top of page
  • Foto del escritorRevista Adynata

La luna con las manos: pequeño diálogo antiplatónico / Tomás Baquero Cano

Texto presentado para el espacio de Hablas emancipatorias en las Jornada Grupos II 2019 “Hablas del Capital, hablas patriarcales, hablas emancipatorias, hablas coloniales.”



“Somos libres como los pájaros. Solo que los pájaros no son libres”

JOHN CAGE, Conferencia sobre el compromiso


“Lo posible no prexiste al acontecimiento, sino que es creado por él”

DELEUZE Y GUATTARI, Mayo del ’68 nunca ocurrió



Sos libre de hacer lo que quieras quizás sea una de las expresiones más difundidas del sentido común neoliberal: esta es la idea que queremos discutir. No tanto si es verdadera o falsa, sino más bien preguntarnos si alienta las prácticas o, por el contrario, nos hunde en la impotencia. Tomar por cierta esa afirmación nos deja al mismo tiempo cerca de varios problemas: ¿la libertad consiste en lo que quiero?, ¿querer cualquier cosa es algo que anima a la libertad?, ¿necesito saber lo que quiero para ser libre?, ¿quiero lo mismo en cualquier situación?, ¿y si no quiero querer lo que quiero?, y si no sé qué quiero ¿nunca seré libre?, ¿la libertad se trata de “ser” libres?, ¿puedo “ser” libre solo o la libertad se dice siempre colectivamente?, ¿soy libre cuando logro lo que quiero o ya solamente por quererlo?, ¿y si quiero algo imposible?, ¿soy más libre o menos libre al querer más de lo que puedo?, ¿y si quiero poder menos, soy menos libre?

Gilles Deleuze dijo una vez que la filosofía también debería tener ejercicios prácticos. Así como después de una clase de matemática nos llevamos algunos ejercicios a casa para resolver o pensar en el colectivo, la filosofía podría darnos también problemas así, “traigan esto resuelto para la próxima clase”, diría Deleuze. Proponemos entonces uno, que nos parece muy divertido:


Si quiero profundamente agarrar la luna con las manos, pero no puedo, ¿soy menos libre por eso?

– Pará, eso no depende de vos. O sea, es algo que no podés hacer aunque quieras. Cuando algo está fuera de tu capacidades ya no tiene que ver con vos, tampoco sos menos libre por no poder dar frutillas como una planta o no poder subir de un salto a un edificio. Para ser libre tiene que estar en juego una posibilidad, ¿no?

– Claro, es como la trampa del capital: “si no querés no trabajes, sos libre de no trabajar”. Y mentira, porque si no trabajo ¿de qué vivo?, ¿qué como? Está bien, puedo no hacerlo, pero es como un “sí, sos libre, pero…”.

– ¡Claro que sos libre de hacer lo que quieras! Pero atenete a las consecuencias…

– Tal cual. Además no es que no se pueda del todo. Ponele que lo hacés, vas a la luna, tuki. Lograrlo así a cualquier precio ¿te haría libre? Imaginate: conseguís un sponsor, es el sueño de tu vida, vas a no sé dónde, te entrenás como astronauta, te subís al cohete y vas hasta allá. Toda una vida persiguiendo eso, si querés podés, vos dale, gestionate, sos tu propia patronal. Llegás, juntás tierrita, ponés las manos ahí… ¿sos libre?, ¿se puede ser libre ahí en la soledad de ese satélite, en el fondo oscuro del espacio, sin nadie más?

– Suena medio caprichoso, ¿no? Yo cuando escucho “libertad” pienso en otra cosa. Bueno sí, llegaste a la luna, pero ¿libertad? Me parece más una carrera de obstáculos que una liberación. Como un capricho. Además aunque llegues, apoyar las manos no es agarrarla, no podés agarrar la luna con manos humanas. Hay que darle una vuelta por otro lado.

– Claro como que cada vida tiene sus maneras de hacer las cosas, ¿no? Siempre me pareció medio cualquiera eso de la libertad de los pájaros, “¡ah, qué lindo, qué libre es, cómo vuelta!” Te parece libre porque vos querrías volar, no tiene nada que ver con el pájaro. Qué sé yo, qué libre el gato porque duerme mucho, el pez porque no se baña. Cada vida tiene algo, si te pinta andar pensando cualquier otra cosa todo bien, pero ¿qué tiene que ver con la libertad?

– Pará, está bien, no podemos agarrar la luna con las manos, pero ¿no es una expresión re linda? No es al pedo decirlo, a mí me lleva a alguna parte. Ponele, si en vez de decir “quiero” digo “querría agarrar la luna con las manos”, es un deseo lindo.

– Está bien, querrías eso, pero ¿qué querés?

– Y… Me parece que quiero escribir un poema sobre eso.

– De una. Eso está piola. Sería terrible si vivieras toda tu vida con la tristeza de no poder agarrarla, ¿no? Lo transformaste en otra cosa: querría tal cosa, quiero esto. Es algo que tiene que ver con vos. La poesía podría ser el modo de agarrar la luna con manos humanas. Pero no es lo mismo, ya es otra cosa. Como que le diste una vuelta.

– Posta, y ahora sí me siento más libre, ¿qué pasó?

