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  • Foto del escritorRevista Adynata

El saber en el discurso de las madres / Eduardo Pavlovsky


El discurso de las Madres es presencia de memoria constante allá, donde se comienza a gestar desde el poder, la fábrica del olvido permanente. El poder es algo que no está localizado ni es atributo de alguien; sino, como diría Foucault, como algo que se ejercita a través de una organización vertical que circula y transita transversalmente, que no permanece nunca quieto ni estancado. Cuando ese poder comienza a gestar la fábrica siniestra del olvido y la complicidad civil, aparece el discurso de las Madres para neutralizarlo, para prevenir y perseguirlo en todos sus intersticios.


Es discurso de alerta porque previene contra todo tipo de pacto que atisbe la creación del gran pacto de impostura de la complicidad civil. No habla sólo de hijos desaparecidos; habla, también, de silencios cómplices, de éticas fracturadas. No permite olvidar aquello que desea ser olvidado por la "mayoría silenciosa", la artífice y constructora de las dictaduras de siempre, la gran protagonista invisible de la colaboración diaria, la trabajadora constante que con la rutina del silencio, del olvido, formó el gran ejército de la complicidad.


Porque no hay dictadura −ni ejército de ocupación− que tenga éxito si no cuenta con el beneplácito de esa "mayoría silenciosa" que accede al pacto, al silencio y al olvido, que construye con su permiso la obviedad del terror cotidiano. Claro que de esa "mayoría silenciosa" emergen después los grandes resucitados de la democracia.


El discurso de las Madres se convierte en saber que lucha contra el poder para hacerlo aparecer y golpearlo allí donde es más invisible y más insidioso. Porque el saber de las Madres no necesita de la verificación de su autenticidad por un sistema de poder que lo quiera totalizar y contextuar. No necesita de totalizaciones teóricas. Su validez es la insurrección contra los efectos del saber centralizador organizado de la prensa del poder, que es la gestadora de esa maquinaria del olvido. Su validez es su presencia constante, es el grito desgarrador de la denuncia del gran genocidio.


Cuando las Madres hablan, liberan en cadena a otros discursos oprimidos por el poder. Actúan como multiplicador de otros discursos no legitimados que la instancia centralizadora de la prensa del poder pretende filtrarlos y ordenarlos en nombre del conocimiento verdadero y del gran sentido común de la democracia.


El saber de las Madres golpea justo en el lugar donde el poder vacila, porque habla de lo innombrable y lo innombrable tiende siempre a ser neutralizado y borrado por el poder.


Es un saber marginal, incapaz de unanimidad, y debe su fuerza a la dureza con que enfrenta la ignominia de la maquinaria del olvido. Es fuerte porque desconoce el pacto y puede gritar con toda la singularidad creativa de su propia fuerza. No pide prestado. Allí se hace invencible − arriesga siempre todo− frente a un poder que siempre teme perder algo. Allí donde hoy se está gestando el pacto y el olvido de la complicidad futura, allí donde la "mayoría silenciosa" se dispone a olvidar todo y perdonar todo para empezar todo de nuevo; allí donde se quiere de una vez por todas volver a descansar y dormir tranquilo, y el saber del discurso de las Madres la pone en evidencia y la denuncia en su trabajo diario de la construcción del gran olvido.


Mientras existan jueves, la "mayoría silenciosa" no podrá trabajar tranquila en su rutina diaria de la gran complicidad permanente. Porque allí donde el saber de las Madres gesta la denuncia en su recuerdo constante evita la gran maquinaria de una futura repetición. Allí son invencibles.




Fuente: Lo Grupal Número 4. Enero de 1987. Ed. Ayllu.




Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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