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  • Foto del escritorRevista Adynata

Tan sólo a cinco escalones (parte 2) / Verónica Scardamaglia

Actualizado: 6 feb

Dí tu palabra y rómpete”

Nietzsche

1.

Desde hace tiempo, una de mis actividades preferidas consiste en llenar de poesías las aulas. Tarea que se facilita por la complicidad de la maravillosa biblioteca de la que disponemos en la escuela que, hasta hace un par de años, estaba en un espacio al alcance de todxs, con ventanales que nos asomaban a las maravillas del Parque Avellaneda: algunas veces, un pájaro carpintero; otras, algún colibrí. Espacio custodiado por una inmensa dulzura nombrada Andrea, la guardiana de los libros. Ella, día tras día, se ocupa de organizar y acomodar los libros de modo que resulten visibles y atractivos. Pacientemente los ordena, los cuida, los limpia como si los acariciara. Compartimos con ella ese amor tan especial que nos encontró: acercarle libros a lxs pibis.


Las mañanas en las que sentía que el trabajo que veníamos haciendo en el aula ya estaba como para que la poesía irrumpa, me acercaba a la biblioteca a buscar libros. Al principio, quedaba tapada por ellos para llevarlos al aula y por eso, como buena guardiana, Andrea consiguió un canasto de plástico verde con dos manijas amarillas que quedaba repleto.


Una vez, lo llené de Girondo, Gelman, Pizarnik, Vilariño, Szymborska, Pessoa, Urondo, Orozco, Dalton, Vallejo para leer con 4to 2da y lo dejé sobre el escritorio mientras cumplía con la odiosa rutina burocrática y pseudocontroladora de completar y firmar el libro de temas. De pronto, progresivamente comencé a percibir un ritmo que contenía movimientos de detención y circulación de cuerpos que fueron llevando a un inquietante silencio: lxs pibis, al volver del recreo, fueron acercándose a curiosear el canasto y fueron llevándose, uno a uno, todos los libros. Cuando pude soltar la atención de la absurda burocracia, asistí a una inolvidable ceremonia de lectura, curiosa, concentrada y desanclada de consigna alguna. Esa mañana, como otras veces, decidí seguir la sabiduría de esos ritmos y esas decisiones y no interrumpirles: recién hablé una vez que ellxs así lo dispusieron.


2.

Si hay algo que me fascina del fenómeno de “El Quinto escalón” es la frescura y espontaneidad desfachatada que lo ha recorrido y que lo hizo crecer. Fuerza que deja a la vista que se ha desplegado algo que no buscaba el éxito ni la fama con la que se encontraron. Fuerza que no apuntó a instalar una moda ni a vender un producto sino que ha mostrado la capacidad que tienen las juventudes al momento de entregarse al encuentro con algo que les apasiona y entusiasma. Algo que va a contramano con “la mala prensa” que sólo ve que lxs jóvenes no pueden, no saben, no quieren, no leen, no piensan, no escuchan, no hablan. Lo que delata la permanencia de aquella consigna tuerta que sentencia: “La juventud está perdida”.


Ya la invención de “El quinto” viene acompañada de la ternura y picardía de esas tensiones entre prohibiciones, insistencias y trampas.


Comenta Alejo / Ysy A -que junto con Muphasa oficiaron de organizadores de la movida-, que su mamá no lo dejaba viajar solo en tren para asistir a las batallas de freestyle del Halabalusa, en Claypole (organizado por Dtoke y sus amigos), porque quedaba lejos. Pudo ir una sola vez, a los once, y tres años después, encontró la forma de hacerle trampa a aquella prohibición y propuso armar una juntada para freestylear más cerca de su casa, en los escalones del Parque Rivadavia.


3.

Del mismo modo, esa alianza condenada por el mundo adulto entre jóvenes y redes sociales ha sido una de las fuentes propulsoras de lo que hoy se conoce como “la escena de la música argentina”. Al año de iniciadas las batallas, en 2013, empezó a correrse la bola de lo que sucedía en el Parque Rivadavia y cada vez más pibis se acercaban. El freestyler peruano Clown comenzó a subir las filmaciones que hacía con su celular a su canal de youtube: Demolition Rhymes. Las batallas no paraban de sumar “vistas” en youtube y Muphasa, entusiasmado, compró con sus ahorros una camarita para filmar con mejor calidad. También armó un canal de youtube del quinto y empezó a oficiar de community manager usando sus conocimientos de diseño gráfico para hacer flyers para difundir en facebook (aún no existía Instagram y mucho menos Twitch).

