Cuajar algo. Preguntarse por su forma. Dejar que el cuajo se expanda en la frescura de la leche. Asumir la forma de lo que contiene.
La entrada de la zona de servicio estaba cooptada por colgajos vivos de leche. El goteo estrepitoso del líquido blancuzco caía agotado sobre palanganas plástica donde Ramonita, la “empleada cama adentro” solía lavar la ropa. Un recipiente azul, otro rojo y otro naranja depositados en el suelo sobre el cerámico color ladrillo. El lavarropas con tambor vertical tenía adentro una especie de hélice gris plástica, la descarga no era automática.
La leche contenida en repasadores gastados iba dejando pasar el desperdicio acuoso lánguidamente. Podría haber sido visto como una especie de reloj de leche que no cuaja. La habitación de Ramona estaba frente de la sinfonía de colgajos chorreantes. La soga de secar la ropa soportaba el peso de las leches secadas al sol.
Las gotas y sus repiqueteos recuperaban los sonidos que la señora de la limpieza reconocía y mantenía intactos. La leche cuajada, en su caída, se volvía las goteras del rancho donde había pasado su niñez. La espera del cuenta gotas era, para ella, el sonido de una vida fundida en piso de tierra, entre adobe y chapa.
Jujuy era el origen de la señora de la limpieza. Labios carnosos. Piel violácea. Ojos trillados de venitas coloradas. Su pelo negro, lacio, brillante; todavía lleno de juventud. Se lo peinaba raya al medio con un surco milimétricamente ceñido con una cola de caballo. Hija del dolor y el expropio. Su cansancio era centenario. Su cuerpo era hondura helada. No era el frío lo que la congelaba sino el horror de saber que otra vida no era posible. El temor de una vida que puede ser golpeada por lo miserable de nuevo.
Ramona llevaba consigo el Altiplano Andino: “Casabindo”. Inviernos tiritados al calor escupido del guanaco. Dolor soplado por el viento, con hierbas y hojas de coca. Días de pan duro. Casabindo entre ángeles arcabuceros y quinces de agosto. Día de suceso donde alguna mirada se posa en lo olvidado de sus fundaciones en el año 1535. Sincretismos cristianos, origen colonial y tradición Kolla. Segundo pueblo más antiguo de la Argentina. Promesas de futuro entre Toreos de vincha con monedas de plata; corridas de toros , sin sangre, resabios de masacres históricas no resueltas. Incruenta dulzura de una vida animal a la que no se la somete al sacrificio. Tradición que solo quita la vincha posada sobre los cuernos.
Casabindo era toda la tierra. Era toda tierra y las horas que de niña había pasado jugando con soles reflejados en pedacitos de botellas verdes echas trizas. Latas vacías ruidosas que apiladas servían para derivarlas con bolas hechas en retazos de tela. Casabindo era origen de sismos blandos y grietas profundas. Grietas como las de la frente de Ramona que en su frenético fregar desnudaba a las prendas de sus manchas.
Cuajar. Suero que despierta las tardes en el lavadero en la casa de los abuelos. Ramona y su hijo. Las muchas tardes que se me pasaron jugando en el cuarto de Ramona con su hijo Francisco Simeón (dos nombres tomados de los dos primeros nombres de los nietos de sus patrones, nombres reales). Ese hijo era la razón. Era la razón de soportar las gotas de leche goteando en el lavadero, la leche del viejo goteando en el delantal. Ese hijo era la razón de una voluntad corroída de seguir en pie. El cuajo era el fermento de la forma. Ramona nunca probó el yogurt.
¿Cuajada ácida? ¿Una panza da forma a la maternidad? ¿Maternidad Materialidad? ¿Medra ser Madre? ¿Cuánto lácteo puede un cuerpo soportar?
Cuajada: Lácteo formado de cuajo extraído del estómago de algún animal en lactancia. Sacar de cuajo. Arrasar con lo que echa raíces.
Ramona sacada de cuajo.
Ramona (ex)traída del pueblo.
Ramona vuelta cama adentro.
Ramona deshecha de (ab)usos.
Ramona vuelta colonia.
Ramona enmudecida.
Ramona hecha madre.
Algunas veces el futuro es la complicación de lo que no se ha podido hacer con el pasado. Se piensa el futuro como el momento donde las cosas serán como se esperaron que sean. Ser madre/padre, proyecto burgués, muchas veces obliga a cargar con una meta, y una vida descuajada.
Ramona es madre en el sacrificio que desprende dejar su vida por la de otro.
Francisco Simeón no tiene coronita. Su futuro es ciego. Maneja un remis, después de probar suerte en una fábrica y perder un ojo. Chocó varias veces, la visión del que le queda es tenue.
El futuro de Ramona fuera de “casa naftalina” se vive como la libertad del que ya perdió todo dejando toda su juventud en el camino. No hay nada más que esperar del futuro, mientras la leche se vuelve cuajada.
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