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‘Papá, así te veo yo’ / Joaquín Allaria Mena

  • Foto del escritor: Revista Adynata
    Revista Adynata
  • hace 2 días
  • 3 Min. de lectura

“Lo propio del archivo es su hueco, su ser horadado”.

Didi-Huberman (2007)



La noche del domingo 16 de marzo presenté en el encuentro clínico Pensar en las orillas mi proyecto de largometraje documental acerca de mi padre y el duelo por su muerte. Clínico, como sabemos, no se escribe sin hacer serie con estético, político. Ético.


Éramos veintidós personas reunidas a veintidós años de aquél marzo en que, para mí y muchxs otrxs, cambió todo para siempre. Veintidós es también el número en que terminaba su matrícula de médico, es decir que en los veintidós sin el veintidós -como se autodenominaba jocosamente a veces- fuimos también veintidós. Coincidencias del tiempo, locuras de la historia.


Picardías (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia
Picardías (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia

En los últimos años, pude entender que en ese número se cifraba además de un chiste o un significado en la tabla de los sueños, como se conoce en nuestras orillas rioplatenses a la cábala de apuestas numéricas para la quiniela, la descripción de un hombre loco de pasión por su profesión, de entrega hacia sus pacientes, de amor por su familia. En la investigación que estoy llevando adelante descubro que mi papá fue ese loco y también el enloquecido por un trabajo pesado, un ámbito laboral despiadado, una infancia imposible.


A partir de distintos materiales de archivo (fotos, audios, filmaciones, objetos personales y de uso laboral) revisitados más de veinte años después, busco construir una narración en la que se cruzan como líneas argumentales el devenir de su carrera especialista en cirugía cardiovascular pediátrica, su propia infancia, historias con pacientes de todo el país, el hospital público, el desfinanciamiento estatal de la salud, el dolor de vivir, compartir un campo profesional y heredar el oficio de trabajar al cuidado de la vida.


“Papá: así te veo yo” es la frase que escribió mi maestra de Sala de 4 en el interior de una tarjeta azul que hicimos para el Día del Padre y que él guardaba entre sus efectos personales. Debajo, una flecha conduce a un dibujo mío con marcadores, medio garabato, en que lo represento con piernas y brazos verdes, cabeza naranja y nariz violeta. Seguido, intenté escribir mi nombre en letras sueltas y desordenadas. Al costado, dice ¡Feliz día! y la fecha: 19 de junio de 1994.

Joaco (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia
Joaco (2025) Fotografía. Verónica Scardamaglia

Por eso de nuevo Papá, así te veo yo: porque intento retratarlo en este presente, ahora que sé escribir mi nombre y también mis apellidos, el paterno y el materno: mis marcadores, mi legado entero convertido en herencia -como señaló cariñosamente Franco Ingrassia. No es un título definitivo. Es uno que me sirve para seguir avanzando, un working title. Otros posibles van desde “Ese hombre que fue mi padre” hasta “Cuando tus manos daban vida”.


Acá está el primer y humilde boceto de trailer, también en progreso, que elaboré para una clínica audiovisual de verano que hice de la mano de Fermín Eloy Acosta y Agustina Pérez Rial, dos realizadorxs de alto vuelo que coordinan una propuesta llamada “Cuerpo de archivos”. El cuerpo, los cuerpos, siempre los cuerpos. Ese espacio, junto al siguiente taller “Montar la memoria del futuro” que urdí con el cineasta Manuel Embalse, junto al inicio de este camino de escritura al cuidado de Julián López y no sin el acompañamiento grupal de compañerxs lúcidxs y sensibles de esta ciudad y desperdigadxs por todo el mundo, son el obrador de este proyecto.


'Papá, así te veo yo' (1er boceto de trailer, febrero 2025)


Desde su inauguración y hasta que murió, acá hizo su carrera como cirujano cardiovascular infantil mi papá, donde llegó a operar del corazón a más de tres mil niños.


Es, también, el hospital donde estuve internado muy grave cuando nací, donde en mi infancia y el principio de mi adolescencia me traían a consultas, donde lo acompañaba a trabajar y hasta donde me quedaba a dormir cuando él hacía guardia.


Fue tanto el dolor que nos produjo su muerte, que demasiado rápidamente nos sacamos de encima la mayoría de sus cosas. Todavía hoy mi hermano, que en ese entonces tenía dieciocho años y yo trece, me pide perdón por no haberme permitido elegir qué pertenencias suyas quedarnos.


Así, durante más de veinte años creí que me faltaban muchas cosas de él. Que no las tenía. Que las había perdido para siempre. Pero en realidad no me había puesto a buscar. No había podido mirar a los ojos su archivo.”


Valeria Ortega Sin título 2020 Oleo sobre papel 12 × 9 cm
Valeria Ortega Sin título 2020 Oleo sobre papel 12 × 9 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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