Daría Rothe -quienes epilogan el epistolario reunido- Lou Andreas Salomé acababa de regresar a Göttingen , de una visita a Freud y a su hija Ana en el Sanatorio Schols Tegel.  Allí se encontraba Sigmund Freud, porque su prótesis mandibular debía ser nuevamente ajustada, debido al cáncer que padecía hacía ya varios años. Anna le responde a esa frase “¡Estoy tan contenta de poder ser su hermana!” . La sensación y afectuosa expresión de Lou, “volver a casa” ( Heimcommen), está referida a la alegría familiar de ser huésped en el hogar de Freud. En esta ocasión, para comenzar a compartir las correspondencias, decidimos transcribir casi en su totalidad, una breve carta, fechada siete años antes, el 22 de diciembre de 1921 de Lou dirigida a Anna y que forma parte de los inicios del intercambio. Comparten sueños, paisajes, apreciaciones del clima y conversaciones teóricas del diálogo con su amigo Bernfeld. Está escrita con el afecto que se estaba comenzando a instalar, derivado a su vez de la profunda admiración y agradecimiento de Lou por Sigmund Freud, quien se alegraba y propiciaba que su hija pueda establecer un vínculo con una de sus discípulas más respetada, con quien sabemos mantenía una correspondencia constante desde 1912. En ellas, encontramos que, en octubre de 1921, S. Freud la invita a Lou A. Salomé con mucha generosidad a su casa, la espera lo antes posible, le dice: “(…) porque cuan inseguros son los destinos, las personas y los tiempos” . Al volver de esa estadía a la que nos referiremos, Lou le escribe a su amado profesor “(…) lo esencial de mi estancia en Viena es que vuelvo a sentir (lo que a partir de la guerra me ha resultado en ocasiones algo difícil) que, a pesar de los pesares, la vida es gran cosa”. El epígrafe elegido en esta nota subraya una idea que encontramos interesante en la carta, la relación que se acentúa entre la separación, la posesión y la conciencia. Surge, según ella dice, en el instante lúcido del despertar del dormir como restos del diálogo. München 2 22 de diciembre 1921 Mi querida Anna, Me sorprendo de alegrarme muy especialmente al escribirte, porque la pluma puede tutearte, y todo se lo atribuyo a esta única circunstancia: lo que durante los muy bonitos días de Viena aprendí a sentir cada vez con mayor intensidad por ti. Cuando antes de ayer en Salzburgo las montañas brillaban bajo la esplendorosa luz del sol, también sentí una amarga pena de que no nos hubiésemos quedado allí juntas un poco más. Antes (en cuanto quedé casi sola en mi coupé) me sumergí con verdadera admiración en el suplemento que había traído conmigo 3 . ¡Qué lleno de ideas sugestivas está! Una nota al pie me recordó nuestra última charla con Bernfeld, muéstrasela en la página 35, (acerca de la fantasía, más antigua que la descarga motora supuesta por él). […] Afuera hace un tiempo como de soleado abril, ¿también allí sigue así? La primera noche soñé muy vívida, y según me pareció, muy significativamente; en Viena a menudo tenía, como una vez te conté, un sueño de charlas con tu padre y ese sueño era una manera de ponerme al día con las ilusiones que me presentaban mis deseos, a pesar de que no era para nada consciente de molestarlo, robándole su tiempo, pero ahora era una larga charla contigo—, ¿de qué?, ya no me acuerdo, pero de algo profundamente en común. Y estábamos de viaje. Hacia dónde, no sé. Pero a una meta compartida. Al despertar, me quedó, luego, muy fuerte esa sensación de la que habíamos hablado: de que en la separación no es la pérdida, sino la posesión la que solo recién se vuelve plenamente consciente . La tengo tan clara y vívidamente conmigo, y te retengo, quieras o no, hasta el fin. Querida Anna, saluda por mí de todo corazón a tus padres, tías, y a todos en la casa, y a Paula, a Betty, y por supuesto a Fanny. A ti te besa en los labios Lou 1 Briefwechsel  DtV ( Deutcscher Taschembuch Verlag ), München  2004 2 Lectura y traducción de la Correspondencia: Cynthia E. Szewach y Jorge Salvetti 3 En esta ocasión no nos enteramos aun por las cartas, que recién comienzan, de qué suplemento se trata. Forma parte del trabajo de intercambio de materiales que se produce a lo largo de los tiempos entre ellas. Arthur Tress Trono de Afrodita, Nueva York, 1987/2007 Impresión Ilfordchrome en soporte original. 121,9 × 121,9 cm

  • Correspondencia Anna y Lou (II) / Cynthia Eva Szewach

