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Adynata Febrero / GS

Foto del escritor: Revista AdynataRevista Adynata

Adynata Febrero se dispone a contemplar.


El verbo contemplar se compone con las raíces latinas cum y templum. Cum- de compañía, acción conjunta y templum, de templo o lugar sagrado para ver el cielo.


Templum nombraba el lugar donde augures parcelaban el cielo en sectores y cuadrantes para buscar, en esos perímetros, lo que el vuelo de los pájaros auguraba, auspiciaba para quienes habitaban las extensiones de tierra que correspondían a esa delimitación del firmamento.


Se cuenta que el verbo contemplar es un vocablo técnico nacido de la lengua augural, que es el lenguaje de los augures. En tiempos antiguos, la decisión acerca de dónde vivir, dónde asentarse, para fundar un poblado, estaba a cargo de los augures. Reconocidos como sacerdotes intecesores de lo divino, consultaban a los dioses si la elección del lugar era adecuada, si la decisión contaba con el favor de los dioses, si los dioses permitían esa solicitud, si no se incurría en una ofensa al decidir ese lugar como asentamiento de vida.


El modo de entrar en conversación con los dioses era desentrañando la escritura que trazaba el vuelo de los pájaros.  De allí provienen las figuras del "pájaro de mal agüero opájaro agorero", del “buen augurio” y los “signos auspiciosos”.


Del latín Avis (ave) y el verbo Spicio (ver, mirar), auspicio indica la acción de mirar los pájaros. Un mirar que no es sólo ver, sino un leer el trazo de los pájaros: percibir en esos garabatos y arabescos alados, la legibilidad de una de las caligrafías de lo vivo.


Lengua augurales acontecen como medio para conversar con las lenguas de lo vivo, para consultar si la decisión del dónde vivir, suponía una decisión respetuosa con lo vivo. La función del augur consistía en corroborar si la elección, convivía con los modos de existencia y las fuerzas que ya moraban en el territorio elegido, es decir, si había lugar para inaugurar otro modo de vida sin desplazar, desalojar, violentar, sacrificar a las vidas que ya habitaban el lugar.


Adynata febrero, un territorio consagrado a la lectura de auspicios.


Podríamos preguntarnos ¿por qué consultar a los dioses si podríamos comprobar por nuestra cuenta la existencia de lo vivo? Lenguas augurales sabían lo que la lengua del dominio ha suprimido: No se puede saber la extensión de lo vivo, no se pueden agotar las infinitas formas que su variación admite.


Leer interesa menos como significación y decodificación que como iniciación en-, dejarse instruir por- las infinitas lenguas que puede el mundo. No se trata de lecturas para predecir, decir antes, anticipar lo que vendrá: dominar a través de los nombres, sino de entrar en contacto con lo desconocido, “restituir a lo inexpresado” lo pensado, para desaprender las lenguas del sacrificio, desertar de las lenguas azuzadas por la crueldad.


No se busca adivinar, no se busca ver venir, lo que va a venir en el futuro, sino lo que hoy está impedido de venir, aquello a lo que hoy no le es concedido advenir. Si la videncia procura ver más allá, aquí se trata de una invidencia que contempla con urgencia el más acá: una disposición sensible ante los modos de existencia de lo invisible, como una “intimidad sin proximidad”, una hospitalidad sin visibilidad, un cuidado por lo impresente, un aprender a leer las huellas visibles de lo invisible para aprender a convivir con lo inmanifestado.


Lenguas augurales: vaticinios, rituales, ceremonias, invocaciones, ritos, liturgias, ruegos, llamados, entrares en conversación a la búsqueda de lugares donde sea posible la vida, o bien oficien de protección, favor, amparo, socorro, consuelo, salvaguarda ante la hostilidad desencantante del mundo.

Lenguas augurales como aires de un augurio inaugural de otra cosa. Un reencantamiento del mundo. Quizás se trata de inaugurar imaginaciones que encanten lo desencantado.


Adynata Febrero invita a con-templar lo que lenguas augurales podrían decir si preguntáramos -y si supiéramos escuchar- dónde los lugares favorables para la vida hoy.


El con- como templo, santuario, lugar protegido desde donde leer, en el inagotable cielo de lo vivo, sitios auspiciosos para cultivar vitalidades, territorios donde sea posible la vida.


Adynata Febrero invoca el antiguo arte de las lenguas augurales en procura de inaugurar geografías vitales en cuerpos, aires, aguas y tierras agotadas por la explotación de las lenguas de ultraje: patriarcales, coloniales y capitalistas.

 

También abre la invitación y la convocatoria a la recepción de textos afines a lo augural, textos en estado de amistad con esas liturgias y astucias que imaginan modos de conversación con el mundo, la materia, lo vivo, para ampliar la indagación sobre otros modos de vivir durante la próxima edición de Marzo. (Pueden enviarse a catgrupos@gmail.com)



v. Nicolás Koralsky (2020) Serie Frágil
v. Nicolás Koralsky (2020) Serie Frágil

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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