top of page

Una canción como esa / Claudia Masin

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • 16 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

A Milagro Sala


En los pueblos anestesiados, adormecidos por un sol violento, cada vez que llueve se levanta de las calles de tierra una nube de vapor, un humo viejo que trae el olor picante de la pólvora vencida, disparada hace dĆ©cadas sobre cuerpos desarmados o en enfrentamientos desiguales de cientos contra pocos, un humo que condensa el olor de todos los fuegos encendidos a la noche, jornada tras jornada, mes tras mes, aƱo tras aƱo, para asar la carne o calentar la comida que hubiera, unos junto a otros reunidos alrededor del fogón como luciĆ©rnagas que se han ido apagando para dejar su brillo en una caja que otros construyeron, sin agujeros por donde respirar porque no todos, se sabe, tienen derecho a la vida y a la belleza. Es denso ese humo y es tóxico, y se nos cierra la garganta cuando llega, porque guarda el olor corrosivo que se adhiere a los cuerpos de tanto andar juntando los desperdicios que otros dejan, la basura ajena, para seguir sobreviviendo. El olor de ese humo, a pobreza y a miedo, a veces crece y crece y llega a las ciudades ricas donde apesta mĆ”s que nunca y hay que espantarlo con las manos como a un insecto. No tiene historia, no duele, a nadie le pertenece ese olor cuando entra a las casas y molesta, lo Ćŗnico que importa es apagarlo, taparlo, hacer que vuelva a donde pertenece, porque no se puede invadir la propiedad de los otros con la propia miseria. Sin embargo es mĆ”s grande todavĆ­a el desprecio y el asco cuando esos hombres y mujeres un dĆ­a se atreven a salir a las calles, a invadir el centro de ciudades que no fueron construidas para ellos: aunque han venido de tan lejos, y estĆ”n sucios y cansados, no traen ese olor animal con ellos, no es pobreza ni miedo eso que los circunda como un halo imposible y los protege como una empalizada, como una fuerza torrencial y serena que los sostiene con la delicadeza con que debe ser sostenido algo que ha sido roto y recompuesto mil veces, algo a la vez infinitamente poderoso y frĆ”gil, porque ha conocido la experiencia de su propio derrumbe y ha vuelto. No es pobreza ni miedo, no estĆ”n vencidos porque vienen cantando, se los oye desde lejos, nadie puede no oĆ­rlos, su canción tiene raĆ­ces tan hundidas en la tierra que a algunos les toca el corazón, les hace nacer una alegrĆ­a que no conocĆ­an, tan intensa que pareciera que les rompe el pecho, pero en otros despierta una violencia incurable y quisieran arrancar ese canto y arrancarlos a ellos como a la mala hierba para que algo asĆ­, capaz de transmitir una esperanza tan tremenda, no pueda propagarse y contaminar a los demĆ”s, a los que bajan la cabeza y aceptan porque no saben, no les han dicho, nunca han escuchado una canción como esa. Que no existen los milagros es algo evidente. Pero sĆ­ existen algunos –poquĆ­simos- seres con el coraje, la terquedad, la furia de insistir en lo que no se puede: caminan sobre el agua o multiplican los panes y los peces como si no estuvieran haciendo nada extraordinario, apenas lo justo, lo que tenĆ­a que ser hecho. Una sola de estas personas puede lograr que el mundo se ahueque como los ventrĆ­culos del corazón enorme y violento de las fieras del monte, cuyo latido retumba adentro de la tierra hasta que incluso los seres mĆ”s mansos, mĆ”s pequeƱos, lo escuchan y entonces despiertan y escapan de una vez y para siempre de su cautiverio.


ree
Grafitti, Mujeres Creando, Bolivia 2006

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

bottom of page