    “ El psicoanálisis me dio una seguridad imborrablemente alegre”                                                                                       Lou Andreas Salomé Presentamos en esta ocasión, la traducción de dos cartas de enero de 1922, pertenecientes a la Correspondencia reunida entre Anna Freud y Lou Andreas Salomé. 1 Anna, que en ese momento tenía veintisiete años mientras que Lou, ya rondaba los sesenta, comenzaban a intercambiar cartas, con el especial agrado de Freud, interesado en que esa relación se intensifique. Anna relata en esta carta su visita a la Institución de August Aichhorn, quien se encontraba a cargo, después de la Primera Guerra, de la dirección de un sitio para refugiados jóvenes en Oberhollabrunn , en Viena. Ella “descubrió” a Aichhorn a pesar de ciertos prejuicios que confiesa, y quiere contarle en la intimidad, a Lou, sus impresiones a borbotones, movida por una transferencia de confianza y admiración. Anna parecía sorprendida, percibió en él alguien que escuchaba analítico y sereno a cada juventud. Comprobó, quizá por momentos con un tono ingenuo, los efectos de su presencia, en historias plenas de sucesos peligrosos, robos, asesinatos y nunca de forma punitiva. Lo describe como un hombre cuya mirada no moralizante imprimía un clima de convivencia y daba lugar en especial a las experiencias infantiles efectivamente sufridas para leer lo llamado antisocial. Anna se veía tentada a situar el campo educativo mientras Lou acentuará otra vertiente. Sabemos que Sigmund Freud pocos años después (1925), prologará un libro de Aichhorn, Vewahrhlosten Jugend donde agita, no sin apreciar, la interrogación de los tres imposibles freudianos, “educar, gobernar, analizar” no le impedían valorar la contribución en el campo social, de la labor original de Aichhorn, con menores desprotegidos. Freud vuelve a subrayar en el prólogo la importancia del análisis personal para los educadores. Lou, recibe agradecida y voraz las impresiones y ve en el personaje de Aichhorn quizá a los “grandes hombres” que, como Freud, salvando distancias, sugiere le dan a la humanidad un soporte de vida y una desposesión de lo propio, también lo que llama superación de cierta neurosis, en aras de la escucha. Parece que ofrecen para ella la posibilidad de creer. Lo dice en su estilo poético y por momentos laberíntico. Entre ellas, de retóricas disímiles, se va forjando en estas cartas que inician un diálogo asimétrico, un tejido del pensar, en el calor de lo donado tanto entre ambas, en los libros intercambiados, algunos de los cuales no llegan a las fronteras por los tiempos de posguerra que corren, pero, aun así, se esperan. Van construyendo andamios del extrañarse, no sin la figura de Freud en el borde de la puerta. Viena, 18/1/22 Mi querida Lou 2 Esta vez estuve realmente tres días con los ladrones, vagabundos y cuchilleros de Aichhorn y volví completamente llena de todo lo visto allí. Pero precisamente por eso no es para nada fácil relatarlo tan ordenadamente como me lo había propuesto; fueron demasiadas impresiones como para poder describir todo y aún estoy demasiado cerca de los hechos como para poder distinguir lo más importante y contarlo. Pero de una cosa me di cuenta con total claridad, Aichhorn es un hombre excepcional y magnífico, muy accesible también en lo personal. De modo que tenías completamente razón y me alegro mucho de ello. La desconfianza y la mezquindad que entonces casi pretendía atribuirle están infinitamente lejos de él. Es alguien que causa una gran impresión y me agrada inmensamente y espero poder hablar en profundidad y seguido con él. Durante mi estadía allí llegué a conocerlo muy rápido; también me parece que entiende el psicoanálisis más profundamente de lo que él mismo parece admitir y trabaja mucho más analíticamente de lo que dejan traslucir sus relatos. El exterior del establecimiento es exactamente como lo describió, aproximadamente unos cien chicos, seis educadores, cinco o seis talleres con sus —en parte, muy simpáticos— maestros carpinteros, sastres, cerrajeros, un administrador que se ocupa de lo comercial y mi amiga Trude como casera y enfermera. Lo interesante es que, en cada uno de los adultos, así como de los internados, se reconoce la influencia de Aichhorn muy marcadamente, eso se manifiesta en un para nada exagerado, pero muy notable ánimo de alegría, buena voluntad y predisposición que cada uno tiene para con el otro; creo que durante toda mi estadía allí no vi ni un solo rostro malhumorado. El tono entre Aichhorn y los muchachos es como el de una buena familia. Son amigables y confiados hacia él sin ningún tipo de devoción, pero siguen simultáneamente cada una de sus pequeñas órdenes con una velocidad y una naturalidad absolutas que no dejan de sorprenderte dada la ausencia total de medidas disciplinarias. Lo mismo sucede también con respecto a los buenos educadores y mi amiga, la cual, por ejemplo, no hace sino indicar siempre muy escuetamente lo que quiere de los chicos, ya sea en la enfermería o en cualquier otra parte. Y, sin embargo, también entonces la cosa se hace de inmediato. No obstante, la mayoría de los internados tienen cosas malas, muchos, incluso, absolutamente terribles en su pasado, lo que yo me negaba a creer de esos rostros amigables y en parte realmente simpáticos. Lamentablemente, los que me parecieron más amables, tras preguntarle a Aichhorn, resultaban ser, incluso, los que tenían una carrera más inquietante. La corrección y cordialidad que exteriorizan