Repetición, degradación y plagio: la tendencia parasitaria en Borges / Ezequiel Buyatti
- Revista Adynata
- 24 ago 2022
- 15 Min. de lectura
Es raro que los libros estén firmados. No existe el concepto del plagio: se ha establecido que todas las obras son obra de un solo autor, que es intemporal y es anónimo
Jorge Luis Borges, āTlƶn, Uqbar, Orbis Tertiusā
La certidumbre de que todo estĆ” escrito nos anula o nos afantasma
Jorge Luis Borges, āLa biblioteca de Babelā
El periodista y escritor Ramón Doll, en los aƱos 30, sostiene que Borges abusa de los textos ajenos; ademĆ”s de degradar esa ajenidad. No solo reproduce textos de otros, sino que lo hace inmoderadamente, como si nunca hubiesen sido publicados; pertenece a ese gĆ©nero de literatura parasitaria que consiste en repetir mal lo que otros han dicho bien. Asume una actitud de supuesta tolerancia para legitimar algo que incurre en el plagio. Repetición, degradación y plagio: literatura parasitaria. Borges no rechaza esta descalificación, por el contrario, revierte su sentido peyorativo y la convierte en su programa artĆstico.
Desplazamiento y anacronismo: artificios que modifican enunciados
La obra de Borges abunda en personajes subalternos que siguen como sombras el rastro de una obra o de un personaje mĆ”s luminoso. Traductores, anotadores de textos sagrados, intĆ©rpretes, bibliotecarios, cuchilleros: Borges define una verdadera Ć©tica de la subordinación. Estar inmerso en esta idea deliberada de dependencia literaria, ser una nota al pie de ese texto que es la vida de otro: āĀæNo es esa vocación parasitaria, a la vez irritante y admirable, mezquina y radical, la que prevalece casi siempre en las mejores ficciones de Borges?ā (Pauls, 2006, p. 104). Esa tendencia parasitaria se representa claramente en el tercer cuento de Ficciones, āPierre Menard, autor del Quijoteā. Menard, personaje que funciona como el colmo del neoparĆ”sito subversivo, lleva la vocación subordinada a la cima.
Menard enriquece, por desplazamiento y anacronismo, los capĆtulos del Quijote de Cervantes. Los hace menos previsibles, mĆ”s originales y sorprendentes. Borges celebró la invención de una tĆ©cnica que enriquece el arte de la lectura: la tĆ©cnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas. La literatura, como sostiene Barthes (2014) en Lección inaugural, es el trabajo de desplazamiento que se ejerce sobre la lengua, una esquiva y magnĆfica trampa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje.
Alberto Giordano (2008) advierte que mĆ”s que una tĆ©cnica, en āMenardā funciona un artificio inteligente que rige el universo literario:
Lo advirtamos o no, lo afirmemos o no, todas las obras son leĆdas a destiempo, todas devienen inactuales, todas difieren, por las lecturas, del presente improbable de su creación. Por lo mismo, porque recomienzan cada vez en otros contextos que les aƱaden un suplemento de sentido imprevisible, todas las obras se vuelven impropias, todas se desautorizan gracias a las lecturas, y el error, antes que un accidente deliberado que enrarece su atribución a un origen simple, es la fuerza y el medio de su supervivencia, del juego infinito de las versiones. (p. 1)
Borges destruye, por un lado, la idea de identidad fija de un texto; por el otro, la idea de autor; finalmente la de escritura original. Con el mĆ©todo de āMenardā no existen las escrituras originales y queda afectado el principio de propiedad sobre una obra. El sentido se construye en un espacio de frontera entre el tiempo de la escritura y el del relato, entre el tiempo de la escritura y el de la lectura. La paradoja de Menard muestra que todos los textos son la reescritura de otros textos: āEl texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura [ā¦], el escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el Ćŗnico poder que tiene es el de mezclar las escriturasā (Barthes, 1987, p. 69). Al mismo tiempo, el Quijote de Menard exige, como toda la literatura, que su lectura estarĆ” subordinada al contexto cultural especĆfico en el cual estĆ© inmerso y captarĆ” entre todos sus sentidos, un sentido histórico: āTambiĆ©n es vĆvido el contraste de los estilos. El estilo arcaizante de Menard āextranjero al finā adolece de alguna afectación. No asĆ el del precursor, que maneja con desenfado el espaƱol corriente de su Ć©pocaā (Borges, 2014b, p. 51).
