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Adynata Mayo: Pensando en las orillas / MP

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 6 días
  • 11 Min. de lectura

Adynata mayo presenta el dossier Pensando en la orillas.

Una colección de escrituras e imágenes compuestas alrededor de un encuentro en Mar de las Pampas a mediados de marzo de 2025.


1.

Con estas palabras Italo Calvino (1973) comienza El castillo de los destinos cruzados: “En medio de un espeso bosque, un castillo ofrecía refugio a todos aquellos a los que la noche sorprendía en camino: damas y caballeros, séquitos reales y simples viandantes”.

De a poco, el narrador advierte que ha enmudecido. La travesía por el bosque había costado a las almas viajeras la pérdida de la palabra.

Sin embargo, a su turno cada cual comienza a contar su historia componiendo un relato con las cartas del tarot.

Entrecruzando líneas y cursos de otros relatos que se van desplegando en una misma mesa.


2.

Se lee en una posdata del encuentro de las orillas:

Así ocurrió que una vez, cerca del otoño del 2025, un conglomerado de rarezas fue abducido por un llamamiento durante 4 días seguidos. Que ya no se sabe si era un castillo en el bosque o en la playa, y que establecieron el récord de tertulia. Durante casi 100 horas sin parar estuvieron conversando, pensando, riendo, llorando, por momentos comiendo, pero principalmente sintiendo”.


3-

Castillos de arena, si no los pasan por arriba pisadas insensibles, de a poco los desgasta el mar. Cuando sube la marea las construcciones se dan a las aguas. Conmueve cuando a la mañana siguiente todavía conservan una pared.

La orilla siempre comienza.


4.

Borges y Bioy (1955) escriben un guión para cine con el título de Los orilleros. Narran el culto al coraje de quienes habitaban las orillas en los márgenes de la ciudad.

No le vendría mal a la lengua derivar de la idea de orilla el sustantivo orillante.

Para autorizarnos a hablar de rarezas que se dan a las orillas, que viven, piensan y conversan en ellas.


5.

Se lee: “Un castillo de leyenda neerlandesa asoma en un bosque desde el que se escucha el mar”.

Se lee: “Una cocina, rebosante de colores que alimentan, queda habitada por un ejército de hormigas comandado por una abeja reina. Hay alimentos para animales onmívoros y ovolactovegetarianos. Alguien corta frutas. Alguien corta el pan. Alguien cuida del fuego”.

Se escuchó decir: “Replegar ¿sin ensimismarse? / abismarse ¿sin romperse?”.

Se escribió: “¿Cómo vivir lo que se vive y estar disponible para atender vidas que viven lo que se vive?”.


6.

Supimos tres condiciones que se necesitan para darse a la intimidad: tiempo, generosidad, confianza.


7.

Se dijo que no se puede vivir si no en las orillas. Cualquier otro lugar ahoga.

Se lee: “Conventillos al punto del derrumbe, llenos de niñeces que igual juegan, patios que albergan uniones, veredas que aseguran encuentros, el cielo es parte de este barrio”.

Se contó que el día en que llegaron de España, el 16 de junio de 1955, sus padres tuvieron que permanecer en la orilla, sin poder desembarcar, porque estaban bombardeando la Plaza de Mayo.

Se lee: “Aparece un pequeño bote que invita a subirse para respirar un rato... construir nuevas orillas en medio del arrasamiento... tiene un ritmo suave, eso atrae... Tanta suavidad es imposible de rechazar...”.


8.

Alguien dijo necesitábamos tomarnos un descanso de la civilización.


9.

Se lee: “Yo, amante del caos, vi como durante cuatro días la casa se convirtió en una comunidad de pensamiento, sentimiento y, más que nada, en una comunidad amorosa”.

Se lee: “En memoria de Vicente Zito Lema, quien con su espíritu presente nos dejó generosamente su casa”.


10.

Alguien dijo “la hospitalidad es política”.


11.

Se compartió una clínica de los colibríes. Una clínica de acrobacias que piensan en el aire. Una clínica de las fragilidades tornasoladas que abrigan con aleteos y vuelos ligeros. Una clínica libadora. Una clínica no ceñida ni reducida a lo que ya sabemos.

Se lee: “Colibríes no saben cómo llegaron ‘hasta acá’. Y el sabor amargo de las sustancias arde en las lenguas de lo que no sabe a felicidad. La dulzura del olvido que les presta el aturdimiento se monta como un escenario donde se prenden fuego los teatros. Y ya no se sabe quién escribe esa obra que se incendia”.


12.

Un suspiro expresó “sólo falta que broten flores en las orillas”.


13.

