Texto presentado para el espacio de Hablas emancipatorias en las Jornada Grupos II 2019 “Hablas del Capital, hablas patriarcales, hablas emancipatorias, hablas coloniales.”
“El argumento decisivo utilizado por el sentido común contra la libertad consiste en recordarnos nuestra impotencia”
JEAN-PAUL SARTRE, El ser y la nada
Al menos dos generaciones nos separan ya de las consideraciones cartesianas sobre la libertad, y son ellas, con sus derivas, las que nos llevan al centro del pensamiento de Miguel Benasayag. Se proponen estos pasos intermedios no tanto como fuentes, sino más bien como un modo de reconstruir una pregunta, donde el sentir cada formulación nos deja a las puertas de la siguiente. Antes que una tediosa reposición de ideas, esta pequeña enumeración intenta ser un cuento, una historia que es posible contar: “y entonces sucedió esto, y cuando nadie lo esperaba, aquello”. Para intentar hacer llegar de modo cuidado y con toda su fuerza la idea de que la libertad es un reto situacional.
1.
¿Qué dijo una vez Descartes, en el siglo XVII, sobre la libertad?
Para explicar cómo a veces erramos, en las Meditaciones Metafísicas Descartes señalaba que poseemos un entendimiento limitado, que puede llegar a comprender cierta suma de cosas. En cambio, la libertad humana sería en principio infinita. De esta diferencia, nos dice Descartes, surge el error: a veces, actuamos, abrimos juicio acerca de cosas que no comprendemos o no conocemos correctamente. Triste, quizás, la conclusión de Descartes: deberíamos limitar nuestras acciones y juicios a aquellas cosas que comprendemos clara y distintamente, a fin de no cometer errores, y marchar siempre por la senda segura de la ciencia.
Esta idea que parece tan lejana y estéril para nosotrxs, fue leída una generación después, con un enorme entusiasmo por Sartre. Esto, gracias a un cambio en la pregunta con la que se lee aquella afirmación: mientras que Descartes estaba sumamente preocupado por no cometer ningún error, por la construcción de lo verdadero, Sartre estaba conmovido por el problema del compromiso. Ante esta diferencia entre una potencia de actuar en principio infinita y un entendimiento finito, que muchas veces no llega a comprender todo, la conclusión no será que habrá que reducir nuestras acciones para asegurarnos de que sean siempre correctas. A la inversa, Sartre encontrará allí el secreto de que siempre nos comprometemos con un grado de no-saber y que, asumirlo, es necesario para actuar.
2.
Entre otros escritos sartreanos, encontramos en El existencialismo es un humanismo una afirmación que sostiene radicalmente lo dicho: estamos condenadxs a ser libres. Esta hermosa e incisiva afirmación se encuentra alojada en la asimetría que señalábamos antes: podremos saber qué hacer, comprender o no comprender nada, pero lo cierto es que, para Sartre, estamos ya siempre comprometidxs, pues somos, por esencia, libres.
Remitirnos a esto no se trata de volver a afirmar un esencialismo, ni tampoco de volver a confiar en la fuerza de las voluntades individuales, sino de palpar el problema al que se enfrentaban. Para Sartre, por ejemplo, un martillo posee una esencia que es anterior a su existencia. ¿Qué quiere decir esto? Que alguien ideó un martillo como herramienta, lo planificó, decidió para qué sería usado, qué haría y qué no y, luego, lo trajo a la existencia, lo fabricó. El humano en cambio, dirá Sartre, adviene primero a la existencia, sin ninguna esencia que le marque de antemano el camino. Por eso, dirá que el humano es esencialmente libre, que a su ser es imposible negarle la libertad. Primero existimos y, luego, al actuar, decidimos quiénes somos.
Esta idea, que no deja de tener demasiada cercanía con la voluntad y la conciencia, para nuestro pensamiento que ya ha visto pasar la posmodernidad, tiene aun así un punto central muy bello. La posibilidad de nuestro compromiso no depende en ningún caso de lo que sabemos y de lo que somos, el compromiso es siempre primero. Es por eso que Sartre ubica a la libertad junto a la noción de subjetividad: cada vez que actuamos nos elegimos, elegimos tomarnos por tal o cual cosa, no somos otra cosa que lo que hacemos con nosotrxs, lo que nos hacemos. Cuando explicamos lo que hacemos o dejamos de hacer a partir de lo que somos, Sartre nos dirá que actuamos de mala fe: no sean canallas –nos dice–, no se justifiquen: ustedes no actúan de tal o cual modo por lo que son, no fue la única opción. No se engañen, ustedes, más bien, son eso que actúan.
3.
Miguel Benasayag recuerda siempre con mucho cariño a Sartre, y para pensar el compromiso suele recordar un cuento de Camus: un abogado va por un puente camino al trabajo y pasa al lado de una persona que llora, agarrándose a la baranda, mirando al río. Pasa de largo y, metros adelante, escucha que algo pesado cae al agua. Se detiene un momento, en una pequeña perplejidad, pero luego piensa “alguien debe haber tirado una bolsa de basura”, y sigue camino al trabajo sin mirar atrás.
