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  • Foto del escritorRevista Adynata

Vulnerabilidad viva (segunda entrega) / Ana Hounie

Actualizado: 3 jul 2022




Segundo sueño: puentes del lazo herido

Soñé que estaba en una habitación llena de agujeros que parecían como ojos, pero ciegos. De pronto me doy cuenta de que no hay piso ni techo ni paredes dispuestas en el sentido habitual.

Parecía un dibujo de los del artista alemán, no recuerdo el nombre, el que dibuja figuras insólitas...escaleras que no van a ningún lado… y puentes que se tienden en espacios imposibles. Decido atravesar los agujeros buscando a alguien. En cada lugar al que llegaba veía escenas con personas, pero nadie hacía contacto conmigo. En una aplaudían a los médicos, en otra alguien lloraba junto a un teléfono, le habían dicho que tenía que despedirse de la madre porque se moría, eran escenas de las que estamos viviendo. De pronto caigo en un agujero, como Alicia en el País de las maravillas. Y estoy corriendo, buscando a mis hijos que están perdidos. ¡Aquí está todo al revés! les digo. Y gritaba algo así como: ¡¡vayamos hacia el futuro!! ¡Vayamos hacia el futuro! Entonces me daba cuenta de que estábamos en casa. Ellos pegados a la computadora, preguntando: mamá, ¿¿esto cuándo termina?? ¿Tú sabes, mamá? ¿¿Tú sabes?? ¡No lo sé! confesaba angustiada y nos abrazábamos los tres.

Miguel Hernándezi, poeta español que murió prisionero durante la guerra civil, había escrito estas contundentes palabras:

Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.

Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte.

Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor.

No hay cura para la herida estructural, una herida que atañe a la subjetividad misma y es grieta del lenguaje, marca del límite, borde en el cuerpo que late. Cuando decimos que el psicoanálisis trabaja con las heridas, es porque es un quehacer con los restos, una acción que compone, pero no ensambla, reinventa, pero no tapa, sutura al mismo que tiempo que abre...

Es por esto que hablar de la mirada clínica en la psicopatología post-covid señala el lugar por donde se hace posible o no, tramitar esa dimensión irrepresentable que habita lo humano; agujero de los sueños, del sexo y de la muerte. Lugares que involucran al cuerpo en su condición de ser el más puro enigma, y al sujeto en su condición de ser puro intervalo; ninguna entidad sino puro efecto de abertura, por lo tanto, aquello que ningún saber puede cubrir.

En nuestro oficio, sabemos que cuando se impone el dolor con toda suerte de murallas, cuando los acallamientos discursivos producen encierros, también se impone esa tarea de enlace que convoca al otro, ese próximo que, desde un lugar extraño y cercano al mismo tiempo, nos devuelve la posibilidad de habitar nuestra misma existencia.

Que la pandemia haya colocado en el tapete la relación al otro en su forma más hospitalaria y al mismo tiempo más terrible, no significa que su valor haya sido reducido. Si bien acentuó la función de extranjeridad en la cara más violenta de la otredad como enemiga, mostró al mismo tiempo la necesidad insoslayable del otro y de la reinvención de sus formas.

Al mismo tiempo, la pandemia que se extendía globalmente no se “globalizaba” poniendo en juego formas singulares de respuesta en los distintos contextos y permitiendo que no todo vibrara al unísono, que lo diverso destellara con arrojo. El mundo de distancias y cercanías cuestionadas también dio la bienvenida a destellos de conciencia de otredad provocando lo que podríamos llamar “nuevas coreografías de la alteridad” moviéndose en tiempos demorados, no suspendidos.

En este sentido, dado que el encanto forma parte del misterio con el que la vida resiste para no verse despojada, los asuntos del amor han seguido ocurriendo, y extendiendo el acto amoroso al campo de eros en toda su amplitud, se hizo claro que estos movimientos permitieron resucitar micropolíticas de solidaridad exentas de moralismos como consta en muchos relatos espontáneos en distintas ciudades y pueblos.

También las caricias y abrazos contenidos dieron lugar a eróticas de los contactos que volvieron a resaltar el enlace entre el amor y la muerte. ¿Es posible una vida sin esos enlaces? El amor, -como algo que puede preocupar más que la muerte-, no la vence, pero torna vigentes los versos de Francisco de Quevedo en el 1500: “seré polvo sí, más polvo enamorado”ii.