Dice Ysy A: “Guachos de otras ciudades empezaron a tener ganas de autogestionar su evento y traer a los artistas que veían en los videos de YouTube. Yo fui de Ushuaia a Jujuy con el freestyle antes de volver a hacerlo con la música.”


4.

Para trabajar con 1er año, solía llevar el canasto lleno de ejemplares del libro 24 poetas latinoamericanos. Con el paso de los años fui aprendiendo qué poemas generaban burbujeo al leerlos y los usaba como para llenar de risas y cuchicheos ese espacio extraño nacido al servicio del disciplinamiento desalmado. A veces, comenzaba dando algunas indicaciones organizadoras como para armar condiciones de recepción de la actividad, con apenas algún breve comentario del poeta o de alguna circunstancia del poema a compartir. A veces sólo decía: “¡che, escuchen esto!”. Solíamos leerlos entre todxs, desordenadamente y saltando de una hoja a otra. La ventaja de que prácticamente cada pibi tuviera un libro permitía que, con dar la pista del número de página, pudiéramos acompasar en la lectura o su seguimiento. Algunas veces, leía. Muchas otras, pedían leer y se ofrecían bulliciosamente para ello, lo que me enseñó a desarmar uno de los tantos prejuicios que me sobrevolaban, ese que dice que en primer año tienen tanta vergüenza que buscan esconderse. Me enseñaron del desafío de suspender preconceptos y abismarme a que a veces sí, a veces no; algunxs sí, algunxs no.


Algunas otras veces, espontáneamente, ellxs proponían poemas y gritaban el número de página. Había mañanas en las que algunas timideces me pedían que prestara la voz en la lectura de los poemas que elegían. Una vez que leíamos, sólo preguntaba qué les parecía o qué parte les había llamado la atención, como para intentar evitar o interferir la maquinaria depredadora de la interpretación.

5.

Se lee en Cuidar la vida: salvar la lengua (2021) Marcelo Percia:

“Morderse la lengua

La expresión morderse la lengua significa impedirse decir.

Alude al miedo a que se nos escape algo que queremos ocultar por protección, secreto, fidelidad.

En las instituciones de salud, agudezas que cuidan practican mordidas: se infligen el dolor del acallamiento.

Amordazamientos delatan instituciones enfermas.

Pero también morderse la lengua concierne, a veces, a un respetuoso cuidado: impedirse decir algo que presione, que imponga una dirección moral, que avasalle.

Morderse la lengua, también, puede pensarse como detención que se pregunta si conviene hacer o resulta preferible no hacer.

En ocasiones se cuida absteniéndose de actuar.

Gestiones hospitalarias no computan el escuchar, sonreír, acompañar, dar tiempo, llorar, como acciones clínicas.

Cuidados, a veces, practican el solo estar.

Un estar ahí como secreta sabiduría clínica.

Cuidados componen demoras, a veces, no diciendo nada, no pidiendo nada, no haciendo preguntas. Acogiendo tristezas calladas. A la espera de inciertos arribos. Sin prisas ni impaciencias.

Unos pocos versos de Audre Lorde (1992) dicen casi todo: “Si vienes, me quedaré callada y / no te diré palabras agresivas; / no te preguntaré por qué, ahora, ni cómo, ni lo que sabías / Sí, nos sentaremos aquí en silencio / a la sombra de distintos años / y la rica tierra entre nosotras / se beberá nuestro llanto”.”

6.

La primera vez que me enfrenté con una piba que se cortaba, no supe qué hacer. Nunca había escuchado de eso. Percibía en eso algo muy diferente a la intimidad doliente de un intento de suicidio. Sonaba a otra cosa y empecé a prestar atención a esas prácticas. Claramente algo del desborde, algo de lo incierto aparecía ahí. Y el dolor del corte parecía hacer de tope a eso. Pero no sabía qué hacer o qué decir, sólo pude hacer aquello que sabía: escuchar y acompañar eso. En aquellos años, empecé a escuchar de los cortes en estudiantes de 4to y 5to año. Actualmente, ya en 6to grado estos usos se hacen presentes.

