Revista Adynata
Disputas en torno a la naturaleza y la civilización en Nosotros y en R.U.R / Germán Ezequiel Buyatti
Las ilusiones burguesas con respecto a la ciencia y el progreso técnico, compartidas por los socialistas autoritarios, han dado origen a la civilización de los domadores de máquinas, que puede, mediante la competencia y el dominio, separarse en bloques enemigos, pero que, en el plano económico, se somete a las mismas leyes: acumulación del capital, producción racionalizada en continuo aumento. El imperativo de la producción domina a los dos universos y no hace de ellos, en el plano económico, sino un solo mundo.
Albert Camus, El hombre rebelde
[…] todo Estado, aunque sea el más republicano y el más democrático, incluso el Estado pseudopopular, inventado por el señor Marx, no representa en su esencia, nada más que el gobierno de las masas de arriba a abajo por intermedio de la minoría intelectual, es decir de la más privilegiada, de quien se pretende que comprende y percibe mejor los intereses reales del pueblo que el pueblo mismo.
Mijaíl Bakunin, Estatismo y anarquía
Pareciera ser que principios eternos gobiernan nuestra conducta, nuestras identidades: la Verdad, la Justicia, la Ley, la Razón. Principios anclados en los sueños de la modernidad de racionalizarlo todo, civilizarlo todo, que siempre transmutan en pesadillas. Nuevas razones encuentran, en su adaptación al siglo XXI, las nuevas gobernanzas del mundo para no cometer el pecado de la improductividad: una inmensa policía digital y la hiperexplotación serían sus mayores aliadas para afianzar el control y el miedo, la obediencia y el entumecimiento. Sin embargo, las viejas razones son los sólidos cimientos de las nuevas.
Un híbrido entre dichos principios eternos y las nuevas razones de los cyber-Estados lo podemos encontramos en dos obras compuestas hace cien años que nos pueden ayudar a pensar nuestro presente: Nosotros de Yevgueni Zamiatin y R.U.R. de Karel Čapek. En ambas se construyen estructuras de poder movilizadas como instrumentos de fuerza para alcanzar los sueños modernos: “La construcción de la utopía de masas fue el sueño del siglo XX. Fue la fuerza ideológica impulsora de la modernización industrial tanto en la forma capitalista como en la socialista” (Buck-Morss, 2004, p. 13). Es decir, se construye aquí una temática común:
[...] el sueño utópico que la modernidad industrial podría proporcionar y, de hecho, proporcionaría felicidad a las masas. Este sueño se ha transformado una y otra vez en una pesadilla que ha llevado a las catástrofes de la guerra, a la explotación, a la dictadura y a la destrucción tecnológica. Continuar con el mismo sueño en el futuro, impermeable a los peligros ecológicos, sería poco menos que un suicidio. (Buck-Morss, 2004, p. 17)
Si lo que prima en R.U.R. es una crítica hacia la ciencia y la verdad ya que “somos prisioneros de la industrialización” (Čapek, 2006, p. 1), en Nosotros, a su vez, se prioriza la crítica al mundo totalitario del Estado Único y la pérdida de individualidad mediante “el bendito yugo de la razón” (Zamiatin, 2016 p. 1). No obstante, en ambas obras se plasman las tensiones entre civilización y naturaleza. Los dos mundos construidos endiosan el progreso técnico y la extrema racionalización, dando lugar a “los peligros ecológicos” que mencionaba Buck-Morrs.
No es necesario llegar al grado de exacerbación distópica como método de extrañamiento para darse cuenta de que los procedimientos de racionalidad extrema existen en todos los Estados, por más benevolentes que se autoproclamen. En Nosotros, frente a la anulación de la individualidad desde la maquinaria estatal, el ejercicio físico organizado, la automatización de la conducta, los personajes se encuentran con una naturaleza animal que los mejora, no que los degrada. Una naturaleza animal que a lo largo de la novela entra en tensión con la lógica de la civilización:
[…] ¿cómo habría podido adquirir la humanidad, si vivía en libertad igual que los animales, que los monos, en manadas, la lógica estatal? ¿Qué se podía, pues, esperar de ella, si incluso en nuestros días se oye, procedente de algún lugar profundo del abismo, el salvaje eco del griterío de los monos? Por fortuna lo oímos muy contadas veces. Y afortunadamente ejercen sobre nosotros sólo unos efectos nocivos pequeños e insignificantes, que podemos eliminar fácilmente, sin interrumpir ni detener el movimiento eterno de toda la máquina. (Zamiatin, 2016, p. 6)
Por otra parte, en R.U.R., lo que está en juego es, además, otro tipo de naturaleza, la interior de los robots. Para Domin, Director General de Rossum's Universal Robots, son máquinas. Para Elena, los robots son personas como nosotros. Sería pertinente preguntarse qué es una máquina. En primer lugar, lo que se opone a lo natural. Entonces, se nos presenta la naturaleza de los robots como el artificio. El robot, el trabajador/esclavo perfecto, es así una máquina que supera al hombre. Pero en la reversibilidad de esta imagen, resulta que los humanos también somos máquinas, imperfecta, reemplazable, pero maquina al fin, aunque tensionada, a la vez, por la naturaleza y el progreso: “La naturaleza es incapaz de adaptarse al ritmo del trabajo moderno (Čapek, 1966, p. 13), “[...] a la naturaleza le ha ofendido la fabricación de robots” (Čapek, 2006, p. 25).