En esta noción de marco contextual que modifica los sentidos de una obra convergen tanto la crĆtica de Pauls (2006): āBorges opera sobre el contexto, es decir, sobre el marco y sobre las condiciones en las que el texto se presenta al lectorā (p. 117) como la de Sarlo (1993). Ambos advierten cómo opera Borges sobre un contexto activo y creativo:
El proceso y las condiciones históricas de enunciación modifican todos los enunciados. El sentido es un efecto frÔgil (y no sustancial) relacionado con la enunciación: emerge en la actividad de escribir-leer y no estÔ enlazado a las palabras sino a los contextos de las palabras. (p. 73)
Una de las reglas del funcionamiento borgeano es deportar de su contexto un material ya existente para insertarlo en un contexto nuevo: la polĆtica del parasitismo, el elogio de la subordinación, el goce de la lectura y la glosa, la desestabilización de las jerarquĆas y las clasificaciones; la idea de fuerza de una literatura que solo tiene sentido si se mueve, si se desarraiga, si pone en peligro su propia integridad. Leer, glosar, reseƱar y traducir son solo algunas formas evidentes del parasitismo. TambiĆ©n narrar, pero narrar a la manera de Borges, cuyos relatos reciĆ©n se ponen en marcha una vez que descubren los tesoros de algĆŗn yacimiento ajeno. La narración no implica una progenitura, sino una especie de adopción tardĆa que se hace cargo de una historia ajena preservando todo lo que en ella delata que es ajena: las huellas de sus autores, las marcas que las circunstancias imprimieron en ella.
La gran apoteosis del arte contextual borgeano es sin duda āPierre Menardā. Borges fabrica un autor menor, francĆ©s, que no respeta el orden jerĆ”rquico atribuido a los originales. Repetir el texto del Quijote es someterlo al golpe de una diferencia que es, a la vez, inasible y radical: la diferencia de los contextos. Transitamos, entonces, por un sendero que va de lo razonable a lo imposible:
Componer el Quijote a principios del siglo XVII era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal; a principios del veinte, es casi imposible. No en vano han transcurrido trescientos aƱos, cargados de complejĆsimos hechos. Entre ellos, para mencionar uno solo: el mismo Quijote. (Borges, 2014b, p. 49)
Esta ficción borgeana pone de manifiesto que toda letra escrita presiona, que toda letra inscribe una tensión. Que el acto de escribir, como el acto de leer, acaso parezcan āacaso seanā actos tautológicos: āHablar es incurrir en tautologĆasā escribe Borges. Sin embargo, entre el texto de Cervantes y el de Menard, media una distancia indeterminada que no reduce sino enriquece la escritura o la lectura de un texto previo que la nueva escritura āo la nueva lecturaā amplĆan. Los textos de Borges, al recuperar escritos anteriores, al anunciar escritos posteriores no determinan: literalmente indeterminan el lugar fijo en el que a menudo se entierra a la literatura. Desplazamiento, anacronismo y desarraigo literario: indeterminaciones contra fijezas y autorĆas sagradas.
Trastocar la literalidad es un procedimiento retórico, igual que respetarla, y si ambas decisiones deben ser juzgadas, el criterio no es la relación con el original, sino la capacidad que cada una tiene de alterar, desestabilizar su identidad, desarraigar sus sentidos y recolocarlos en un bloque nuevo de espacio y de tiempo, volverlos permeables a circunstancias que nunca previeron pero que son, ahora, las que de algún modo estÔn leyéndolos, y mÔs tarde las que otros leerÔn como si formaran parte del texto original.
La disolución de la categorĆa de autor o la atribución de textos muy diferentes a una mĆ”scara literaria responden a una de las versiones borgeanas de la autorĆa en literatura. Muchos de sus cuentos presentan la idea de que la identidad del autor es irrelevante; la parĆ”frasis, la cita oculta, las atribuciones verdaderas y falsas fortalecen esta perspectiva sobre la propiedad y la originalidad de lo escrito que solo responde a la situación de enunciación y de lectura.
