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El pesadillario / Ayelen Dorio

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 3 días
  • 4 Min. de lectura

¿Qué es una pesadilla? Es un como un sueño pero no sé, como que tiene algo distinto


Imaginemos que en el medio de la ciudad existe un jardín de infancias público que insiste en la educación por el arte. Que intenta pensar y crear maneras que puedan alojar las inquietudes e intrigas que las infancias van trayendo. Que se pregunta cómo armar encuentros que sostengan con firmeza blanda el estar ahí, un lugar donde pararse, por momentos, para poder volver a despegar y poder volver ahí. Que intenta una y otra vez practicar interrupciones pedagógicas. Como nos invita a pensar val flores: “Procedimiento afectivo de desconectar el circuito de sufrimiento infinito. Práctica política de desmontar las convenciones de lo escuchable”. “Y como se trata de interrumpir, vamos a suspender algunas lógicas prescriptivas que se instalan silenciosa y poderosamente en los formatos educativos”. Insiste la pregunta ¿Cómo desmontar las crueldades normativas pedagógicas, esas que subestiman a las infancias como si no supieran de lo que hablan? o que practican domesticaciones endulzadas con canciones como “La lechuza hace shhh hagamos silencio como la lechuza que hace shhh”. Porque como toda normalidad la llevamos impregnada en modos automáticos que se reproducen sin pensar.

Interesa pensar en ese espacio, en este momento cómo poner en práctica, desde la escuela pública, políticas que escuchen, que puedan habilitar (como diría María Elena) “tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor”.

Aye (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia
Aye (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia

El jardín con su vorágine en ese ir y venir con las preocupaciones, que el reclamo a la dirección de enseñanza por el refrigerio estudiantil, que las reuniones de familias, que las fechas de elevación de planificación, que las evaluaciones docentes.

De pronto, una interrupción....una pregunta en el pasillo detiene el tiempo y nos devuelve a la realidad... “¡Seño!, ¿sabías que pasó corriendo el conejo de Alicia por el jardín y se le cayó una carta? (la sacude deslumbrado, dando saltos) ¿Me acompañás a buscar si se le cayeron más?”. Insisten las preguntas ¿Hay algo más importante hoy, acá, ahora, que buscar por los rincones del jardín las cartas que se le cayeron al conejo?

En esos intentos, búsquedas y tanteos, pelos despeinados y caras dormidas nos vamos encontrando todas las mañanas. Infancias de 3, 4 y 5 años van llegando al jardín. En ese espacio la propuesta de comenzar el día en ronda va convirtiéndose en un clásico: “¿Y la ronda? ¡Te la olvidaste!” “¿Por qué todavía no hicimos la ronda?”. En ese momento, entre gritos, conversaciones en susurro y juegos comienzan a desplegarse diálogos inauditos. Cuentan sobre sus viajes, sus paseos, los cumpleaños, con quiénes se van después del jardín, también sobre sus lastimaduras, sus plantas, sus mascotas. Una mañana de lluvia, aprovechando la oscuridad que daba cierto clima de intimidad tenebrosa una infancia comenzó su relato y las escuchas atentas lo siguieron:

¿Puedo contar algo? Ayer no pude dormir mucho porque vi una pesadilla. Silencio. Miradas pícaras sorprendidas y cómplices. ¿Y… había un zoombie? Sí y un montruo… me dio un poco de miedo pero no mucho. Ah…. yo también tuve una pesadilla pero esa sí era de todo miedo. A mí las pesadillas me dan ambustia. ¿Y qué es la ambustia? Es como un sentimiento de tristeza pero mal hecho.


Lo que perturbaba el dormir empezaba a ser nombrado en la ronda. Relatos de ensoñaciones que aparecían en los vaivenes de aprender a dormir en camas sin la compañía de quienes cuidan. “Igual si tenés mucho miedo te podés ir corriendo a la cama de tu mamá”. ¿Cómo acompañar ese momento de la vida donde se descubre el soñar, “el pesadillar”? ¿Cómo practicar una escucha que de abrigo sin asfixiar eso que perturba, que tiene un poquito mucho de miedo y otro poco mucho de intrigas?.

Y así entre conversaciones, preguntas, alojos y asombros, comenzaron a descubrir los miedos en común, las pesadillas que rondaban en ese taller de 4....De a poco empezaron a ser plasmadas en hojas, en las mesas, en pequeños recortes de cartón...todo soporte fue teniendo la posibilidad de transformarse en un relato. Así fue que el taller de 4 se convirtió en “Un gran cielo de pesadillas”. Hubo pesadillas compartidas que pintaron de a 4 o de a 5, hubo pequeñas y grandes, hubo algunas que tuvieron que ser pintadas abajo de la mesa “porque les puede dar miedo a los demás”. Veíamos cómo esos sueños inquietantes iban saltando de uno a otra “¡Ay…! yo también soñé que me perseguían”. Aparecía la fascinación y el temor en este nuevo descubrimiento...

De esta aventura conversacional, de relatar entre luces y sombras, de poner en común todo eso que aparecía durante las noches cuando nos íbamos a dormir nació el libro “El pesallidario”.

Seño, ¿los grandes también tienen pesadillas?”.




*Proyecto realizado en el jardín del Instituto Vocacional de Arte a cargo de las docentes Lara Alvarellos, Melina Dans y equipo de coordinación.





Meredith Jacobson Marciano Trampolín del Hotel Shelborne 1987 Película de 35 mm
Meredith Jacobson Marciano Trampolín del Hotel Shelborne 1987 Película de 35 mm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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