top of page
  • Foto del escritorRevista Adynata

Envejecer / Sebastián Salmún



“La enfermedad no es el enfermo”, pensó,

“pero el viejo es la vejez y no tiene otra salida que la muerte”


Diario de la Guerra del Cerdo



En el año 1969 Adolfo Bioy Casares presenta el libro llamado “Diario de la Guerra del Cerdo” en el que relata la crónica de un conflicto intergeneracional que pone en el centro de su narración ciertas tensiones sociales entre la juventud y la vejez. En dicho relato estructurado entre fechas de calendario, suceden una serie de situaciones y conflictos que podríamos localizar en el marco de aquello que con Freud llamamos “confrontación generacional” entre los jóvenes y sus predecesores. Confrontación descrita en la obra literaria mediante el desborde violento. Podríamos decir que la necesaria oposición simbólica y apalabrada entre la rebeldía y los mandatos, entre el porvenir y las tradiciones que confeccionan los tejidos comunitarios entre lo establecido y la innovación, entre la transgresión y las costumbres, estallan en la historia de la novela como un estado de imposibilidad conviviente.


De hecho, en el relato, no aparecen los lugares necesarios para alojar los conflictos. Si, en cambio, se coagulan las escenas que dramatizan el martirio. Con Dardo Scavino y su ensayo sobre el martirio y la “guerra actual”, encuentro que “Diario de la guerra del cerdo” cuenta cómo se produce “la aniquilación del enemigo” (Scavino, 2018: 23). La confrontación está ilustrada entonces mediante una lucha violenta a muerte llevada hasta las últimas consecuencias, esto es, el asesinato de los llamados “cerdos” (generalmente varones de edad avanzada) en la llamada “guerra”. Dice Bioy Casares al respecto:


“La idea de Diario de la guerra del cerdo se me ocurrió una tarde de 1966, en la confitería de El Molino, mientras veía a una persona con el pelo teñido para disimular las canas. Primero pensé en escribir un ensayo sobre las armas de que dispone el hombre contra la vejez. Empezaría enumerando algunos recursos —pelucas, tinturas, dentaduras postizas— para concluir que el paso del tiempo es inevitable y que nada puede hacerse. Después pensé en escribir un relato cómico en el que jóvenes atléticos persiguieran a viejos gordos y lentos, un poco como esas películas mudas que daban hace años antes de la principal. Finalmente comprendí que la vejez es un problema sentido por todo el mundo como algo trágico y me senté a escribir la novela”.


La novela fue publicada en el año 1969 cuando el mundo estaba convulsionado y discutía entre otros asuntos y en distintos niveles, la adecuación de las diversos modelos y concepciones ideales de la vida social a las políticas públicas. Año del llamado Cordobazo en nuestro país. Un año después del Mayo Francés. Es el año de otro hecho editorial del campo psicoanalítico, la publicación del libro “La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico” escrito por dos referentes del área como Mauricio Knobel y Arminda Aberastury cuyo tratamiento respecto de la juventud merece singular mención que retomaremos en próximos artículos. Años de convulsión colectiva, de espasmos sociales, de creencias populares. En ese contexto fue escrito el “Diario de la Guerra del Cerdo”. Y su relectura en este tiempo nos puede conducir a la pregunta por cómo se reconfigura hoy algunos rasgos de los polos da aquella confrontación que relata.


Creo que la Pandemia relacionada con el virus Sars-Cov 2 (Covid – 19) actualizó y actualiza ciertos aspectos de aquella tensión generacional en un marco particular, bajo un determinado espíritu de la época, detrás de un determinado ropaje. La Pandemia, sostengo, problematizó y problematiza qué lugar ocupan los sectores de las distintas edades en la vida comunitaria explicitando las contradicciones inherentes a toda comunidad y a la vez, mostrando ciertos pliegues de sus antagonismos de manera cruda y a veces, cruel.

Sabemos (por lo menos hasta hoy) que lamentablemente la enfermedad del coronavirus ataca y daña hasta llevar a la muerte. Su contagiosidad es sumamente alta y su letalidad es relativamente baja respecto de otras enfermedades, aunque es muy alta en aquellos que tienen mayor edad, es decir, quienes transitan la vejez o su camino hacia ella. Vejez que debemos señalar, por cierto, está muy poco estudiada y conceptualizada en nuestro ámbito “psi”. Detengámonos un momento en esto. Es notable advertir, por cierto, cómo los planes de estudio sobre el ser humano en sus distintas edades carecen en ocasiones de este tópico central, determinante, decisivo. Carecen de señalar las vicisitudes de la vejez. Ausentan así, su recurso epistémico, fronterizo, necesario, trazando una línea divisoria contundente que la novela recupera por la vía literaria. Esta carencia es, por lo menos, llamativa (quizás un analizador socio analítico, quizás un signo opacado por el poder “presente”)


¿Por qué los programas de estudio académicos en Humanidades se observa este agujero formativo? ¿Cuál es la causa de esta laguna de autores y autoras en la construcción de la transmisión acerca de esa edad de la vida que llamamos vejez? Esta omisión ¿Qué mensaje está escribiendo? ¿A qué podríamos adjudicar el “olvido” y la marginación? ¿Acaso pueden repensarse los marcos discursivos (teóricos y éticos) que incluyan a la vejez? Y si bien no se trata en estas preguntas de hacer un elogio de la vida clasificada en etapas ni de la propuesta estandarizada de sus respectivas lecturas. Y si bien no se trata de segmentar la vida en edades de 0 a 5, de 5 a 10, de 60 en adelante, etc, me parece necesario balizar aquello que hoy sucede con la ancianidad y localizar las razones de aquello que permanece, en ocasiones, silenciado particularmente en el campo que nos interesa, el campo de la llamada salud mental y sus ramificaciones.


Quizás de este modo renovemos el interés por asuntos acallados tales como el campo clínico vinculado a quienes viven los últimos años de su vida (Karl Abraham se pregunta en un texto pionero del año 1919 cuáles son los alcances de la aplicabilidad del tratamiento psicoanalítico a los pacientes de edad avanzada, por ejemplo). Nos Parece necesario hacerlo, mucho más, en tiempos de Pandemia. Porque finalmente, que haya algunas patologías, como el Covid 19, que afectan especial y particularmente a la vejez (aunque no solo a ella) no debiera implicar la patologización de esa edad.


“La idea de paraíso” explica Marcelo Percia “dota a la imaginación de la ilusión de un tiempo sin hambre y sin sed. Sin necesidad de abrigo, enfermedad, vejez, muerte. Sin amenazas, peligros, rivalidades” (Percia, 2020: 189). ¿Paraísos sin los costes de la vejez en el sentido social, económico, previsional y político? Acaso sea necesario des patologizar los “demonios” de la vejez y cuestionar sin afán punitivo ciertas actitudes juveniles de este tiempo evitando reproducir el escenario del conflicto imaginado por Bioy Casares (e imaginario, es decir, especular). Y así relanzar finalmente los tensores del inevitable conflicto generacional, del necesario conflicto instituyente de la historia entre generaciones para repensar cooperativa y solidariamente qué futuro queremos y podremos construir.


Bibliografía


Bioy Casares, A (1969). Diario de la Guerra del Cerdo. Buenos Aires. Emece

Percia , M (2020) Sensibilidades. Buenos Aires. La Cebra.

Scavino, D (2018). El sueño de los mártires. Buenos Aires. Anagrama.



Dandara Catete Sin título De la serie Amorfo Instalación con colchones e hilo 2020-2021

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

bottom of page