Se leyeron textos que participan de la hibridez del ensayo: ocurrencias, epígrafes, citas comentadas, fragmentos de ideas, relatos clínicos.


14.

Se recordó que Berni retrató a Juanito Laguna haciendo la tarea con el piberío en la vereda de la villa. Y que esas miserables comarcas de entonces alojaban con sus chapas, sus materiales coloridos, sus olores a frituras, cercanías vecinales.

Se escuchó decir que una niña de doce años que juntaba cartones por la calle, con la que se jugó, bailó, leyeron cuentos y acompañó para que pudiera ingresar a la escuela, enseñaba que hay que “tomar la vida como viene”.

Se dijo: “Tal vez en todos los tiempos acompañar consistió en habitar la pregunta sobre cómo acompañar”.


15.

Se escuchó contar el “corazón estrujado” de la clínica por sólo poder lo que puede.

Se dijo que necesitamos inventar modos de estar en las orillas de las instituciones. Orillar para no sufrir. Orillar para no huir, para no ausentarse, para no desistir. Para no privarse de lo público.

Se escuchó decir que los equipos de salud necesitan hacer pausas para hablar: “¿Tenés un ratito para que pensemos?”


16.

Cada vez que se piensa en un padre, se percibe la vida como accidente más que como destino.

Toda intimidad tiene mucho de generosidad.


17.

Se lee: “Desde su inauguración y hasta que murió, acá hizo su carrera como cirujano cardiovascular infantil mi papá, donde llegó a operar del corazón a más de tres mil niños".

Se lee: "Así, durante más de veinte años creí que me faltaban muchas cosas de él. Que no las tenía. Que las había perdido para siempre. Pero en realidad no me había puesto a buscar. No había podido mirar a los ojos su archivo”.


18.

Alguien anotó en una hoja sin firma que quedó sobre una mesa: “Hay momentos en que las soledades se mueven en silencio, se mueven casi sin movimientos. Se mueven casi sin soledad”.


20.

Se escuchó esta pregunta: “¿Cómo pensar poéticamente en un contexto donde la crueldad está de moda?”.

Se dijo que las palabras verso y versus comparten la misma raíz.

Un hallazgo para estos tiempos en los que vivimos, pensamos, escribimos, en contra de... o intentamos seguir adelante contra viento y marea.

Se lee: “El paisaje tangible de la memoria podría ser, por ejemplo, un dolor que encuentra un sitio donde dejar un rastro, un borde de dónde agarrarse”.


21.

Se hizo notar “la dulzura que el olvido le presta al aturdimiento”.


22.

Se lee: “Así lo siento hoy. Un derrape que pareciera no poder detenerse”.

Se escucharon preguntas que nos solemos hacer en voz baja: ¿Puedo con esto que está pasando? O, ¿qué puedo con esto que le está pasando? ¿Mucho para su soledad? ¿Mucho para mi soledad? ¿Mucho para las soledades que estrechamos cuando tratamos de conversar lo que podemos y no podemos? 

Pero sobre todo se escuchó la pregunta que más interesa cuando se cuenta la clínica: ¿Alguien más sintió alguna vez esto que me está pasando? 

Interrogación que no busca eso que llaman empatía o identificación.

Interrogación que solicita compañía para una duda, una vacilación, un desánimo: ¿Alguien, en mi lugar, podría pensar o decir algo que yo no sé? Momento aciago de la pregunta ¿No tendría que haberme dedicado a otra cosa?


23.

Hubo una voz que recuperó la noción marxista de reificación. Un vocablo que se utiliza para ampliar las discusiones sobre los alcances de términos como alienación, cosificación, enajenación, fetichismo.

Se dijo que no alcanzan las palabras para decir cómo los pensamientos nos confunden y engañan.

Se dijo que reificar quiere decir hacer de una vida una cosa.

Se lee: “La individuación, además de reificación, es una operación de homogeneización de los efectos singularizantes de los procesos relacionales (por ejemplo, el deseo "individual" es el deseo reificado y homogeneizado)”.

Se quiso rescatar la idea de singularidad del manto homogéneo de las individualidades.


24.

Se contaron conversaciones escuchadas en un taller con niñeces de cuatro años: “¿Qué es una pesadilla? Es un como un sueño pero no sé, como que tiene algo distinto”.

Se lee: “¿Puedo contar algo? Ayer no pude dormir mucho porque vi una pesadilla. Silencio. Miradas pícaras, sorprendidas y cómplices. Y… ¿había un zoombie? Sí y un montruo… me dio un poco de miedo pero no mucho. Ah…. yo también tuve una pesadilla pero esa sí era de todo miedo. A mí las pesadillas me dan ambustia. ¿Y qué es la ambustia? Es como un sentimiento de tristeza, pero mal hecho”

Se lee: “De esta aventura conversacional, de relatar entre luces y sombras, de poner en común todo eso que aparecía durante las noches cuando nos íbamos a dormir nació el libro “El pesallidario”.