refleja, creo, el modo en que los adultos tratan con ellos y proviene también seguramente de que se sienten seguros de que no puede sucederles ninguna injusticia (ante todo conflicto con un educador se dirigen inmediatamente a Aichhorn quien, luego, debe zanjar las diferencias y reconciliarlas hasta que ambas partes estén satisfechas). Además, gustosamente se les concede deseos inofensivos, se les brinda un poco de libertad, se evita irritarlos mediante la pedantería en las reglas y las prescripciones, y se solucionan las pequeñeces preferentemente con un poco de humor, en vez de exagerárselas innecesariamente. Esto en lo que hace a la vida cotidiana allí. Además, hay naturalmente todo tipo de hechos y cuestiones posibles y no siempre inofensivas, como peleas, robos y todo lo que traen consigo como hábitos de su vida anterior. Aichhorn intenta expresamente no evitar ni excluir tales cuestiones por adelantado, sino que deja tranquilamente las posibilidades abiertas e intenta, luego, abordar lo sucedido de una manera pedagógica: Y es esto lo que precisamente lo vuelve muy analítico. Por lo demás, esto sólo, si un internado ya está ligado a él por una estadía en la institución algo más prolongada. Luego, también, se remonta en largas charlas muy adentro en las historias de infancia y de familia, que, además, en casi todos los casos son historias terribles y tristes, charlas que volverían toda maldad comprensible, aunque fuese mucho peor. Es obvio que en tales casos tiene que experimentar todas las resistencias que conoce el psicoanalista de una manera mucho más cruda, también que debe renunciar a todo tipo de vanidad pedagógica y que necesita emplear grandes cantidades de paciencia y autodominio. Al menos igual de interesante es por lo demás su educación de los educadores, los cuales tienen casi la misma relación con él que los internados y que, quizá, no le cuesten mucho menos paciencia y esfuerzo. También mi amiga está fuertemente bajo su influjo, ya algo sacudida internamente por su inesperado choque con el psicoanálisis contra el cual, a pesar de una aceptación aparente, intenta defenderse, al menos respecto de su propia persona, con todos los medios. En total fueron tres días increíblemente interesantes y, además, muy agradables en los que naturalmente he visto también cientos de cosas que se pueden contar mejor, las historias detalladas de casos particulares y, ante todo, las muchas pequeñas particularidades de la vida cotidiana que, juntas, constituyen el efecto pedagógico y personal de Aichhorn. (Tras esta visita, casi creo que yo misma debería volver por medio de un rodeo a la pedagogía: tal vez, sea la forma más bella de trabajo). Enseguida después de mi regreso llegó tu carta que te agradezco de todo corazón. Es muy lindo que escribas, en este tiempo has conversado a menudo conmigo en pensamiento y me avergüenzo de que mis capacidades telepáticas estén en un nivel tan bajo que no me permitan siquiera enterarme de nada de todo eso y alegrarme. Solo creo que si, en realidad corpórea, erraras por la Berggasse, tratando de encontrar de nuevo el número 19, entonces algo me sacudiría por dentro y bajaría corriendo las escaleras para guiarte por el camino correcto. En la Berggasse solo pocas cosas han cambiado desde mi última carta. La prima americana ahora se ha instalado en tu habitación y probablemente la ocupe algunos meses. Con Ferenczi pasamos un par de días muy buenos, y a Abraham (impedido hasta ahora de viajar por la huelga) todavía lo estamos esperando. Con papá, salvo el múltiple y muy vívido correo, ha habido pocos cambios, pero desde su corta pausa de trabajo para navidad y año nuevo, se encuentra muy bien, fresco y descansado. Por mi parte, he vuelto a caer bastante en mi viejo aislamiento, sólo veo cada tanto la editorial (a la que le he informado de tu situación de encargos) a los Stracheys, con los que siempre me gusta estar, y al Dr. Rickman, el otro inglés muy grande y barbudo que, tal vez, recuerdes de la Sociedad Psicoanalítica y con el cual ahora traduzco con bastante regularidad al inglés muy activamente. Además, tengo siempre la sensación de que suceden muchas cosas interesantes, pero me temo que eso proviene del hecho de que, desde hace unas semanas de noche (de modo que no son de ninguna manera utilizables como sueños diurnos para nosotras) sueño las escenas románticas más maravillosas y complicadas. De las cuales después, a veces, de día, no estoy segura si no las he vivido realmente. Espero que pronto se me pase, pues mi cabeza también de día piensa cosas de las que no me brinda más información y creo que eso me vuelve muy perezosa y descuidada para todo lo más sensato. El suplemento del que papá acaba de hacer una copia te lo he enviado hace un par de días y acompañado de muchos deseos de un seguro arribo. Me he alegrado tanto con la lectura de todos tus libros que me he vuelto muy sospechosa con todos nuestros carteros, porque