Hace un año, alguien decidió publicar Cantos oscuros días crueles como regalo celebración de 80 cumpleaños.
En ese libro inquietante se escribe: La muerte y la belleza tienen su antiguo diálogo… que la poesía evoca con distinta suerte en la ciudad.
Un libro que nos convida cantos-invocaciones como cartas a un futuro que nos encuentra hoy cada vez más embadurnadxs en una ciudad, en un mundo que asfixia y que nos acorrala en un tendal de muertes, injusticias, crueldades y dolores que nos obligan a insistir en inventar espacios para encontrarnos con huecos para respirar, con gestos en los que respaldarnos y disfrutar, aún así, de la belleza.
Estos Cantos oscuros agotan y extasían, en su justa medida y no tan armoniosamente. Suscitan belleza, cuerpo, dolor, locura, muerte y pobreza. Necesarios y difíciles de leer de corrido, por lo denso y profundo que ponen en superficie. Quizás, sin saberlo, hayan sido concebidos anticipadamente para acunarnos en esto que vivimos en tiempos de esta peste.
Alguien necesita de la poesía para celebrar, para respirar, para vivir.
Me animo a decir que este alguien, llamado Vicente está hecho de poesías. Que no se trata sólo del declarado ciudadano y colifato ilustre ni del racinguista de ley, ni siquiera del niño de cuerpo viejo, como le escuche definirse. Estamos, entonces ante quien existe a través de jugar, mezclar, amar, experimentar y enloquecer a las palabras y que, además, resulta que sabe de escribir cartas al futuro antes de que acontezca. Lo demuestra con este libro.
Alguien que sostiene sus palabras con su cuerpo. Que se sustancializa y se desvanece tantas veces como haga falta. Que derrama e irradia saberes sensibles que salpican la muerte, que muerden la pobreza y que desafían la locura; y que encuentran aún allí, sobre todo allí, restos de belleza y vida por vivir. Hebras que nacen, aún allí, de un saber sobre lo vital, entre carrasperas y miedos, entre hastíos y sinsabores, entre pasión desmesurada, belleza y arte.
Estoy casi convencida que Vicente está hecho de poesía.
No se trata sólo de que la poesía brota en su escritura, brota de su boca, que habla en idioma poesía y por eso encanta. Creo que Vicente vibra, late poesía. Exuda, escupe, chorrea poesía. ¿Caga poesía?
Probemos un ejercicio, tomemos ese maravilloso poema llamado Épocas y reemplacemos la palabra poesía por Vicente.
Quedaría así:
Hay épocas en que VICENTE se espanta de las almas
benditas y de los espíritus sin mácula que cuentan
estrellas ante las sombras del río…
Hay épocas en que VICENTE pierde la buena medida,
el buen tono, la buena contemplación, el buen amor,
el buen humor, la buena razón y el buen apetito
con que los cuerpos abren las puertas del destino…
Hay épocas en que VICENTE llora en la noche
con lágrimas de niño y dice adiós a la belleza
sin estrépito, y corre hacia el infierno
con botas de gigante para sus pies deshechos…
Hay épocas en que VICENTE no duerme
entre las sábanas almidonadas de la cultura,
debe buscársela sonámbulo y a los tumbos, casi ciego,
entre tiros y gritos y pájaros de mal agüero,
en noticias policiales…
Hay épocas en que VICENTE sólo conoce las prácticas
subversivas y los métodos piqueteros
(la cosa es: tomar por asalto el palacio de verano y
el de invierno,
o cortar las rutas o cubrir de humo negro el cielo,
o morir de pobre,
en la soledad del silencio,
como los elefantes mueren en los bordes de la selva.)
Entonces VICENTE anda sin brújula, a saltos de mata,
de un lado a otro, del mar a la meseta, mientras el otoño
nos envuelve con su luz dorada
y sólo cambia que uno está más viejo…
Hay épocas en que VICENTE se plantea una última cuestión:
¿Cuando lleguen los poetas del mañana,
los que anuncian la alegría,
tendremos algo más para recibirlos
que tumbas de inocentes sin justicia
y la moneda de la vida jugada a cara o cruz?
A mí no me quedan dudas, Vicente está hecho de poesía.
***Adaptación de un texto escrito para el 14 de noviembre de 2019 para la presentación del libro Cantos oscuros, días crueles, La Cebra editores, publicado en ocasión de los festejos de sus apasionados 80º años.
Soren Solkaer, 2017, “Black Sun”, Fotografía
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