Se lee: “Seño, ¿los grandes también tienen pesadillas?”.


25.

Se supo de un proyecto que intenta favorecer encuentros amigables, a través del arte, entre mujeres y disidencias a pocos kilómetros de donde estábamos.

Se interrogó el cómo de la construcción de espacios en estado de palabra para mutismos dolidos de estos tiempos.

Se contó el deseo de recuperar prácticas del teatro del oprimido de Augusto Boal.

Se celebró que, aprovechando el nombre de la glándula de Bartolino que humedece eróticas vaginales, se decidiera la creación de una agrupación transfeminista con el nombre de bartolinas.


26.

Se lee un escrito que compone un vocabulario vibrante de las orillas.

No hay palabras sueltas en la memoria de los días. Las palabras se sueltan. Golpean más que argumentan. Zurcen siguiendo un ritmo. Vocalizan.

Un grafiti en la ciudad de Nápoles dice: “Conspirar quiere decir respirar juntos”.

Se lee: “Un fragmento, un retazo, perder el hilo, deshilvanar. Parir las dudas, las preguntas, hendir traiciones en el olvido que todo recuerda. Memorias de lo frágil, opacidades. Orillar, zurcir. Darse al pensar. Soltar, soltura, errancia. Perder el hilo (otra vez). Andar descalza”.

Se lee: “‘Iré en mi viaje donde deba ir’, reza la página donde se abre el libro de Vicente…”.


27.

Se dijo que el diccionario de la real academia todavía no admite el infinitivo encomunar. Y se aclaró que no se pedía un verbo más, sino la posibilidad de conjugar un hacer en común con el dolor.

Se lee esta pregunta: “¿Cómo se piensa la atención, cuando el daño ocurre donde se esperaban cuidados?”.

Se contó de las doulas feministas. Expresión que alude a la voz latina con la que se solían nombrar sirvientas y esclavas que ayudaban a parir. Y que ahora devinieron doulas aquelarreadas, dulces, feroces. Insurgentes.

Vimos un video sobre la realización de un mural entre vidas gestantes que perdieron, por violencia obstétrica, sus embarazos. Un retorno a la pintura popular como acción, en los muros del cementerio en el que están enterradas sus criaturas.


28.

Se pensó alrededor de la obra de Deligny.

Se lee: “Se trata de ver de cerca qué es lo que cuenta para esa singularidad…ahí donde todos los saberes previos, las interpretaciones e intenciones vienen a morir, ¿qué es lo que verdaderamente cuenta?”.

Se lee: “Si la distancia con esos chicos es demasiado grande, ¿tenemos que abandonar la posibilidad de que exista algo en común? Esa distancia ¿justifica la inacción o bien la domesticación o eliminación de esas sensibilidades que no se nos parecen?”.

Se dijo que la idea de “vacancia de lenguaje” se podría concebir como disponibilidad otra, como negarse a la cita con la normalidad, como descanso de la civilización, como resistencia ante los poderes.

Se dijo que hay en la clínica de Deligny un tratar de hacer con existencias sin lenguaje. Y se dijo que eso que se nombra como autismos tal vez componga una insurrección radical del vivir. Y que así se ponga a la vista el idiotismo de las instituciones.

Se invitó a pensar en un teatro sin dramática, en una fábrica en la que no se fabrica nada, en una escuela en la que sólo se vagabundea.


29.

Se quiso hacer, pero no se hicieron cartografías con los movimientos, trayectos, estancias de cada orillante durante los cuatro días en la casona.


30.

Se escucharon relatos a borbotones queriendo decirlo todo a la vez y sabiendo que eso no se puede.

Se lee: “Ella, quien escribe, percibe un entusiasmo, que hacía tiempo no percibía que la habitara. Es como una provocación: anhelar que la mujer privada de libertad, sepa que Ella, quien escribe, la está pensando”.

Se asistió a clínicas a corazón abierto. Sin solemnidades, impostaciones, arrogancias, exhibiciones.

Se participó de la invención de los infinitivos nubetear y saltimbanquear.

Se lee: “Y en el nubetear, Ella, quien escribe, se va hacia otras preguntas”.

Se lee: “Ella, quien escribe, saltimbanquea entre si el ¡ay! se siente o se piensa. El ¡ay!, se siente”.

Y se compartió el secreto de la clínica: que una vida sepa que otra vida la está pensando.