Las ajenas historias siguen fundamentando la ficción en Borges, no solo como pretextos previos āexcusasā sino como pre-textos funcionales. AdemĆ”s de fundamentar la situación narrativa asientan a sus actantes. Los personajes no se encarnan segĆŗn criterios extratextuales, sĆ se encarnan intertextualmente, en la pluralidad de relatos que los contienen: el MartĆn Fierro es āun libro insigne; es decir, un libro cuya materia puede ser todo para todos [ā¦], pues es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversionesā (Borges, 2014a, p. 67). Esto es precisamente lo que hace Borges con la tradición literaria: pervertirla.
Matar a Fierro
Quien escribiera en la Argentina alrededor de la primera mitad del siglo XX tenĆa que examinar el mito gaucho y medirse con Ć©l, ya fuera para rechazarlo, para desviarlo o para adoptarlo. Lugones, Rojas, MartĆnez Estrada y Borges fueron algunas de las figuras intelectuales de este territorio que marcaron un claro posicionamiento frente al mito gauchesco en general y al MartĆn Fierro en particular. Los primeros dos con una clara intención canonizadora, los Ćŗltimos rechazando dicha intención.
Lejos de esa lectura canonizada estaba la de Borges con respecto al poema de JosĆ© HernĆ”ndez ānovela segĆŗn Borges, descontando el accidente del verso, por la imperfección y la complejidad de la obraā: MartĆn Fierro no era precisamente un hombre lleno de virtudes, sino un desertor, acompaƱado por la mala suerte, provocador de duelos sin motivo y habitante de las tolderĆas indias cuando debĆa huir de la justicia. Aunque Fierro habĆa matado sin razón suficiente y ofendido por bravuconada o por ebriedad, sin embargo, de un modo bastante curioso, la elite criolla se las arregló para hacer de Ć©l una figura nacional āpasando por alto su rebeldĆa y tambiĆ©n la rueda de injusticias que lo habĆa atrapadoā, mientras que los sectores populares criollos tenĆan una imagen del gaucho rebelde y resistente a la autoridad, y los inmigrantes anarquistas lo consideraban un modelo de insurgencia social.
Borges escribió ensayos sobre el MartĆn Fierro y la gauchesca, prólogos a ediciones del poema y el texto āEl MartĆn Fierroā en 1953. Sus lecturas del poema no coinciden jamĆ”s con la versión canónica. En su texto āEl MartĆn Fierroā sostiene que el EjĆ©rcito argentino cumplĆa una función penal, la tropa se componĆa, en mayor parte, de malhechores y de gauchos arbitrariamente arreados por las partidas policiales. HernĆ”ndez escribió El gaucho MartĆn Fierro para denunciar ese rĆ©gimen. El protagonista, en un principio, es un gaucho cualquiera, o en algĆŗn modo, encarna a todos los gauchos. DespuĆ©s llegó a ser con la imaginación de HernĆ”ndez el individuo MartĆn Fierro.
Para Borges, la ausencia de lo Ć©pico en el MartĆn Fierro tiene su explicación en lo que se llamarĆa un trabajo antimilitarista, y esto forzó a HernĆ”ndez a mitigar lo heroico, para que los rigores padecidos por el protagonista no se contaminaran con la gloria. AdemĆ”s, los castigos corporales, las picardĆas de los pagadores y de los jefes son materia que reducen el aspecto heroico y Ć©pico (Canto IV, verso 709-714): ā/ Nos tenĆa apuntaos a todos / con mĆ”s cuentas que un rosario, cuando se anunció un salario / que iban a dar, o un socorro; / pero sabe Dios quĆ© zorro / se lo comió al comisarioā (HernĆ”ndez, 2005, p. 53).
En esta escena tambiĆ©n se mitiga el aspecto heroico que la elite criolla quiso vincular con los valores del āser nacionalā, ya que la potencia de la deserción de Fierro y su juramento contrarrestan la interpretación de Fierro como paradigma nacional:
VolvĆa al cabo de tres aƱos
de tanto sufrir al Ʊudo,
resertor, pobre y desnudo,
a procurar suerte nueva,
y lo mesmo que el peludo
enderecƩ pa mi cueva.