primero pongo cara de gran expectativa y luego de mucha decepción. Bernfeld no viaja ahora, ¿debo entonces, si el correo sigue estando tan poco halagüeño, enviármelos yo misma? Entre tanto he vuelto a leer todos tus trabajos de la Imago y me he alegrado con ellos. Casi tengo miedo de que esta carta se vuelva una difícil prueba para tu paciencia como lectora, ya que, si no la interrumpo enérgicamente, sigo escribiendo hasta el infinito. Y, tal vez, todo lo particular que querías saber sobre Aichhorn no esté en ella, entonces, debes escribir y quejarte. Querría que Göttingen estuviese tan cerca que pudiese al menos visitarte todos los sábados por la tarde. Siempre              Tu                   Anna. El correo no es tan lento como lo deja sospechar la fecha del inicio de mi carta: entre tanto ya es el 22 de enero. Göttingenn, 30-1-22 Mi querida Ana: Pensé mucho si habías estado, y cuando recién llegó tu carta, ésta se amplió, casi como en un ensueño, a toda una estadía contigo allí 3 ; ahora estoy segura de que deberíamos habernos atrevido a ir juntas entonces; fue quisquilloso de mi parte no haberlo hecho, porque, en realidad, estaba, por un lado, la comodidad y un asiento en el tren, contra, por el otro, una experiencia única y conmovedora, que, a nivel personal, quizá, nunca pueda volver a darse. ¡No te olvides de ningún hecho ni impresión hasta en el detalle más mínimo! Pero no lo harás, porque se unió para ti con tu anterior vida pedagógica; quizá, se convierta, de hecho, en una transición hacia una actividad similar renovada. Lo puramente fáctico parece tan colosalmente importante: siempre y cuando se mantengan estas tendencias y esfuerzos; casi todavía más importante para quien lo experimenta por primera vez es la visión íntima del hombre mismo; sabes, es la cosa más tranquilizadora y que más feliz hace el creer que entre las personas hay siempre hombres así y que ennoblecen a nuestra especie humana. (Tu padre y su tipo de lucha pertenecen a ese tipo de experiencias, por las que le estoy agradecidísima a la vida.) Cada tanto, nos gusta creer en casos semejantes, en base a relaciones personales, dado que es muy fácil en lo ampuloso y ficticio, potenciado por el sentimiento, pero, cuando nos toca realmente, sin que una se haya unido inicialmente a esa persona, entonces cree una para siempre. Y una vez más, a partir de allí, creemos luego en todos los hijos del hombre un poco de nuevo. (por lo que el desconfiado psicoanálisis me dio también una seguridad imborrablemente alegre, como si esa fuese especialmente su misión.) Después llegó el libro, por el que les estoy muy agradecida ¿Por qué sólo Austria es tan complaciente y Alemania no? He arreglado ahora con nuestro librero para que se consiga de Leipzig un permiso de importación, pero eso va a tardar otros catorce días, aunque demasiado impaciente por esos viejos trastos (aparentemente nuevos, pero añosos) no puedes estar, entre los cuales incluyo un par de ejemplares para el uso que quieres darle. Pero aquello que no pude incluir por la censura, las elegias de Rainer, te lo deberás conseguir tu misma , ya que el librero no pudo darme ningún consejo. Tuvimos el enero más normal que se pueda imaginar, ahora llovemos torrencialmente. Lo que resplandecía o brillaba constantemente blanco en el sol mira ahora con rostro lloroso; pero la pre-primavera es siempre así, antes de que comience a reír; en lo de ustedes, tal vez, ya ría. Para nuestro trabajo tomo nota de muy poco en los análisis, sin embargo, internamente sigue vivo y, tal vez, broten capullos; en general, se me he vuelto, creo, más modesto en la captación de lo poético, por lo tanto, en consonancia con los comentarios de tu padre e, incluso, con las objeciones de Bernfeld; solo que me parece que también desde el nivel más modesto vuela allí alto en todo cielo algo así como las muy despreocupadas alondras de los campos de sembradíos, donde se vuelven tan humildemente invisibles. Miércoles. Esta carta quedó suspendida. ¿Y qué pensé entretanto? De nuevo en Aichhorn. Pero no sirve seguir charlando por carta cuando era tan lindo conversar, envuelta en tu manta mágica sobre la cucheta, mientras tú te colgabas de la estufa. Pensé que personalmente en la vida privada difícilmente se podría alcanzar el nivel de Aichhorn (incluso con el mismo talento), porque se debería entonces renunciar a las impresiones y reacciones espontáneas en favor de un efecto buscado sobre las personas (aproximadamente como en las breves horas de análisis.) Sin duda, algo influye eso naturalmente en nuestros impulsos individuales, pero si lo hiciera por completo, entonces ya no serían más individuales. ⃰ Ahora bien, quizá, podría decirse: que alguien alcance consigo algo semejante es ya consecuencia de su más propia singularidad, en Aichhorn, incluso consecuencia probablemente de su superación de la neurosis obsesiva (opuesto al criminal). Fin, beso, mi querida. *Se podría también de algún modo conservar el derecho a la injusticia (¡como A. en un caso!) y volverlo dependiente de la impresión física. 1 “ Briefwechsel”  Ed. DTV Munchen 2004 2 Traducción y lectura realizada por Cynthia Szewach y Jorge Salvetti 3 Se refiere a la institución de Aichhorn Pejac Carta de amor Sobre con impresión a medida 16 × 26 × 2.5 cm