31.

Se contó la vez que un abrazo fisuró una o tal vez dos costillas, o cuando se buscó el registro de voz de alguien que había muerto en un mensaje de audio en un teléfono.

Se lee: “Recuerdo la primera vez que se me murió una planta querida. La formulación ‘se me murió’ es errada pero necesaria: ya se sabe que las vidas no se le mueren a una, se mueren simplemente; el posesivo que habilita nuestra lengua quiere decir acá un lazo afectivo o emocional”.


32.

Alguien dijo que la cosa se pone fea cuando no se le encuentra la vuelta para encantar la vida.


33.

Se llegó a saber que el infinitivo pensar se traduce como chapotear.

Chapotear no sólo como el acto de producir ruido al caminar o movernos en el agua o el barro. Chapotear como una manera de andar la vida. Sin hacer pie del todo. Caminado en suelos húmedos y movedizos.

Se llegó a saber que la letra h habla, hace, halla, hila, hospeda, hostiga, horroriza, hurga, husmea, hurta, hunde, hiere, halaga, homenajea, hermosea, hambrea, habita, hechiza.

Se anotó esta cita Úrsula Le Guin: “En cuanto hallamos el compás, el compás adecuado, nuestras ideas y nuestras palabras bailan con él, un baile circular al que todo el mundo puede sumarse. Y entonces soy tú, y caen las barreras. Por un rato”.

Se supo que pensar también se traduce como orillar por un rato. Y que al escribir se intenta que un ratito se alargue. Hacerlo durar un poco más.


34.

Se escuchó leer “Donde hay locos siempre hay pericos…”.

Se contó sobre un llamado desde el bosque al contestador automático del manicomio.

Se lee una confesión que muchas veces las euforias de las cercanías callan: “el temor de engentarme" o "la preocupación de quedar atrapado en un remolino de lágrimas grupalistas".

Se lee que sensibilidades se aguantan las lágrimas.

Se lee "Al fin soy uno más. Igual de miserable. Igual de dichoso".


35.

Dicen que las lágrimas de un común orillar saben saladas, salvo cuando se vuelven dulces o amargas.


36.

Se susurraron conjugaciones secretas con los infinitivos nubetear, saltimbanquear, pesadillar, ambustiar, encomunar, chapotear, engentar, descostillar, orillar.


37.

Se podría componer una hermosa biblioteca con los libros, las citas, los fragmentos leídos durante esos cuatro días.


38.

Se repitió esta frase: “Débil no es quien puede poco, sino quien está separado de lo que puede”.


39.

Se escucharon voces que contaron cosas que pasan en las guardias de un hospital de infancias.

Cada vez más niñeces y adolescencias están ahí custodiadas por policías.

Se lee: “T. mandó a la concha de su madre a su policía. El policía se fue y dio un portazo. Dijo que no iba a aceptar algo así porque su mamá había muerto hacía dos meses. T. le pidió perdón”.

Se lee: “M. dibujó a su policía en la pared de la habitación donde está internado; en el dibujo se hacía justicia”.

Se lee: “El policía de T. sabía cortar el pelo, armó una barbería en la sala de internación. Varios pibes eligieron un corte”.


40.

Se repartieron postales que tocaron almas.


41.

La última noche en la playa se narró una historia triste.

Tiempo después de la muerte de Georg Büchner en 1837, cuando tenía veintitrés años, encuentran los manuscritos sin terminar de Woyzeck.

En un momento de la obra una mujer cuenta el cuento más viejo que se conoce: la historia de la soledad.

Dice: “Había una vez un niño pobre que no tenía padre ni madre. Estaban muertos los dos. Y no había nadie más en el mundo. Todo estaba muerto. Y el niño se puso en camino. Buscó día y noche. Y como no había nadie sobre la Tierra, quiso ir al Cielo. La Luna lo miraba con mucho amor. Pero, cuando después de mucho andar, llegó a la Luna, ésta era sólo un pedazo de madera podrida. Y entonces fue al Sol. Y cuando llegó al Sol, éste no era más que un girasol seco y marchito. Y todavía el niño quiso ir a las estrellas. Y cuando llegó a las estrellas, encontró apenas pequeñas moscas doradas. Y el niño, muy triste, no sabía a dónde ir. Y volvió a la Tierra. Y la Tierra era una olla dada vuelta. Un campo destruido. Y el niño estaba tan solo que se sentó y lloró. Y todavía sigue allí llorando”.





Frágil.Orillas mediterráneas. 2025. v. Nicolás Koralsky
Frágil.Orillas mediterráneas. 2025. v. Nicolás Koralsky

Comentarios


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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