La Borde, jueves, 18:30hs* / Danielle Roulot
- Revista Adynata
- 4 jun
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Actualizado: 10 jun
*El miércoles 9 de septiembre de 1992, al día siguiente de la muerte de Félix Guattari, Danielle Roulot, psiquiatra de La Borde, escribió este texto, que ha quedado inédito, sobre la reunión de los jueves, reunión semanal en la que participó junto a Jean Oury, Félix Guattari y Lucien Martin durante la década de 1980.
Él llegaba aquí los jueves, alrededor de las 14 horas. Salvo que estuviera en Río o Japón. Pero ahí, lo sabíamos... Su tarde era muy ritualizada. Primero había una reunión con “la grilla”, la instancia -como decimos aquí- que se encarga de la organización del trabajo del personal. “La grilla” es un problema que conocía bien, él la había puesto en marcha algunos años antes.
A las 16:30 horas había una reunión en lo de Oury. Reunión “inter” (¿inter qué, por cierto? Ya no lo sé), reunión “de decisiones”. Los trabajos en curso (rehacer parte del techo del castillo, los baños que se tapan en el parque), los problemas crónicos de dinero de la clínica. Y ¿cómo “marcha” la lavandería en este momento? Y los pasantes actuales, ¿cómo están? Y el reparto de tareas: habría que renovar el equipo de la grilla. Y la del Club, ¿aguanta? ¿Quién está ahí ahora? ¡Habría que reforzarlos! Y en el hospital de día, ¿cuántos hay? ¿Se está articulando mejor ahora, el hospital de día y la “planta baja”? ¿Qué podemos contemplar, actualmente, como política de contratación? ¡Necesitamos diez monitores más!
Había escenarios repetitivos. Oury gritaba, Félix esperaba que eso pasara. A veces, rara vez, a la inversa. Había una manera inimitable de decir “Hum” - boca y cara cerrada. Cuando no lo conocíamos, podíamos tomar eso por un acuerdo, un poco distraído. Yo sabía que él plantearía el problema media hora u ocho días después. A veces se precipitaba: “¿Quién se ocupa? ¿Hacemos una lista?”. Algunos de ellos se miraban de soslayo, aguantando la risa: “¡Ahí está, comenzando de nuevo, con sus listas!”. Me animaba a decir que habría que seguir reflexionando sobre el problema, cada uno con su “partición”. Oury guardaba las cosas en sus cajones, revolvía entre sus papeles. “¿Eh? ¿Cómo?”.
Pero seguía tomando notas. Y luego, a las 18:30 horas, “la reunión”, esa que no tenía nombre. ¿Válvula de seguridad, “psi”, la banda de cuatro? Yo la llamaba “paraexcitación”.
Ya no sabíamos cuándo habíamos comenzado. Antes de 1981, ¡Seguro! ¿en 1980? Oury, Félix, Lucien y yo. Hablábamos de Lucien y sus alumnos, Lucien y el consejo municipal. Oury y sus conferencias por dar, sus “balbuceos” para escribir. Yo y mis estados de ánimo... Félix, atropelladamente, nos salpicaba la “Cumbre” de Río, Maastricht, la telenovela “Félix con los verdes”, su trabajo con Gilles Deleuze, sus encuentros.
A menudo, solo lo escuchaba con una oreja. Yo estaba sumergida, no podía encontrarme allí. Lucien le respondía, Oury comenzaba a revisar sus papeles nuevamente, despertado repentinamente por una palabra: luego se precipitaba a la conversación... Pero poco a poco, el silencio...
“¿Y entonces? “. Ese era Félix. Cuando era Oury, era más como: “¿No decís nada? “. Significaba “¿qué pasa?” No en el mundo; no en la clínica... ¿Qué hay de nuevo con los psyco? – como decía él. A menudo, él era el primero en lanzar: “Soñé que...”. Soñaba para[i] el grupo, soñábamos lxs cuatro por el grupo. El sueño de Félix le recordaba a Oury un sueño que él mismo había tenido quince años atrás... A mí, un sueño que alguien me había contado. Lucien prendía el cigarrillo que Oury le ofrecía ritualmente. Félix robaba uno de la etiqueta de Pall Mall del escritorio. A veces, Lucien y yo quedábamos colgadxs: Félix y Oury volvían a recorrer las calles de La Garenne, la gente que habían conocido allí. Sus viejas historias de mujeres. Allí estaban los sueños fundamentales de cada quien: el enorme estiércol de vaca que cubría La Borde en un sueño de Oury; Félix que había instalado su alojamiento en el “pasaplatos” -entre la cocina y el comedor-; el “ticket” que faltaba repetidamente en mis sueños: boleto de tren, boleto de estacionamiento... Y los sueños devenidos propiedad del grupo: “¿Cómo era tu sueño sobre la culpabilidad? “. Había un sueño muy antiguo, que ya no sabíamos si fue Félix o Oury quien lo había soñado... Algunos
sueños solo se hacían para decir algo. “Estoy conectada a este período 1950-1952”, “este sueño es para decirte que esta historia es grave para mí”, “ves, me dolió lo que dijiste ese día”; era natural que unx contara un sueño que respondiera al sueño que otrx había contado el jueves anterior.