Y si allí arde el polvo de la vida, -como diría Didi-Huberman para quien las cenizas son el terreno fértil de nuestro tiempo-, entonces no parecemos del todo incapaces de soplar entre ellas. “Cavar en la ceniza. Sublevar en la psique. Sublevar en la materia. Excavar en la lenguaiii

Algo de este gesto precisamente, fue lo que surgió como respuesta ante uno de los temores y dolores más contundentes que trajo la pandemia: morir en soledad. Y fue el mismo gesto que sostuvieron en sus cuerpos quienes asistieron a los enfermos en aislamiento, tendiendo puentes de las más extrañas maneras. Fue lo que hizo posible rescatar aún al morir, el morir en estado de compañía, instaurando esa zona de umbral necesaria en el rito de pasajes. Estas Instantáneas necesarias de confianza, de “suspensión momentánea de la incredulidad para poder abismarse confiadamente en la cercanía” recuerdan el valor de la ilusión quien tiene más que ninguna otra cosa, ese poder inmunológicoiv(Percia, 2020)

Puentes tendidos entre abismos que, siguiendo a Heidegger, representarían la posibilidad de creación de “espacios intermedios”, es decir, pura creación de espacios posibles, no totales, sino posibles en lo imposible.


Tercer sueño: Migraciones








En mi sueño estaba solo pero no estaba solo. Detrás de mí venían personas en fila y delante de mí también, pero yo no sabía en cuál dirección. Las personas eran de todas las razas y de todas las edades. ¿sería un exilio? No sé, Sólo sé que teníamos que caminar. Era como un imperativo. Me había olvidado del sueño, pero hace un rato antes de entrar en el zoom para la sesión, sonaba una canción de Zitarrosa, entonces me acordé.


(Los versos del cantante y poeta uruguayo que cita el soñante dicen así: “Y si sentís tristeza cuando mires para atrás, no te olvides que el camino es pa`l que viene y pa`l que va”v


La figura de las migraciones atraviesa todo nuestro modo de estar en el mundo, La raíz latina “mei” que se encuentra también en “mutación”, marca la idea de cambio y movimiento que siempre parecen ser el principio de todo. La bella ciudad de Ancona -que agradezco haber tenido la fortuna de conocer- guarda en su cultura haber sido fundada por inmigrantes griegos que venían huyendo de una tiranía (la de Dionisio I de Siracusa). También la propia Europa surge de migraciones. En un mito fundacional que revela una actualidad sorprendente, ya que en el origen de la tragedia de nombre “las suplicantes” de Esquilovi encontramos el gesto político de la ley de la hospitalidad, de acogimiento a lo diverso,que huye de un destino impuesto (en este caso mujeres en busca de redignificar su condición deseante).

La migración de personas como movimiento contundente y permanente de hoy recuerda la arbitrariedad de las fronteras cuando excluye una verdad que retorna: que esta acción de pasaje no es sino la de un regreso cuando lo reprimido es la propia genealogíavii.

La imagen de las migraciones acentúa en sus formas nuestra manera de estar en el mundo. Esta imagen de puro movimiento subvierte la idea de frontera, allí donde ésta era usada para el control de lo que sea que intentase separar. Pero lo cierto es que esta condición necesaria para habitar el mundo de las formas (sin el cual no podríamos vivir), olvidó su porosidad e instauró la locura de la segregación y los encierros. En una verdadera formación paradojal, los efectos de la globalización produjeron imágenes engañosas suplantando el reconocimiento de la diversidad que preserva la autonomía manteniendo la tensión y la variedad de los enlaces, por la exaltación de un multiculturalismo mercantilizado al servicio del capital.

Ahora bien, la idea de las migraciones en tanto pasajes que alcanzan a los movimientos sociales configura cartografías que representan una clave para comprender los procesos de subjetivación en la actualidad. Por un lado, porque la actual pandemia volvió a alterar la propia idea de las fronteras en un llamado de atención sobre la naturaleza arbitraria y fatalmente efímera de la frontera como tal. Por otra parte, si partimos de que los pensamientos pasan las fronteras, libres de derechos de aduana, tomaremos aquello de la condición de movimiento, de pasaje, que concierne al pathos y cuya potencia es necesaria para la recreación, la reconfiguración de los mapas subjetivos.