Recuerdo una vez en la que dos pibas de 1er año se cortaron con la hoja de un sacapuntas durante la clase de lengua. Recuerdo el estupor del profe y su impotencia al no haberlo advertido. Otra vez, el escenario fue el baño de la escuela al finalizar la mañana. Queda clara la habilidad de las juventudes para esconderse a la vista, aún de profes comprometidxs y que miran. Recuerdo que hacía muy pocos días que se había estrenado la película Absurdah (2015) basada en los escritos del blog de una joven que padecía anorexia y que recurría a estas prácticas. Años antes, una estudiante de 4to había escrito una nota sobre ella para la revista de la escuela. Recuerdo que irrumpió una pregunta: ¿qué es lo que ofrece esta época, esta cultura para hacer con el dolor?. También fue la primera vez que, zozobrando, ofrecí Poesía completa de Alejandra Pizarnik como para prestar palabras a esas densidades existenciales.

7.

El ranking de atracción y revuelo entre poesías solía ganarlo Oliverio Girondo, compitiéndole a varios poemas de amor. Una vez, jugamos a leer a coro el bellísimo Poema 12 del libro Espantapájaros de 1932 (ese de “Se miran, se presienten, se desean, / se acarician, se besan, se desnudan…). [1] Otra vez, al terminar de leerlo, una voz que venía desde el fondo y abajo de una capucha, gritó exaltada: “¡Profe, se hacían de todo esos, eh!”. Siempre disfruté a carcajadas de las reacciones imparables que despertaba el poema - caligrama Espantapájaros: el rubor que les irrumpía al tener que leer en voz alta la palabra masturbación, la sorpresa asombrada al seguir las patas de la imagen e ir descubriendo entre balbuceos el “y subo las escaleras arriba / y bajo las escaleras abajo”.

Hubo una vez que fue inolvidable. Cuando el freestyle vibraba en la escuela, se deslumbraron con ese poema y comentaron que era piola la rima que tenía. Ese día, Omar le hizo beatbox a Tucho y rapearon el poema que terminó rimando con un contundente “o-li-ve-rio-gi-ron-dó”.

8.

A diez años de aquella invención, “el quinto” se ha convertido en una especie de mito alimentado por los aires desfachatados de quienes hoy se nombran como “los legends”. Nombre que carga con ese atrevimiento juvenil de mezclar idiomas e inventar sentidos, armando un modo que les conecta y acerca pero sin encerrarles.


Modo que se abre a las complicidades de quienes vibran con ellxs y distanciándose tanto de los prejuicios moralistas que les caen encima, ya se trate de la admiración fascinada o de la condena que sólo ve en ese acontecimiento los brillos de la fama, moda, consumo de drogas y misoginia.


Quienes hoy brillan en la llamada “escena argentina del trap” saben y repiten “que pasó todo muy rápido”, recuerdan que no buscaban esta fama que les encontró, se cuidan de la industria y se han construido círculos de amigxs y familiares con quienes trabajan. Parecieran también saber de la potencia del compartir, ya se trate de composición de temas, de escenarios y featurings [2]. Esta escena la componen, además de quienes saltaron del quinto escalón: Duki, Ysy A, Lit Killah, Thiago PZK, Trueno, Wos, Acru, Paulo Londra, Bizarrap; jovencitxs que subían sus canciones a sus canales de youtube como Nicki Nicole, María Becerra y L Gante.


Jóvenes que si bien prestan muchísima atención a las vistas, los likes, las reacciones y las reproducciones que les hicieron saltar de las pantallas a los escenarios, de los temas a los discos, de tirar free y ganar batallas a decidir convertirse en cantantes y músicxs, se sostienen en la colaboración y no en la competencia. Y lo transmiten diciendo algo así como “crece unx, crecemos todxs”.

9.

Escribe Ricardo Piglia en Modos de narrar (2005):


“Etimológicamente, narrador quiere decir “el que sabe”, “el que conoce”, y podríamos ver esa identidad en dos sentidos, el que conoce otro lugar porque ha estado ahí, y el que adivina, inventa narrar lo que no está o lo que no se comprende (o mejor: a partir de lo que no se comprende, descifra lo que está por venir).

