El Martillo. Yo martillo…
El Serrucho. Yo serrucho…
El Vacío. Yo vacío…
El Experimento. Yo experimento…
El Cuento. Yo cuento…
Al derivar hacia la primera persona del singular se transmuta el sustantivo en verbo. Se traslada a su vez el artículo singular (el) hacia el pronombre en primera persona (yo).
Una tilde en la o final del sustantivo, salta de la primera a la tercera persona (martilló-él/ella).
Lalengua que habitamos -que nos habita- articulada a orificios corporales, puja el trabajo que la pulsión realiza cuando golpea al sustantivo dormido y lo despierta hacia la vigilia del verbo.
Tomo al azar estos sustantivos verbalizados que resuenan en la escucha analítica:
Puente que va de cuento a la pregunta si cuento para ¿me cuenta? ¿estoy en sus cálculos, en su vida?
Pase de experimento a quedar como conejillo de Indias ¿me usa?
Salto de vacío a vaciar y a angustiarse ante el abismo.
Travesía desde un serrucho a quedar sin piso donde sostenerse.
Desde la herramienta hasta la filosofía (del martillo) Nietzscheana.
A la inversa, un verbo sustantivado es simplemente un verbo en infinitivo que hace de sustantivo (adormecido) en una frase: “dormir demasiado hace mal”.
Tal vez la interpretación analítica, el acto, interrumpan la somnolencia fantasmática con asombro, sorpresa y no sin angustia. No es la angustia que despierta al soñante ante la inminencia de la realización del deseo en el sueño, es una inquietud (sustantivo) que inquieta (verbo) y pulsiona -más allá- para abandonar el placer de la quietud.
Pessoa lo dice con su admirable estilo: “Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo, y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos”.
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