  • Correspondencia Lou Andreas y Anna Freud (lV) / Cynthia Eva Szewach

    “Tropezabas con aquello que nunca se podía desentrañar del todo, lo que siempre está presente cuando una intenta pensar desde lo íntimo…” Lou Andreas Salomé Volvemos a sentir en las cartas, la atmosfera que van labrando poco a poco entre  dos mujeres. Aún en sus disímiles maneras de escribir y la diferencia generacional, leemos como van esculpiendo una intimidad.  Anna está nuevamente ansiosa por verla y entregarle un vestido hecho por ella con el temor tembloroso de equivocar el gusto exigente de Lou. En el entretejido le habla de su trabajo, de pequeñas pacientes emigradas en orfandad, a lo que seguirá dedicándose tal como sabemos y de sus encuentros valiosos con Aichhorn. También resaltan la distinción entre un proceso analítico propiamente dicho y una conversación, y hablan de algo que comparten: el interés por el ensueño diurno. Nombran el malestar por los analistas que hablen en un “lenguaje secreto” como una jerga para pocos y de lo personal en la alegría de teorizar, Lou a solas con alguien cercano, Anna en grupalidad. Lo que Anna llama aquí sus “bellas historias” son menciones a imaginaciones narrativas que en otras cartas menciona se ven afectadas por interpretaciones de un simbolismo sexual. Ella quiere que se las valore por su poder narrativo.  Lou es quien puede escucharla. Le sigue sus transformaciones y la alienta en lo que le concierne de lo que escucha, le confiesa las diferencias entre ellas, lo que conjetura de sus momentos, en un lenguaje propio para poder decir lo que quiere con calidez analítica y amistosa. En la mayor parte de las cartas sin duda la mención a Freud, venerado, amado, está presente. Lou por estas mismas fechas se cartea con él, a quien le cuenta su compromiso fervoroso con un psicoanálisis de dedicación permanente, sin descanso pero que la regocija. Se refiere a quien (nombra a Stekel) lo supone envenenado con precipitaciones teóricas conclusivas y recetas librescas que ella teme fastidiosa, aniquilen la transmisión del maestro. Quiere verlo en el Congreso de Salsburgo y Freud contesta que la esperará allí, “(…) y mejor nos iremos de vez en cuando a pasear por el jardín de ciruelos mientras los otros se rompen la cabeza. Y Anna nos acompañará .” Fragmentos de dos correspondencias [1] 25 de enero de 1924, Viena Mi querida Lou No podía imaginarme que aún no supieras nada con certeza sobre la fecha del Congreso, creí que recibirías noticias al respecto desde Berlín. Se supone que comenzará el lunes de Pascua y durará tres días, en Salzburgo, lo cual nos resultará muy cómodo. De todo el Congreso, lo que más me alegra es verte, por suerte esta vez no habrá demasiadas ponencias y quedará algo de tiempo. Tardes, mañanas y mediodías… sólo sé de antemano que no será suficiente. Que te alojes con nosotros es, por supuesto, absolutamente necesario; todo eso se organizará desde aquí. Naturalmente, llevaré el vestido de lana. Ahora que sólo le faltan casi únicamente las mangas, te verás, por cierto, ante una nueva y difícil decisión: ¿el ribete en relieve —que es absolutamente necesario en los bordes de las mangas, el escote— debería ser de piel, o mejor una tira de lana con aspecto de piel? Lo primero sería, en sí mismo, más bonito; solo que, me temo, ya hacia Pascua parecería poco apropiado —y mucho más aún en verano, aunque se llevaría también en días fríos. La cuestión es tan difícil que prefiero llamarte personalmente para decidirlo contigo. Imagínate, tengo una nueva paciente, y además una muy interesante —como siempre, gracias a Aichhorn, porque de otro modo nadie se ocupa de mis necesidades en este ámbito. Es una pobre niña muy digna de compasión, de 13 años, proveniente de Hungría, donde perdió a ambos padres con muy poco intervalo. Aquí vive con un tío y una tía, en un entorno poco afectuoso, y reacciona a ello con un retraimiento del mundo exterior y un hundimiento en sus recuerdos, que la vuelve bastante inepta para la vida cotidiana. Sólo la escuela, a la que acude con gusto, queda excluida de ese repliegue: allí logra apartar todos los pensamientos y estudia con mucha aplicación. No estoy haciendo un análisis propiamente dicho con ella, más bien una especie de conversación analítica, a la cual, sin embargo, responde bien. Aichhorn y yo esperamos además poder encontrarle un lugar en un hogar muy bonito y alegre. Pero eso no se logra tan rápidamente. Con Aichhorn, entretanto, he visitado una oficina de protección juvenil y el tribunal de menores. Curiosamente, el psicoanálisis es allí —aunque se trata de oficinas