Más allá del bien y del mal
Si la moral es el criterio de evaluación rápido y general que tiene una cultura sobre lo bueno y lo malo. Cuestionarla es preguntarnos acerca de esos criterios.
Si no hay moral, si no hay bueno ni malo, ¿con qué criterio de evaluación nos encontramos? ¿Cómo es estar más allá del bien y del mal?
Hay otra lógica de evaluación: método crítico o de termometrear singularmente.
No agarramos una palabra o persona o cosa o situación o pasión y la analizamos a partir de lo que ese resultado o información dan para de ahí determinar si es buena o mala. De esa manera se van buscando razones atrás de las cosas.
Se trata de agenciar.
Hacer pasar eso, cada vez, por un termómetro.
Un termómetro es también un método de registro.
No se trata de una regla de evaluación moral que nos diga si tal cosa es mala o buena.
Se trata de la vibración de la cosa.
Se discute un método de evaluación hegemónico, un modelo práctico general, un tipo de humanidad.
Se propone un ejercicio desubjetivador de un tipo de humano hegemónico.
Interrumpimos ese poner automático del me gusta o no me gusta.
Eterno retorno
¿Esto lo haríamos infinitas veces o solo por hoy?
Sospechar del deseo presente que se hizo piel.
Abarcando la pregunta del eterno retorno nos aseguramos la disposición para sacarnos de encima el solo por hoy.
El eterno retorno nos pone de cara con las cosas que hacemos: estando presentes o no.
Entonces, hagamos la prueba del eterno retorno con la exigencia. Si la pasamos por la prueba se transforma, sino seguirá librada a los ideales de la época.
Hay una exigencia de la moral, del ideal. Una exigencia abstracta, trascendente.
El pedido de las mayorías: ideales de belleza, de trabajo, de vincularse, de inteligencia.
Exceso de normalidades.
Decimos que esa exigencia está buena cuando nos va bien meritocráticamente o decimos que no está buena cuando terminamos quemados.
Exigencia que gira sin motivación, por reconocimiento o castigos. Gira en modo vacío y no siente ese momento de plenitud. Pero igual gira. Se exige y no siente una sensación de aumento, por eso queda quemada hasta que dice no hago más.
Exigencia que se convierte en enojo.
Exigencia que si la introyectamos es un látigo contra sí, entonces hagamos lo que hagamos no nos vamos a gustar, vamos a sentir que algo no funciona. O exigencia que puesta afuera funciona como una especie de resentimiento contra el mundo. Látigo o resentimiento son el primer eslabón de un humano y pueblo obediente.
La prueba del eterno retorno nos pide interrumpir ese modo resentido o auto-hostigador para mejorar el núcleo vital, pulsión, águila zaratustreana.
Interrumpir para que aparezca otra cosa.
Interrumpir los efectos que el dispositivo hegemónico puso en nuestro envase cuerpo y los reproducimos como vienen. Interrumpir que todo lo que se haga, se mueva a través de resultados sin registro de aumento o disminución sensible.
Dejar de ser títeres del dispositivo.
Interrumpir la comodidad, y devenir.
Desvío paréntesis:
(Preferimos llamar dispositivo a esas fuerzas invisibles, naturalizadas, y habituales que nos hacen ser y hacer de una cierta manera.
Eso que nos hace conocer, percibir, y sentir. Estamos en medio de relaciones, lugares, y situaciones donde oímos, miramos, pensamos, percibimos, decimos de una determinada manera. Donde el campo de lo visible es uno y no otro.)
Exigencia Nietzsche
Una exigencia ligada a la motivación, a la fuerza pulsional, al deseo, a la singularidad, a despertares, a intuiciones del día, a expresividades.
Exigencia que tiene fuerza material. Siente la potencia concreta, a veces aumentada, a veces disminuida.
Ese aumento o disminución es lo que nos da esa otra sensación diferente. Una sensación plena. Un estar ahí de las pasiones.
Hay movimiento, aunque algo no se pueda, hay plenitud igual porque se puede lo que se puede. Y lo que no se puede queda como rebote-resto sin resentimiento ni frustración, sino como próximo movimiento.
En el mundo de resultados y exigencias de ideales hay sensación de falta.
Devolver la confianza a un termómetro que no sea de la moral, pero tampoco de una libertad abstracta que sabemos mentirosa.
La exigencia de estar en lo que se puede y ver matices en las cosas.
Lo que puede la cosa en sí y lo que todavía no, versus la exigencia de ser y hacer lo que un modelo pide, sentirnos frustrados y en falta por nunca llegar a una mayoría ideal y abstracta que todos conocemos pero a la que nadie pertenece.
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