No hallƩ ni rastro del rancho,
”sólo estaba la tapera!
”Por Cristo, si aquello era
pa enlutar el corazón:
yo juré en esa ocasión
ser mƔs malo que una fiera! (HernƔndez, 2005, p. 63)
El poema debĆa ser liberado del peso muerto de una crĆtica esclerosada y reinstalado en una tradición productiva para la literatura contemporĆ”nea. Esa es la apuesta borgeana. Apuesta ganada a partir del cuento āEl finā con el cual cierra narrativamente el ciclo gauchesco, corrigiendo al precursor y agregando algo que todavĆa nadie habĆa imaginado, en tĆ©rminos de una nueva interpretación, una revisión de la crĆtica sobre el poema y una afirmación polĆ©mica de su naturaleza narrativa. Publicado en 1944, āEl finā presenta la muerte, en duelo, de MartĆn Fierro.
En el Ćŗltimo canto del poema de HernĆ”ndez, Fierro se aparta de sus hijos y del hijo de Cruz, PicardĆa, despuĆ©s de haber intercambiado las historias de sus vidas. Se separan una vez mĆ”s y, como preludio de ese final, Fierro āque ha matado, que es un proscripto y un desertorā presenta un alegato arrepentido y moralizante de sus errores. Antes de esta despedida, Fierro ha payado con un Moreno y lo ha vencido āla payada mĆ”s memorable del poema segĆŗn Borgesā. Mucho antes de esa payada, Fierro habĆa insultado, sin ninguna razón, a un negro y lo habĆa asesinado. El negro asesinado āen āLa idaā ā y el vencido en la payada āen āLa vueltaāā son hermanos. Subsiste una deuda de sangre que Fierro debe pagar y el hermano del asesinado tiene derecho a esperar que Fierro regrese (Canto XXX, versos 4445-4456):
Y queden en paz los güesos
de aquel hermano querido.
A moverlos no he venido;
mas, si el caso se presienta,
espero en Dios que esta cuenta
se arregle como es debido.
Y si otra ocasión payamos
para que esto se complete,
por mucho que lo respete
cantaremos, si le gusta,
sobre las muertes injustas
que algunos hombres cometen. (HernƔndez, 2005, p. 267)
Este segundo encuentro entre Fierro y el hermano de su vĆctima no ocurre en el poema de HernĆ”ndez. Borges dirĆ” en su texto āEl MartĆn Fierroā que el moreno prefigura o prepara algo que luego no sucede o que sucede mĆ”s allĆ” del poema. Por lo tanto, estĆ” en nosotros como lectores imaginar esa venganza del moreno por la muerte de su hermano. āEl finā plasma en el papel ese acto imaginativo que podrĆamos haber tenido como lectores. Ese acto latente de venganza, de deuda o de destino inconcluso que no ocurre en el texto de HernĆ”ndez pero sĆ en āEl finā.
Borges imagina la historia a partir de ese punto, imagina lo que HernĆ”ndez no escribió para escribirlo Ć©l mismo. Siete aƱos han pasado desde que Fierro payó con el moreno. La misma distancia temporal entre āLa idaā y āLa vueltaā. La narrativa borgeana de āEl finā inserta, entonces, esta secuencia temporal: 1872, 1879, 1886. Fierro es ahora casi un viejo, que aguarda la muerte sin mĆ”s que una esperanza: que sea una muerte decente. De acuerdo con el código de honor y venganza, una muerte decente, para un hombre que tiene deudas morales, es una muerte en duelo. El moreno comparte esta creencia: aunque no peleó con Fierro cuando se encontraron en la payada, por reticencia a entablar un duelo ante sus hijos, ha esperado con paciencia una segunda oportunidad. Sabe que va a encontrar otra vez a Fierro, porque Ć©l tendrĆ” que pagar su deuda.
El cuento de Borges transcurre en una pulperĆa donde el moreno espera a Fierro. Cuando este llega, ambos entablan un diĆ”logo de honor, que explica la paciencia del moreno y el cumplimiento de Fierro:
Sin alzar los ojos del instrumento, donde parecĆa buscar algo, el negro dijo con dulzura:
āYa sabĆa yo seƱor, que podĆa contar con usted.