Y, a la vez, esos dos grandes modos de narrar tienen sus héroes, sus protagonistas, sus figuras legendarias. Como si la repetición de esos relatos hubiera terminado por cristalizarse en una figura que sostiene la forma. Podríamos ver la historia de la narración como una historia de la subjetividad, como la historia de la construcción de un sujeto que se piensa a sí mismo a partir de un relato, porque de eso se trata, creo. La historia de la narración es también la historia de cómo se ha construido cierta idea de identidad.”

10.

El 11 de noviembre de 2017 casi diez mil jóvenes asisten a "El Quinto Escalón: El Final" en el microestadio Malvinas Argentinas con freestylers internacionales (Mcklopedia, Teorema, Jony Beltran, Force, Valles-T, Dominic, Jota y Stigma) y muchos participantes del circuito de batallas de las plazas del país. Allí Dtoke venció en la final a Wos.


Tres meses antes de que El Quinto Escalón finalizara, Alejo – Ysy A le comentó al Duki sobre su intención de destruir el evento. “Los dos estábamos en la misma sintonía. Ya nos parecía muy burdo batallar contra alguien que no conocíamos, decirle cosas guasas y sin sentido. Ahí nos pusimos espalda con espalda y empezamos a ir mucho al estudio”. Agrega “Nosotros veníamos avisando que la movida estaba por otro lado y nadie nos escuchaba. Fue muy flashero el fin de El Quinto, porque mucha gente morfaba de eso, nosotros también lo hacíamos”.


Para ese momento, con 19 y 20 años, se mudan juntos a “La mansión”, un departamento en Antezana 247, y autogestionan con Neo Pistea y el colectivo de productores NEUEN, el Modo diablo tour.


Afirma el Duki en una entrevista “Sabemos que empezamos de abajo, sabemos lo que es pasar hambre. Sabemos de dónde venimos.”.


11.

Se lee en Cuidar la vida: salvar la lengua (2021) Marcelo Percia:


“Lenguas vivas

Lenguas que erran y que no saben.

Lenguas del poco saber.

Lenguas que muchas veces trabajan sin entender lo que hacen, pero se hacen responsables de pensar porque lo están haciendo.

Lenguas que acompañan y alojan aflicciones de vidas enfermas, incluso sin saber acompañar ni alojar.

Lenguas que batallan con las enfermedades de la institución.

También lenguas de las astucias, de las tretas, de los ingenios.

Lenguas que no se llevan con hablas técnicas y utilitarias.

Lenguas que no enlazan, no enredan, no demandan, no imponen curas: lenguas del solo estar ahí, como disponibilidades que se hacen presentes cada vez que se las necesita.

Lenguas oportunas que dan una palabra precisa, sin que se la pida.

Lenguas que dan la espera.

Lenguas de la común vulnerabilidad.

La invisibilidad e intangibilidad de las prácticas de cuidado, muchas veces convierte a las lenguas vivas en acciones desaparecidas, en intervenciones sin narrativas clínicas.”

12.

Se puede ver en el freestyle un modo de relación con las palabras. Mucha delicadeza y disfrute por ellas, sus usos, rimas, entonaciones y decisiones. La picardía en los remates y la disponibilidad para alojar lo que aparece ahí, y armar juegos de enlaces y desenlaces con eso. Sentidos, sinsentidos, entonaciones y ritmos.


Horas y horas de entrenamiento para lograr, en el estar ahí, una capacidad de respuesta que aloje lo que está pasando.

¿Y si el trabajo clínico tuviese algo que aprender de esto?


13.

Escribe Piglia en Los diarios de Emilio Renzi. Un día en la vida (2017):

“Martes 22 de noviembre

Trabajo en el libro de ensayos, la clave es mi hipótesis sobre los modos de apropiación en literatura. Son textos de doble enunciación, escritos por dos manos: la cita y el plagio definen la frontera legal / ilegal. En el medio está la traducción: el traductor vuelve a escribir un libro -de hecho lo copia- qué es suyo y de otro (sobre todo de otro), el nombre del traductor - su propiedad- es siempre invisible o casi. Él ha escrito todo el libro, pero no le pertenece. Se trata, en todos los casos, de escribir una lectura. En el lenguaje no hay propiedad privada, el pasaje a la propiedad, es decir, la apropiación, define en un sentido la literatura. Hay que pensar que sucede en el cambio de idioma: el escritor escribe el mismo libro en otra lengua (Borges hace eso con las citas que traduce y convierte en textos escritos siempre «a la manera de Borges», es decir, se los apropia, de modo que siempre tenemos la sensación de que él ha inventado las citas o le ha atribuido sus frases a un actor autor inexistente). Es preciso trabajar la relación entre legibilidad y propiedad.”