oficiales del municipio de Viena— algo bien conocido y respetado. Aichhorn te agradece mucho tu saludo y te envía también sus mejores saludos Esta mañana, en nuestro recorrido —a las ocho en punto, por la calle— me recibió de inmediato con grandes reflexiones teóricas que se vinculan contigo (con tu tipo de mujer) y, que él ha estudiado a fondo. Tuve que hacer un gran esfuerzo para mantenerme bien despierta y atenta, porque, de lo contrario, a esa hora apenas estaría arrastrándome fuera de la cama. Además, esta semana estuvo aquí otra niña pequeña de Budapest, a la que debía ayudar a encontrar alojamiento. Tuve que reunirme bastante con la madre; probablemente irá a Suiza. Al parecer, se trata de una esquizofrenia incipiente. De una paciente aún tengo que contarte algo. Ha aportado a nuestro tema de la ensoñación diurna que me ha gustado mucho: una frase inicial, siempre la misma, con la que comienzan todos sus ensueños, y que —como mostró el análisis— ya contiene en sí misma el núcleo del contenido de todo el soñar. Si te interesa, podría transcribírtelo a máquina; para una carta es demasiado complicado. Pero ya que estoy hablando de ensoñaciones diurnas, tengo que contarte algo curioso. A pesar de que he tenido bastante trabajo últimamente (tuve que entregar dos grandes correcciones de traducción para la editorial), la semana pasada, de repente, mis “bellas historias” se despertaron otra vez y durante días estuvieron casi desenfrenadas, como hacía mucho no ocurría. Ahora han vuelto a dormirse, pero me ha impresionado cuánta permanencia, cuánta fuerza y atracción puede conservar un ensueño, incluso cuando ha sido tan desplumado, analizado, publicado y maltratado de todas las formas posibles como lo ha sido el mío. Se que en realidad es una pena, por sobre todo entre pacientes, pero fue muy agradable otra vez y sobre todo me gusta mucho. (…) Con papá no hay muchas novedades; a veces, los ajustes en la prótesis o pequeños tirones en la cicatriz le causan molestias. Entonces, siempre me preocupo mucho, aunque con el tiempo esas preocupaciones resultan ser infundadas. (…) Lo que me molesta de los nuevos libros de la editorial es que son completamente distintos a los de papá. Justamente aquello que hacía que sus escritos resultaran verosímiles en lo más profundo, aquello que llegaba a tocar a afectar, eso les falta por completo. Y lo que también irrita es ese “lenguaje secreto para analistas”, que una persona ajena, sencillamente no podría entender ya. ¿Cuántas horas tienes ahora?... Te abrazo y beso con todo cariño.  Tuya, Anna   31 de enero de 1924, Köninsberg Mi querida Anna Ahora ya buena parte de tu jornada pertenece a tus pacientes, pues tienes ya a la segunda —y un caso tan completamente distinto—, y también el alojamiento de la pequeña esquizofrénica; y al mismo tiempo, te ocupas aún de traducciones y asuntos editoriales, además de esas magníficas salidas con Aichhorn, a quien ruego saludes cordialmente de mi parte. Pero por encima de todo, estoy segura de que vives las conversaciones con tu padre y todo lo que conforma su experiencia cotidiana; y, como las visitas al profesor Pichler se han vuelto más esporádicas, lo pasado se aleja…Sigue siendo el modelo de todo lo que puede pedírsele soportar a un ser humano, y en cierto modo, nos da la posibilidad de superar dificultades futuras, como si desde ese momento hubiésemos desarrollados hombros más anchos para enfrentar nuestros posibles destinos [2] . En medio de la vida normal de la casa —seguramente un signo del estado de ánimo— finalmente despertaron tus “bellas historias” se podría decir que son excesivamente dormilonas, pero tal vez eso se compense con el tiempo, como ocurre con los bebés que duermen sin cesar, una vez que se los ha destetado , es decir, tan pronto como cesan ciertos vínculos demasiado personales en los que todavía están entrelazados contigo misma.   Algo similar podría estar ocurriendo también con el otro proceso de adaptación del que me escribiste la penúltima vez: tu libertad y alegría al teorizar, incluso frente a otras personas, podría tener que ver con que antes —en lo más profundo— cuando te interesabas plenamente en un problema personal, ya fuera porque tropezabas con aquello que nunca se podía desentrañar del todo, lo que siempre está presente  cuando una  intenta pensar desde lo íntimo; o, porque al vislumbrarse algunas soluciones, el problema en sí, en  su forma impersonal, comenzaba a perder relevancia. Un tercer caso, podrías experimentarlo en los análisis: en cuanto lo más interesante de ellos ya no sea aquello mediante lo cual descubres algo esencial de ti misma, como si estuvieras como analizante directamente implicada, (hace casi un año escribiste acerca de esa paciente: “cuánto aprendo sobre mí misma”). En cuanto a la capacidad de teorizar, no soy en absoluto tu igual; yo sólo puedo hacerlo en el diálogo con un otro, no en grupo, allí me siento de algún modo