El otro con voz Ôspera replicó:
āY yo con vos moreno. Una porción de dĆas te hice esperar, pero aquĆ he venido. (Borges, 2014b, p. 198).
El moreno recuerda su Ćŗltimo encuentro, siete aƱos atrĆ”s, cuando no pelearon porque los hijos de Fierro y Cruz estaban presentes: āLes dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar sangre del hombreā. El moreno contesta: āHizo bien. AsĆ no se parecerĆ”n a nosotrosā (Borges, 2014b, p. 199).
Ambos personajes recuerdan el pasado, que habĆa sido contado por HernĆ”ndez en su poema al que Borges estĆ” escribiĆ©ndole un final, a Ć©l y a todo el ciclo gauchesco que, de este modo, se incorpora a su propia literatura y clausura una historia abierta. Lejos del paradigma nacional que buscaba establecer Lugones, el Fierro de Borges es un hombre calmo que respeta su destino y no quiere encontrar en sus hijos una rĆ©plica de sus actos que ya no considera ni siquiera estimables. Borges hace lo que no hicieron ni Lugones ni HernĆ”ndez porque pone un cierre al ciclo y reescribe el MartĆn Fierro agregando un episodio decisivo: el de la muerte del personaje. Pero esta no es una muerte cualquiera, porque Fierro es derrotado por alguien que no habĆa podido derrotarlo en el poema de HernĆ”ndez: un moreno, un hombre de la raza que Fierro habĆa insultado.
Estas relaciones entre el poema y el cuento se complican cuando, en las Ćŗltimas frases, Borges cruza el tema āuniversal, fantĆ”sticoā del doble con su reescritura del MartĆn Fierro:
Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrĆ”s [igual que Fierro cuando mata al hermano del negro: ā/ LimpiĆ© el facón en los pastos / montĆ© despacio y salĆā]. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenĆa destino sobre la tierra y habĆa matado a un hombre. (Borges, 2014b, p. 200)
El cambio de lugares hubiera sido impensable dentro de la organización moral y social del poema de HernĆ”ndez, que se clausura de dos modos: en la peripecia de una muerte que HernĆ”ndez no habĆa escrito y en la igualación moral de dos personajes que el poema habĆa mantenido nĆtidamente separados. Al hacerlo, Borges introduce uno de sus temas mĆ”s recurrentes: el de un hombre que debe cumplir con su destino. El artificio literario se bifurca en esa operación binaria: el destino cumplido tanto de la venganza del moreno como de la deuda moral a pagar de Fierro, y la reproducción del destino de otro hombre; en el moreno de Borges se reproduce el destino de Fierro. Destino que no habĆa sido escrito en el poema de HernĆ”ndez.
Alianzas: Cruz y Fierro
En āBiografĆa de Tadeo Isidoro Cruzā, por otra parte, el narrador escribe que el MartĆn Fierro es āun libro insigne [ā¦] capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversionesā (Borges, 2014a, p. 67). Su reescritura y corrección del MartĆn Fierro es una actitud de traición hacia la tradición. La forma de la traición es contradecir otras interpretaciones del poema y volver a HernĆ”ndez para concluir lo que allĆ habĆa quedado abierto.
En āBiografĆaā, Borges anticipa la posición que luego tomarĆ” Cruz al unirse con Fierro. Escribe, inventa, pervierte un antepasado que explicarĆa esa unión que se produce en el poema de HernĆ”ndez: āPasó ahĆ muchos dĆas, taciturno, durmiendo en la tierra, mateando, levantĆ”ndose al alba y recogiĆ©ndose a la oración. Comprendió (mĆ”s allĆ” de las palabras y aun del entendimiento) que nada tenĆa que ver con Ć©l la ciudadā (Borges, 2014a, p. 68). Como Fierro, en āLa idaā, no hay relación con la ciudad. Y como Fierro, tambiĆ©n habĆa matado y era un prófugo de la justicia.