Podríamos intentar formular la pregunta que escribieron sus pies cuando se detuvo: “¿Qué puedo hacer yo, que soy un simple abogado?”. El problema, nos diría Sartre, es que al momento de escuchar esa caída, ya no somos nosotrxs mismxs. Ante el llamado de la situación, nos vemos nuevamente arrojadxs a la mera existencia en esa situación donde ya no podemos decir “lo que pasa es que en verdad soy abogado” o “es que no sé cómo actuar en esta situación”. Lo decíamos antes, siempre nos comprometemos con un grado de no-saber, pero no como deficiencia, sino como único compromiso posible. Si esas ideas encendieron tan hermosamente miles de vidas el siglo pasado fue porque trajeron esta buena nueva contra la más miserable de las trampas de los poderes: la que hace vivir impotencia y la tristeza ante lo que sucede como algo inevitable, cada quien culpable de lo que no sabe, cada quien atrapadx en su nombre propio. Extraña ironía la de la impotencia en la vida, cuando una vida no es otra cosa que cierto modo de la potencia.
Los llamados, el compromiso, nunca están dirigidos a quienes somos, a lo que sabemos, sino a esa posibilidad que tenemos, por existir, de desconocernos. Desconocerse quiere decir aquí asumir ese margen de no-saber, donde no podemos pensar ni entender quiénes seremos, pero donde sí sabemos que la acción y el compromiso son el punto de partida, y después ya veremos.
4.
Hasta aquí, el pensamiento sartreano es sumamente intenso, incómodo. Pero resta un paso más hasta llegar a la formulación de la libertad en Miguel Benasayag.
La libertad en la modernidad estuvo marcada por la idea del libre albedrío: presente en su totalidad en Descartes y en buena medida en Sartre. Esta libertad nos dice básicamente que podemos hacer lo que sea. Y esta amplitud desmedida, infinita para Descartes, es criticada por Benasayag en un aspecto muy preciso: es una libertad abstracta. Es una libertad que piensa que, en el fondo, no pertenecemos a ninguna parte, que nada nos determina, y que podemos llevar adelante cualquier cosa. Y hay un problema con ello: si pensamos que la libertad consiste en poder hacer cualquier cosa, nos dirá Benasayag, seremos sumamente impotentes. Es lo que nombra, burlonamente, como el “supermercado del compromiso”: sujetos que parecerían estar aislados del mundo y que piensan con comodidad qué acción tomarán, si esta o aquella, y luego, dependiendo de si logran o no llevarla a cabo, se sentirán más o menos libres. Se trata, en cierto sentido, de que a pesar del cariño y la potencia que la noción de subjetividad ha tenido, esconde ella misma una segunda trampa de impotencia, aquella que se soporta cuando no se vislumbra que toda subjetividad es, también, una sujeción.
El problema, dirá Benasayag, es que estamos ya siempre en situaciones, somos como el abogado que camina por el puente. La libertad, lejos de ser la posibilidad de llevar a cabo cualquier acto caprichoso, de “hacernos” como se nos antoja, se trata en verdad de asumir las situaciones que nos constituyen. Es importante subrayar esto: no son las situaciones en las que “estamos”, sino las que nos “constituyen”. No estamos primero aisladxs y luego, cuando queremos, nos involucramos. Estamos ya siempre en situación, aun si no lo sabemos.
¿Qué entiende entonces Benasayag por libertad? En primer lugar, no se tratará más de preguntarnos “¿somos libres?” o “¿cómo ser libres?”, sino más bien: en estas situaciones que me constituyen, en las que vivo, ¿por dónde está pasando la acción? No será ya “mi” libertad, como pertenencia propia, sino la libertad posible en una situación que puedo o no asumir. Antes que preguntar ¿qué quiero? o ¿qué puedo?, último escondite de la impotencia, se tratará más bien de saber ¿qué pasa, incluso a pesar de mí?, ¿qué es este proceso en el que ya estoy sin saberlo?, ¿a qué llamados desatiendo cuando no dejo de insistir en quien se supone que soy?
Referencias
Benasayag, M. (2013) “Contrapunto al atardecer” en Benasayag, M. y Mattini, L. La vida es una herida absurda. Buenos Aires: Quadrata.
Benasayag, M. (2004) La fragilité. Paris: La Découverte.
Benasayag, M. (1998) El mito del individuo. Buenos Aires, Topía, 2013.
Descartes, R. (1641) “Meditación cuarta. De lo verdadero y lo falso” en Meditaciones metafísicas. Buenos Aires, Caronte Filosofía, 2011.
Sartre, J-P. (1945) El existencialismo es un humanismo. Barcelona, Edhasa, 2017.
Sartre, J-P. (1943) “La mala fe” y “Libertad y facticidad: la situación” en El ser y la nada. Barcelona, Altaya, 1993.
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