Es que el humano avanza en la aventura de crear pasajes. Pasajes siempre vinculados a la aventura del destino y nunca solitarios. Aun cuando para tales movimientos se deba atravesar un desierto, -una figura metafórica clave en la aventura de la existencia- estamos siempre buscando esos desplazamientos.

Nicolás Bourriaud -escritor y crítico de arte para quien el origen es una especie de superstición teórica- plantea que de lo que se trata allí (y extiende esto a la experiencia analítica) “es revisitar la narración de la propia existencia de manera de desplazar precisamente los puntos de origen. Creemos venir de un lugar determinado, pero no necesariamente. Construimos una narración, y esta narración identitaria es aquella que hoy es el habitáculo, el agente de todos los fundamentalismos, nacionalismos, de todas las tensiones ideológicas, de todos los ensimismamientos. Se trata de pensar en función de la destinación [destino], pues esa cuestión de la destinación, "¿dónde vamos?", es en efecto una figura que produce cada época. Tomamos lo que podemos tomar consigo, quitamos el pesado aparato de dónde provenimos y atravesamos un desierto sea el que sea. Y es al interior de ese desierto que se producen acontecimientos”.viii

El desierto, esta imagen de la tierra más desprovista de mundo, que Pier-Paolo Pasolini colocó tan bien en su justa dimensión estética, resulta hoy poderosa y vigente. Es que en Pasolini, como señala Corroix, "el vacío del desierto es un paraje propicio para la figuración dramática del destino que implica la determinación existencial originaria del ser arrojado, es decir, del encuentro con la propia condición humana".

Por consiguiente, interrogantes tales como: ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué hay después de la pandemia? ¿Cuál es el fin del sistema que nos engendra? O ¿cómo desprogramar la máquina que nos ha llevado al actual estado?x ¿Cómo generar praxis instituyentesque permitan inventar otra política, otra relación con la política? O aún más: ¿Cómo sobreponernos a la condición de arrojo antes mencionada y transitar nuevos caminos? ¿Quién viene a mi lado?


Si la tragedia no es la muerte, único destino cierto, sino otro, como se desprende de las palabras de George Orwellxi: “lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano”, entonces nos toca la tarea de reinventarnos como especie. Es quizás una de las lecciones más importantes de lo viral inflamando nuestro cuerpo colectivo demasiado presumido de sus contornos individuales.


Cuarto sueño: supervivencias


A noche no dormí casi porque mi hijo tuvo pesadillas. Gritaba desesperado: ¡Papá! ¡No! ¡Papá No!

Había soñado que había habido un cataclismo como el fin del mundo y habían sobrevivido sólo algunos. En la ciudad la gente iba convirtiéndose en mutantes de uno en uno. Yo era un mutante. Parece que alguien me había inyectado algo que parecía una vacuna, pero no era. Le pregunté cómo eran los mutantes y me dijo que parecían normales, todos iguales, y que por eso no se podían distinguir, pero que también eran como los zombies, ni vivos ni muertos, como los espectros. Le pregunté por mamá y me dijo que ella estaba convertida y que era feliz, solo que hablaba con voz de computadora porque los mutantes eran medio máquinas. Poco a poco se calmó.

Cuando me pude acostar me vino a la cabeza que el sueño de mi hijo se parecía a una obra de Ionesco, el Rinoceronte, donde el protagonista al final queda sólo, el último ser humano porque todos los demás habían mutado y piensa que se vuelve loco porque ya no hay ni una palabra ni una mirada de nadie que le devuelva su existencia, que lo reconozca como humano y sin embargo grita: ¡no capitulo!¡no capitulo!

Me quedé pensando en lo de los mutantes… ¿Por qué darán tanto miedo? La vida está llena de mutaciones necesarias, pensé. Pero luego recordé las mutaciones del virus…Pero no es lo mismo “el” mutante que “lo” mutante, ¿no?… Creí que me volvía loco y no me pude dormir.