El narrador del cuento borgeano se propone no repetir la historia de Cruz, sino solo una noche, decisiva y fundamental:
HabĆa corregido el pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lĆŗcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche en que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro sĆmbolo). Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quiĆ©n es. (Borges, 2014a, p. 69)
La ālĆŗcida noche fundamentalā serĆ” cuando en el MartĆn Fierro el personaje de Cruz se convierta en un traidor (a los mandatos de la civilización pero no a sĆ mismo) y se una a Fierro. Ambos, desertores, ahora sĆ, contra la justicia del Estado.
Una de las temĆ”ticas recurrentes de Borges vuelve a aparecer. Como en āEl finā, el destino se hace presente. Cruz ācomprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva dentroā (Borges, 2014a, p. 70). TambiĆ©n comprendió āque las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su Ćntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era Ć©lā (Borges, 2014a, p. 70). Nuevamente la reproducción del destino de otro hombre. Si en āEl finā el moreno reproduce el destino de Fierro ādestino que no habĆa sido escrito en el poema de HernĆ”ndezā, en āBiografĆa de Tadeo Isidoro Cruzā, Cruz reproduce el destino de Fierro en ese acto, en ese momento āen que el hombre sabe para siempre quiĆ©n esā. Certeza, sin embargo, que la literatura una y otra vez se encargarĆ” de desestabilizar.
Al presentar la muerte en duelo de MartĆn Fierro, Borges tambiĆ©n mata al personaje mĆ”s famoso de la literatura argentina. AsĆ responde a la pregunta estĆ©tica acerca de quĆ© debe hacer un escritor con la tradición: su propia inserción en el ciclo gauchesco zanja la cuestión de manera original. Borges enfrenta el texto fundamental āel texto sagradoā y teje su ficción con los hilos que HernĆ”ndez habĆa dejado sueltos. Al igual que con āPierre Menard, autor del Quijoteā hay una desjerarquización, una irreverencia hacia el texto progenitor; los sentidos se recombinan sin orden jerĆ”rquico: el primer texto no es mĆ”s original que su Ćŗltima copia y todos los textos son, en el lĆmite, borradores. Sin embargo, en āMenardā opera un artificio paradójico que consiste en mostrar dos pĆ”rrafos idĆ©nticamente iguales en su escritura pero que el proceso y las condiciones históricas de enunciación modifican a la misma: āEl escritor es un ingeniero de contextosā, sostiene Pauls sobre esta operación borgeana de manipular contextos. En āEl finā, por el contrario, la historia de Fierro es representada, escrita en prosa, incluso parafraseada, y, al mismo tiempo, modificada para siempre. Hay una desjerarquización, una reescritura del texto primigenio. Los procedimientos borgeanos nos inducen a ser unos meros lectores anacrónicos del siglo XXI. El lector funciona como un lugar en el cual se depositan las mĆŗltiples escrituras de diversas culturas de la historia literaria.
En el poema de HernĆ”ndez, Fierro enunciarĆ” (Canto XXX, versos 4481-4486): āYo no sĆ© lo que vendrĆ”, / tampoco soy adivino; / pero firme en mi camino / hasta el fin he de seguir: / todos tienen tiene que cumplir / con la ley de su destinoā (HernĆ”ndez, 2005, p. 268). āEl finā de Borges precisamente cumple con la ley del destino de Fierro: la muerte en duelo por tener una deuda moral. Ese acto latente de un destino incumplido o inconcluso no se manifiesta en el texto de HernĆ”ndez pero sĆ en āEl finā por medio de la irreverencia de la escritura borgeana con el texto canonizado.
Borges celebra la infidelidad hacia el sentido del supuesto texto original, los desvĆos y las adulteraciones a que es sometido. Se entrega a los placeres que los malentendidos proporcionan a la lectura de traducciones, la lectura de versiones originales en idiomas extranjeros, los ejercicios de la traducción propia y ajena. Construye un elogio de la subordinación, una desestabilización de jerarquĆas y un parasitismo literario que enriquece la literatura. Llega a esto recorriendo un camino paradójico: el de la cita, la versión, la repetición con variaciones de historias que no le pertenecen, la combinatoria anĆ”rquica de una idea que hace de la literatura un solo texto infinitamente variable, del cual ninguno de sus fragmentos pueden aspirar al nombre de texto original.
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