– Qué raro, ¿no? como que en realidad no cambió lo que podés. No entiendo bien, ¿lo que nos hace más y menos libres es que queremos o lo que podemos? Ponele que puedo hacer todo, cualquier cosa, ¿qué significa eso? Puedo agarrar la luna con la mano, darle un mordisco, guardármela en el bolsillo, meter la cabeza en el agua y respirar como pez. Puedo hacer todo, pero no tiene sentido, es como si no hiciera nada. Ni siquiera puedo imaginar una vida así.

– Es que sí, con lo de la luna, yo creo que sos menos libre si querés eso. Vas a estar triste, no vas a poder nada. Es como si te viniera el deseo de vivir una vida imposible y te atrapara. No como con la poesía, que te hizo hacer cosas. Digo algo que te llena de odio de lo que te rodea: odiás no ser un pájaro, te levantás a la mañana y decís ¡pero qué vida de no-pájaro de mierda que tengo!

– Ja ja, qué cosa. Me hiciste acordar, un tipo que se llama Miguel Benasayag le decía a eso el síndrome del agente secreto: vivo mi vida como si fuera una farsa, me ven acá, trabajo, hago esto y lo otro, pero en realidad mi vida está en otra parte, mi verdadero yo es otro. Imaginate ahí en el ascensor diciéndole a alguien: “en mi verdadera vida vuelo y como alpiste, ¿sabe? Estoy por renunciar a mi trabajo para dedicarme a ello”.

– Posta. A ver, entonces ¿soy menos libre, pero no porque no pueda, sino por querer cosas que me entristecen? Qué raro es. Es como si hubiera una trampa: si primero quiero algo y después miro en qué situación estoy, qué puedo, qué pasa, es como caer en un pozo, ¿no? Ya no hay salida, quiero algo que no tiene nada que ver con mi vida, con el mundo. Mi vida se apaga, me entristezco.

– Ahí va, es como si hubiera que pensar la libertad en cada caso, ¿no? En cada vida distinta, en cada situación distinta. Como algo que te encontrás más que algo que pensás. Si no es medio abstracto creo, me estaba imaginando todas las personas del mundo pensando qué quieren sin importar dónde están, es como si se pusiera el mundo en pausa, agentes secretos por todas partes. Todo el mundo pensando cosas posibles en el aire y después le das play y se destartala todo, sería un mundo imposible. Con que haya dos o tres que quieran que explote el mundo…

– De una, es más como un desafío, algo que aparece. O sea, cosas posibles pero no en general, sino en cada caso, algo que se inventa, que se prueba. Como si tuviera en algunas situaciones la oportunidad de ser libre.

– Pará, ¿cómo?, ¿somos libres o no?

– ¿Libres de hacer qué?

– No, digo, así en general.

– ¿Cómo en general? Es lo que estábamos diciendo, no tiene sentido ser libre en general. Es lo del pájaro, tiene que ser algo concreto, no cualquier cosa.

– Y pero entonces ¿“soy” libre?, ¿a veces “soy” libre y a veces no?, ¿cómo es? Si depende de cada situación no es algo que tenga tanto que ver conmigo parece.

– Y… Capaz no tiene tanto que ver con vos. Es como algo que pasa, ¿no? No tanto algo que podamos ser o tener. Qué trampa todo eso: lo que quiero, lo que puedo, lo que soy, ¿en qué orden van?

– La trampa que dijiste era: (dice, mientras enumera con los dedos de la mano) soy libre de hacer lo que quiera, quiero volar como pájaro, pero no puedo, entonces estoy triste. Qué libertad berreta esa, no llega ni a la esquina. A ver, si digo: puedo hacer tal cosa, quiero hacerla, la hago, estoy alegre. Ahí me gusta más, pero ¿y la libertad? Se me perdió, ¿dónde está?

– Es que si te digo que puedo levantar el libro y lo levanto, ponele que soy libre, pero no sé si es muy interesante. El problema es cuando no sabemos qué hacer con una injusticia, en medio del dolor. Con eso tiene que ver la libertad creo. Digo, más allá de lo que queramos, no siempre sabemos lo que podemos, hay situaciones muy difíciles.

– Y capaz la libertad es eso nomás, descubrir en cada situación lo que podemos y no sabíamos. Es medio algo que podés experimentar, ¿no? Un parpadeo y ya se fue. Algo que no le pertenece a nadie.

– Imaginate vivir la vida pensando qué haríamos si fuéramos alguien más, si el mundo fuera otro, si la gravedad no existiera. En vez de estar acá, en este mundo, averiguando qué podemos, qué nos impulsa, cómo interrumpir lo insoportable.

– Imaginate… sería terrible, ahí sí que no habría libertad para nadie.

– ¡Por Zeus que no!


Referencias

Benasayag, M. (1994) Pensar la libertad. La decisión, el azar y la situación. Buenos Aires, Nueva Visión, 1996.

Benasayag, M. y Del Rey, A. (2014) El compromiso en una época oscura. Madrid: Tierradenadie.

Cage, J. (1961) “Conferencia sobre el compromiso” en Ritmo etc. Buenos Aires, Interzona, 2016.

Leibniz, G. H. (1720) Monadología. Buenos Aires, Quadrata, 2005.

Sartre, J-P. (1943) “Libertad y facticidad: la situación” en El ser y la nada. Barcelona, Altaya, 1993.



Iván Kliun, Composición, 1917. Óleo sobre lienzo. 88 x 69 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

bottom of page