distraída. No puedo decirte cuanto vivo la expectativa del Congreso, donde por fin podré volver a hablar contigo. (…) Hoy quiero tomar por fin la gran decisión respecto a la consulta sobre el ribete   para el invierno, creo que yo misma tendría varios tipos de pieles —todo dependería entonces del color—, pero ahora, un ribete de lana, si fuera blanco, sería sin duda lo mejor; seguramente esto te asuste, es uno de mis caprichos, ese blanco en el cuello y en los puños... ¿no podría hacerse de forma no fija, es decir, simplemente prendido, para poder quitarlo y lavarlo? Las borduras de colores, como la gris del jumper verde de Mathilden (el de tu cumpleaños) y más aún las marrones, no me resultan nada atractivas. En el peor de los casos, sin ribete, y ya hablaremos de uno que se pueda sujetar. Así que ¡suelta la lengua sobre esto, aunque sea para regañarme! Mientras tanto, te doy un beso y te estrecho esas manos tuyas —tan incansables y tan queridas por mí. Mil saludos a tu padre. Tuya, Lou [1] Agradezco los comentarios de lectura, la corrección y revisión de la traducción personal de estas cartas publicadas en Briefwechsel  DtV ( Deutcscher Taschembuch Verlag ), München  2004  a Bettina Klunkert y a María Eugenia Monarriz.   [2]  El Dr Pichler fue uno de los médicos que trató a Freud de su cáncer maxilar, y de sus prótesis con lo cual se refiere a la salud y fortaleza de Freud para enfrentar su enfermedad. Craig Alan - White Gown - 2011 - Óleo sobre tela con collage - 152 x 121 x 5.1 cm

  • Repeticiones sobre la guerra, la sangre, las exclusiones y los algoritmos 1° parte / Fundamentalismo Estético

    1.Sangre Son las tres de la tarde. Camino en un día caluroso donde el verano está cediendo y las nubes empiezan a revolotear trayendo lluvias. Las primeras gotas empiezan a caer. Logro avanzar unos metros antes de que un chaparrón sinfónico tape las bocacalles con basura y el nivel del agua no me deje cruzar. En la torpeza de querer escapar a la lluvia, un hombre golpea a otro al que no le logro ver la cara. Observo desde un techito que me ampara del chaparrón de verano catalán la escena. En lo que han caído 3 milímetros de lluvia, los dos machos comienzan una pelea. Otros, como yo, que también esperan que pare la lluvia, han vuelto la pelea un entretenimiento. 2 milímetros más de agua y se golpean en la cara como en una película de acción; lo importante ya no es resguardarse del agua, sino de los puños. Caen 3 milímetros más y la camiseta verde manzana del paseante se cubre de un rojo intenso. Desde tiempos antiguos la guerra se hizo de sangre y sudor: experiencias de lo viril. Sudor expuesto en el entrenamiento. Sangre glorificada en su derramamiento. Aristóteles jerarquizó los fluidos de manera taxativa: el semen como esencia vital, la simiente; mientras la menstruación como sangre impura. De ahí la lógica de la trascendencia: la verticalidad, el logos, la razón, el cielo. De ahí a la división de tareas no tenemos que hacer muchas cuentas. Ella espera en casa mientras él vuelve de la guerra. Ella cría, mientras él hace grande a la nación en el campo de batalla, en las fábricas, etc. La masculinidad se expresa no solo en músculos y fuerza, sino en propiedad privada, territorio, ganancia. La masculinidad ocupa espacio. No solo explica ( mansplaining ). No solo abre las piernas en el metro estirándose en un asiento: manspreading . También ocupa territorios en nombre del Estado-nación: coloniza, imperializa. Patriarcado-colonización-nacionalismo: indisociables. La sangre de los mártires de guerra tiene otra función social y mediática en los dosmilesveinticincos. 2.En línea Desde que comencé a googlear y ver algunos videos de YouTube sobre algunas de las viñetas de este texto, internet me alimenta de nuevas imágenes. El mandato de virilidad es, sin duda, uno de los temas virales de las redes sociales. Entre tanto buscar aparecen dos nombres de manera repetida. De padre miembro de las fuerzas aéreas de los EE.UU., Andrew y Tristan Tate acumulan más de 10 millones de seguidores y varios delitos vinculados a tráfico de menores y violación. Desde sus redes exhortan, exportando desde Rumanía, un evangelio patriarcal en cápsulas digitales. Son un estandarte de la “manosfera”, desde donde entrenan en misoginia, resentimiento y culto a la fuerza. También en reconocer “qué es y cómo debe ser” una mujer, por supuesto cis. Andrew Tate ha apoyado a Trump de manera abierta y Musk, después de hacerse de la red social X, restableció el usuario de este ex Gran Hermano UK en 2022. Otro gran trending topic  sobre el tema lo dio la serie Adolescencia (2024). Desayunaba a los padres de Occidente sobre los nuevos modos que pesan sobre la masculinidad, hecha de incels (célibes involuntarios), píldoras rojas y reglas de 80/20 (tan solo el 80% de las mujeres sentirá atracción sexual por el 20% de los hombres. El 100% de los hombres deberá luchar por formar parte del 20% que generaría atracción). Saltar de la serie a un documental fue instantáneo. La directora de La mécanique des fluides (2022), Gala Hernández, analiza la figura de los célibes involuntarios, explica cómo gracias a las redes sociales lograron conformar una comunidad de rechazados. Foros, comentarios en vídeos, vivos, posts se vuelven un refugio y funcionan como una maquinaria de amplificación de su frustración. De una ira compartida. Mientras que en la seducción cuerpo a cuerpo un posible rechazo queda amortiguado en lo real; la seducción virtual apptimizada multiplica y acumula el rechazo. Rechazo, aislamiento, frustración, resentimiento construyen la nueva cadena alimentaria de la vida virtual (y no tanto) de algunos jóvenes. 