Me gustaría traer dos significados distintos de la idea de supervivencia tal como los plantea Ramón Machoxii, dos formas de entender lo que significa sobrevivir. “Los supervivientes y los que sobreviven no son los mismos”, dice. “Los primeros aparecen después de accidentes, naufragios, atentados terroristas y catástrofes naturales. Son las personas que cuando los demás mueren y hay suerte continúan con vida, los que después se convierten en los protagonistas de esas trágicas historias – que si son lo bastante importantes entrarán en la Historia – y de quienes se dice que han esquivado a la muerte. Los segundos son aquellos que, a veces desamparados y casi siempre humildes, viven con escasos medios y en condiciones adversas. A estos últimos no se los llama supervivientes – no tienen nada de súper – pero sobreviven también. Los traperos, los mendigos, las amas de casa proletarias y sus niños, los ancianos y los enfermos de gravedad forman este grupo heterogéneo. De ellos se dicen que no tienen donde caerse muertos, que un poco ya lo están o que tienen un pie en la tumba. Despojos de la ciudad industrial, ignorados sistemáticamente por las grandes historias escritas por y para dirigentes carismáticos o miembros del poder hegemónico.”

En este contexto sobrevivir emerge como trabajo (esfuerzo, energía) de reinvención. Aby Warbugxiiidenominaba Pathosformel a fórmulas de expresión que como efecto del choque de tiempos heterogéneos encuentran marcas de supervivencias (Nachleben) en la repetición de gestos, formas, fuerzas, afectos, trazas de memoria colectiva al modo de huellas.

En la segunda acepción de supervivencia, la referida a aquellos que no sobreviven a la muerte de los demás, sino a la suya propia, lo que sobrevive a esta o aquella catástrofe de la historia, es algo que está desde siempre, o al menos desde un momento imposible de determinar, a punto de desaparecer, casi muerto. “La forma superviviente no sobrevive triunfalmente a la muerte de sus concurrentes. Muy al contrario, sobrevive sintomática y fantasmalmente, a su propia muerte: desapareciendo en un momento dado de la historia, reapareciendo más tarde en un momento en que quizás ya no se la esperaba.” Sobrevivir a la propia muerte entonces, convoca a la vida después de la vida.

Preguntarse por los gestos supervivientes es preguntarse por las condiciones que tienen aquellos gestos para resistir a la clausura. Astucias y tácticas de combate para generar fuerzas de oposición a través del espacio intersticial, intermitente, nómada, de las aberturas.

No hay duda, que la pandemia que vivimos permitió vislumbrar el dolor de un tiempo, el síntoma de una época, indicios de acallamientos discursivos, la enfermedad del silencio de una pregunta necesaria. Este es uno de los puntos importantes que este suceso vino a dar lugar: la conciencia de una crisis de la pregunta por la existencia singular y colectiva. Mostró la ineficacia de las respuestas. Mostró la locura de las formas del tiempo que signan la producción de subjetividad actual, la crisis de la experiencia. Demasiadas respuestas prefabricadas y poco lugar para los extrañamientos del lenguaje que nos habita.

Podría decirse aún a riesgo de que pueda parecer extremo que se ha puesto en marcha un trabajo de supervivencia. Durante los días que acompañaron el surgimiento de la pandemia, muchas imágenes de catástrofe nos recorrieron, introduciendo puntos de discontinuidad, divergencia e histéresis. Esto último es clave en la teoría de las catástrofes de René Thom que “básicamente representa la propensión de los sistemas estructuralmente estables a manifestar discontinuidad (pueden producirse cambios repentinos del comportamiento o de los resultados), divergencia (tendencia de las pequeñas divergencias a crear grandes divergencias) e histéresis”xiv.

La histéresis es una figura retórica que consiste en colocar antes lo que está después. Por ejemplo, “entrar en el Mercado Común para luego desarrollar la economía en vez de desarrollar la economía para estar en el Mercado Comúnxv; es decir, primero el final y luego buscar las condiciones.