Teníamos nuestras “referencias” clásicas. El punto de inflexión en la vida de Félix, el día en que Oury le había dicho -a él todavía preso de la angustia: “¡Pero girá para el otro lado!”[ii]. Lucien y el glorioso avance de los basureros en los albores de Blois, Oury y su hipercronomnesia, yo y este viejo UEC, y, por supuesto, mis estados de ánimo... La menthe à l’eau que estornudó su huevo: los “Prolegómenos a una ontología no deductiva”, obra inédita e inencontrable; las medias verdes de los zigomares que palpaban los melones; el Vitalium que da audacia; los Ritornelos; “y él me habla” camino del poulailler.
Félix a menudo tenía un poco de gula. Iba a buscar uno de los muchos pasteles que me trae la señora V. Pero el pastel estaba cubierto de chocolate, que, Banania obliga, Félix odiaba. Oury, entonces, examinaba cuidadosamente el trozo de pastel y se comía la corteza de chocolate. Lucien luego pedía un “poquito” para beber. A menudo las sobras de Coca Cola de la nevera de al lado. Oury comenzaba a ordenar sus papeles nuevamente, y Félix se lanzaba a la grandiosa construcción de una pirámide con los objetos heterogéneos esparcidos sobre el escritorio.
Aun así, a veces trabajábamos en serio. Nos esforzábamos sobre el texto de una carta para enviar al CNAM. Oury anunciaba un descubrimiento que había hecho en su “blabla”-“eso es nuevo!”... “No es piloto automático”, agregaba, volviéndose hacia mí (a veces yo decía que él se había puesto en piloto automático en uno de los seminarios). Félix era más discreto sobre sus invenciones, pero a veces empezaba con entusiasmo. Yo le preguntaba, “Pero, después de todo, ¿qué es el esquizoanálisis?”. Se reía: “Eso que hiciste durante todo el día”. ¡Ah bueno! Oury remarcaba: “¡Eh, viste, me porté bien en la reunión de esta tarde!”. Lucien nos hablaba de las estrategias sutiles que tenía que poner en marcha, sus incursiones en Lorraines, el “descubrimiento del cuerpo de Grand Meaulnes”.
Los tres me animaban cuando mis “estados de ánimo eran demasiado”. Félix lanzaba: “¿Cuándo te vas a Brasil?”. Habíamos hablado largo y tendido a partir de la “aprobación fundamental” de Frieda Fromm Reichman. Fui yo quien había propuesto el término “asentimiento”, del lado de los estoicos, vía Deleuze, y por supuesto vía Félix. Me había conmovido lo apegado que estaba Félix a este tema. ¡Claro, se lo había perdido! Oury no siempre seguía nuestro esfuerzo en precisar: no es el Mütterlichkeit, no es “ser reconocido”... ¡Él, en falta no! No le importaba la teoría. El “asentimiento” -una dimensión silenciosa pero ambiental que me pareció esencial para la constitución y mantenimiento de un grupo de trabajo. Más importante, incluso, que todo lo que allí se podría decir.
Hace un año me pidieron que escribiera un artículo: “La esquizofrenia”. ¡En veinte páginas! ¡Todo lo que tuve que recortar! Siempre mis estados de ánimo. ¡Andá a buscar tus páginas!
Yo les leía; yo les leí todo. ¿Se imaginan, ustedes, leerle a Félix y a Oury un artículo sobre esquizofrenia que acaban de escribir? ¡Cuando lo pienso! Pero, precisamente, no lo pensaba. Porque se lo estaba leyendo al grupo.
Fue Félix quien se dedicó a soñar la imagen del grupo: estábamos lxs tres, él, Oury y yo.
Él trataba de tomar mi mano, pero estábamos todxs tan cerca que era la mano de Oury la que tomaba. Quien, comprendiendo su verdadera intención, le gritaba tajantemente... Huh, pero ¿quién sabe si Oury no protestaba porque no había sido su propia mano la que Félix quería tomar? ¿Y si el deseo del sueño fuera simplemente su contenido manifiesto? ¿Félix toma la mano de Oury?
Después de una hora de asociaciones, y asociaciones sobre las asociaciones, la conclusión más probable era que la mano que Félix había querido tomar era la de Lucien...
