Arte de la improductividad, necesidad de todo lo viviente, estado compartido por todos reinos de lo animado y lo inerte, es una de las prácticas del desacato más subestimadas.
Yacer, como una manera de estar en el mundo, con la entrega de las piedras, con la contundencia de los muertos, con la calma de quienes disfrutan las siestas, con la sabiduría de los animales que reposan debajo de la sombra más generosa del verano. Yacer, como una forma de interrumpir el imperativo de hiper productividad, como un modo de recuperar las fuerzas, y también como una posibilidad de disfrute. Yacer, boca arriba, boca abajo, o de costado, con las brazos cruzados, de cara al cielo, y con los ojos bien cerrados. Yacer, para detenernos, para demorarnos, para reparar, para simplemente estar. Yacer, para recordar la potencia de lo quieto, de la pausa, de lo lento, de la detención, y de la înacción.
Fuente: Borrador para un abecedario del desacato, Madreselva Editorial. CABA 2021
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