Hoy me anoticiaron de que hay imágenes que no van a existir más. Quizá en un museo, a lo sumo. Algo que en un tiempo fue popular se está volviendo una práctica exclusiva de las élites. Hablo de la fotografía analógica. "No se fabrican más rollos, ya no se consiguen los repuestos de las máquinas que revelan y las cámaras ya no se consiguen fácilmente". Sentenciaron detrás del mostrador, cuando pedí un rollo para mi cámara. Hay una insistencia en grupos de artistas por rescatarla, fantaseo con que puedan ganarle la pulseada al tiempo, pero es a partir de lo finito de esa práctica que me pongo a pensar. Hay prácticas de archivo como la del Archivo de la memoria travesti-trans, por nombrar un ejemplo reciente. Recortes cuidadosos que atesoran lo que queda abyecto, blancos contra los que dispara la crueldad. En esos pequeños lugares donde se elige lo que se desea que perdure. Pequeñas prácticas rescatistas cada vez más desesperadas. Lo inmediato aplastó a la espera, la precisión de la captura fue reemplazada por la secuencia infinita. Más allá de lo romántico de la práctica de la fotografía analógica, pienso en las posibilidades de pensar la clínica con este ejemplo. Y claro, lo político. Entonces vuelvo a la escritura, a la circulación de relatos. Claro que existen y existirán otras imágenes, pero es a partir de la finitud que el relato toma carácter de urgencia. Y quizá se trate de volver a pensar a qué le damos carácter de urgencia. La clínica siempre será analógica, siempre será artesanal y cómo contrastar esa práctica con otras puede ser un dispositivo para pensar(nos). Poner el ojo y la técnica en una determinada captura, entregarse a la posibilidad de que la mirada se sintonice con el lente y luego esperar el resultado. Lo inesperado que acontece allí, las marcas, los principios del rollo, el movimiento, dan cuenta de lo que acontece en la clínica. Y esas imágenes perdurarán como dispositivos para pensar, por el relato que cuida, que selecciona, que colorea y completa el recorte de la imagen con un contexto, con los elementos que no llegan a captarse, que la inmediatez y las lógicas neoliberales pujan por extinguir. Quizá un día no haya libros en papel (seguiremos imprimiendo y comprando libros mientras dure). Entonces tendremos, al decir de Marcelo Percia, la prepotencia de la letra, el abuso de la forma. Lxs rescatistas de lo analógico del mañana, tendrán el tejido del común pensar que seguiremos construyendo. Quizá la esperanza se parezca a ese tejido.
Revista Adynata
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