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  • Foto del escritorRevista Adynata

1985 / Vanina Zarza

Actualizado: 3 oct 2022

Nos fuimos de raje a la función de las 12:30 antes de almorzar mientras las chicas abuelaban.


Un poco copados con el programa de salida express de pareja y un poco a las puteadas por no poder elegir con comodidad una función más adaptada a nuestra conveniencia preferimos asegurar la visita al cine dado que no creíamos que durara mucho tiempo más en cartelera.

Por lo menos eso fue lo que se comentó durante la semana entre líneas por imposición de los CEOS de las plataformas que se lleva puesta la industria del cine y qué se yo que excusas más.


Lo bueno o malo es que ahí estábamos.

Nos sentamos a ver-pensar la película.


Al principio se me hizo un poco reiterativa la figura de Darín haciendo de un otro pero sin poder dejar de ser el mismo Darín. Igual me re hice cargo de esa especie de vicio en el consumo de algunas figuras.

Pero cuando el guión empezó a fluir la historia logró mover algunas fibras para lo cual no me había preparado.

Pensé en las veces que me replanteo el por qué estudio derecho o lo que es más abrumador aún... ¿Para qué? Y supe que aún en esa abstracción que denominamos justicia está la bisagra que permite el acceso a otras realidades posibles. Sólo basta con cruzar la puerta.

Volví a pensar en que ciertas causas no sólo se las milita o se las defiende sino que se las respira, se las transpira y se las sostiene aún cuando el negacionismo conspire para neutralizarlas o cuando se crea que son pertenencia fugaz y oportunista de algún tipo de bandera.

¡Malditos aquellos que mezquinan la verdad y estrangulan la memoria!

Cuando mencionaron a la CONADEP reparé en la primera vez que tuve en mis manos alguna edición del "Nunca Más" leyéndolo a escondidas en una biblioteca porque me habían dicho que no era para mi edad.

Me estremecí al ver en la pantalla gigante los relatos de los protagonistas como la piba de 14 años que se secó las lágrimas a toda velocidad conmovida hasta la médula intentando relajar sin éxito el entrecejo que se había clavado en el gesto mezcla de enojo y desconcierto al descubierto de tanto horror.

Las luces de la sala se encendieron y esperaba- mientras tragaba saliva para intentar destrabar el nudo de hierro que me había quedado en la garganta- el accionar ridículo del que el Argento promedio no puede aguantarse cuando termina una película: el aplauso a nadie porque flashean premiere como si hubiese alguien del grupo de creadores/as de la obra compartiendo sala en ese momento.

Sin embargo el silencio se anticipó y los primeros 30 segundos del final nos quedamos toda la sala paralizadxs... Como quien pide un minuto en homenaje a una perdida pero esta vez fue espontáneo hasta que una pareja de unos casi 60 años comienza el aplauso... Y más de unx se sumó en ese homenaje y de repente se escuchó con voz quebrada a una mujer entre el ruido de las butacas rechinantes y la frivolidad del revuelo de pochoclos dentro de los baldes

¡30.000 COMPAÑEROS DESAPARECIDOS PRESENTES!... ¡¡AHORA Y SIEMPRE!!

Hasta se armó una conversa en la puerta de la sala con otra pareja que salía.

Nosotros seguimos camino. La emoción no me hubiese dejado sumarme y aportar mucho a la charla pero esa entrada de cine me permitió acceder a mucho más que una ficción, me hizo recordar la importancia de lo real de como existimos.


Lucila Quieto Arqueología de una ausencia. Ensayo fotográfico 1999-2001 Fotografía de diapositiva proyectada sobre pared

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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