Creo que hay aquí un punto remarcable: la sacudida de la perspectiva lineal del tiempo. En ese sentido, sobrevivir es hacer del resto un comienzo. La lengua nos lo permite. Conjugar el presente desde el futuro anterior. No hay saber en este acto. Es el no-saber el que empuja y permite constituirse subjetivamente desde el después, -como diría el filósofo e historiador argentino Ignacio Lewcowicz- “en el entramado con esos otros que, en principio tienen una disponibilidad, es decir, tienen capacidad de devenir. La confianza ahí no es en que voy a encontrar lo que quería, sino en que voy a devenir alguien digno de lo que encontró. Aquí sería: la confianza en que un encuentro va a producir en mí el sujeto capaz de causarse a partir de ese lazo (Lewkowicz, 2002).xvi

Así pensado, una catástrofe dejaría de ser una calamidad para devenir potencia de oportunidad. La pandemia deviene acontecimiento en tanto conmueve el lazo en forma jamás antes vivida invirtiendo una lógica estructural de lo social. Al sacudir las relaciones en su condición de circulación, produce una interrupción en el seno del propio lazo. Toda una conmoción política que -como diría Francesco Callegaroxviien su lectura del “don” de Marcel Mauss-, resultó suscitada por la posibilidad de interrupción de dicha circulación. La condición esencial del don, -que lejos de ser un fenómeno banal y difuso resulta el fundamento mismo de lo social-, reaparece precisamente en situaciones de excepción, introduciendo la pregunta sobre las formas de lo posible en el futuro. Pero nuevamente es un futuro anterior, pues como todo don es una respuesta a otro precedente recibido, este pasaje “habrá sido un don” si hubo un reconocimiento del otro en la escena relacional. Esta dimensión del tiempo viene a poner en el tapete de la historia la necesidad de una reafirmación y redireccionamiento del lazo social que se funde en ese exceso de la vida no equiparable a bios. Cuando aquello (nudo, estructura) que nos sostiene se sacude conmoviendo la existencia, el mapa del mundo que cada lenguaje humano dispone para la vida, precisa más que nunca contrarrestar a la muerte. ¿Cómo? en la creación de enlaces, construyendo ficciones de alteridad. Así como cuando un idioma muere, muere un mundo de geografías de la memoria; cuando la experiencia de la muerte del lenguaje sobreviene en el psiquismo, -hay formas de locura que toman esta extrema amenaza- la subjetividad simplemente se derrumba. No hay experiencia más devastadora que la ruptura de nuestros enlaces a los otros que los puentes de la lengua realizan. Puentes y puntas, que buscan reconocimiento, e indican que aún hay “algo por decir”. Palabras que abrigan el cuerpo confiriéndole su valor de existencia, al resguardo de la intemperie a la que la soledad radical podría sumirnos como un destierro.

Múltiples imágenes que circularon con insistencia durante la pandemia mostraban este mismo contrapunto entre el dolor de la soledad y la búsqueda de los enlaces que fundan la existencia humana, permitiendo que la interrogante: ¿seguimos en el mismo lugar o movemos las pisadas? se instale como pregunta no retórica sino viva. Que sea posible reanudar el don del lazo, volver a entramar los ropajes de la vida con los que la cultura se hace posible, tramitar los abismos de la existencia con otros que se presentan disponibles, sólo puede ocurrir ante la insistencia de un deseo.

En este contexto sobrevivir emerge como energía que reconoce la dialéctica freudiana donde la vida, montada en la muerte y hundida en el letargo, genera las imágenes que nos reinventan como supervivientes de nuestra propia muerte.

Quizás por eso podría decirse que estamos aun en un tiempo espectral. Pero esto no sería un problema en el sentido de que finalmente son los fantasmas los que atraviesan límites y son los umbrales los que disponen a la creación. Quizás no podamos percibir aún las formas del pathos que sobreviven sintomática y fantasmalmente; sin embargo, si tenemos confianza en ellas y por ende en la potencia de los umbrales, habremos sabido que estas marcas están disponibles. Las podemos reconocer en el futuro anterior de la historia de los tránsitos que habrá habido, pues cada paso vuelve a dibujar sus condiciones de posibilidad, sus circunstancias necesarias, sus causas. Como las estelas en la mar que dejan entrever fugazmente rutas pasadas, como las huellas que Freud mostró capaces -desde su vacío de cosa-, de reactivar el mundo del deseo. Deseo de porvenir.

Pensar que lo venidero es indefinible, es restituir al tiempo su horizonte en un acto de potencia del vivir.




