Toda captura por un patrón impide la potencia de los cuerpos y sus encuentros. Tal la desviación triste a la normalización, a lo Uno, a la totalización de un rasgo, a un solo modo de ser. Entonces, ¡un desvío que escape a toda captura rostrificante!
Un patrón es una trampa, una ilusión –ficción tan real como sus operaciones y efectos en cuerpos y potencias–: un patrón-fractal que abarca (es su política) lo amplio y lo pequeño… el patrón y su obrero, el patrón y su lógica de encierros. Entonces, ¡un anti-patrón que parta del afuera y no del adentro de las derechas!
¿La trampa es lo que allí acude como un “lo que tengo a la mano” en la vida, mi vida? ¿Un “a la mano” de líneas duras? Artrosis y patologización de las almas. Estas artrosis no son sólo de las almas, o los huesos, sino de todo cuerpo ligero que resista a los anestesiamientos de todo orden. Es la artrosis de todo un sistema, de todo un modo de vida, cuyas líneas y surcos legalizan y reproducen ficciones que deciden hacerse pasar por promesas, siempre repletas de evolución, progreso, llegadas, paraísos. Surcos que se dicen a-históricos, eternos, sublimes que anulan lo común. Surcos que controlan lo singular… el desvío. Entonces, ¡hagamos anti-surcos que deliren en manadas!
No es extraño que la Historia sea aquella empresa que da nombre y función a las cosas, a la vida. Recordemos “Cien años de soledad”, donde las cosas quedan sin sus nombres: abiertas al caos, lo que permite ver entonces desde dónde queremos irnos, de qué funciones, de qué nombres, sustratos mayoritarios. Huir para, en el desvío mismo, formular el gesto alegre que se nombra en clave de resistencia.
Allí donde los modos hegemónicos históricamente han nombrado a aquello que se corre de la norma como “lo desviado, anormal”, sostenemos un desvío, no “lo desviado”. Allí la distinción entre la diferencia y lo diferente. Por caso: lo homosexual, no ya como unida a lo Uno, sino como una práctica posible entre otras, como una n-sexualidad. Entonces, ¡un n-desvío!
Que las revoluciones se frustren, que las revoluciones salgan mal, nunca ha impedido que un pueblo devenga revolucionario.
Si el plan es que el plan falle: el fallar es el pasaje de la revolución (unida aún a Un centro) a la rebelión. El montarse sobre una rebelión no es estar exento de problemas… al contrario. Implica abrirse a otros afectos. Ese abrirse consiste en una vida como problema. Una diagonal de problemas nuevos que hieran lo fijo del conflicto.
No son meras palabras. No jugamos con las palabras. El poeta –poiesis– no es un representante de las cosas, sino un hacedor de nuevas conexiones. Pasar de la clínica de los “reboques” a una clínica de las “fisuras”... de múltiples fisuras. Se evita así la gran máquina de la Historia (y todos sus nombres y eufemismos). Una fisura –un desvío-, será salir de un territorio para construir otros posibles.
Una clínica de la percepción: del ombligo al horizonte, o del horizonte al ombligo.
Tengo el vaso siempre medio vacío. Soy un vaso medio vacío. Soy un “3/4”, se escucha. Dosis. Preguntamos: ¿qué le falta a una dosis? Tratar de hacer pasar eso – ese ¾ - por el horizonte, por los mil mundos, no por uno, reconocido, mimético, fijo, eterno, muerto… y en su centro: yo.
El horizonte del cual se es parte, no un horizonte a llegar, sino una línea aquí. ¡Bien aquí! Tal un devenir minoritario. Sólo las mayorías van hacia el horizonte… las minorías son ya ese horizonte, mutable, deformable, como toda línea.
Descolonizar una estética, desviar los modos automáticos de juzgar lo otro.
¿Cuáles son las líneas que delimitan la diferencia? El modo hegemónico de leer el mundo parte de un patrón, de un parámetro que distingue lo normal-lo anormal, lo bello-lo feo, lo sano-lo enfermo, la realidad-la fantasía. Una clínica del desvío que opere como una fuga de las capturas de la representación que fija e inmoviliza. Una clínica estética que trace, como pinceladas sobre el lienzo, las líneas para cartografiar los diagramas de fuerzas.
Despertar el gusto por el riesgo y la creación colectiva. El mundo y los otros como un campo de fuerzas vivas. Multiplicidad de fuerzas plásticas que pulsan en nuestra textura sensible. Experimentar el pensamiento para resistir al presente. ¡Una aventura! ¿Qué importa quién habla?
Desvío para dejar entrar el afuera, para extrañar el lenguaje, pero también un desvío para que el afuera no se lleve todo lo de adentro. Trabajar entonces sobre una política de los bordes: texturas, permeabilidad, fijeza, consistencia, resistencia. Problematizar las superficies. Rearmar cuerpos.
Decir “cuerpos” es conjugar con materias expresivas a los modos de encuentro de las fuerzas. Cuerpo carne, cuerpo idea, cuerpo grupo, cuerpo institución. Pero también, cuerpo idea-institución-carne-grupo. Movimientos, pasajes, direcciones, programaciones. Atravesamientos. Entre cada uno, bordes. Una clínica del desvío es también una clínica de trinchera, de refugio, de casa, de mundo, de camino, de aduanas. De construcción de agenciamientos de paso. De circulación programada al desorden. Al mínimo orden posible.
Abandonar la idea de que hablando la gente se entiende y que entenderse es lo mejor o lo más saludable que puede ocurrir. Extrañar el lenguaje. Destituir al entendimiento como forma superior del lenguaje. Y así también a la claridad. Habilitar el balbuceo, tartamudeo, temblor.
¿Qué sucede en un espacio clínico?
Hacer clínica es perspectivar. Analista y paciente habitan un claroscuro, una penumbra, un contraluz, una figura-fondo, un fuera de foco, el foco de un detalle. Entonces un trabajo analítico es, por momentos, violentar una única forma de ver el mundo. Ingresar en un espacio de incertidumbre donde el analista acompaña. Reconocer al huésped que habita en nosotros. Extrañarse de uno mismo. Hospedar. No se trata de una ingesta. Sino concebir al huésped como figura incognoscible que opera desde la incomprensión. Y así, aliviar el juicio, el saber, lo único, el uno, el patrón, la norma, la pureza. Figuras de la servidumbre o del asno.
Encuentros terapéuticos que tramen un espacio de alianza. Armar un tercer cuerpo común dispuesto a transitar lo desierto, creando una soledad compartida. Un juego con el tiempo desposeído de una nostalgia y de un progreso. Un presente, un vacío absoluto, donde la política de tender puentes y cartografiar estares nos permite sobrevolar el caos.
Recordar: el patrón está vacío. Rostro. Un vacío que se cree llenado de utopías y lugares a los cuales llegar…. trampa pueril.
Huir de la lógica de lo Mismo, tan actual, tan perversa. Una ficción: la Historia, el Capital, la Modernidad, el Yo; un jardín que nunca llega a regarse. No es problema del jardín, ni del agua, ni del regador, sino de una política de producir maleza ¡para ver qué sale!
En suma, hacer presente al cuerpo, las afecciones y producir desde un pensar-sentir intuitivo, que en su justa dosis rebalsa la fuente creativa para regar el jardín.
Colectivo Desvíos
Geoffrey Hendricks, 2 aRt traps "A” , 1978
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