Esa naturaleza incapaz de adaptarse también la leemos en Nosotros. Fuera del Estado Único todo es estado de naturaleza y los pueblos y las naciones que no son capaces de forjar la organización propia de un Estado moderno son incivilizados. Pareciera ser que fuera de las leyes estatales todo es estéril y muerto. Es la república romana, formal y legalista. Mussolini, jurista latino, se contentaba con la razón de Estado, solo que la transforma, con mucha retórica, en absoluto: “Nada fuera del Estado, por encima del Estado, contra el Estado. Todo del Estado, para el Estado, en el Estado”. En este territorio, el general, admirador y estudioso del fascista mencionado, a la vez que gestiona uno de los experimentos sociales más efectivos en la historia de la política argentina para garantizar la conciliación de clases, nos dicta: “Dentro de la ley, todo. Por fuera de ella, nada”. Estos conceptos se entienden mediante la contraposición permanente en la novela entre el Estado civilizado y los pueblos salvajes, ya sean extraterrestres, o pasados, o que habitan fuera del muro:
Más allá del muro se me venía encima toda una ola de raíces, flores, ramajes y hojas; esta ola se encabritaba y amenazaba barrerme para convertirme a mí, a un ser humano, el más exacto de todos los organismos, en un animal. Pero por fortuna me separaba el Muro Verde de este mar salvaje y claro. Oh, sabiduría inmensa, divinamente constructora de barreras. Creo que el Muro es la invención más importante de la humanidad: el hombre solamente ha podido ser una criatura civilizada al levantarse el primer Muro, únicamente se convirtió en hombre culto cuando construimos el Muro Verde, aislando de este modo nuestro mundo automático y perfecto de ese otro irracional y feo con árboles, pájaros y animales. (Zamiatin, 2016, p. 39)
El desarrollo de la historia de la civilización siempre va a sostener el tono imperativo que anuncie “Salvad las fábricas, los ferrocarriles, la maquinaria, las minas y las materias primas. Destruid el resto. Luego volved al trabajo. No se debe dejar el trabajo parado” (Čapek, 1966, p. 30), resguardado por “una legión de millones, [que] nos levantamos como un solo hombre, todos a una misma hora, a un mismo minuto” (Zamiatin, 2016, p. 5). Entonces, bajo esta lógica, el individuo y la comunidad son cosas que deben sacrificarse por el progreso unidireccional de la historia. Sostener programas mecanicistas y revolucionarios que apunten a la conquista “transitoria” (que en realidad se vuelve permanente) del Estado, nos ha llevado a las grandes pesadillas que encarna la civilización. ¿Qué más utópico que secularizar el cristianismo y tener fe en el curso irremediable de la Historia y, a la vez, desear que el Capital se expanda exponencialmente para que surja el proletariado industrial de las naciones más civilizadas para que ese mismo proletariado sepulte a la burguesía capitalista? Estas pesadillas se leen en las dos obras analizadas: “El viejo inventor Mr. Rossum (que en inglés significa Mr. Intelecto o Sr. Cerebro) no es ni más ni menos que el típico representante del materialismo científico del siglo pasado” (Čapek, 2006, p. 1). Zamatin, por su parte, también piensa más allá del socialismo de Estado, piensa que toda verdad es provisoria, al igual que Čapek. Por lo tanto, no tiene sentido, a la luz de estos conceptos, distinguir tajantemente en las obras entre Estado socialista y burgués, entre civilización soviética y occidental. Los mecanismos son compartidos por todos los Estados modernos.
En este sentido, Siniavsky (1990), nos aclara: “El marxismo en sí mismo se considera ya como una ciencia, como la Ciencia por excelencia en todo lo que toca a la historia de los hombres y de la sociedad (p. 46), y Camus (2007) complementa de manera tajante: “¿Cómo un socialismo que se decía científico ha podido tropezar así con los hechos? La respuesta es sencilla: no era científico. Su fracaso se debe, por el contrario, a un método lo bastante ambiguo para querer ser al mismo tiempo determinista y profético, dialéctico y dogmático” (p. 259).
A la historia de la civilización solo la rigen dos principios, el Estado y la revolución social, a los que no se trata de conciliar, sino que libran una lucha a muerte. El Estado es el crimen. Al respecto, nos dice Bakunin: “El Estado más pequeño e inofensivo es también criminal en sus sueños”; “La tempestad y la vida, eso es lo que necesitamos”, otras maneras de habitar el mundo y no la racionalidad extrema y productivista del Estado Único, la cual “¡ha de vencer!” en Nosotros, sino, permitirnos la pregunta que realizan “los únicos filósofos valientes”, esos niños que en la novela de Zamiatin siempre preguntan: “¿Y qué más?”.
Referencias bibliográficas
-Bakunin, M. (2013). Estatismo y anarquía. Buenos Aires: Anarres.
-Buck Morss, S. (2004). Mundo soñado y catástrofe: La desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste. Madrid: Visor.
-Camus, A. (2007). El hombre rebelde. Buenos Aires: Losada.
-Čapek, K. (1966). R.U.R. Robots Universales Rossum. Buenos Aires: Alianza Editorial. Traducción: Consuelo Vázquez de Parga.
-Čapek, K. (2006). Entrevista‖ y Reseñas de R.U.R. En Saíz Lorca, Daniel, La literatura checa de ciencia ficción durante el período de entreguerras. Tesis doctoral. Madrid, Universidad Complutense de Madrid.
-Siniavski, A. (1990). La civilización soviética. México: Editorial Diana.
-Zamiatin, E. (2016). Nosotros. Madrid: Hermida editores. Traducción del ruso de Alejandro González.