3.Excluyentes Llega un email con los últimos lanzamientos editoriales que parecen compatibilizar con los datos que entregué al algoritmo. La autora de Abolir la familia  tiene una nueva publicación, Enemy Feminisms  (2025). Leo un par de reseñas sobre su último libro. Apunto y copio algunas cosas, pienso en otras: Sophie Lewis advierte ciertas alianzas inesperadas de feministas, incluida la “mamá” de Harry Potter, con líderes como Trump en gestos como, por ejemplo, excluir a las mujeres trans de los equipos olímpicos. Claro llamamiento a “renormalizar” las jerarquías dentro de los sistemas sexo-género. Algo similar sucedió durante las reivindicaciones en contra del racismo esclavista: algunas feministas prefirieron abrazar la xenofobia y el nacionalismo. En el análisis de Lewis esa genealogía puede que siga su hilo hasta hoy, análogamente, entre el sexo binario inmutable y las nuevas formas de nacionalismo contemporáneo. Es gracias a ellas que Trump puede presentar un ataque contra una minoría como si se tratara de defender a las mujeres de la ideología de género. El terfismo (feminista radical transexcluyente) se postula como un movimiento que hace de la defensa del sexo biológico una forma de nacionalismo feminista. Es gracias a ellas que una agente de policía en el metro de DF puede bloquear el acceso al vagón de mujeres a mujeres trans alegando que no se les permite el acceso a esa área exclusiva para mujeres i . Si unos exhortan a la conformación de fronteras fuertes, otros reclaman bordes claros en la sexuación: remarcar los patrones culturales binarios que dan forma al patriarcado. La pérdida del estatus como mujer, la inestabilidad económica, la incertidumbre en el futuro sirven para conformar un abultado número de votantes reunidos alrededor de un objetivo claro: la ideología de género, el feminismo, lo queer, lo trans, lo “woke”, el “zurdaje”. Al tiempo que las democracias neoliberales de mercado amplían su gama de candidatos a opciones cada vez más cercanas a lo que los votantes creen necesitar. Dentro de los vectores centrales de la llamada “guerra cultural” está la masculinidad en el centro: o bien aparecen como víctimas (“hombres normales” que son reemplazados por feministas y personas trans), o como modelo heroico de defensa de los valores propios de la nación (el varón protector de familia, patria y valores). En los medios se presenta y repite una ecuación que da un resultado 0 para los hombres blancos, hetero y cis (o no) —y algunas mujeres—. Los avances de un grupo “minoritario” se perciben y son presentados como “sustracciones” en los sectores hegemónicos y aún más: la esencia natural del sexo se ve “amenazada”. Se configuran divisiones de bandos irreconciliables que multiplican la fijeza de las identidades como trincheras. La ecuación complejiza sus términos cuando se le agrega un ideal de virilidad donde nada es suficiente, donde siempre faltará o se estará en riesgo de perderla. Algunos ejemplos de este riesgo: la fragilidad del envejecimiento, la caída de la testosterona, la dependencia inevitable de otros cuerpos que cuidarán de ellos de mayores o enfermos (cuerpos que suelen ser feminizados y, muchas veces, racializados). (continúa en Adynata Octubre) Bibliografía. Berardi, B. (2025). Entrevista gelatina Agosto de 2025. Lewis, S. (2025) Enemy Feminisms. TERF, Policewoman & Girlbosses Against Liberation. Haymarket Books. Lewis, S. (2023). Abolir la Familia. Traficantes de sueños. Gómez Beltrán, I (2019). Grindr y la masculinidad hegemónica: aproximación comparativa al rechazo de la femineidad en Revista de Estudios Sociológicos XXXVII [online]. 2019, vol.37, n.109. Pp.39-68. Solnit, R. (2016). Los hombres me explican cosas. Capitán Swing Libros. Sontag, S. (2010). Ante el dolor de los demás. De Bolsillo. i Fuente: https://www.infobae.com/mexico/2025/08/13/acusan-discriminacion-en-metro-cdmx-viralizan-video-donde-policia-niega-acceso-a-usuaria-trans/ Consulta: 2 de Septiembre de 2025. Joseph Christian Leyendecker Pelea entre dos chicos, estudio de portada del Saturday Evening Post, 1911 Óleo sobre lienzo sobre tabla 33,7 × 27,9 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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