Notas y referencias

i Hernández, M (1939)Cancionero y Romancero de ausencias. En Antología Poética. Madrid: Calpe Ediciones(1999)

ii Una profundización sobre el punto puede encontrarse en la magnífica conversación sostenida por Percia, Savater y durante la pandemia, en la que Marcelo Percia recuerda a Quevedo. Disponible en URL: https://www.youtube.com/watch?v=12RscDf7FD8

iv Tomo el término de Marcelo Percia quien recrea el concepto de abismarse de Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso

v Alfredo Zitarrosa, poeta y cantautor uruguayo, milonga, 1967

vi Se trata de la llegada a Argos de las Danaides, 50 mujeres que desean ser libres del matrimonio impuesto con los hijos de Egipto, y que imploran por la libertad de decidir sobre su cuerpo, su vida y su destino. El Rey de la ciudad de Argos, a sabiendas del costo político de una guerra por la decisión de asilo, consulta al pueblo decidiendo en conjunto acoger a estas mujeres negras y así cumpliendo con la ley divina de la hospitalidad. Es de este modo que encontramos en este mito fundacional de un continente, lo que los gobernantes de hoy y personas bajo sus máscaras quieren negar a toda costa. Cada vez que ven un enemigo en el extranjero que llega a sus tierras, al impedirle su paso, excluyen una verdad que retorna: que somos todos hijos de migrantes, pues esta acción de pasaje no es sino la de un regreso, cuando lo reprimido es la propia genealogía.

vii Cincuenta millones de migrantes insistiendo en pasar en el mundo de hoy, nos revelan la inutilidad de los encierros en cualquier “pureza” de fronteras impuestas y arbitrarias. Nadie es “puro” de lo que sea, como soñaron los nazis, o como sueñan hoy los nuevos fascistas, y es la pluralidad de los hombres, las diferencias, las singularidades en los cuerpos sensibles, lo que es exigido por todo pensamiento de lo político en cuanto tal, como bien proponía Hanna Arendt (Didi Huberman, Pasar cueste lo que cueste)

viii Arcos-Palma, R. (2013). Contra la postmodernidad y la cuestión del origen: entrevista aNicolas Bourriaud. Recuperado de http://www.artishock.cl/2013/09/contra-la-postmodernidad-y-la-cuestion-del-origen-entrevista-a-nicolas-bourriaud/2013

ix Corro, P. (2015). Persistencia y centralidad del desierto en el cine de Pier Paolo Pasolini. Aisthesis, (58). doi 10.4067/S0718-71812015000200018

x Retomo la pregunta de Farnco Berardi Bifo que le he escuchado decir durante su estancia en Montevideo y que a mi entender resulta clave en toda su producción

xi Frase atribuida a Georges Orwell, periodista y escritor británico nacido en India en 1903, crítico de totalitarismos y autor de la magnífica novela futurista 1984 que fuera llevada al cine también brillantemente por Michael Radford en 1984

xii Macho Román, Ramón. El tiempo de las imágenes. Notas acerca de la Historia del Arte según Didi-Huberman, Revista: Escritura e imagen Vol. 12 publicaciones de la UCM(2016) disponible en URL: https://revistas.ucm.es/index.php/ESIM/article/download/54028/49427/

xiii Warburg, Aby Atlas Mnemosyne. Akal Ediciones, Madrid, 2010

xiv Diez, Fermin, sobre Rene Thom y la Teoría las catástrofes. Extraído de URL: http://centrohuarte.es/blogh/2017/11/12/teoria-de-las-catastrofes/

xv Santos, Luis M. Teoría de las catástrofes, Revista política y sociedad V UCM Ediciones, 1990. Disponible en URL: https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/download/POSO9090120107A/30632/

xvi Lewckovicz, I. (2002). Reanudar el lazo, dispersión, síntoma y acontecimiento. Conferencia llevada a cabo en las Jornadas “Anudar”, Escuela Freudiana de Montevideo, Montevideo.

xvii Extraído de la conferencia de Francesco Calleagro: “El don del lazo”, en el seminario Oficios del lazo: En URL: https://www.sociedadescomplejas.org/eventos/LAZOS21.php 2021

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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