El 27 de agosto estábamos solo nosotrxs dos, Félix y yo. Lucien no había regresado de vacaciones (¡La Educación Nacional!), Oury se había ido por unos días. Félix me preguntó cómo estaba La Borde, llevábamos tres días trabajando con dos médicos. Hablamos largo y tendido sobre una amiga en común que no se encontraba bien. Él me expresó su molestia con “Gilles”; él, Félix, pensaba que había que votar por el sí, Deleuze estaba por el no. Maastricht, por supuesto. Para decir algo, hice una respuesta “altamente politizada” del estilo: “Mi buen señor, el progreso no se frena”. Y al final me preguntó: “¿Y cómo está Lolita?”.
¿Conocen ustedes un lugar en donde, si dicen: “Me pasa una cosa rara. Estoy enamorada. De un gato”, ustedes sabrán que no hace falta que especifiquen que, si han dicho la palabra “amor”, es porque se trata de amor, y no de una metáfora? Félix seguía mi historia de amor con Lolita, a la que igualmente, por respeto a las convenciones, en la intimidad llamo “Lolito”. Un mes antes, Lolita-Julieta había llegado a vivir a lo de Danielle-Romeo...
El 27 de agosto le respondí con fatalismo: “Tú sabes bien cómo es… Apostamos por un gran amor, y nos encontramos en historias de ronroneo y basura… Lolita y yo, ya estamos establecidxs en la conyugalidad. Lolita se había apoderado del segundo piso, yo me quedé en el primero. El segundo piso, un ático convertido, es donde están mis libros y la mesa en la que escribo, cuando escribo. Y junto a él, muchas plantas, una de hojas enormes con agujeros extraños -el “monstruo delicioso”- un cocotero arrancado, y el banano que, el pasado mes de mayo, había dado unos plátanos (¡”en serio”!) . Los habíamos compartido un jueves a la tarde... ¡Los plátanos de Loir-et-Cher no son tan comunes!
A partir de las 8 de la noche, Oury abandonaba sus papeles y comenzaba a inquietarse: tenía que hacer llamadas telefónicas. Se desvanecía en “la adyacencia”: “Aprovechen”, nos tiraba queriendo decir: “en mi ausencia”. La puerta se cerraba detrás de él como de costumbre y, como de costumbre, la pintura que colgaba detrás de la puerta se balanceaba peligrosamente. Nosotrxs rara vez lo aprovechábamos, yo ya había “aprovechado” mucho antes: es cierto que había cosas que yo sabía que Oury solo podía oír si los oídos de Félix ya las habían escuchado.
Hace mucho tiempo, desde los inicios del grupo, Félix nos había delegado -a mí y a mis estados de ánimo- la función de “gestión de los duelos de La Borde”. Nunca supe cómo debería tomar esto. Curiosamente, hace un mes o dos, me relevó de esta función. Tal vez por ese famoso texto sobre la esquizofrenia... “Hay mutaciones así”, había dicho. “Explicación” que espesó el misterio de lo que había que explicar. Esos últimos tiempos él hablaba mucho de una “refundación de La Borde”. Oury, el ya fundador oficial parecía (?) no prestarle demasiada atención. Pero yo, que tantas veces había tenido la sensación de haber llegado demasiado tarde, de haber faltado a lo esencial de la historia de La Borde, le pedía que precisara. Sin duda lo hizo... Pero, incluso entre nosotrxs, había problemas de traducción; cuando Félix hablaba “felixien”, a menudo pasaba algún tiempo antes de que eso se transcribiera en mi propia maquinaria de pensamiento. De todos modos, no importaba: una “refundación de La Borde” no podía significar lo mismo para cada unx de nosotrxs. El acuerdo estaba en otra parte...
De repente, Lucien gritaba: “¡Son las y 28!”. Era el “momento de concluir”, que generalmente consistía en permitirme decir lo que, por oscuras razones, no había dicho hasta entonces. “¿Por qué no hablaste de eso antes?”... “¡No debes dejarlo así! ¡Hablaremos de ello la próxima semana!”.
“El próximo jueves, ¿estarán todos aquí?”
Ya no sé qué hacer con esta tarea que Félix - ¿por broma o por respeto? Ambos -quizás- me había atribuido durante tanto tiempo, y de la que, al parecer, acababa de distanciarme.
¿Hay un más allá del duelo?
Mañana es jueves.
Mañana les leeré este pequeño texto.
Mañana, jueves, a las 18:30 horas.
[i] En el original “Pour”, que puede traducirse como “para” o “por”.
[ii] Oury se refería a que intentara dormir recostado sobre su cuerpo del lado contrario al que lo hacía habitualmente.
Fuente: Cortesía de ediciones té de boldo. (@ediciones.tdb)

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