14.

Desde hace 30 años juego a cazar palabras. Con ciertas palabras, no puedo evitar que se active una especie de autonomía de la escucha. Aún cuando esté distraída, en medio del bullicio de algún aula, caminando por algún pasillo, o aún en el Departamento de Orientación (DOE) cuando alguna inquietud retorcida aparecía en ese estado de tensión entre saber, al mismo tiempo, de la necesidad y la dificultad de hablar, siguen existiendo formas de decir y palabras que me llaman. Alguna vez fantaseé en armar una colección de palabras cazadas, pero los juegos entre memorias y olvidos hicieron su trabajo y ya perdí montones. Las que más recuerdo son aquellas sostenidas por conversaciones con jóvenes que disfrutan del juego y me ayudan en el armado de esa especie de red cazadora.


Recuerdo cuando en los 90 comenzaron a usar, con otro sentido, la palabra gato. Una tardecita entré a un aula de segundo año a saludar a una amabilidad que desbordaba cariño y alegría mientras trabajaba como preceptora, llamada Silvina, sólo había tres o cuatro pibis. Ante la escasísima concurrencia Silvina comenta: “Hoy somos cuatro gatos locos”. Instantáneamente una voz retruca enérgicamente sacudiendo los brazos: “¡Eh! ¿Qué nos dice gato?”.


Cuando la EEM 2 DE 20 de Ciudad Oculta aún no tenía nombre elegido, algunxs estudiantes propusieron, ante el desconcierto y la alarma adultocéntrica, llamarla “El descanso”. Para ese momento ya sabía que descansar significaba algo así como cargar o gastar. Recuerdo la primera vez que la escuché, a mitad de los 90, en boca de una piba que cursaba a la noche, mientras me contaba de los maltratos y violencias policiales. Por ese entonces también aprendí en las escuelas y en las misas ricoteras, el disfrute de la picardía despectiva que se dispara al decir yuta o rati a la policía.


Muchas de las palabras de esa colección, no logran atrapar un sentido definido, aún con los montones de esfuerzos que han sostenido tantas conversaciones. Sólo logro recordar (pero no repetir ni usar) aquellas que se me enlazan con algo ya conocido, como en su momento, temaikén (referida a canciones que gustaban mucho). La vez que la aprendí, en una clase de lengua en la que nos reímos mucho, con el profe le pedimos a aquel 5to que nos contaran sus palabras y Lucía, siempre inquieta y combativa, (hoy estudiante de abogacía) se ocupó de llenar el pizarrón con ellas.


No hay cronómetro que me sirva para medir el tiempo de entrega al discurrir en torno al sentido actual de berretín o dónde va al acento de ahre: ¿áhre? ¿ahré?. (Confieso que adoro entregarme a ese juego de explicar-entender y sentir el esfuerzo sincero al que nos ofrecemos buscando ejemplos que logren contener y transmitir algo de esas expresiones que parecieran cumplir una función, la de resguardar el tesoro de la juventud: la invención desfachatada de nuevas expresiones y nuevos lenguajes.)


De las expresiones cazadas últimamente, me produce gran impacto esa acusación de indiferencia que increpa con un “se hizo el otro” y me da entre ternura y risa esa otra que invita a compartir diciendo “¿nos rompemos una birra?”.


Recuerdo los años en que la escuela se llenó de skere y modo diablo (acompañadas con los gestos de los dedos).


Y el último año que trabajé en el Departamento de Orientación Escolar, nombrado cotidianamente el DOE, una desfachatada y adorable inteligencia exaltada llamada Lucho, lo rebautizó escribiendo en la puerta con un negro indeleble: el DOU (expresión utilizada en Twitch por el streamer Coscu como exclamación o remate que expresa algo así como asombro).




1 Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, se despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan se estremecen, se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan, se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan, resucitan, se buscan, se refriegan, se rehuyen, se evaden, y se entregan. 2 En música un feat significa la colaboración de algún artista.


Nota: dejo aquí la secuencia de textos que acompañan a éste.



Lia Cook "Estudio para un tapiz" Impresión 23.4 x 39.9 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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